Mudarse cada dos años es bastante malo. Pero, en efecto, las familias de los evangelistas lo hacen cada dos o tres meses. ¿Cómo controlar ese estrés que puede ocasionarles un tremendo desgaste?

Yo era una estudiante que trabajaba, en su último año de colegio, en la secretaria del Washington Misslonary College (ahora Colombia Union College) cuando Bob, mi futuro esposo, irrumpió en la oficina y me anunció con excitación: “¡He recibido un llamado para la Asociación de Florida!”

Al día siguiente, el presidente de la Asociación de Ohio lo invitó a trabajar en ese campo.

“¿Qué haremos —preguntó Bob, mirándome bastante perplejo—. ¿Aceptaremos el llamado a Florida o el de Ohio?” Oramos pidiéndole a Dios una indicación precisa.

Después de la graduación y del casamiento, nos dirigimos confiadamente hacia Ohio, con la seguridad de que Dios habla respondido nuestras oraciones. ¡Y claro que lo hizo! Fuimos asignados a una cruzada evangelizadora, que abarcaba toda la ciudad con R. A. Anderson, uno de los mejores evangelistas que ha producido la Iglesia Adventista.

Creo que Dios planeó que nosotros estuviéramos en Ohio en ese tiempo, porque durante la campaña captamos la visión del evangelismo público. De allí en adelante, por muchos años servimos a Dios en el evangelismo público. Y aunque hemos trabajado en otras áreas del servicio denominacional, todavía miramos nuestra obra con ojos de evangelistas.

La esposa de un evangelista itinerante encuentra gozo y satisfacción trabajando junto a su esposo en la ganancia de almas, pero la posición que ocupa también presenta los peligros del desánimo y de la frustración. Por consiguiente, la iglesia debe interesarse por la moral de las familias de sus evangelistas.

Por causa de la importancia de esta obra, y de las necesidades de quienes están involucrados en ella, programamos un seminario titulado “Desarrollando un sistema de ayuda para familias itinerantes”, y lo dictamos en ocasión del concilio realizado en diciembre de 1986. Para conseguir información actualizada, encuesté tanto a evangelistas como a secretarios ministeriales de la asociación y a sus esposas. El recuadro que acompaña a este articulo (pág. 20) ofrece los resultados de la encuesta.

Las organizaciones empleadoras, las iglesias donde sirven los evangelistas, y los propios evangelistas, pueden hacer mucho para aliviar las tensiones del traslado que surgen en sus esposas y familias. Pero, a pesar de todo, algunas de estas tensiones permanecerán. Finalmente, son las actitudes que adopta y las elecciones que realiza la esposa de un evangelista las que determinan cómo hará frente al estrés de su posición. Ella puede reducir el estrés y realzar los gozos de esta forma de servicio al poner en práctica las siguientes cinco sugerencias.

Cinco puntos para un enfrentamiento exitoso de la situación

Desarrolle un sentido de autoestima propia, su imagen personal afecta su comportamiento sus actitudes, su productividad y el éxito final en la vida.

Elena de White nos dice que “el valor de todo el mundo se hunde en la insignificancia en comparación con el valor de un alma humana”.[1] Dios nos valora porque nos creó. En 1 Juan 3:1 él nos llama sus hijos e hijas. La reputación de un diseñador determina el valor de sus ropas. Asi como una modista cose su marca en un vestido, autenticándolo como original, asi también Dios cose su marca en cada corazón que trae a la vida. Dado que cada uno de nosotros es su obra original, somos de valor eterno.

1. Desarrolle un sentido de estima propia.

Su imagen personal afecta su comportamiento.

Elena de White nos dice que “el valor de todo el mundo se hunde en la insignificancia en comparación con el valor de un alma humana”.[2]Dios nos valora porque nos creó. En 1 Juan 3:1 él nos llama sus hijos e hijas. La reputación de un diseñador determina el valor de sus ropas. Así como una modista cose su marca en un vestido, autenticándolo como original, así también Dios cose su marca en cada corazón que trae a la vida. Dado que cada uno de nosotros es su obra original, somos de valor eterno.

