El pastor debiera hacer todo lo posible por facilitar la entrada de las ovejas en el redil. El ministro debiera hacer tan fácil y natural como sea posible la entrada de la gente a la iglesia. Jesús condujo a sus oyentes. Despertó en ellos el deseo por la- vida eterna. Después de eso los pasos que conducían hacia el reino se daban con más facilidad.

El sermón evangélico debiera apuntar a la decisión y la acción. Es de poca utilidad invitar, después de un sermón formal que no ha desafiado a los oyentes, a la decisión y acción. El sermón y el llamamiento a la decisión debieran unirse en una sola cosa. Los métodos que exponemos a continuación han demostrado su eficacia en diferentes países y bajo diversas circunstancias.

Invitación a levantar la mano

Cada noche el auditorio debiera tener oportunidad de responder a un llamamiento. La manera más fácil de hacerlo es invitarlos a levantar la mano en señal de necesidad de una ayuda especial, mientras todos los ojos permanecen cerrados y las cabezas inclinadas en oración silenciosa. Esta actitud hace que el llamamiento resulte más fácil para el ministro y para los oyentes.

Una de las razones que nos hacen temer los llamados es el miedo a la desilusión, el temor de no recibir respuesta o de que ésta sea débil. Una razón por la cual no celebramos más reuniones evangélicas es nuestro temor de que no resulten un éxito. ¿No es lamentable que nos preocupemos tanto de lo que los demás piensan de nosotros?

Nos abrumamos con toda clase de actividades: deberes administrativos, preparación y conducción de campañas, convenciéndonos de que carecemos de tiempo para llevar a cabo reuniones de evangelismo. Realmente es nuestro temor al fracaso uno de los mayores responsables de la falta de evangelismo entre nosotros.

Tememos hacer llamamientos, no sea que nadie responda. Procuramos evadirnos de esta solemne responsabilidad, argumentando que los llamados son emocionales; y sobre todas las cosas, ¡la educación superior va contra el emocionalismo! Pensamos que nuestro blanco apunta primeramente a la cabeza y no al corazón. Y dejamos que los escribas y los fariseos trabajen con la cabeza de las almas.

Si los llamamientos iniciales se hacen con los ojos cerrados y las cabezas inclinadas, el ministro no sentirá tanto temor de hacerlos, porque los demás no pueden ver cuántos responden o cuántos dejan de hacerlo. También las personas que asisten se sienten más libres de responder cuando saben que nadie las observa. ¿Y por qué los curiosos tendrían que enterarse de las luchas o respuestas de los que están en el valle de la decisión?

Una forma de realizar un llamamiento sería la siguiente: “Y ahora que vuestras cabezas están inclinadas en oración, me pregunto cuántos de vosotros deseáis una oración especial para que el Señor os ayude a vencer el hábito del tabaco. Tened la bondad de levantar vuestras manos y luego bajadlas. . .. ¿Hay otros todavía?” A continuación, sigue la oración final.

Los llamamientos de cada noche concuerdan con el tema presentado. Pero cada noche se invita a responder levantando la mano, excepto en las ocasiones en que se efectúa otra clase de llamado. Algunas de estas invitaciones son de carácter general, que suscitan la respuesta de todos. Otras son específicas y se dirigen a un sector limitado del auditorio, pero cada noche debiera hacerse algún llamamiento.

Invitación a ponerse de pie

Ocasionalmente conviene pedir una respuesta más valiente que la de levantar la mano. Después de un sermón acerca de los tres hebreos y el horno de fuego ardiente, el llamado podría tomar esta otra modalidad, mientras todas las cabezas permanecen inclinadas en oración:

“Esta noche me pregunto cuántos de vosotros consideráis la decisión de seguir la verdad en todo. Hay un último paso que debéis dar para ser salvos, y ahora tenéis la oportunidad de hacer vuestro este pedido: ‘Orad por mí, para que tenga el valor y la fortaleza de tomar mi decisión antes de que sea demasiado tarde’. Los que experimenten esta necesidad, ¿quisieran ponerse de pie y luego volver a sentarse? No os pido que paséis al frente o que os unáis a una iglesia, tampoco pido vuestros nombres y direcciones; lo que deseo es recordaros en una oración específica para que no prolonguéis vuestra decisión demasiado tiempo. ¿Queréis levantaros y luego volveros a sentar?… ¿Queda todavía algún otro?”

