Impresiones personales sobre el trasfondo y los resultados de la Comisión Revisora de la Doctrina del Santuario en Glacier View

            Esta es la tarea de redacción más difícil que alguna vez se me haya asignado. ¿Por qué? Porque hemos sido amigos con el Dr. Desmond Ford durante catorce años, desde que nos conocimos en un seminario de extensión de Andrews en el Colegio Avondale, Australia, en diciembre de 1965. Durante dos meses pasamos varias horas juntos, casi diariamente. Hasta donde puedo recordar, la mayoría de nuestras conversaciones se centraban en el mejoramiento de nuestras aptitudes como ministros por medio del estudio de las Escrituras y la lectura. Otro tema importante de nuestras conversaciones estaba relacionado con los principios de la reforma pro salud. Tengo que dar el crédito a Des (así lo llamamos sus amigos) por impresionar mi conciencia con conceptos más profundos y amplios de la vida saludable. ¡El practicarlos me ayudó a reducir de peso enormemente! Al reducir el consumo de calorías y hacer ejercicio, perdí casi dieciocho kilos en dos meses y nunca me sentí mejor en toda mi vida. Era difícil, si no imposible, sentarse para conversar con Des. Antes bien, conversábamos mientras caminábamos. Nunca olvidaré esas preciosas horas que pasamos juntos.

            Desde aquel momento hemos intercambiado correspondencia frecuentemente, y en varias ocasiones tuvimos la oportunidad de encontrarnos nuevamente. Siempre estaré en deuda con él pues me introdujo en la senda de la vida más abundante., Esto no quiere decir que no haya tenido hábitos saludables siempre, sino que algo me ocurrió durante esa visita a Australia que constantemente me ha apartado del error y me ha traído vez tras vez a la práctica de los verdaderos principios de la salud.

            Des ha tenido una tremenda influencia sobre mí en otro campo. Me refiero a consideraciones sobre la doctrina de la justificación por la fe. Durante los últimos años nos hemos encontrado un buen número de ocasiones y hemos discutido este sublime tema con bastante detención. Debería aclarar que no estoy completamente de acuerdo con Des en algunas posiciones sobre este tema, ni con ciertos métodos de presentación que considero algo exagerados. Sin embargo, por medio de su influencia y la de otros, he llegado a la inamovible convicción de que el movimiento adventista necesita dar mayor énfasis al gran tema de la justificación sólo por fe por medio de los méritos de nuestro Salvador Jesucristo. Esto no significa decir que deberíamos minimizar la santificación, sino más bien que necesitamos elevar la verdad de la justificación a su verdadero lugar. Si esto se realiza de una manera equilibrada, el resultado será la elevación y no la degradación de las normas. Si la justificación por la fe es el mensaje del tercer ángel en verdad, entonces nuestro deber y privilegio es predicarlo con más fuerza que nunca antes. Para lograr esa convicción y comprensión, Des ha sido una genuina bendición para mí.

            Hubiera deseado por encima de cualquier otra cosa que lo que acabo de escribir hubiera sido la conclusión de mi editorial y no su introducción. Pero los recientes acontecimientos me obligan a establecer algunos puntos históricos, tal como los entiendo, bosquejando los problemas de Des con la iglesia en relación con sus particulares puntos de vista teológicos sobre el Santuario y las doctrinas relacionadas.

            La controversia comenzó en una reunión de Adventist Forum en el campus del Pacific Union College el 27 de octubre de 1979. (El Dr. Ford había sido prestado al colegio por parte de la División Australasiana y el Colegio Avondale, del cual había sido director del Departamento de Teología.) Aunque al principio dudó en hacerlo, el Dr. Ford permitió que los dirigentes de Forum lo persuadieran a hablar acerca de sus creencias con respecto al juicio investigador en el Santuario celestial y cómo diferían de las posiciones comúnmente aceptadas por los adventistas.

            La reunión ha tenido más amplias repercusiones en el mundo adventista de lo que podían prever sus organizadores. El Dr. Ford explicó que su punto de vista se remontaba a unos 35 años atrás, a la época cuando aún era anglicano. Se había interesado en las enseñanzas adventistas y había comenzado a leer los escritos de Elena de White. A la vez estaba estudiando el libro de Hebreos.

            El Dr. Ford dijo a la audiencia de Forum: “Y cuando estaba leyendo Hebreos 9 aquel día dije: ‘Es extraño, esto es diferente de lo que dicen los adventistas. Aquí hay un problema’”. El admite que el problema no se había solucionado satisfactoriamente para el momento en que se bautizó y no lo ha sido desde entonces.