El que haya dado a su Hijo para morir por nosotros revela de cuánto valor somos para él: “El valor de un hombre se conoce sólo acudiendo al Calvario. Es en el misterio de la cruz de Cristo donde podemos determinar la estima del hombre”.[3]

Ya que Dios nos considera de tal valor, ¿no esperará él que nos valoremos a nosotros mismos de igual manera? La respuesta es evidente: “Cristo pagó un precio infinito por nosotros, y quiere que estimemos nuestro propio valor en conformidad con dicho precio”.[4] “El Señor se chasquea cuando su pueblo se tiene en estima demasiado baja. Desea que su heredad escogida se estime según el valor que él le ha atribuido”.[5]

En su carta a Timoteo, Pablo advierte contra el otro extremo, el que llegaría a ser un problema en los últimos días. “Los hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos” (2 Tim. 3:2; versión Biblia de Jerusalén). Sus palabras describen a la gente interesada en hacer su vida sin preocuparse por Cristo y sus semejantes. Elena de White muestra cómo podemos alcanzar el equilibrio apropiado: “Mientras no debemos pensar de nosotros mismos más de lo debido, la Palabra de Dios no condena un debido respeto propio. Como hijos e hijas de Dios, deberíamos tener una consciente dignidad de carácter, en la cual el orgullo y la importancia de sí mismos no tienen parte”.[6]

Tener esta clase de preocupación por nosotros mismos no significa enorgullecernos de  nuestras posesiones o talentos o de lo que hacemos. No significa que nos consideremos mejores que otros. Simplemente significa que nos miramos a través de los ojos de nuestro Señor Jesucristo. Un saludable respeto de sí mismo es el resultado de un Dios amante y de nuestra aceptación de su amor personal.

  1. Establezca las prioridades. “Fijar las prioridades —dar prioridad a los objetivos más importantes— separa a la gente exitosa del resto de la población”. Involucra la fijación de metas de corto y largo alcance, priorizando las actividades y administrando el tiempo.[7]

Una esposa de ministro dijo que en realidad el teléfono era la orientación de Dios para su vida diaria. Quienes son llamados establecen sus prioridades. Ella sentía que si no hacía todo lo que se requería de ella, alguien podía pensar que no estaba haciendo su trabajo. Si no establecemos nuestras prioridades, encontraremos fácil conformarnos con tales interrupciones. Y encontraremos poca satisfacción cuando los requerimientos de otros determinen nuestras prioridades. Cuando hemos hecho lo mejor para encontrar y seguir la voluntad de Dios, no necesitamos atormentarnos acerca de lo que otros puedan pensar o decir; Dios dice: “No te desampararé, ni te dejaré” (Heb. 13: 5). Asique, confiadamente podemos decir “El Señores mi ayudador; no temeré lo que me puede hacer el hombre” (vers. 6).

Gail Sheehy encuestó a 60.000 personas con edades que oscilaban entre los 18 y 80 años, y entrevistó a varios cientos de individuos. Ella dijo: “La constante en la vida de la gente que gozaba de un alto bienestar era su devoción hacia alguna causa o propósito más allá de ellos mismos”.7

Cualquier artífice que moldee una masa de arcilla le dirá que la clave para hacer un buen jarrón está en el “centrado”. Una vez que usted centra la arcilla sobre la rueda, puede hacer con ella lo que desee. Semejante al alfarero que manipula la arcilla, la esposa del pastor o del evangelista enfrenta numerosas presiones que intentan forzar su vida de una u otra manera. Ella puede ser incapaz de controlar las presiones que su papel le reclama. Pero una vez que se “centra” en un propósito, puede elegir cómovivirá.

Usted debería dar al Señor su primera prioridad. Cierta vez una mujer de 97 años le dijo a su pastor que había visitado la Casa Blanca y había estrechado la mano de Abraham Lincoln. Debido a esta experiencia, ella creyó que conocía al presidente Lincoln. Ahora bien, el pequeño hijo de Lincoln podía invadir la oficina de su padre, sentarse sobre su regazo y darle un beso donde quisiera; sólo el hijo de Lincoln lo conocía realmente.

La esposa del ministro puede experimentar esta clase de relación con el Señor si aparta celosamente un tranquilo momento diario para estar con él. Él nos implora: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Sal. 46:10). “Al orar, Dios se detiene para besar al hombre, para bendecirlo, y para ayudarlo en todo lo que Dios puede idear o el hombre puede necesitar”.[8]

¡Maravilloso! ¡Esto abarca todas las cosas!

Una vez que nos aseguramos la satisfacción de nuestras necesidades espirituales, “nuestro primer deber hacia Dios y nuestros semejantes es el desarrollo individual”.[9] Junto con lo espiritual, debemos buscar desarrollar y mantener los aspectos mentales, físicos y sociales de nuestro ser.

Alguien ha dicho que si las mujeres emplearan tanto tiempo para pensar acerca de la vida su propósito, sus objetivos, su planificación, etc. como el que emplean para cocinar, podrían ser mucho más productivas. El tiempo empleado cada día oliendo las rosas, haciendo una caminata, leyendo un buen libro, o realizando un pasatiempo favorito, es tiempo bien empleado.

