Vivimos hablando: al aconsejar, al enseñar, al relacionarnos, al predicar. Las elecciones, y las decisiones de muchas personas y familias son influenciadas para bien o para mal, como resultado de todo lo que expresamos. Piense, observe, escuche y, solo después, hable. Son las recomendaciones de Robert Wong (Wong Consultoria Executiva).
Una mente para pensar, y ojos para observar el ambiente, el contexto, las necesidades, las personas; oídos para escuchar necesidades, desafíos, inquietudes y problemas y una boca para hablar. Entonces sí, estamos en condiciones de transmitir algo trascendente.
¿Cómo aplicar estos conceptos al privilegio que tenemos de predicar cada semana, una, dos, siete veces un mensaje que en muchos casos es el único alimento para el alma?
Pensar: Meditar es el resultado de contemplar, de orar y de comunicarse con Dios. “El Señor tiene una gran obra para ser hecha en este mundo. La obra de Dios ha sido dada a cada hombre para que la realice. Pero el hombre no debe hacer del hombre su guía, para que no sea conducido por el mal camino; esto es siempre inseguro. Mientras la religión de la Biblia incluye los principios de la actividad en el servicio, al mismo tiempo está la necesidad de pedir sabiduría diariamente de la Fuente de toda sabiduría. ¿Cuál fue la victoria de Josué? Meditarás en la Palabra de Dios de día y de noche. La palabra del Señor llegó a Josué precisamente antes que pasara el Jordán… Este era el secreto de la victoria de Josué. Hizo de Dios su guía” (Elena de White, Dios nos cuida, p. 201).
¿Será que las cuarenta madrugadas, la devoción matutina, la lección de la Escuela Sabática y el estudio profesional de un determinado tema, son suficientes para la vida devocional de un pastor? Sin duda, que todo lo anterior es muy valioso y enriquecedor, pero necesitamos profundizar nuestra comunión con Dios.
El pastor Mark Finley presentó tres consejos prácticos para hacer más profunda y relevante la vida devocional de un ministro del Señor:
1) Leer los Salmos, con oración, conversando interactivamente con Dios.
2) Leer y meditar en las últimas escenas de la vida de Cristo, tanto en la Biblia como en el espíritu de profecía.
3) Tener un momento para compartir la devoción personal con la esposa. Por ejemplo si se está leyendo una epístola de Pablo, o un capítulo de la Biblia, resumir en una frase el contenido de la lectura y su aplicación para la vida diaria.
Observar: estar atento a los acontecimientos que suceden en el mundo, en el país, en la región, y su relación con las profecías de la Biblia. Un programa de visitación pastoral sistemático, a todos los miembros de la iglesia, permite visualizar sus necesidades y desafíos. Un pastor ausente en la semana es irrelevante el sábado en su predicación.
Escuchar a Dios hablando a través de su Palabra, a la esposa, a los hijos, a los colegas, a los jefes, a los hermanos. Escuchar nos permite, entender puntos de vista, enriquecernos, crecer, y comprender y nos habilita para hablar con sentido y significado.
Entonces sí estamos en condiciones de hablar, con contenido, mente y corazón. Mi recordado profesor de Oratoria solía decir que, si preparaba bien su sermón, podría predicar media hora; si lo preparaba en forma regular, podría predicar una hora; y que si no se preparaba, podría hablar todo lo que quisiera.
Preparar un buen sermón incluye pensar, observar y escuchar; estudiar la Biblia y el Espíritu de Profecía; escribir y bosquejar, con divisiones claras y ordenadas, con ilustraciones de la vida real y actual, con apelación a las decisiones, con un espíritu de oración y dependencia del Señor, con convicción y con fuego.
En nombre del Señor, hable y diga algo que valga la pena; alimente, instruya, capacite, movilice, aliente, inspire, porque no solo de pan vive el hombre, sino de todo aquello que sale de la Palabra de Dios.
Sobre el autor: Secretario ministerial de la DSA.