Los datos estadísticos publicados por la Asociación General acerca de la ganancia de miembros en nuestra iglesia son ciertamente animadores. Sin embargo, con un millón de miembros bautizados en un mundo de cerca de dos mil quinientos millones de habitantes, tengo la plena seguridad de que todos tenemos el ardiente deseo de aumentar nuestra feligresía a un número verdaderamente impresionante.
Obramos con acierto al vigorizar nuestro celo y fervor por ganar nuevas almas para el reino de Dios. Al mismo tiempo necesitamos protegernos de uno de los contratiempos experimentados por los dos grupos a que se refiere Hageo 1:6, 9. Un grupo colocaba su salario en un trapo horadado; el otro buscaba mucho pero hallaba poco, y ese poco era esparcido por el viento. No nos conviene colocar los preciosos granos producidos por el evangelismo en una bolsa agujereada o dejar que se lleve el viento el fruto de nuestras labores. Es una carga demasiado grande para nuestras fuerzas de evangelismo mantener el granero rebosante, en circunstancias de que no somos capaces de conservar esos granos. En vista del hecho de que la pérdida de almas es superior al 52% de los miembros ganados en un año, ofrecemos algunas sugerencias que nos ayudarán a conservar a nuestros nuevos conversos.
En primer término haremos referencia a la situación que se produce cuando un evangelista y su equipo llegan a una ciudad, celebran con éxito una serie de reuniones, se trasladan a otro sitio y le dejan al pastor la responsabilidad de conservar las almas ganadas.
La importancia del oficio del pastor
Toda persona que ha sido llamada por Dios debiera tener la convicción de que su oficio es de la mayor importancia. Es posible que la obra del evangelista especializado sea más espectacular, pero en realidad la obra del pastor es tan importante como la otra. Un pastor jamás debiera pensar que su trabajo es de importancia secundaria, ni sentirse descontento de él, celoso de la gloria que rodea la obra de evangelismo. Por el contrario, debiera sentir que somos miembros de un mismo cuerpo. El apóstol Pablo declara que ningún miembro debiera ensalzarse sobre los demás o creer que no necesita la colaboración de sus semejantes. Cristo es nuestra Cabeza, y cada miembro debiera participar de la misma gloria.
Las campañas de evangelismo generalmente exigen grandes sumas de dinero, abundante propaganda y un equipo de obreros de talento y bien adiestrados. Como resultado de estos factores, el público es atraído y queda profundamente embelesado. La repentina partida del evangelista al término de las conferencias puede mitigar el efecto de las reuniones y producir algunas bajas. Un buzo de las profundidades debe emerger en forma gradual o ser colocado en una cámara de descompresión una vez en la superficie; de lo contrario sufrirá las “encorvaduras,” una parálisis que afecta a los buzos que operan a grandes profundidades, y que puede tener consecuencias fatales. Nuestras emociones están sometidas a esfuerzos semejantes; de modo que necesitamos dejar que la presión disminuya con lentitud. Por las razones anotadas el evangelista y su equipo debieran retirarse en forma gradual, durante un período de tiempo razonable. Esto ayuda a prevenir las pérdidas.
Para el pastor es ventajoso trabajar con el evangelista; eso permitirá que se conozca con los interesados antes de que se retiren el conferenciante y sus colaboradores. El pastor obtiene beneficio cuando conoce los métodos de trabajo del evangelista y tiene conocimiento de los problemas que se presentan en las reuniones. Cuando los concurrentes se percaten del espíritu de colaboración que reina entre ambos, estarán más dispuestos a aceptar los servicios del pastor cuando el evangelista se haya retirado. Los nuevos conversos aprecian que el ministro hable del evangelista en términos amables, porque lo consideran su padre espiritual. Es conveniente que éste, antes de retirarse, amoneste a sus conversos a ser fieles a Dios y a prestar toda su cooperación al pastor.
Ocho puntos pertinentes
1. Para el nuevo converso, la iglesia y el lugar adyacente debieran ser atractivos. No es necesario que haya adornos y cosas especiales; basta que todo esté limpio y en buen estado. Debiera tener servicios higiénicos, agua fresca para beber, un interior aseado, el piso lustrado, las ventanas con todos los vidrios, luz y ventilación adecuadas. Es la casa de Dios, y corrobora la fe del creyente cuando se la conserva atrayente.
