Esta mañana oro para que el Señor me conceda su abundante gracia. Nunca comienzo un día sin recibir la evidencia especial de que el Señor Jesús es mi ayudador, y que tengo la gracia abundante que es mi privilegio recibir.

En mis devociones matutinas he considerado un privilegio terminar mi petición con la oración que Cristo enseñó a sus discípulos. Hay tanto que realmente debo tener para satisfacer mis necesidades personales, que a veces temo haber pedido mal; pero cuando ofrezco sinceramente la oración modelo que Cristo dio a sus discípulos, no puedo dejar de sentir que todas mis necesidades están comprendidas en esas pocas palabras…

Los escribas y los fariseos a menudo ofrecían sus oraciones en el mercado y en las calles de las ciudades. Cristo los llamó hipócritas. En todos los tiempos hubo hombres que oraron para ser vistos de los hombres… Cuando Cristo ve en sus discípulos errores que pueden descarriarlos, siempre los instruye en el camino correcto. No los amonesta sin darles también una lección instructiva para mostrarles cómo deben remediar el error. Después de instruir a sus discípulos para que no usaran vanas repeticiones  en sus oraciones, con bondad y misericordia les enseñó una corta oración modelo, para que supieran, evitar las oraciones de los fariseos. Al darles esta oración sabía que estaba ayudando la flaqueza humana al poner en palabras lo que abarcaba todas las necesidades humanas. “Qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos”, pero la instrucción que Cristo nos ha dado es clara y definida. (E. G. de White, “A fin de conocerle”, 263).