            Por qué razón el Dr. Ford eligió el Forum del 27 de octubre para presentar sus opiniones privadas sobre el tema ante el público adventista no es claro, aunque ha declarado en varias ocasiones que la razón de su presentación pública acerca de sus creencias era contrarrestar la obra de Verdict Publications, una organización disidente que no sólo ha promovido enérgicamente los materiales y las cintas magnetofónicas de Ford sino que tiene opiniones sorprendentemente similares a las de Ford en la doctrina del Santuario. Debo dejar en claro que Des niega consistentemente cualquier tipo de relación con ese grupo. Personalmente (y estoy hablando sólo en mi nombre), esa negación me deja perplejo. En primer lugar, ¿cómo puede pretenderse que esa presentación del 27 de octubre fuera una respuesta al ataque que ese grupo estaba realizando contra la iglesia cuando sus opiniones son evidentemente tan compatibles? Segundo, ¿por qué se ha negado consistentemente el Dr. Ford a separarse claramente de ese grupo negándoles el permiso para la circulación de sus materiales?

            Cualesquiera sean las razones, Des lanzó un triple ataque a la distintiva doctrina adventista del Santuario poniendo en tela de juicio:

  1. La validez del principio de día por año en la comprensión de las profecías de tiempo.
  2. La enseñanza de que en el contexto de Daniel 8:14 son los pecados de los santos los que han contaminado el Santuario y que hacen necesaria su purificación.
  3. La traducción de la palabra hebrea nisdaq en Daniel 8:14 como “purificado”.

            Sin embargo, la tesis principal del Dr. Ford era que el día de la expiación está tan estrechamente relacionado con Hebreos 9 y 10 que cuando esos capítulos parecen hablar de la aparición de Cristo ante la presencia de Dios en el Lugar Santísimo en su ascensión el 31 DC, señalan claramente el comienzo del día antitípico de la expiación -un acontecimiento que no implica la obra del juicio investigador. De hecho, de acuerdo con el Dr. Ford, en 1844 no comienza ningún juicio investigador tal como los adventistas y los escritos de Elena de White siempre lo sostuvieron. Lo que sucedió en 1844, de acuerdo con su opinión, fue el surgimiento del pueblo adventista para proclamar el Evangelio en su plenitud de manera que todos los que lo escuchen puedan ser juzgados de acuerdo con su respuesta a ese mensaje evangélico. El Dr. Ford caracteriza a la comprensión adventista tradicional de 1844 con el cambio de ministerio de Cristo al pasar del Lugar Santo al Santísimo en el Santuario celestial, como una doctrina basada en una geografía cambiante o en un trono de Dios movible.

            Para sostener su posición, citó algunas referencias de Elena de White que en su opinión enseñan claramente que Cristo fue “directamente al Lugar Santísimo” en el momento de su ascensión. Cuando se sometieron esas citas a un estudio cuidadoso posterior, algunos sintieron que él las había utilizado fuera de contexto y en contradicción con la franca posición de Elena de White tal como se la encuentra en algunos extensos pasajes como en El Conflicto de los Siglos, págs. 461-485. Si el Dr. Ford hubiera utilizado esas declaraciones para indicar tan sólo nuestro libre acceso al Padre por intermedio de Cristo en su ascensión, no habría problema. Pero utilizar esas referencias para negar la clara posición de Elena de White sobre 1844 y el comienzo de una segunda fase del ministerio sumo sacerdotal de Cristo, es sacarlas fuera de contexto.

            En su presentación en el PUC, Des destacó que a partir de 1950 había hablado acerca de esas ideas tanto como le había sido posible, y había publicado algunos artículos que trataban el problema. Pero él sabía, dijo, que si hubiera sido franco nunca los hubiesen publicado.

            Aunque el aplauso que se le dio al Dr. Ford al concluir, su presentación en el Forum indicaba la aceptación y el aprecio general a sus afirmaciones por parte de esa audiencia en particular, su abierta objeción a la interpretación tradicional de la iglesia de Daniel 8:14 y el juicio investigador, así como las implicancias de su opinión con respecto al papel y las enseñanzas de Elena de White, crearon una conmoción en los círculos adventistas. Al crecer la excitación, el Dr. Jack Cassell, director del Pacific Union College, y el Dr. Gordon Madgwick, su rector académico, buscaron el consejo de los dirigentes denominacionales en Washington, D. C., el 28 de noviembre de 1979, en una reunión que no fue iniciada por la Asociación General sino por los dirigentes de la Unión del Pacífico y los administradores del Pacific Union College. Esa consulta con los dirigentes denominacionales dio como resultado que el Dr. Ford recibiera una licencia de sus responsabilidades en la enseñanza en el PUC para investigar y redactar sus opiniones con el propósito de presentarlas ante una comisión de estudio que sería establecida por la Asociación General.

            El 20 de diciembre de 1979, la Adventist Review publicó el anuncio de que se le habían otorgado seis meses de licencia al Dr. Ford para hacer investigaciones sobre la doctrina del Santuario. El plan incluía la presentación de sus opiniones a una gran comisión conformada por eruditos bíblicos, profesores y dirigentes denominacionales, quienes se reunirían con el Dr. Ford periódicamente para ver si había quizás alguna evidencia bíblica que había sido descuidada y necesitaba la atención de la denominación.