A continuación, el ministro profiere la oración final en favor de los que se pusieron de pie. Ponerse de pie requiere más valor que levantar la mano. De modo que este segundo paso fortalece gradualmente a los que están en el valle de la decisión, preparándolos para la decisión final: el bautismo.

Conversaciones al margen de la reunión

Ocasionalmente es provechoso pedir a quienes lo deseen que permanezcan en el salón después de la reunión a fin de tener una sesión especial de oración o de instrucción adicional.

Estas reuniones al margen tienen la virtud de acercar a los buscadores de la verdad y al evangelista, y es un buen método para poner de manifiesto los intereses más específicos. Hay tantas maneras de conducir esta clase de reuniones, que no podemos exponerlas en este artículo.

El llamado de altar

El viernes de noche, antes del primer llamado del sábado a la entrega y el bautismo, se lleva a cabo un llamamiento de altar preliminar. El sermón de esa noche puede titularse: “¿Es necesario bautizarse para ser salvos?” Según las Sagradas Escrituras, es necesario. Temo que los pastores adventistas no le hemos dado la importancia debida al bautismo como requisito indispensable para la salvación. Reconocemos. por cierto, que el ladrón en la cruz, el inválido agonizante y el prisionero constituyen casos de excepción. Pero son excepciones extremas. También destacamos el peligro de postergar el bautismo después de haber conocido la verdad.

Al final del sermón, todas las cabezas permanecen inclinadas en oración, como de costumbre. Luego se hace una invitación general a adelantarse hasta el altar: “Esta noche queremos que todos los que creen en Dios y en la oración pasen adelante, frente al ‘altar’, y permanezcan con las cabezas inclinadas en oración, mientras ofrezco la oración final. ¿Queréis venir todos?…

“En primer lugar, ¿cuántos tenéis seres amados que no se han entregado a Cristo, por quienes deseáis que oremos? ¿Queréis indicarlo levantando vuestras manos? (Casi todas las manos se levantan.)

“En segundo término, ¿cuántos de vosotros tenéis algún problema específico en el que necesitáis ayuda: tal vez para vencer el hábito del tabaco; o bien para tener el sábado libre en vuestro trabajo a fin de observar el cuarto mandamiento; tal vez para vencer pensamientos impuros o ligereza de genio. Cualquiera sea vuestra petición, ¿queréis levantar vuestra mano y luego bajarla?

“En tercer lugar, me pregunto cuántos de los presentes consideran la decisión de bautizarse, y quieren decir conmigo: ‘Recordadme en la oración especial de esta noche para que Dios me guíe en mi decisión respecto al bautismo’. Si hay tales personas, sírvanse levantar la mano y luego bajarla. Todos los que consideren la decisión de bautizarse o rebautizarse. Hay varios”.

A continuación, sigue la oración final mencionando los diversos grupos y sus necesidades. Después de esta oración especial se hace un anuncio:

“Antes de que os retiréis, quiero deciros algo. Mañana de tarde, después de mi sermón acerca de ‘El Hijo Pródigo’ [o algún otro sermón destinado a obtener decisiones], daré ocasión para que todos los que piensen bautizarse dentro de poco tiempo o más tarde, anoten sus nombres. Por supuesto que nadie se va a bautizar mañana, pero tendréis la oportunidad de manifestar vuestro deseo de prepararos para el bautismo. Cuando volváis a vuestros hogares, haced de esto un motivo especial de oración”.

Mientras se retira el auditorio, conviene cantar un himno que invite a la decisión. Generalmente el pastor, después de esto, se reúne con sus colaboradores para orar en favor de los que están en el valle de la decisión.

