Vivimos en los momentos finales de la historia, y Dios ha utilizado todos los medios para despertarnos y ponernos a tono con sus altos propósitos. En la batalla contra el mal, la falta de preparación espiritual y una débil conexión con Cristo son un espacio abierto para que el enemigo actúe. En este Gran Conflicto, debemos estar en constante vigilancia. Como escribió el apóstol Pedro: “El fin de todas las cosas se acerca. Sean, pues, sensatos y sobrios, y velen en oración” (1 Ped. 4:7).
La palabra “sensatos” (en griego, sophroneo) significa “tener dominio propio, ejercer dominio propio, permanecer en el cargo”; y el término “sobrios” (nepho) significa “velar, ser moderado”. Ambas palabras enfatizan la necesidad de preparación y atención, ya que estamos en una guerra espiritual implacable. Elena de White escribió: “Los placeres del mundo, las preocupaciones, las perplejidades y las tristezas de la vida, las faltas de otros o tus propias faltas e imperfecciones; hacia alguna de estas cosas, o hacia todas ellas, [Satanás] procurará desviar la mente” (El camino a Cristo, p. 71). Esta cita destaca siete formas que Satanás usa para socavar nuestra relación con Dios:
1. Los placeres del mundo. Como seres sensoriales, nos atrae lo que nos produce placer. Si bien muchos placeres no son inherentemente malos, corremos el riesgo de colocarlos en el centro de nuestra vida para que ocupen el lugar de Dios (2 Tim. 3:4). A través de los placeres, Satanás quiere dominar nuestro corazón.
2. Las preocupaciones. La educación, el crecimiento profesional y la adquisición de activos son cuestiones importantes y deben abordarse. Sin embargo, la trampa del enemigo es sobrecargarnos con el “síndrome de la conquista”, es decir, la búsqueda incesante de cosas importantes pero secundarias. Satanás se esfuerza por tener nuestras prioridades y tiempo dedicados exclusivamente a nuestro éxito personal, no al Reino de Dios.
3. Las perplejidades de la vida. Mientras estemos en este mundo incierto, la vida siempre nos sorprenderá. Algunas de estas sorpresas nos impactarán negativamente, al alterar nuestras emociones y desviarnos del enfoque correcto. El enemigo quiere hacernos inseguros y ansiosos, al limitar nuestra conexión con Dios.
4. Las tristezas de la vida. Las pérdidas, las decepciones y las injusticias son razones válidas para experimentar tristeza. El enemigo se aprovechará de estas vicisitudes para tratar de sumergirnos en la desesperación, para que dudemos del amor divino.
5. Las faltas de otros. Desde que existe el pecado en el mundo, la tendencia a resaltar las faltas de los demás y ocultar los propios errores se ha manifestado en el ser humano. Esto agrada al enemigo. Tomarse el tiempo para mirar los errores de los demás traerá amargura a nuestra alma y nos convertirá en jueces acusadores.
6. Nuestras propias faltas. Somos pecadores, y es un hecho que cometeremos errores. Pero la Biblia garantiza que, si confesamos nuestros pecados, seremos perdonados por Dios (1 Juan 1:9). Deberíamos meditar más sobre esto. Reflexionar demasiado sobre nuestras propias faltas conducirá al dolor.
7. Nuestras propias imperfecciones. Debemos ser conscientes de nuestras deficiencias y limitaciones, pero no debemos detenernos en ellas. Nuestro enfoque debe estar en Cristo y su carácter perfecto, y en creer que él nos cambiará a su propia imagen (2 Cor. 3:18).
Como pastores, recordamos regularmente a nuestros miembros la importancia de estar conectados con Cristo. Pero este es un recordatorio especial para nosotros, los líderes espirituales. Durante este año, mantente cerca de Jesús. Esa es la mejor manera de estar en guardia contra las artimañas de Satanás.
Sobre el autor: secretario ministerial asociado para la Iglesia Adventista en Sudamérica.