            El Dr. Ford y su esposa Gilí (más tarde se les unió su hijo Luke), se trasladaron a Washington, donde la Asociación General puso una oficina a su disposición, juntamente con las facilidades del White Estate, los archivos y la ayuda de secretarias. Durante los seis primeros meses de 1980 produjo un documento de seis capítulos y casi mil páginas, incluidos los apéndices.

            El Dr. Richard Hammill, uno de los vicepresidentes de la Asociación General, presidió una comisión guiadora especial de catorce miembros establecida para reunirse con el Dr. Ford y discutir los distintos capítulos de su manuscrito a medida que eran preparados. La mayoría de los que formaban la comisión eran eruditos en estudios bíblicos y teología. Esa comisión se reunió tres veces -4 – 6 de abril, en las oficinas de la Asociación General en Washington, D. C.; 29 y 30 de mayo y 15 y 16 de junio, en la Universidad Andrews. La función de ese comité era exactamente de aconsejamiento. No se tomó ningún voto o consenso. Como miembro de esa comisión, puedo testificar de la atmósfera cristiana y del espíritu franco y abierto que animaba la libre discusión de los distintos puntos. Era un comité sin inhibiciones, donde cada miembro hablaba francamente y compartía sus sentimientos personales sobre todos los puntos de doctrina que estaban bajo discusión. El Dr. Hammill lo presidió con una rara mezcla de dignidad y humildad. Su espíritu calmo y sereno nos influenció de una manera efectiva y muy positiva. Aun cuando de parte de algunos había ciertos desacuerdos con las posiciones del Dr. Ford (así como también algunas veces hubo desacuerdos entre los miembros de la comisión), siempre estuvo presente un sentimiento de compañerismo y amor. Cada sesión estaba precedida por fervientes oraciones en busca de la guía directa de Dios por medio de la influencia de su Santo Espíritu.

            Se hicieron intentos de guiar al Dr. Ford en su exégesis, la utilización de las fuentes y las conclusiones. El Dr. Hammill solicitó a los miembros de la comisión que entregaran respuestas escritas a cada sección del manuscrito. Por lo tanto, además de las respuestas verbales durante los encuentros, hubo quienes ofrecieron sus críticas por escrito antes de cada sesión. Cuando el Dr. Ford escribió la copia final de su documento, esperábamos que hubiera tomado en consideración por lo menos algunas de las sugerencias ofrecidas. Pero cuando el manuscrito final salió a la luz, fue un verdadero chasco el descubrir que no había ningún cambio aparente en ninguna de las posiciones teológicas. En otras palabras, después de habernos reunido con Des por aproximadamente cincuenta horas, durante las cuales se habían compartido con él numerosas sugerencias tanto habladas como escritas, la comisión no podía encontrar ninguna evidencia de que él hubiera aceptado una sola sugerencia. De hecho, en algunos casos, en vez de aceptar los cambios sugeridos, Des agregó páginas extra a su documento para dar argumentos adicionales a su oposición original. Francamente, esta actitud desconcertó a más de uno de los miembros del comité. Con toda honestidad debo declarar que ese aferrarse inflexible e inalterable de Des a cada posición, mayor o menor, parecía dar la impresión de una actitud de infalibilidad. Esto es especialmente cierto cuando considero la forma en que se le hicieron las sugerencias. Sin ataques, sin argumentaciones, sin presiones, y sin coerciones que motivaran dureza e inflexibilidad. Por causa de mi amistad con Des, y por mi experiencia como evangelista, resulté ser probablemente el más hablador de la sesión de la comisión en el intento de tratar de razonar con él personalmente. Pero mis eruditos compañeros de la comisión utilizaron tanto tacto y experiencia académica al señalar los cambios sugeridos, que me quedó la impresión de que Des seguramente abandonaría su posición por lo menos en algunos puntos más bien insignificantes. Pero he aquí que nada fue cambiado.

            Después de las tres reuniones de la comisión guiadora con el Dr. Ford, los materiales fueron enviados a una comisión de 125 personas que habían sido señaladas previamente para revisar el borrador final de su documento. Como preparación para la reunión de esa comisión, alrededor del 1o de julio se enviaron copias del documento del Dr. Ford de casi mil páginas a todos los miembros, juntamente con otros materiales relacionados con las preguntas que habían surgido. Se instó a todos los miembros de la comisión que estudiaran amplia y cuidadosamente cada documento.

