Mientras estoy sentado escuchando el sermón del pastor X, algunas luces rojas parpadean en mi mente. El habla (¿o más bien grita?) acerca del pecado, el amor, y el Calvario; pero de algún modo, todo retumba vacío para mí. Claro, yo conozco esa cita famosa de Elena de White, donde ella habla acerca de levantar a Jesús, pero ¿tenía ella en mente esto? ¡En realidad, el pastor suena a algo Pentecostal! ¿Hay algo malo en esto? ¿No necesitamos acaso una predicación más vigorosa a fin de alcanzar a la mente moderna? ¿Que’ con respecto a los profesionales jóvenes, o a la juventud que pareciera perderse por la puerta trasera? El pastor sigue predicando y utiliza su imaginación. De los 30 minutos del sermón -25 minutos de imaginación. Predicación “liviana”- pero no olvidaremos sus vividas descripciones.

 Me gustaría reflexionar acerca de lo que significa la predicación y adoración en la Iglesia Adventista del Séptimo Día al comenzar el siglo XXI. Usted notará que estoy vinculando adoración y predicación -no necesariamente porque la adoración ocurra en el contexto de un servicio formal. ¡Nada de eso? Sino más bien porque la adoración y la predicación describen la conexión y por lo tanto el punto público donde nosotros, como adventistas, nos encontramos. El sábado de mañana, miércoles, o viernes. El lugar y la hora donde declaramos públicamente nuestra alianza y amor al Dios Creador y Redentor; dónde venimos a enfocar de nuevo nuestra visión del pronto retorno de este Salvador. Aquí hay algunas reflexiones y preguntas -escritas ambas desde la perspectiva del púlpito y el asiento -acerca de la adoración en el siglo XXI.[1]

 1. La adoración tiene que ver con la entrega -no con cierto estilo de música. La adoración es vivida por aquellos que conocen personalmente al Cordero. No es posible “manufacturarla” genuinamente. En Lima, donde vivo, hay un lugar de la ciudad donde uno puede comprar cualquier tipo de ropa con las etiquetas correctas de algunas marcas famosas (como Calvin Klein, Lacoste, o Hugo Boss) por apenas una fracción del precio original. Solamente hay un problema: no es original y el comprador incauto descubrirá pronto esto después de la primera lavada. Los modelos de adoración (incluyendo la música), pueden ser muy impresionantes y genuinamente conmovedores, pero tenemos que ver los resultados duraderos.

 2. ¿Deseamos hacer tontos a nuestros miembros de iglesia? ¿Dónde están los sermones que nos desafían, que enfocan el cambio y una vida santa y no simplemente sermones que nos repiten la historia “liviana”? ¿Necesitamos copiar un estilo de discurso espectacular para llegar a la gente? ¿Será posible que nuestras iglesias no siempre están llenas por la falta de predicación profunda?[2]

 3. La verdadera predicación habla tanto de mí mismo como de Jesús, la salvación, o la segunda venida. Este es un pensamiento estremecedor para nosotros los predicadores. Nos desafía a ser honestos y genuinos. Nos llama a un modelo de predicación encarnacional. Al mismo tiempo, sin embargo, humilla al predicador con el conocimiento de que la Palabra de Dios jamás es irrelevante, a pesar de que mi predicación podría serlo.[3]

 4. La cruz nos desafía a ser más profundos en nuestra predicación porque nos habla a grandes voces acerca del crucificado, el que una vez habló con autoridad (Mat. 7:29). No una autoridad que necesita alguien que me grite durante 60 minutos, sino la autoridad traída por Dios.[4] Honestidad es una cosa -alimentar el rebaño de Dios es otra. Nosotros como pastores necesitamos ofrecer más profundidad a la iglesia que está hambrienta. La función de un sermón -como parte de nuestra adoración- no es de entretenimiento, sino de alimentar a un pueblo que necesita crecer. Y esto significa crecer en todas las áreas principales de nuestras vidas mental, emocional y espiritualmente.

