Cristo habló de noventa y nueve ovejas en el redil y una perdida. La proporción de ovejas perdidas es hoy bastante más elevada. Tal vez habrá más accidentes en el campo o menos respeto hacia el pastor, pero se pierden más ovejas. Las estadísticas nos asustan y optamos poíno mirarlas muy seriamente, o tratamos de acallar el sentimiento que nos embarga cuando las examinamos. Al hacer la proyección de crecimiento para la década, trabajamos calculando un 48% de pérdidas previstas en relación a 100 bautizados. Eso incluye desaparecidos, muertos, apóstatas y perdidos en los trámites de las cartas de traslado.

Repasando estadísticas antiguas nos asombramos al ver que en la División Norteamericana en 1937 hubo 56 eliminados por cada 100 agregados. Fue un año excepcional por quién sabe qué limpieza de los registros, pero eso significó 6.285 eliminados y 11.314 agregados. En los 12 años comprendidos entre 1932 y 1943 fueron eliminados de los registros de la División Norteamericana 68.100 miembros sobre un total de 159.711 agregados. En 1972 fueron eliminados en todo el mundo 60.017 hermanos de los registros, lo que equivale a 300 iglesias de 200 miembros cada una… La parábola de Cristo ha sido multiplicada en forma alarmante.

La apostasía ha existido siempre. Rastreando sus comienzos llegamos hasta el jardín del Edén, y allí comprobamos que es aún más antigua: Lucifer fue el primer apóstata. Caín fue un apóstata que pisoteó con saña los principios más elementales de la fe y trajo oprobio a la causa y deshonra a la familia. Hubo apóstatas tanto cuando la columna de nube conducía a Israel, como cuando el Sinaí ardía por la presencia de Jehová. Y en ambos casos fue una apostasía inadmisible si pensamos en la certeza que podían tener del origen divino de su peregrinación. Hubo apostasía aun cuando Cristo hacía sus milagros: el propio Judas los había presenciado. Y hubo también apostasías en el momento en que el Espíritu Santo había transformado el grupo de amedrentados discípulos en una compañía poderosa. Giezi fue apóstata aun cuando era siervo del gran Elíseo. La lista continúa interminable con nombres famosos como Balaam, Acán, Coré y sus compañeros de rebelión, Saúl, Ananías y su esposa, Demas, y otros.

Pero, aunque es común, es siempre dolo- rosa. Es como la muerte, sinónimo de llanto, despedida y luto. Y produce tristeza en el cielo y en la tierra. Sin embargo, algo debemos hacer. Sugerimos que demos juntos algunos pasos en la comprensión y la solución del problema.

1) ¿Qué es evangelización? No es sólo bautismo para informar un número más. Según el libro de los Hechos, el trabajo completo del ministro se resume en testificar por la verdad y exhortar al arrepentimiento; bautizar a quienes acepten la verdad presentada y finalmente confirmar a los creyentes en la fe recibida (Hech. 2:40-42). Es decir, no está completo el ciclo si al menos no se ha hecho todo lo posible para que los que recibieron la verdad sean afirmados en ella. De manera que, una oveja rescatada, aunque ya haya estado antes dentro del redil, produce tanto gozo en el cielo como la errante que viene por primera vez a él. Debemos estar convencidos de ello. “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma y cubrirá multitud de pecados” (Sant. 5:19, 20). Rescatar equivale a salvar almas.

2) Poco o nada ganamos con lamentarnos, lo que importa es encarar el problema luego de entenderlo a fondo. En The Ministry aparecieron entre 1930 y 1960, por lo menos 67 artículos sobre el tema. Ninguno de ellos, sin embargo, habla más que de los síntomas. No encontramos estudios a fondo del problema, que ofrezcan un diagnóstico claro y acertado, a la vez que una medicina.

3) Necesitamos ese estudio. Podemos imaginar causas y razones, pero tal vez estemos errados. Mucho se ha hablado de la falta de preparación pre bautismal, en forma especial en relación con las grandes series de conferencias. Tal vez haya alguna razón en ello, ¿pero hasta qué punto? ¿Influirá la escuela sabática con su sistema de clases o informes? ¿Será la carga financiera que la iglesia pone sobre sus miembros otra causa? ¿Será la falta de entusiasmo y fervor de algunas iglesias? ¿Será…? ¿Qué será? Eso debemos saberlo para luego buscar soluciones y enmendar rumbos.