2. En el mundo de los negocios se respetan los convenios formales. Los negocios de Dios debieran tener la mejor administración. Una apropiada decoración del púlpito, el orden de los servicios bien planeado; la puntualidad y la cortesía contribuyen a desarrollar un espíritu de reverencia. Esto es apreciado de manera especial por aquellos que proceden de iglesias que tienen cierto orden de culto. Una atmósfera de adoración contribuye a conservar a los nuevos conversos.
3. El pastor debe visitar a los nuevos miembros, porque el enemigo trabaja para confundirlos de diversas maneras: desorganiza sus familias, induce a sus vecinos y antiguos amigos a que los desprecien y abandonen, les crea dificultades en el trabajo y en los negocios. Hasta que se habitúan a la nueva modalidad de vida, necesitan ayuda personal y consuelo constantes. El pastor debe anotar cada ausencia de los nuevos miembros a la iglesia, y no demorar en visitarlos. La vida espiritual de algunos miembros ha muerto porque el pastor se ha despreocupado de ellos.
4. El pastor debe continuar en cierto modo el programa de evangelismo, especialmente los domingos de noche. Un repaso de las doctrinas contribuye a fijarlas en forma indeleble. Además los nuevos creyentes podrán traer a sus amigos, para darles a conocer la verdad que ellos han recibido. Estas reuniones de los domingos de noche, contribuyen en gran manera a que los nuevos miembros venzan las dudas y las incertidumbres que inevitablemente surgen después de la partida del evangelista.
5. Los nuevos conversos y los antiguos miembros deben conocerse entre sí. Estos deben recibir de todo corazón a aquéllos, no meramente tolerarlos. El pastor debe estar alerta para evitar cualquier celo, parcialidad o rivalidad que pudiera producirse; con todo tacto tendrá que eliminar esos inconvenientes. Las reuniones sociales frecuentes constituyen precisamente la ayuda que se necesita en estos casos. Los programas que presente deben ser útiles y satisfactorios para los nuevos y los antiguos, de manera que sirvan para acercarlos.
6. Muchas veces los nuevos miembros están deseosos de prestar algún servicio a la iglesia. Debiera animárselos en sus buenos propósitos. Si no están preparados, debiera iniciarse una serie de cursos de capacitación. Que la dirección de la iglesia utilice tantos de los nuevos talentos como le sea posible. Sin embargo hay que tener cuidado de no prestar demasiada atención a algunos y descuidar a otros. Un poco de prudencia evitará que alguno se sienta ofendido.
7. El pastor deberá ser discreto en la recolección de fondos. Los adventistas tienen renombre de dar con sacrificio. Y así es como debiera ser. Consideramos los sacrificios de nuestro pueblo con humilde orgullo. Pero recordemos que en el mensaje para la Iglesia de Laodicea se advierte que puede existir al mismo tiempo riqueza material y pobreza espiritual. La profundidad espiritual no se mide en pesos y centavos. Los blancos sirven para ayudar a los miembros a decidir cuánto pueden hacer, para familiarizarlos con las necesidades y para darles algo a que apuntar. Proceder a la extracción de fondos mediante métodos de coerción física o moral, o apelando a la competencia hostil, o hacer que los blancos pesen de manera opresiva, es desvirtuar los objetivos de la mayordomia cristiana. Seamos juiciosos al fijar los blancos y al proponer los métodos para alcanzarlos. La acción de dar debe ser un acto de culto y una expresión de amor.
8. El pastor debe ampliar el panorama de la obra adventista en los nuevos conversos. Debe invitarlos a los campamentos de jóvenes, a los congresos y reuniones especiales. Debe animarlos a utilizar los servicios de los sanatorios, hospitales y escuelas adventistas. Debe invitar a los dirigentes de la asociación de su campo para que hablen en su iglesia. Será animador para el nuevo miembro comprobar que no forma parte de un grupo pequeño, aislado e insignificante; sino de un movimiento de alcance mundial, bien organizado y bien administrado. Podemos estar orgullosos de nuestra herencia espiritual.
Dios permita que a su venida pueda haber una abundosa cosecha como resultado de haber sabido conservar a los nuevos conversos.
Sobre el autor: Pastor de la Asociación del Atlántico Sur.