            La comisión se reunió del 10 al 15 de agosto en el campamento de jóvenes de Glacier View de la Asociación de Colorado, ubicado a 2.700 metros de altura en las Rocallosas. En su discurso de apertura la noche del domingo 10 de agosto, Neal C. Wilson, presidente de la Asociación General, dio una cordial bienvenida a todos los delegados. Destacó que, a pesar de la gran asistencia de representantes de todas partes del planeta, debían ejercerse algunas restricciones en las invitaciones para asistir a esa reunión histórica de la comisión. Señaló que algunos miembros no habían podido asistir por enfermedad u otras razones (de los 125 que habían sido designados asistieron sólo 114). El pastor Wilson dijo que muchos miembros fieles de la iglesia estaban ayunando y orando para que la guía de Dios estuviera en ese encuentro especial. Al presentar el trabajo de la comisión remarcó que los asistentes deberían examinarse a sí mismos y pedir un derramamiento especial del Espíritu Santo. Habló acerca del hecho de que había algunos que creían que la reunión era innecesaria y otros que sentían que era peligroso que la iglesia entrara en una discusión de esa naturaleza. También declaró que nunca había existido una reunión comparable a ésa en la historia de la iglesia; anteriormente las objeciones doctrinales se habían atendido con grupos de estudio más pequeños.

            El presidente desarrolló con algunos detalles el trasfondo de la situación que culminaba en esa reunión revisora de la doctrina del Santuario en Glacier View. Informó acerca de la formación de una pequeña comisión guiadora formada por catorce individuos para asistir al Dr. Ford en su investigación y llamó al Dr. Richard Hammill para que diera su informe. El Dr. Hammill informó que la comisión guiadora se había creado, no para forzar las opiniones del Dr. Ford, sino para proporcionar un intercambio de ideas y ayudar al Dr. Ford señalándole partes de su documento que se creía debían ser cambiadas. Dejó en claro que el manuscrito del Dr. Ford es un trabajo personal y que no necesariamente refleja las opiniones de la comisión guiadora. También declaró que había partes en el manuscrito del Dr. Ford que necesitaban un estudio más amplio. El Dr. Hammill testificó del hecho de que hacía tiempo que estaba al tanto de algunos problemas en los temas bajo consideración. Había estudiado algunos hasta llegar a una entera satisfacción; en otros estaba dispuesto a esperar para recibir más luz. “No es una tarea trivial -declaró- el tratar con las doctrinas básicas de la iglesia”.

            El presidente extendió entonces una bienvenida al Dr. Ford y a su esposa Gilí, quien estaba presente. También declaró que el Dr. Ford no estaba siendo juzgado, sino sus ideas. También aclaró que el Dr. Ford no era miembro de la comisión. El presidente declaró que era su deseo que el grupo llegara a decisiones en ciertos temas. La intención no era tener una reunión de final abierto, sin arribar a conclusiones. Queríamos saber qué cosas eran centrales y cuáles eran periféricas. Entonces declaró: “Quiero que sean honestos y digan lo que piensan. ¡En esta reunión ustedes tienen inmunidad! Los insto a ser responsables, ya que algunos de ustedes serán correcta o incorrectamente citados. También quiero dejar en claro que la iglesia no está buscando su posición y que la iglesia no está en tela de juicio. El peso de la evidencia debe ser utilizado por otros para probar que estamos equivocados. Los teólogos son nuestros compañeros. Ellos no toman solos las decisiones de la iglesia en lo que respecta a la doctrina y la teología”. También señaló que los artículos que aparecieron en la Adventist Review antes de la reunión no formaban parte de una estrategia preconcebida. Los editores de la Adventist Review hicieron lo que los dirigentes esperaban de ellos. “Esperábamos artículos que sostuvieran la posición de la iglesia. No esperamos que la Adventist Review dé igual espacio a las posiciones que se oponen a las creencias de la iglesia, o a la nueva luz hasta que haya sido esclarecida por otros grupos”.

            Incluyó en sus declaraciones una breve reseña de la comisión sobre Daniel, que había sido organizada por la Asociación General en 1961. Los miembros de aquella comisión que aún vivían habían sido invitados a asistir a la actual comisión revisora. Se había entregado a los oficiales de la Asociación General un informe sobre la comisión de Daniel en 1966, y se había colocado en un archivo confidencial. El pastor Wilson declaró que él había leído ese informe por primera vez hacía ocho meses. También señaló que, aunque algunos habían preguntado por qué el informe no estaba disponible, se había pensado que era mejor no hacerlo porque no era un informe unánime y, por lo tanto, el ponerlo a disposición no hubiera sido útil para la unidad. Por lo tanto, los problemas que trataba continuaron ulcerándose. Ciertas ideas de la comisión de 1961 se habían difundido y habían sido discutidas, creando una situación no muy sana. El presidente señaló, por otra parte, que el documento distribuido a la comisión revisora había circulado ampliamente en forma de copias pirata que se habían ofrecido a la venta, aunque la intención era que el documento fuera sólo para el estudio de la comisión.