 5. La adoración adventista no compra la oferta de la “teología del encuentro”. Está muy de moda hablar acerca de la teología del encuentro en estos días. A la verdad, no podemos simplemente pensar intelectualmente acerca de Dios sino experimentarlo en nuestras vidas. Como pastor y profesor a menudo escucho la frase “siento (o sentí) la presencia de Dios” – o la otra “no siento nada”. La teología del encuentro del siglo XX tiene sus raíces en la neortodoxia de Karl Barth y Emil Brunner.[5] Barth -viniendo del liberalismo extremo- redescubrió la Palabra de Dios, pero él (y sus seguidores) eliminó un elemento importante: Su Palabra es objetiva y no depende de que esta palabra se torna “inspirada” o “verdad” para mí o para ti.[6] Ella es verdad y regla en un océano de modas siempre cambiantes, caprichosas, y sentimentales. No puede ser ratificada por mis sentimientos. La adoración basada en sentimientos en realidad invitará a ataques bien planificados de la mente maestra de la manipulación mental -Satán.

 6. Finalmente, eliminemos el concepto de que la adoración es solamente 20 minutos de un servicio de cantos organizado profesionalmente (con todos sus pitos y flautas, sus bombos y platillos) o todas las dos horas del tiempo de adoración del sábado de mañana. La adoración se manifiesta en mí, cada minuto de mi vida (1 Cor. 10:31). Ella tiene que ver con mi estilo de vida, lo que como, lo que visto, lo que escucho (o lo que no escucho), mi dinero, mis prioridades.

 Pongamos esto en claro: No soy tradicionalista. Amo realmente la música y he escrito, ejecutado y grabado música por más o menos unos quince años. Me encanta predicar sermones fuera de serie donde hasta mi esposa queda sorprendida al final. Demográficamente podría ser clasificado como un miembro de la generación X. Pero como pastor y profesor de futuros ministros estoy preocupado con las tendencias orientadas solamente al gusto del consumidor, bellamente diseñadas con ideas de adoración absolutamente digeridas. Para ponerlo aún más claro: la Iglesia adventista del Séptimo Día no crecerá copiando la práctica o el estilo pentecostal, o por minimizar su mensaje dado por Dios. Dios nos ha puesto aquí para un propósito específico, principalmente para predicar el pronto regreso de Jesús a la luz del mensaje de los tres ángeles que están volando por en medio del cielo. Como la iglesia remanente, estamos seguros de tener cosas más importantes que hacer que ser meros imitadores. ¿Qué esperamos entonces? Pongámonos a trabajar.

Sobre el autor: Dr Th.D. es maestro de Teología en la Universidad Peruana Unión


Referencias

[1] Compare también mis comentarios en G. A: Klingbeil, “Una Teología de la Música Sacra”, Theologika 12/2 (1997), 182-203 acerca de la música en la adoración en el contexto de la teología.

[2] Un caso similar ha sido recientemente hecho por M. J. Dawn, Reaching out without dumbing down (Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1995).

[3] Vea las consideraciones pertinentes de N. Kurtaneck, “Are Seminaries preparing prospective pastors to preach the Word?” Grace Theological Journal 6/2 (1985), 368-369.

[4] Resulta interesante notar el comentario de Elena G. de White sobre esta referencia donde sugiere que deberíamos tomar el Sermón del Monte como ejemplo de cómo debemos enseñar y predicar. No palabras rebuscadas, no misterios inexplicables, no asuntos de brillo sensacional -sino verdades sencillas, puras y plenas (Compare 7T, 268-270).

[5] Brunner a su vez estuvo muy influido por Martín Buber y su concepto del encuentro “Yo y Tú”. Filosóficamente, esto está enraizado en el existencialismo. Compare M. F. Goldsmith, “Martín Buber”, en New Dictionary of Theology, ed., S. B. Fergunson y D. F. Wright (Leicester/Downer’s Grove: InterVarsity Press, 1988), 110-11. Compare también K.S. Kantzer, “Revelation and Inspiration in Neo-Orthodox Theology, Part I”, Bibliotheca Sacra 115/458 (1958), 120-127 [igualmente las dos siguientes contribuciones como parte II y III de Kantzer] y también R. A. Muller, “Christ-The Revelation or the Revealer?” Brunner and Reformed Orthodoxy on the doctrine of the Word of God”, JETS 26/3 (1983), 307- 309.

[6] Este rechazo de cualquier intento a la objetividad de la Palabra de Dios es un buen ejemplo de la teología dialéctica de Barth la cual unificó a la escuela neo-ortodoxa. Compare, E. Jüngel, Karl Barth. A Theological Legacy, trad G.E. Paul (Philadelphia: Westminster Press, 1986), 37.