“El eco de la orden ‘Id’ resonó con fuerza en mi corazón. Estaré feliz, no importa dónde me envíen”.
Nacido en Ibatí, Paraná, Rep. del Brasil, el pastor Marcos Miguel Mudrey conoció el mensaje evangélico en abril de 1977, y fue bautizado en octubre de ese mismo año. Puesto que demostró desde el mismo principio un elevado nivel de compromiso con la causa de Dios por medio de su intensa labor misionera, se lo invitó a trabajar como instructor bíblico. Durante diez años llevó a cabo esa tarea en los estados de Rondonia y Acre, que forman parte de la Asociación del Occidente del Amazonas, en la Unión del Norte del Brasil.
Después de esa experiencia, terminó el curso de Complementación Teológica e ingresó en el ministerio pastoral en 1994. Desde entonces, sirvió como pastor en el distrito de Brasilera, en la frontera con la República de Bolivia, y en Jaú, en el Estado de Rondonia. En el año 2001, se lo nombró coordinador de obra evangélica en la Asociación del Occidente del Amazonas. Es el líder regional para el Estado de Acre, donde coordina la tarea de ocho pastores de distrito, aproximadamente noventa congregaciones y seis mil miembros.
El pastor Mudrey está casado con Ruth Costa Vieira Mudrey, de cuya unión nacieron Eider y Jader. En ocasión de un encuentro de entrenamiento de líderes de las iglesias de Acre, compartió con nosotros sus experiencias en esta entrevista.
Ministerio: ¿En qué circunstancias y cuándo sintió usted el llamado al ministerio pastoral?
Pastor Mudrey: Yo trabajaba como instructor bíblico en la ciudad de Ariquemes, Rondonia, conocida como la capital brasileña de la malaria. Mientras trabajaba allí, esta enfermedad me atacó 34 veces. Eso me debilitó mucho, y terminé contrayendo leucemia. La medicina de la época me condenó prácticamente a la muerte, pero la iglesia para la que trabajaba se dedicó a orar intensamente por mí, y Dios respondió esas oraciones y llevó a cabo un milagro en mi vida: me curé completamente. Mientras vivía esa experiencia, hice en mi corazón un pacto con el Señor: si me sanaba, me dedicaría con más empeño a la predicación del evangelio y me prepararía para servir mejor a su iglesia como pastor. Como él aceptó ese compromiso y me oyó, aquí estoy, a su entera disposición.
Ministerio: Además de eso, ¿hubo algo que usted sintiera que debía cambiar para mejorar su vida y su trabajo, después de esa experiencia tan impresionante?
Pastor Mudrey: En verdad, ese milagro fue una especie de división de aguas en mi vida y en mi ministerio. Antes de que eso sucediera, como ya lo dije, servía como instructor bíblico, pero mi trabajo no daba los resultados que se esperaban. Hubo momentos en que tuve el deseo de dejarlo todo. Pero, después de esa tremenda experiencia personal con el Señor, observé que mi trabajo se volvió sumamente fructífero. Por ejemplo, en estos últimos diez años, Dios, por su gracia y su misericordia, ha hecho de mí un instrumento para llevar a sus pies a unas cinco mil personas. Y eso, sin olvidar el hecho de que la malaria nunca más me volvió a atacar.
Ministerio: ¿Qué gran desafío encuentra usted en su trabajo aquí, en Acre?
Pastor Mudrey: El mayor desafío es, ciertamente, la geografía de la región. Aunque no se trata de una zona muy poblada, mucha gente vive en municipios, poblados o no tanto, pero de difícil acceso. Por cierto que esa gente no puede ni debe quedar al margen del evangelio. Pero los caminos que nos permiten llegar a ella son pocos. Muchas veces, nos tenemos que trasladar en avionetas, barcos, caballos y hasta a pie. Para citar un ejemplo, cuando visitamos el municipio de Santa Rosa del Río Purus, cerca de la frontera con la Rep. del Perú, viajamos en barco -y eso dependía de la ocasión-; nos tomó entre siete y once días de viaje, sólo de ida. Desde la capital del Estado, Río Branco, hasta el último municipio de nuestra jurisdicción, hay aproximadamente mil kilómetros sin un medio de transporte rápido y, a veces, sin caminos.
Ministerio: ¿Qué clase de gente vive en esas regiones? ¿Cuál es su cultura, sus orígenes y sus peculiaridades?
