Actualmente la iglesia no necesita tanto de planes, de organización, de métodos más perfeccionados, como de hombres de vidas puras, hombres de oración, hombres que el Espíritu Santo pueda utilizar en la ganancia de almas para Cristo”.

“Un hombre puede ser médico sin sentir amor por los pacientes; puede ser un abogado de éxito sin sentir amor por los clientes; puede ser un hombre de negocios muy próspero sin tener amor por los compradores; sin embargo, es imposible ser un ganador de almas de éxito sin amarlas y desear sinceramente que se salven”.

“Nadie que haya sido llamado por Dios para el ministerio evangélico considera las cosas del mundo dignas de aprecio. Se sublima, se santifica y se aísla del mundo estando en él, ve las vanidades estando rodeado por ellas”.

“Cierta vez un profesor de teología hizo la siguiente consideración acerca del pastor de la iglesia a la cual pertenecía: ‘No sabe nada de lógica, no está seguro en su exégesis, viola todas las reglas de la homilética. su oratoria no es muy destacada, y a pesar de eso, nunca escucho un sermón suyo sin sentirme impulsado a dar gracias a Dios y a tratar de ser un hombre mejor’”.

“Un predicador que no habla con ardor a Dios, no puede hablar con ardor de Dios, o, dicho con otras palabras, el que ora más y mejor en secreto es el que mejor predica”.

“Mejor, mil veces mejor, es suprimir los púlpitos que hacer hablar desde ellos a hombres no convertidos, sin experiencia personal en el terreno espiritual”.

“El predicador debe tener la fe de Abel, la piedad de Enoc, la perseverancia de Noé, la obediencia de Abrahán, la mansedumbre de Moisés, la prudencia de Isaac, la persistencia de Jacob, la paciencia de Job, la intrepidez de David, la sabiduría de Salomón, la visión de Isaías, el valor de Elias, la calma de Elíseo, la fidelidad de Daniel, la energía de Ezequiel, la fuerza de Sansón, la abnegación de Jeremías, la consagración de Samuel, el heroísmo de Juan el Bautista, el denuedo de Esteban, la sinceridad de Pedro, el fervor y devoción de Pablo, la elocuencia de Apolos, el tacto de Bernabé, el amor de Juan el discípulo amado, la compasión y la pureza del Señor Jesucristo, el poder del Espíritu Santo”. (Adaptado.)

Sed predicadores hábiles en la exposición de las grandes verdades de Dios para este tiempo, pero antes de todo y por, sobre todo, sed hombres de Dios.