            El presidente declaró luego que el papel y la autoridad de Elena G. de White en asuntos doctrinales es en realidad uno de los problemas básicos que enfrentamos -un punto crítico. Hizo notar que uno de los boletines de unión contenía una entrevista con un teólogo adventista que había declarado: “El gran tema de los años 80 es el papel del espíritu de profecía en la iglesia”. El pastor Wilson sugirió que quizás la comisión debía reordenar los temas que estarían en discusión y trasladar los puntos con respecto a Elena G. de White para el comienzo de la semana. En sus declaraciones finales, el pastor Wilson reafirmó en las mentes de los miembros de la comisión la promesa de la guía de Dios que se encuentra en el Salmo 32: 8: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos”.

            En la noche del domingo se distribuyó un cuestionario con 21 preguntas con respuestas de elección múltiple, relacionado con los temas que estaban bajo discusión, para ayudar a los dirigentes a saber la posición del grupo sobre varios puntos. El mismo cuestionario fue entregado el jueves para confirmar si había algún cambio en el pensamiento de los delegados. No todas las preguntas mostraron la misma progresión, pero en general, surgió una tendencia que apoyaba fuertemente las creencias fundamentales de la iglesia con respecto al ministerio de Cristo en el Santuario celestial y al don de profecía en la iglesia. Al final de la semana hubo un cambio en la dirección general que sostenía aún más firmemente nuestras creencias fundamentales. Hubo dos factores que hicieron que una comparación precisa fuera imposible: El grupo que respondió no era idéntico, pues algunos llegaron tarde y otros abandonaron la reunión antes; y algunos de los que contestaron la primera encuesta no advirtieron la quinta página de preguntas. Sin embargo, es honesto declarar que las encuestas dieron una idea general de la actitud de la comisión revisora hacia las posiciones doctrinales que estaban en discusión.

            De lunes a jueves las tareas diarias fueron las mismas. La comisión se dividía en siete grupos de aproximadamente 16 miembros cada uno. Cada grupo estaba formado por una adecuada mezcla de obreros de la iglesia. Un mosaico de eruditos, profesores, pastores, administradores y otros obreros en cada grupo de estudio. El trabajo comenzaba a las 8: 30 y continuaba hasta el mediodía. Durante tres horas y media los delegados estudiaban juntos la Biblia, oraban, hacían preguntas y sugerían respuestas. Las preguntas de estudio abarcaban cuatro aspectos: la naturaleza de la profecía, la purificación del Santuario y el juicio investigador en el Antiguo Testamento, la purificación del santuario y el juicio investigador en el Nuevo Testamento, y el papel de los escritos de Elena G. de White en asuntos doctrinales. Todos los grupos estudiaban y contestaban las mismas preguntas cada día. Cada grupo eligió un secretario que registraba el consenso al que se llegaba en cada pregunta.

            Esas sesiones de estudio matinal fueron apreciadas y relevantes, estableciendo la tónica del resto del día. La discusión sin inhibiciones, el orar juntos y el compañerismo fueron agradables e impresionantes. Muchos expresaron la ferviente esperanza de que ese estilo se siguiera en futuras conferencias bíblicas y que éstas se realizaran regularmente. Los secretarios de los grupos de estudio matinal leían sus informes en las sesiones plenarias de la tarde. Hubo una destacable unanimidad, y no podíamos menos que sentir que el Espíritu Santo estaba guiando nuestras conclusiones.

            Los dirigentes intentaron seriamente divorciar los asuntos de una personalidad. Por esa razón, en el esquema original las reuniones no incluían tiempo para que hablara el Dr. Ford. La objetividad era una meta declarada. Sin embargo, unos pocos delegados solicitaron a los dirigentes que otorgaran tiempo al Dr. Ford para contestar preguntas de los asistentes. Tenían la impresión de que, si no se le permitía defender su trabajo personalmente, algunos miembros y dirigentes de la iglesia podían interpretarlo equivocadamente.

            Por esa razón, y por causa de que un número de miembros de la comisión revisora de la doctrina del Santuario no habían tenido previamente la oportunidad de conocer o escuchar al Dr. Ford personalmente, se apartó una hora o más al final de las sesiones del martes, miércoles y jueves para que el Dr. Ford clarificara sus opiniones y contestara preguntas. (Inevitablemente, comenzaron a circular de inmediato rumores inexactos, y continúan circulando. Un ejemplo lo constituye la carta que envió una organización a sus suscriptores declarando que el presidente de la Asociación General había rechazado la solicitud de varios delegados que pedían que el Dr. Ford fuera autorizado para hablar ante el grupo, ¡y que sólo se le permitió hacerlo cuando el asunto surgió en medio de la asamblea y la misma tomó un voto afirmativo! Ese informe es puro invento; nunca se tomó un voto tal; el tema nunca llegó a la asamblea porque siguiendo la sugerencia de varios miembros de la comisión, inmediatamente se hicieron arreglos para que el Dr. Ford hablara. Esa misma carta también informó con inexactitud acerca de una “apasionada presentación” del pastor R. H. Pierson. ¡El hecho es que el pastor Pierson, imposibilitado de asistir a la reunión, ni siquiera estaba presente!

