Una de las grandes tragedias que enfrenta la iglesia en la actualidad es la pérdida de miembros por apostasía. ¿Cuál es la causa? Debiéramos prestar atención a este problema y ensayar mejores métodos para conservar a los que hemos ganado. No es suficiente conformarse con traer nuevos miembros a la iglesia. Debe realizarse un esfuerzo común por conservarlos. Con frecuencia oímos que se culpa al evangelista por no preparar bien a los candidatos antes del bautismo. Aunque’ creemos que algunas veces se le da demasiada importancia a este hecho, en ningún momento defendemos una obra evangelizadora descuidada, dejada al azar y deficiente. Se nos advierte: “Si el interés aumenta paulatinamente y la gente obra de manera inteligente, no por impulsos sino por principios, es mucho más fuerte y durable que cuando se despierta repentinamente, y se excitan los sentimientos al escuchar un debate, o una discusión violenta que muestre las dos facetas del tema, en favor y en contra de la verdad.”—“Testimonies” tomo 3, pág. 218.

  Nunca debemos olvidar que “Dios se complacerá más con seis convertidos verdaderamente a la verdad como resultado de sus esfuerzos, que con sesenta profesos nominales que aún no se hayan convertido completamente. Estos pastores debieran dedicar menos tiempo a la predicación de sermone» y reservar parte de sus energías para visitar y orar con los que están interesados, darles instrucción religiosa a fin de que puedan presentar ‘a todo hombre perfecto en Cristo Jesús.’ ”—Id., tomo 4, pág. 317.

  Aunque es verdad que sufrimos pérdidas porque los miembros no están enteramente adoctrinados, es mucho más verdad que perdemos miembros porque los hermanos no se hallan cabalmente convertidos. Muchos tienen un conocimiento teórico del mensaje. Este ha alcanzado su mente, pero no les ha tocado el corazón. Por tal razón debiéramos poner énfasis en la tremenda importancia de conmover primero el corazón y dar lugar a la total conversión de la persona al Señor Jesucristo.

  Muchas de las doctrinas del mensaje adventista son nuevas y extrañas para los nuevos creyentes. A causa de ello existe la necesidad real de una segunda serie de estudios o reuniones a fin de que los recién convertidos estudien de nuevo las verdades aprendidas.

  “Cuando se presentan por primera vez los argumentos de la verdad presente, es difícil fijar los puntos en la mente. Y aun cuando algunos pueden ver lo suficiente como para decidirse, se necesita, con todo, repasar el mismo terreno y dar otro ciclo de conferencias.”—“Evangelism” pág. 334.

  Esta no es una sugestión inútil que ha hecho la sierva del Señor. Se recalca su importancia con la siguiente declaración:

  “Después que se haya hecho el primer esfuerzo en un lugar por medio de una serie de conferencias, existe mayor necesidad de una segunda serie que de la primera. La verdad es nueva y extraña, y las personas necesitan que se les presente lo mismo por segunda vez, para ver con claridad los conceptos y fijar laideas en la mente.”—Ibid.

  Ahora entramos en una fase de mucha importancia para mantener el interés de las personas. Los nuevos conversos debieran integrarse lo antes posible en algunas de las actividades y funcione» de la iglesia. Abundan las instrucciones acerca de ello.

  “El Espíritu de Dios convence de la verdad a los pecadores, y los pone en los brazos de la iglesia. Los predicadores pueden hacer su parte, pero no pueden nunca realizar la obra que la iglesia debe hacer. Dios requiere que su iglesia cuide de aquello que son jóvenes en la fe y experiencia, que vaya a ellos, no con el propósito de chismear con ellos, sino para orar, para hablarles palabras que sean ‘como manzanas de oro en canastillas de plata.’”—“Joyas de los Testimonios” tomo 1, pág. 545.

  No se debiera dar a los nuevos hermanos los cargos de mayor responsabilidad en la iglesia, hasta que se hallen totalmente adiestrados y hayan tenido tiempo suficiente para su orientación. Esto, sin embargo, no los excluye de la participación en las muchas actividades de una congregación emprendedora. Se los debería animar a cooperar en la obra de la Sociedad de Dorcas, en la Sociedad de Temperancia, en el grupo de los predicadores voluntarios, en el de distribución de volantes, de actividades sociales y en la escuela sabática. En todas estas secciones de la obra hay numerosas oportunidades para el servicio.

  La responsabilidad de la iglesia con los que son nuevos en la fe es una parte de la obra que no debe descuidarse. Cada miembro de iglesia tiene responsabilidad directa en el cuidado del alma recién convertida. El plan de custodiar a los nuevos conversos es de mucho valor. La dirección o el pastor de cualquier iglesia que estudien con detención este plan encontrarán gran éxito en su empleo. La designación de un nuevo converso al cuidado de un miembro antiguo de la iglesia, para que éste le sirva de custodio espiritual, hará mucho para evitar el sentimiento de soledad y abandono que experimenta el recién convertido durante el período de adaptación.

  “Se debe tratar con ternura y paciencia a los que recién ingresan en la fe; es deber de los miembros más antiguos de la iglesia buscar métodos y formas de proporcionar ayuda, simpatía e instrucción para los que se han apartado conscientemente de otras iglesias por causa de la verdad, separándose así del cuidado pastoral a que se habían acostumbrado. Sobre la iglesia descansa la responsabilidad especial de asistir a esas almas que han seguido los primeros rayos de la luz que han recibido; si los miembros de la iglesia descuidan este deber, serán infieles a la confianza que Dios ha depositado en ellos”—“Evangelism” pág. 351.

  Si el nuevo miembro falta a cualquiera de los servicios de la iglesia, el custodio puede preguntarle cuál es la razón de su ausencia, y luego informar al pastor. Esto forma parte de la tan importante tarea que debe realizarse después que el nuevo miembro ha sido admitido en la iglesia.

  “El interés bondadoso que manifestamos en el círculo del hogar, las palabras de simpatía que hablamos a nuestros hermanos y hermanas nos capacitan para trabajar por los miembros de la familia del Señor, en cuya compañía, si somos fieles a Cristo, viviremos durante las edades eternas. ‘Sé fiel hasta la muerte,’ dice Cristo, y yo te daré la corona de la vida. Entonces, ¡con cuánto cuidado debieran custodiar los miembros de la familia del Señor a sus hermanos y hermanas! Hagámonos amigos de ellos. Si son pobres y necesitan alimentos y vestidos, atendamos a sus necesidades temporales tanto como a las espirituales. Así será una doble bendición para ellos.”—Id,. pág. 353.

  Lograremos mantener las almas junto a la iglesia y a Cristo únicamente cuando las acerquemos más a nuestro corazón.

Sobre el autor: Profesor ayudante de Teología Practica en el Seminario Teológico Adventista.