  • Cultive una actitud positiva. Norman Vincent  Peale nos recuerda que existen sólo dos formas de mirar algo: positiva o negativamente. M. Scott Peck nos dice que tener una visión realista de la vida demanda que nos enfrentemos con el hecho de que la vida es difícil. Una vez que admitimos esto, dejamos de considerar cuán difícil es y ya no nos importa más. Luego dice: “Los problemas requieren de nuestro valor y de nuestra sabiduría; en verdad, ellos crean nuestro valor y nuestra sabiduría. Es sólo gracias a los problemas que crecemos mental y espiritualmente”.[10]

Corrie ten Boom, la mujer alemana que padeció en los campos de concentración por haber ayudado a algunos judíos a escapar de los nazis, dijo: “Yo sé que las experiencias de nuestra vida, cuando dejamos que Dios las use, se convierten en la preparación misteriosa y perfecta para la obra que él nos dará para hacer”.

Una mujer respondió a nuestra encuesta declarando que sentía que muchas quejas surgen en una mente centrada en la compasión propia. Cuando mantenemos una actitud positiva que se enfoca en nuestros privilegios, estamos mucho más tranquilos para vivir y estimulamos nuestra propia salud y la de quienes nos rodean.

  • Adáptese. Sinónimos de adaptarse incluyen acomodarse, ajustarse, conformarse, consentir y armonizar. Las esposas de evangelistas pueden identificarse con estas cualidades. Para ellas, adaptarse significará someterse a Dios y confiar en su conducción. Algunas, por naturaleza, encuentran más fácil adaptarse que otras, pero en el análisis final todas tenemos que trabajar para hacer frente a la vida. Durante los primeros veinte años de nuestra vida matrimonial, mi esposo y yo nos mudamos 35 veces. No fue fácil. Aprendí que tres pares de cortinas de paño cubren las ventanas de habitaciones y livings en casi cualquier casa. Y que el líquido más importante de la ama de casa es el lustre re- movedor de raspones; ¡cubre una multitud de pecados! Booker T. Washington dijo una vez: “El éxito debe ser medido no tanto por la posición que uno ha alcanzado en la vida como por los obstáculos que ha vencido mientras trataba de lograrlo”.[11] Una mariposa obtiene la fortaleza para volar abriéndose camino a los empujones a través de las paredes de su capullo. Semejante a muchas orugas en sus capullos, permaneceremos como gusanos sin energía a menos que flexionemos los músculos de nuestro carácter contra las paredes de la dificultad y la privación.

Cristo tuvo que hacer una cantidad de adaptaciones mientras estuvo sobre la tierra pero “por lo que padeció aprendió la obediencia” (Heb. 5: 8). En tiempos de adversidad o estrés, nos invita a permanecer en él (véase Juan 15:4), y dice: “Venid a mí todos… y yo os haré descansar” (Mat. 11:28). Nos recuerda que debemos reposar y aguardar pacientemente en él (Sal. 37: 7), porque en quietud y confianza nos fortalecemos (Isa. 30: 15).

Los cambios constantes a los cuales debemos adaptarnos como esposas de ministros nos beneficiarán si nos obligan a buscar refugio en nuestro Padre celestial. Así obtendremos el sustento espiritual necesario que nos ayudará a manejar la tensión. Con la ayuda de Dios, cualquier situación difícil puede convertirse en una piedra que nos catapulte hacia una experiencia mejor.

  • Confíe en Dios. La ciudad de Kiev, en Rusia, posee un monumento dramático. Fue erigido en honor a los 100.000 judíos muertos por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. En la cima del monumento está una estatua que representa a una mujer, con las manos atadas detrás de ella, intentando amamantar a su bebé en los últimos momentos de su vida. Incluso al enfrentar la muerte, ella sólo pensaba en las necesidades de su niño.

“¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti” (Isa. 49:15). “Si te pones en sus manos, El te hará más que vencedor por Aquel que nos amó”.[12]

Sobre el autor: Marie Spangler es profesora jubilada y una de las fundadoras y primeras coordinadoras de Shepherdess International. Escribe desde Burtonsvllle, Maryland, Estados Unidos.


Referencias

[1] Elena de White, Counsels to Writers and Editors, pág. 126.

[2] White, Testimonies, t. 2, págs. 634, 635.

[3] White, El ministerio de curación, pág. 398.

[4] White, El deseado de todas las  gentes, pág. 621.

[5] White, Mente, carácter y personalidad, pág. 266.

[6] Sybll Stanton, The Twenty-five-Hour Woman (Old Tappan, Fleming H. Revell Co., 1986), pág. 151

[7]  Ibid., págs. 46, 47.

[8] E. M. Bounds, citado en Dick Eastman,The Hour That Changes the World (Grand Rapids, Baker Book House, sin fecha).

[9] White, Consejos sobre el régimen alimenticio, pág. 15.

[10] M. Scott Peck, The Road Less Traveled (Nueva York, Touchstone Books, 1980).

[11] En Stanton, Ibid., pág. 55.

[12] White, El camino a Cristo, pág. 71.