            Quizá los momentos más conmovedores de toda la sesión fueron las ocasiones cuando el Dr. Ford enfrentó las preguntas. Algunos delegados hicieron emotivos llamados públicos para que abandonara sus posiciones doctrinales. Otros cuestionaron directamente su teología. Sin embargo, todos los participantes mantuvieron un espíritu de compostura y calma cristianas, a pesar de los informes que dicen lo contrario. De todas formas, algunos creyeron que hubiera sido mejor si se hubiera seguido el plan original de tratar exclusivamente con el documento del Dr. Ford.

            En las sesiones vespertinas se presentaron varias investigaciones, seguidas en algunos casos por discusiones. Los tópicos de esas sesiones fueron los siguientes: (a) Lunes -“Daniel y el juicio”, por el Dr. William Shea; (b) Martes -“Implicancias teológicas”, por el Dr. Fritz Guy; (c) Miércoles -“Pioneros, panteístas y progresistas: A. F. Ballenger y sendas divergentes al Santuario”, por Bert Haloviak, y una sinopsis de los estudios de investigación doctoral de Roy Adam; (d) Jueves no hubo reunión formal.

            Durante la semana se pusieron en funcionamiento algunas pequeñas comisiones. En primer lugar, una pequeña comisión sintetizaba los siete informes entregados por los secretarios del estudio matinal. Su trabajo produjo la declaración en consenso “Cristo en el Santuario celestial” (véase la pág. 13). Otra pequeña comisión preparó la declaración “La función de los escritos de Elena G. de White en asuntos doctrinales” (véase la pág. 19). Finalmente, una tercera comisión preparó una declaración que trataba acerca de los principales puntos de diferencia entre la posición del Dr. Ford, tal como está presentada en su documento, y la posición de la iglesia tal como se la encuentra en la declaración de creencias fundamentales votada en Dallas y reafirmada por la declaración en consenso. Este documento comenzó a ser llamado el “documento de diez puntos” (véase la pág. 20). Una comisión de filtro de 28 miembros examinó, discutió y aprobó los documentos preparados por las comisiones pequeñas.

            En la mañana del viernes 15 de agosto, la sesión plenaria se reunió para considerar la declaración en consenso “Cristo en el Santuario celestial” y la declaración “El papel de los escritos de Elena G. de White en asuntos doctrinales”. Ambos documentos fueron distribuidos, leídos, discutidos y aprobados por la comisión en su totalidad. El “documento de diez puntos” que señalaba las principales diferencias entre la posición de la iglesia y la del Dr. Ford, fue leído ante la sesión plenaria pero no fue distribuido ni votado. Los dirigentes querían dar al Dr. Ford la oportunidad de leer este documento para asegurarse de que sus opiniones habían sido correctamente presentadas antes de que se hicieran copias y se lo pusiera en circulación. Para concluir esta parte del informe, debo decir que esa semana de reuniones fue para mí una semana de emociones tremendamente encontradas, una fuerte mezcla de alegrías y tristezas. Cada día se ejecutaron las notas altas y bajas del teclado de nuestras emociones. El marco natural de las magníficas montañas produjo inspiración. El compañerismo cristiano produjo alegría. La profunda preocupación, por supuesto, fue por Des y su familia. En cada grupo de oración de los que participé se incluyeron ruegos especiales a nuestro Padre celestial para que enviara su Espíritu Santo y nos unificara en esos tópicos cruciales de nuestras creencias doctrinales. La comisión revisora de la doctrina del Santuario culminó su tarea poco antes del mediodía del viernes 15 de agosto. Sólo el Cielo conoce los profundos pensamientos y deseos de todos los que abordamos los aviones en dirección al hogar, aquel pacífico día de preparación.

            A las cuatro de la tarde de ese mismo viernes 15 de agosto, después de que la comisión revisora de la doctrina del Santuario había terminado oficialmente con su trabajo, un grupo de nueve personas mantuvo una reunión informal con el Dr. Ford y su esposa. No se hicieron grabaciones magnetofónicas de esa reunión, pero yo tomé copiosas notas que junto con otros aportes de los miembros de la comisión constituyen la base de estas observaciones. Neal Wilson, presidente de la Asociación General, presidió la reunión. Otros presentes fueron: Ralph Thompson, secretario de la Asociación General; Francis Wemick, vicepresidente de la Asociación General; C. E. Bradford, vicepresidente de la Asociación General para Norteamérica; Keith Parmenter, presidente de la División Australasiana; Charles Hirsch, director del Departamento de Educación de la Asociación General; Duncan Eva, vicepresidente de la Asociación General, ya jubilado; A. N. Duffy, secretario de la Asociación Ministerial de la División Australasiana; y J. R. Spangler, secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación General.