Pastor Mudrey: El Estado de Acre está poblado por gente de diferentes culturas. Predominan los que provienen de Ceará. Algunos son del sur del país, que llegaron para colonizar la región. Pero además, existe un grupo especial: los indígenas. Diferentes tribus viven diseminadas por el interior.
Ministerio: ¿Qué se ha hecho para alcanzar a ese segmento de la población?
Pastor Mudrey: Ya tuvimos la oportunidad de evangelizar algunas de las regiones indígenas. La tribu Yanahuá, que vive cerca del Perú, es una de las que alcanzamos. Cuando participé en el programa de evangelización de esa gente, me acuerdo de que tuve que caminar 125 kilómetros y viajar 4 días más en una embarcación a remo para poder llegar. En total fueron 7 días de viaje. Yo era el pastor que vivía más cerca de esa región. También evangelizamos a los indios Cachinahuas. Viven diseminados por todo el Estado de Acre, y muchos ya son miembros de la Iglesia Adventista.
Ministerio: ¿Cómo se siente usted al trabajar durante tantos años en una región tan llena de desafíos?
Pastor Mudrey: Para mí es motivo de mucha honra. Tengo una muy fuerte sensación de realización personal al trabajar en una región como esta. Creo firmemente que el Señor me concedió este don espiritual. Si se me diera a escoger entre trabajar en una iglesia importante de una de las grandes ciudades del Brasil o trabajar en la selva amazónica, ciertamente elegiría la selva.
Ministerio: ¿Qué piensan su esposa y sus hijos al respecto?
Pastor Mudrey: Mi esposa habla el mismo idioma que yo, y comparte el mismo ideal. De paso, no puedo dejar de agradecer a Dios por la esposa que me ha dado, pues ha sido una ayudante verdaderamente fiel a lo largo de mi ministerio. Comenzó tres carreras universitarias pero, como consecuencia de los traslados y la falta de oportunidades en los lugares a los que se nos envió, no pudo terminar sus estudios; en muchas regiones, eso era totalmente imposible. En esos lugares, me ayudaba como instructora bíblica voluntaria. Hubo ocasiones en que dirigió campañas de evangelización pública de hasta treinta noches de duración. Mis hijos estudian en el Instituto Adventista Paranaense (IAP), y sueñan con poder realizar algún día una tarea semejante a la mía. Me siento sumamente feliz de poder contar con su apoyo.
Ministerio: ¿Cuál es el secreto de la motivación que usted siente en su tarea pastoral?
Pastor Mudrey: En primer lugar, yo diría que la motivación mayor es el mismo Señor: la ayuda que me da, la inspiración que me concede, además del pleno sentido de la realidad del llamado que me extendió para trabajar. La seguridad de estar participando en una misión divina me permite viajar feliz, en barco o de cualquier otra manera, y hasta caminar a pie largas distancias para visitar al miembro de iglesia más aislado en medio de la selva. En segundo lugar, asumí un compromiso con el Señor en un momento crítico de mi vida, y él no me falló. Estoy al servicio de su misión y a su entera disposición. Sé perfectamente que, al menos en parte, la responsabilidad de evangelizar esta región reposa sobre mis hombros. El eco de la orden de Cristo: “Id”, resuena con fuerza en mi corazón. No importa dónde me envíen, será el lugar donde Dios quiere que esté. Ahí trataré de hacer lo mejor, y me sentiré feliz.
Ministerio: Pero usted tiene colegas que trabajan en “selvas de cemento”, que también enfrentan desafíos específicos. ¿Qué consejo les daría, para que los enfrenten con éxito y superen sus dificultades?
Pastor Mudrey: La tarea de evangelizar al mundo está en las manos tanto de un pastor que sirve en los grandes centros poblados como del que lo hace en medio de la selva inhóspita o bajo el sol abrasador. El lugar no hace a la persona; la persona hace al lugar. Por lo tanto, cada cual debe florecer donde está plantado. Para que esa primavera se produzca en nuestra vida, es necesario que Cristo sea el centro motivador de nuestro ministerio. No estamos solos. Aquél que dijo: “Id”, también prometió: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. El Señor pone en nosotros la pasión por lo que hacemos en su obra, y la mantiene. Si nos enamoramos de Jesús, también nos enamoraremos de la misión que nos confió.
Sobre el autor: Jonas Arrais es secretario asociado de la Asociación Ministerial de la Asociación General, y Miguel Mudrey es coordinador de la obra evangélica en el Estado de Acre, en la Asociación del Occidente del Amazonas.