“Pero por la gracia de Dios sois lo que sois; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos, pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Cor. 15:10).

INTRODUCCIÓN

Cuando era alumno, siempre sentía una emoción especial cuando íbamos en grupo a predicar a cierta iglesia. En los alrededores había numerosas tabernas y clubs nocturnos. Allí encontrábamos a los desplazados, a los sin hogar, a los hombres y las mujeres a quienes pocas personas se preocupan de hablar acerca de la condición de sus almas.

No es posible describir con palabras la condición de esa pobre gente. Algunos venían a la misión borrachos, hambrientos, sin afeitarse, y muchas veces sin la ropa adecuada. A veces, mientras se presentaba el mensaje, uno de ellos se levantaba, lanzaba un fuerte grito, y salía corriendo. Nunca sabíamos lo que ocurriría de un momento a otro.

Mientras regresábamos me parecía que el Espíritu de Dios me decía: “Si no fuera por la gracia de Dos tú también estarías dónde está esa pobre gente. Si no fuera por la gracia de Dios, tú estarías en esos bancos, y alguna otra persona te estaría predicando”. Muchas veces mi esposa y yo nos alejamos de la misión con lágrimas en los ojos y alabanza en nuestros corazones. Lágrimas a causa de la condición desesperada de los hombres, y alabanza a nuestro Padre celestial por la gracia de Dios derramada sobre nosotros.

La definición de la gracia de Dios es:

1. Favor inmerecido.

2. Un don que no se ha ganado.

3. E amor de Dios hacia el pecador.

4. La invitación de Dios que busca a los perdidos, inspirado por su amor supremo por la humanidad caída. La gracia viene en busca de’ hombre, y se manifiesta en el pasado, en el presente y en el futuro.

Consideremos la gracia de Dios desde cuatro ángulos diferentes.

1. Solamente la gracia salva al pecador.

Con frecuencia he pensado en el cielo y me he preguntado qué harán los hijos de Dios durante toda la eternidad. No sabemos lodo lo que se hará en el cielo; sin embargo, sabemos que no se hará una cosa. No habrá jactancia. Todo el pueblo de Dios alabará y honrará a Jesús por lo que ha hecho por ellos. La Biblia dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por las obras, para que nadie se gloríe” (Efe. 2:8, 9). Pero alguno podrá preguntar: “¿Pero qué podemos decir de la ley? ¿qué podemos decir de nuestras obras? ¿No son buenas?” La respuesta es sencilla: guardamos la ley por la gracia de Dios y trabajamos todo lo que podemos por nuestro Salvador porque estamos convertidos, y no para ser convertidos. Volvamos a considerar a Jesús, la vida que vivió y la muerte que padeció por nosotros, y nos sentiremos animados a trabajar por él. Las buenas obras son los frutos de la conversión, no la raíz.

Ejemplos de la gracia de Dios:

1. La mujer en la fuente. (Juan 4:4-42)

2. Saulo en el camino a Damasco. (Hech. 9:1-8)

3. La mujer con el flujo de sangre. (Luc. 8:43, 48)

4. Lázaro, el hermano de María y Marta, resucitado por el poder de Dios. (Juan 11:1-45)

5. Cualquiera que es convertido es un ejemplo de la gracia de Dios.

2. La gracia se ve en nuestras vidas.

La vida del carcelero filipense es una ilustración bíblica de lo que la gracia de Dios hará en la vida de una persona. Encontramos esta historia en el capítulo 16 de Hechos. Antes de su conversión, el carcelero estaba listo para golpear a los siervos de Dios. Estaba listo para encarcelarlos. No tenía respeto por el cristianismo o por aquellos que tenían esa religión.

Después de su conversión, el relato es diferente. Ahora estaba listo para correr la misma suerte que los siervos de Dios. Estaba listo para ponerse del lado de la verdad sin pesar las consecuencias. Estaba listo para ser contado con los que estaban con Dios.

Cuatro resultados específicos siguieron a su conversión:

1. Hizo restitución. La misma noche lavó las heridas infligidas a Pablo y a Silas.

2. Siguió a! Señor Jesús en el bautismo. Notemos que lo hizo sin vacilación. La Biblia dice que lo hizo “en seguida”.

3. Llamó a los siervos de Dios y les sirvió comida.

4. Se regocijó porque sus pecados habían sido perdonados. Así obró la gracia de Dios en el corazón de este carcelero filipense.

3. La gracia satisface al cristiano.

Cuando pienso en todo lo que Jesús ha hecho, está haciendo y hará por mí en el futuro, me animo y renuevo mi dedicación a él. El servicio en la causa de Jesús debería concedernos tanta paz al corazón que nunca deseemos abandonar ese servicio. Siempre me acuerdo de Pedro cuando oigo que alguien se va de la iglesia.

 “Dijo entonces Jesús a los doce: ¿queréis acaso iros también vosotros?” (Juan 6:67). En el versículo siguiente encontramos la respuesta de Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (vers. 68).

La respuesta de Pedro nos revela que la gracia de Dios le había proporcionado satisfacción. La gracia también satisface al verdadero hijo de Dios, y a pesar de las tentaciones hay perfecta paz en su corazón.

4. La gracia es suficiente.

La Biblia habla de la suficiencia de la gracia de Dios en 2 Corintios 12:4-10. Aquí se revela el hecho de que Pablo tenía una espina en la carne. La Biblia no nos dice exactamente cuál era el problema; sin embargo, sabemos cuál fue la respuesta a ese problema: que la gracia de Dios era suficiente. El Señor no le quitó la espina a Pablo, pero le concedió gracia sufriente para soportarla. Finalmente Pablo dijo: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil. 4:11). En esencia, Pablo estaba diciendo: “Cualquiera que sea mi suerte, por la gracia de Dios podré soportarla”, ¿es esto verdad en nuestra experiencia? ¿No basta la gracia de Dios para ayudarnos a llevar nuestras cargas? Me lleno de gozo porque la respuesta a esta pregunta es afirmativa.

CONCLUSIÓN

Durante los días finales que precederán a la venida de nuestro Señor Jesús, la gracia de Dios será suficiente para su iglesia. En los escritos del espíritu de profecía se nos dice que la iglesia remanente soportará las pruebas hasta llegar al reino de Dios. En el Apocalipsis leemos: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dos y la fe de Jesús” (cap. 14:12). Es la gracia de Dios la que concede paciencia a los santos, la que les ayuda a observar los Diez Mandamientos de Dios, y les da amor por el testimonio de Jesús, el cual es el espíritu de profecía.

Sobre el autor: Pastor de la Asociación Georgia-Cumberland