            La señora Ford no estuvo presente al comienzo de la reunión; sin embargo, llegó más tarde. El pastor Wilson comenzó la reunión, que duró un poco más de tres horas, diciendo que se sentía mal al tener que realizarla. Declaró amablemente que era imposible que la iglesia estuviera de acuerdo con una cantidad de puntos doctrinales defendidos por el Dr. Ford en su documento. Se refirió al hecho de que el sábado habría de comenzar en unas pocas horas, y expresó la esperanza de que la reflexión en ese día de reposo permitiera al Dr. Ford arribar a algunas conclusiones que fueran útiles para la iglesia.

            A continuación de la ferviente oración del Dr. Charles Hirsch, el pastor Wilson delineó los tres aspectos principales del problema: (1) actitud, (2) juicio y (3) teología.

            Con respecto a la actitud, le señaló al Dr. Ford que era difícil que la iglesia lo ayudara a menos que él estuviera dispuesto a aceptar consejo. Si él se considera la autoridad final, siempre el maestro y nunca quien aprende, el problema se agrava, y la iglesia encuentra extrema dificultad no sólo para tratar con él sino para comprenderlo. Mencionó entonces el carisma del Dr. Ford y cómo esa cualidad hace que la gente se reúna a su alrededor sin considerar la exactitud o la equivocación de sus posiciones doctrinales. Se refirió a su influencia en los jóvenes, lo cual podría hacerlos pensar que él era la única persona que podría conducir a la iglesia fuera de lo que algunos consideran una ciénaga teológica.

            Al llegar al segundo punto, el juicio, el pastor Wilson se refirió a los muchos talentos del Dr. Ford -su evidente memoria fotográfica y su habilidad para comunicarse con facilidad. Con tales dones él siempre ha sido de ayuda a la iglesia, pero podría haber sido de mucho más ayuda si hubiera ejercido siempre un juicio más cuidadoso. Le dijo al Dr. Ford que es fácil hacer declaraciones, poner cosas en movimiento, y luego dar un paso atrás y pretender que nada puede hacerse. Como resultado de tal acción, producto de un juicio pobre, una crisis se había producido en las vidas de algunas personas.

            Con respecto a la teología, el tercer punto, le dio al Dr. Ford los antecedentes de la pequeña comisión y su trabajo en el “documento de diez puntos” que trataba acerca de las principales diferencias entre su posición y la de la iglesia. Le dijo a Ford que la iglesia quería ser honesta y mostrarle el documento antes de su publicación para asegurarse de que sus posiciones habían sido correctamente interpretadas. El presidente expresó al Dr. Ford la esperanza de que después de leer el documento admitiría que sus posiciones eran tentativas.

            Entregó entonces el “documento de diez puntos” al Dr. Ford quien, después de leerlo, declaró que con la excepción de los puntos 1 y 4, era una presentación honesta de su posición. Es comprensible el por qué el Dr. Ford objetó el número 1, ya que cuestiona su metodología en el uso de referencias y fuentes.

            El Dr. Ford también objetó serenamente el punto número 4 diciendo que era un reflejo incompleto de sus opiniones. Se le pidió que completara la declaración, lo cual realizó. Después de incorporar sus sugerencias en ese punto la siguiente semana, le leí la declaración por teléfono en Washington y le pregunté si ahora presentaba correctamente sus opiniones. Expresó su satisfacción con el punto tal como había sido enmendado y dijo que el documento en su totalidad era una declaración muy honesta y representativa de su posición, pero que, por supuesto, aún objetaba el primer punto.

            Varios miembros del grupo informal que se reunió con el Dr. Ford en la tarde del viernes le preguntaron acerca de su posición con respecto al papel de Elena G. de White en la interpretación de la Escritura en el tema del Santuario. El Dr. Ford respondió, en efecto, que la declaración de creencias fundamentales votada por la iglesia en Dallas se apartaba definidamente de la interpretación de Elena G. de White en el tema del Santuario. Dijo que la declaración del Santuario votada en Dallas nada dice acerca de los dos compartimentos del Santuario celestial. Declaró que podía sentirse muy cómodo predicando bajo el paraguas de la declaración de consenso recién votada en Glacier View. En su opinión, esa declaración se apartaba definidamente de las interpretaciones de Elena G. de White acerca del Santuario. Dijo que la iglesia se había desplazado considerablemente de su posición pasada en dirección a la suya, y que en unos pocos años la iglesia eventualmente vería las cosas como él.

            Otro miembro del grupo le preguntó si era consciente del gran número de jóvenes obreros que habían sido entrenados por él en el Colegio Avondale en Australia y que dicen que si el Dr. Ford abandona la Iglesia Adventista, ellos también lo harán. Des replicó que era consciente de ello y de que no tenía planes de abandonar la Iglesia Adventista. Tanto él como su esposa, dijo, sabían de ese sentimiento entre algunos jóvenes obreros y eso los entristecía. Declaró varias veces que estaría dispuesto a escribir una declaración para la Adventist Review y el Australasian Record instando a esos obreros a que no abandonaran la iglesia.

