Entre la interpretación apocalíptica y la especulación política

El retorno de Jesús es nuestra bendita esperanza (Tito 2:13). No solo está en el nombre, sino también en el ADN de la Iglesia Adventista, y puede considerarse “una doctrina fundamental de la Escritura”.[1] Sin embargo, esa misma esperanza se ha convertido en una trampa para aquellos que, en un intento de establecer un probable escenario político y religioso para los acontecimientos finales, acaban creando una expectativa de tiempo en forma de narración de que la hora del regreso de Jesús finalmente ha llegado. Aunque no hay duda de las buenas intenciones de quienes intentan descifrar el escenario apocalíptico exacto, tales especulaciones ignoran la insistencia bíblica de que Jesús vendrá a la hora menos esperada. Además, terminan utilizando una motivación equivocada para crear un avivamiento espiritual, poniendo el foco en el motivo equivocado. Al fracasar tales expectativas, el resultado es la incredulidad, el desánimo espiritual y, a veces, el oprobio sobre la Iglesia.

Normalmente, eventos como la elección de un nuevo papa (o una abdicación papal), las elecciones estadounidenses o cualquier otro acontecimiento que sacude la dinámica geopolítica mundial terminan potenciando el surgimiento de nuevas especulaciones y narrativas en las que los eventos finales “encajan”. En nuestros días, las redes sociales se prestan para la propagación de tales especulaciones.

Ahora le toca el turno a un presidente católico estadounidense que, aliado con un papa progresista, impulsará una agenda mundial que busca solucionar el problema del calentamiento global estableciendo un día semanal de concienciación global (el domingo). Si a esto le añadimos los nuevos mecanismos de control creados durante una pandemia mundial, el escenario está preparado para la firma de la ley dominical a nivel global. Aunque desearía que este escenario fuera correcto (quiero que Jesús regrese pronto), quiero señalar tres razones por las que crear tales escenarios apocalípticos no es útil para la fe adventista.

Un escenario equivocado

En el libro El conflicto de los siglos, Elena de White deja claro que el decreto dominical a nivel mundial, en el tiempo del fin, tiene su origen en la presión popular y no en cualquier estratagema política de izquierda o derecha. Ella afirma: “La corrupción política está destruyendo el amor a la justicia y el respeto a la verdad; y hasta en la libre Norteamérica los gobernadores y los legisladores, con el fin de asegurarse el favor público, se doblegarán ante la demanda popular de una ley que imponga la observancia del domingo” (p. 650). Además, “para obtener popularidad y apoyo, los legisladores cederán a la demanda de una ley dominical” (Elena de White, Joyas de los Testimonios, t. 2, p. 163).

Al vivir en los Estados Unidos durante la era Trump, tuvimos la oportunidad de ver de cerca el nivel de polarización política que creó abismos infranqueables entre las personas.[2] Solo una crisis de proporciones apocalípticas será capaz de unir a ambos lados del espectro para una acción conjunta de esa magnitud. Dejando de lado la política norteamericana, ¡imagina lo que será necesario para unir a musulmanes, judíos y cristianos en torno a un día común de reposo! Es improbable que alguna alianza política sea capaz de hacer eso.

De este modo, la idea de que la presión popular será el factor clave en el establecimiento de un decreto dominical es una pista de que solo eventos cataclísmicos, que pongan en jaque la misma existencia humana, llevarán a tal unión. De este modo, se evidencia que la progresión de los eventos finales no es una cuestión política. Cualquier especulación que los haga depender de alianzas gubernamentales vinculadas a individuos o ideologías partidistas está condenada al fracaso. Es muy probable que, si Jesús no vuelve antes del final del gobierno de Biden o de la muerte del papa Francisco, se creen otras narrativas que nuevamente alimenten a las masas sedientas de teorías que “revelen” lo que acontecerá en el futuro.