Deseamos que el primer semestre de 1975 sea el tiempo para realizar ese trabajo. Los materiales están preparados, solamente deseamos la colaboración del ministerio de Sudamérica.

Hace algunos años realizamos en Lima, Perú, un estudio tal con los alumnos del curso de verano del Colegio Unión. Lógicamente abarcó solamente un sector del vastísimo campo sudamericano. Al analizar los resultados obtenidos luego de visitar a cuatro decenas de ex miembros de iglesia, nos sorprendimos todos cuantos habíamos participado en el experimento. Tenemos aquí sobre el escritorio un resumen que contiene los resultados de 17 entrevistas, las que revelan lo siguiente, digno de comentarse:

Promedio de permanencia en la iglesia: 5 años.

Instrucción previa al bautismo: 12 sí, 2 no, 2 poco.

Causas que motivaron el alejamiento: 6 sábado, 3 casamiento, 4 problemas humanos con iglesia o miembros, 1 enfermedad.

Pertenece a otra iglesia: 2 sí, 15 no.

Desean volver a la iglesia: 13 sí, 2 no.

Mantiene principios sobre:

Observancia sábado: 13 no, 1 sí, 2 a veces.

Alimentación: 9 sí, 4 no.

Bebidas: 10 sí, 1 no.

Recreaciones, diversiones: 13 sí, 2 no.

Al examinar detenidamente estos datos, que pueden no reflejar la realidad de algunas otras áreas sudamericanas, saltan a la vista ciertos hechos. El primero, difícil de aceptar, tomado así de buenas a primeras, debido al enfoque tradicional nuestro, es que la verdadera causa de apostasía no parecería ser solamente la falta de preparación doctrinal. Todo pastor y evangelista sabe que no corren siempre paralelas la preparación previa y la permanencia en la iglesia, como tampoco son sinónimos falta de preparación y apostasía. Es elemento importantísimo que no debería ser descuidado en ningún caso, pero hay otros que corren paralelos y que son tan importantes o más que ése. Uno de ellos es la atención postbautismal, en forma especial cuando el hermano deba desafiar tormentas o arrostrar luchas. Hay gente que conoce perfectamente la doctrina, aun la ha enseñado y predicado, pero que claudica al enfrentar sin ayuda humana una situación difícil. Basta saber que de 17 personas entrevistadas solamente dos han abrazado otras doctrinas, una de las cuales había sido Rosacruz, volviendo luego de un breve período de un año de permanencia entre nosotros, a su antigua fe. El otro dato de real interés es que al paso que trece personas siguen manteniendo los principios sobre recreaciones, solamente una continúa siendo fiel en la observancia del sábado. Las luchas en lo que a trabajo y fidelidad se refiere, necesitan el apoyo a tiempo y perseverante del pastor encargado del rebaño.

4) Lo más importante: ni las computadoras, ni las cartas, ni siquiera los ancianos de la iglesia reemplazan a un pastor divinamente llamado en la tarea de curar las heridas de la oveja lastimada. “Porque, aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio”, decía Pablo a los Corintios (1 Cor. 4:15). El pastor es el pastor. Él es el gran médico que la oveja espera. Una visita, una oración, el entusiasmo y la dedicación demostrados en solucionar un problema, la sola presencia del pastor consagrado puede resucitar muertos, como aquel israelita cuyo cuerpo arrojado al sepulcro del Elíseo recobró la vida por el solo contacto con el cuerpo del profeta. (2 Rey. 13:20, 21.)

“Hace mucho que deseaba volver a la iglesia, me sentía sin embargo aprensivo y hasta avergonzado. Con esta oportunidad que usted me da, podré cristalizar el deseo de volver a la iglesia”, fue la inmediata respuesta de un hermano que, alejado de la congregación, sufría por la separación y que fue resucitado.

Pastor, muchos muertos espirituales lo esperan. ¿Irá usted por ellos?