El tiempo en que vivimos requiere adaptaciones en la forma en que trabajamos. Por lo tanto, debemos entender bien lo que la Biblia nos enseña sobre el pastoreo, para evitar perdernos en las diversas actividades en las que estamos involucrados.
En el Nuevo Testamento, el término pastoreo tiene varios significados. Me gustaría destacar tres de ellos: gobernar, cuidar y alimentar.
Gobernar se trata de liderazgo. En estos tiempos, el pastor debe guiar a su rebaño de manera segura. Debe tomar iniciativas para ayudar a la iglesia a adaptarse para enfrentar una nueva realidad. Algunos líderes pueden estar escondidos en su “cueva” en silencio, esperando que otros les digan qué hacer o qué no hacer. Este tipo de liderazgo crea inseguridad, porque donde no hay acciones, hay decepciones.
Saúl fue elegido rey de Israel. Pero el día que debía presentarse como el dirigente del pueblo de Dios, estaba “escondido” (1 Sam. 10:22). En tiempos de crisis, los líderes deben aparecer, no esconderse. Deben comunicarse, no permanecer en silencio. Deben aprovechar la crisis para ayudar a su rebaño a fortalecerse, no para desanimarla.
Sin embargo, existe un riesgo: cuando se toma el papel principal, el resto puede verse eclipsado. El modelo de liderazgo vertical, en el que solo aparece la figura del líder, no es ideal. Los miembros aceptan mejor el liderazgo horizontal, en el cual el pastor se coloca entre ellos, dándoles también la oportunidad de liderar.
La segunda palabra es cuidar. Significa “priorizar” a la persona que debe ser atendida. En tiempos de crisis, es necesario cuidar especialmente los intereses, las necesidades y los sentimientos de las personas. Sin embargo, se debe tener cuidado de no hacer nada con la esperanza de obtener recompensas. El cuidado al que se refiere la Biblia es desinteresado: te cuido porque me importa tu vida, no por lo que recibo a cambio.
Por otro lado, como pastores, debemos asegurarnos de que los miembros de nuestras iglesias no estén conectados a ellas solo a través de sus programas y eventos, sino que estén interconectados. Mi deber es involucrar a todos los líderes en esta responsabilidad de cuidarnos unos a otros. Hoy esto se vuelve más relevante porque la salud mental de las personas se ha visto afectada; por lo tanto, no se sentirán solos, porque la distancia será solo física, no social o emocional.
Cuán oportunas son las palabras del sabio Salomón: “Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, y mira con cuidado por tus rebaños” (Prov.27:23). Recuerda que “a la gente no le importa cuánto sabes, hasta que percibe cuánto te importa”.
La última palabra es comida. Las crisis hacen posible buscar a Dios más y valorar las cosas desde lo alto. Aprovecha estos momentos para nutrir a los miembros y fortalecer su salud espiritual. Para que esto suceda, debemos investigar las Escrituras con mayor diligencia: “Levantándose temprano y aprovechando sus momentos, los ministros pueden encontrar tiempo para una investigación detallada de las Escrituras” (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 444).
El énfasis está en alimentar al rebaño en este momento de crisis. Esto tiene dos dimensiones. El primero es interno: nuestros miembros deben estar bien alimentados para superar la crisis. El segundo es externo: deben aprovechar las oportunidades para comunicar el evangelio a los demás. Como pastores, siempre debemos enfatizar que la Gran Comisión no está en crisis. Aunque los templos están cerrados, recordemos que la iglesia, que somos nosotros, permanece abierta para ser una voz de esperanza.
Sobre el autor: Secretario ministerial asociado para la Iglesia Adventista en Sudamérica