A fin de cuentas, el catalizador de tales especulaciones es tan antiguo como la curiosidad humana sobre el futuro. Cristo enfatizó que la profecía bíblica no fue dada para satisfacer la curiosidad humana sobre el futuro, sino para que tengamos confianza en Dios (ver Juan 13:19; 14:29). Las expectativas que fracasan logran exactamente lo contrario. De hecho, las palabras de Jesús implican que los “cumplimientos proféticos se reconocen mejor después que ocurren, y no antes”.[3] La historia de la interpretación apocalíptica debería ser una alerta para nosotros hoy, pues “vez tras vez, interpretaciones que tenían perfecto sentido en cierto punto, con el tiempo probaron estar completamente equivocadas cuando el verdadero tiempo del cumplimiento llegó”.[4]

Una motivación equivocada

Otro efecto colateral indeseado de la creación de escenarios del tiempo del fin es la promoción de un reavivamiento basado en el miedo. En medio de la pandemia, es común encontrar a personas diciendo: “¡Necesitamos orar más, pues llegó el fin de los tiempos!” Estoy de acuerdo con la primera parte de la frase. De hecho, necesitamos orar más. Sin embargo, el problema está en la segunda parte. Si la pandemia se termina, o si se la controla en los próximos meses, es probable que la motivación para que oremos más también se termine. Esto ejemplifica, de modo formidable, el problema de la motivación por el miedo. Cuando el miedo pasa, la motivación se va con él. De hecho, “hay una drástica disparidad entre esas dos entidades”.[5] En cierto sentido, cualquier motivación por miedo incluye cierto egoísmo, pues, de este modo, actuamos para librarnos de algún tipo de peligro. Tal motivación se centra en la supervivencia del yo.

Elena de White provee orientación valiosa al respecto. Ella escribió: “Frecuentemente se alude a la brevedad del tiempo como un incentivo para buscar justicia y hacer de Cristo nuestro Amigo. Para nosotros este no debería ser el gran motivo, porque tiene sabor a egoísmo. ¿Será necesario que los terrores del día de Dios se tengan que colocar delante de nuestra vista para que nos decidamos a hacer el bien movidos por el temor? Esto no debería ser así. Jesús es atractivo. Está lleno de amor, de misericordia y compasión. Él se ha propuesto ser nuestro Amigo, y caminar con nosotros a través de todos los senderos difíciles de la vida”.[6]

Solo el amor de Cristo debe motivarnos a la acción (ver 2 Cor. 5:14). Ese amor es la única fuerza positiva que nos compele a actuar.[7] Cuando actuamos por causa de Cristo, nuestra motivación espiritual no depende de las noticias. Los movimientos políticos e ideológicos no deben pautar nuestro reavivamiento, sino la contemplación diaria del amoroso carácter de Cristo. Cuando contemplemos a Cristo y sigamos sus pasos, imitándolo en nuestra vida y reflejando su amor a la humanidad, el mundo será sacudido y experimentaremos el poder del Espíritu Santo para cumplir la misión (ver Hech. 2).

Foco equivocado

La especulación apocalíptica desvía la atención de la gente de la misión que debe cumplir la iglesia. Antes de su ascensión, los discípulos se dirigieron a Cristo con la pregunta: “¿Restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hech. 1:6). La respuesta de Jesús es muy esclarecedora. En primer lugar, les recuerda que ese conocimiento no es asunto de los discípulos (ver Hech. 1:7). A continuación, reorientó a los discípulos hacia el foco principal: la misión. Cristo dijo que los discípulos recibirían poder para llevar la misión hasta los confines de la Tierra (ver Hech. 1:8). Su atención debía centrarse en la misión y no en el tiempo de Dios.

Por lo tanto, “especular sobre tiempos y fechas es inútil. El regreso del Señor no gira en torno a tal especulación, sino a los propósitos de Dios, y esos propósitos abarcan la salvación del mundo. El camino más seguro hacia la parusía es la evangelización del mundo”.[8] En definitiva, Dios no levantó su iglesia para mantener una expectativa, sino para cumplir una misión: predicar el evangelio. Dado que la misión es la “expresión de la naturaleza misma de la iglesia”,[9] este debe ser nuestro enfoque.