El llamado a la entrega

El sábado de noche hacemos el llamado a la entrega, y también, por cierto, en la última reunión de la serie, efectuada el domingo.

Después de un sermón de media hora, acerca de un tema especial para introducir un llamado a la decisión tenemos, como de costumbre, la oración; pero el llamado es diferente.

“Y ahora, mientras permanecéis con la cabeza inclinada en oración, quiero invitar a todos los que consideran su decisión por el bautismo a que pasen adelante y se sienten en los primeros bancos. Algunos no han sido bautizados por inmersión. O tal vez han sido bautizados cuando criaturas. Debéis dar el paso decisivo y bautizaros por inmersión. Los que sintáis esa necesidad, pasad adelante, a los primeros asientos,

“En segundo lugar, quiero incluir a los que han sido bautizados por inmersión, pero que por haber recibido luz adicional quieren dar un nuevo paso para huirse con la iglesia que guarda los mandamientos de Dios. Vosotros también venid adelante. Adelantaos ahora para manifestar vuestro deseo de prepararos para pertenecer a la iglesia.

“Y, en tercer término, quiero incluir a las personas que una vez estuvieron con nosotros, y que por algún motivo se alejaron. Si ahora hay alguno que desee volver a la grey, ¿quiere tener la bondad de adelantarse hasta las primeras filas?

“Recordad, ninguno será anotado ahora mismo en los registros de la iglesia. A todos se les dará la oportunidad de estudiar cabalmente y de repasar todas las doctrinas antes de ingresar en la iglesia. Pero adelantaos ahora, mientras el coro canta, y sentaos en los primeros asientos. . .. ¿Quién desea adelantarse?… Venid ahora”.

El ministro avanza hacia los primeros asientos para saludar a los que se adelantan. A las personas que ocupan las primeras filas se les pide que se sienten atrás a fin de hacer lugar para los otros.

Este llamado se efectúa mientras el auditorio permanece con las cabezas inclinadas en oración y el coro continúa cantando himnos que invitan a la decisión.

Cuando la invitación ha durado de cinco a ocho minutos, el evangelista prosigue diciendo: “Si alguno de vosotros tiene un amigo o pariente que esta tarde pasa por el valle de la decisión, puede hablarle una palabra de ánimo para que se decida y se adelante con los demás. A veces una palabra oportuna es suficiente para inclinar la balanza de la decisión en favor de la justicia, y en el día del juicio, esa persona os agradecerá porque le ayudasteis a entrar en el camino de la vida eterna”.

Esta es una señal para que los co-obreros y los obreros voluntarios hablen a los interesados instándolos a pasar al frente.

Al acercarse al final del período del llamado, el pastor pide a la congregación, no a los que se han adelantado, que se pongan de pie y canten un himno antes de terminar el servicio. De este modo, los que luchan por decidirse, se dan cuenta de que su oportunidad se acaba.

Cuando se han cantado las últimas estrofas. el evangelista añade: “Y ahora, justamente antes de nuestra oración final, me pregunto cuántos de los que no se han adelantado todavía luchan por decidirse, ¿queréis decir los tales, levantando vuestra mano: ‘¿Recordadme en la oración para que Dios me ayude en mi decisión, a fin de que no sea demasiado tarde? Tened la bondad de levantar vuestra mano y luego bajarla”.

A esto sigue la oración final recordando a los que han levantado su mano en señal de necesidad de una oración especial, y a los que están sentados en los primeros asientos.

Se despide a la congregación, y se toman los nombres y las direcciones de los que han manifestado su deseo de bautizarse. Se anuncia la fecha de iniciación de la clase bíblica y se ora con el grupo antes de despedirlo.

Es imperativo que se organice de inmediato la clase bautismal. Cuanto más tiempo pase entre la decisión y el momento del bautismo, tanto más peligro habrá de que el entusiasmo se enfríe. “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salud”.