            Se hicieron varios llamados al Dr. Ford, en términos como éstos: “Por favor, únete a nosotros, Des. Por el bien de la iglesia y su gente y por tu propio bien. Tu ministerio es de gran valor para la iglesia”.

            En un momento, el pastor Parmenter, presidente de la División Australasiana, dio un bosquejo tentativo de los procedimientos que él sugería a la División para que manejara la situación. Leyó a Des y al grupo una carta manuscrita que contenía cuatro proposiciones para su consideración y respuesta. Esa carta fue eventualmente mecanografiada y entregada a Des.

            Después de la lectura de la carta, se hicieron fuertes llamados por parte de los pastores Parmenter y Wilson, instando a Des a orar acerca del asunto, meditar cuidadosamente, y no apresurarse a contestar. Le aconsejaron que tomara todo el tiempo que necesitara. Sin embargo, Des respondió inmediatamente que debía ser sincero con su conciencia. Que no podía mentir. Que él y su esposa no necesitaban tiempo para pensar la respuesta a la carta que acababa de leérsele. Que ya habían conversado acerca del asunto. Que comprendía que se había facilitado el camino para su respuesta, pero que no podía estar de acuerdo conscientemente con los requerimientos hechos en la carta: Nuevamente expresó su sentimiento de tristeza por el problema que había ocasionado a los dirigentes. Aventuró la opinión de que su relación con la iglesia no se había roto completamente y declaró que haría todo lo que estuviera de su parte para evitar la ruptura. Dijo que comprendía lo que se había escrito pero que no podía aceptar las condiciones establecidas.

            El pastor Wilson preguntó: “¿Cuán lejos puedes ir?”

            Des replicó que él creía que aún podía ser una bendición para la iglesia, pero que nunca podría ser una bendición si iba en contra de su conciencia. Nuevamente expresó su tristeza por el problema que había causado, y reafirmó su disposición de escribir un artículo declarando eso mismo para la Adventist Review. Luego dijo que los hermanos habían actuado de la manera correcta, y que él no los culpaba por lo que estaban haciendo.

            Se le preguntó entonces si sus posiciones doctrinales eran más que tentativas, a lo cual respondió que los hermanos habían progresado tremendamente en los últimos días y que la posición de la iglesia estaba mucho más cercana a la suya que nunca antes. Expresó que, si se había llegado tan lejos en cuatro días, podía imaginarse cuán lejos llegaría la iglesia en cuatro años en el cambio de su posición.

            La señora Ford estuvo presente durante la última parte de la reunión y se le dio oportunidad de hablar. Expresó sus sentimientos acerca de toda la situación y se refirió a los aspectos positivos y negativos del trato que habían recibido por parte de la iglesia y de algunas personas. Defendió las posiciones teológicas de su esposo y su lealtad a la iglesia. Habló de oposición maliciosa, así como de amistad y ayuda.

            La reunión concluyó con la reafirmación hecha por el pastor Parmenter de varias propuestas que figuraban en su carta, que Des necesitaba considerar y responder. Des respondió que él comprendía que los dirigentes debían tomar una posición y que, a pesar de los resultados, no sentiría amargura ni se quejaría. Varios en el grupo le pidieron que no tomara una decisión esa tarde. Los pedidos casi constituyeron una presión para que los Ford mantuvieran en suspenso su posición por el momento. Ellos finalmente pidieron al grupo que cesara en sus ruegos para que dilataran su decisión. Ya la habían tomado.

            Desafortunadamente, circularon algunos rumores diciendo que los hermanos habrían pedido al Dr. Ford sus credenciales durante esa reunión. ¡Pero sucedió exactamente lo contrario! Se le pidió que no tomara ninguna decisión, sino que orara fervientemente acerca de este asunto y de que tomara tiempo para pensar nuevamente las cosas. No se establecieron fechas. No se pidieron credenciales. No se le entregó ningún documento para que lo firmara.

            Una cierta tristeza indescriptible pende sobre esta reunión. Todos los presentes exhibieron el espíritu de Cristo en sus comentarios. Un tono calmo y conversacional llenó las palabras de todos cuantos hablaron. Un espíritu de simpatía y de preocupación casi podía sentirse físicamente. Al terminar, mientras estábamos de pie alrededor de las mesas constituyendo un rectángulo y se ofreció una oración de despedida, nuestras mentes indudablemente indagaron el futuro (como yo lo hice) mirando hacia el día cuando los secretos de los corazones de los hombres sean revelados ante el Rey de reyes. Aquel día hicimos decisiones, quizá decisiones que sólo confirmaron otras anteriores, pero decisiones al fin, que se proyectarán más allá del mañana, más allá de los meses y los años por venir, al tiempo que llamamos eternidad.

            Cuando estrechamos tranquilamente las manos de los hermanos Ford, más de una lágrima debió ser enjugada – incluyendo las mías.

Sobre el autor: Es director de The Ministry, y secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación General.