La necesidad de estar listos hoy

Las observaciones de este artículo no deberían llevar a las personas a la complacencia espiritual o a la idea de que la urgencia del regreso de Jesús debe minimizarse. Por el contrario, ante la finitud de nuestra existencia y también al no saber cuándo vendrá el fin (del mundo o de nuestra vida), el sentido inminente del regreso de Jesús debe ser constante en nuestro caminar espiritual. Esta urgencia se ve seriamente amenazada cuando está conectada a movimientos políticos y “escenarios apocalípticos”. Debemos recordar que los primeros cristianos aguardaban con expectativa el regreso de Jesús, y nosotros debemos seguir sus pasos (ver 1 Tes. 4:15-17; 1 Juan 2:18).

Los discípulos abordaron a Jesús con la pregunta: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mat. 24:3). Querían algo que les avisara que el fin estaba cercano. Jesús habló de cosas que deberían ocurrir antes del fin del mundo (ver Mat. 24:6-8), pero que aún no sería el fin. También mencionó que el fin no llegaría antes de la predicación del evangelio a todo el mundo (ver Mat. 24:14). Pero la única señal que realmente dio a los discípulos en el Monte de los Olivos está en el versículo 30: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”.[10] Es como si Jesús dijera que cuando él realmente estuviera volviendo, ellos lo sabrían. Él terminó su discurso con tres parábolas: la del siervo fiel y el siervo malo (ver Mat. 24:45-51), la de las diez vírgenes (ver Mat. 25:1-13) y la de los talentos (ver Mat. 25:14-30). ¿Cuál es el elemento en común en cada una de ellas? La inminencia de la venida del reino. En este sentido, las parábolas ilustran el punto clave del Sermón del Monte: vigilancia (ver Mat. 24:42, 44).

Jesús frustró la curiosidad de los discípulos sobre el tiempo exacto de su venida. Especulaciones políticas y la búsqueda de un posible escenario apocalíptico, en el sentido de que este desencadenará la crisis final, son manifestaciones de la antigua curiosidad de los discípulos.[11] Escuchemos la amonestación de Cristo, dejando el tiempo a Dios, y abracemos, con ardor, lo que realmente está en nuestras manos: la preparación individual y la misión mundial. Recordemos el consejo de Pablo: “Ya es hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Rom. 13:11).

Sobre el autor: profesor de Teología en la Facultad Adventista de Bahía.


Referencias

[1] Raoul Dederen, Handbook of Seventh-Day Adventist Theology, edición electrónica (Hagerstown, MD: Review and Herald Publishing Association, 2001), t. 12, Commentary Reference Series, p. 893.

[2] El fenómeno de la polarización política en América ha sido explorado en publicaciones recientes. Por ejemplo, James E. Campbel, Polarized: Making Sense of a Divided America (Princeton, NJ: Princeton University Press, 2016).

[3] Jon Paulien, The Deep Things of God (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2004), p. 56.

[4] Ibíd., p. 59.

[5] Daniel L. Akin, 1, 2, 3 John, v. 38, The New American Commentary (Nashville: Broadman & Holman Publishers, 2001), p. 186.

[6] Elena de White, Exaltad a Jesús (Ellen G. White Estate, Inc., 2012), p. 92.

[7] Ralph P. Martin (ed.), 2 Corinthians, ed. Ralph P. Martin, Lynn Allan Losie, y Peter H. Davids, v. 40, Second Edition, Word Biblical Commentary (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2014), p. 286.

[8] John B. Polhill, The New American Commentary (Nashville: Broadman & Holman Publishers, 1992), v. 26, p. 86.

[9] Gorden R. Doss, Introduction to Adventist Mission (Silver Springs, MD: Institute of World Mission/General Conference of the Seventh-Day Adventists, 2018), p. 81.

[10] Craig Bloomberg, The New American Commentary (Nashville: Broadman & Holman Publishers, 1992), v. 22, p. 362.

[11] Jon Paulien, The Deep Things of God, p. 59.