Comprender la dinámica del conflicto desde diferentes perspectivas es una necesidad para las personas que necesitan bregar con él día a día. La pareja de profesores universitarios Carlos Chimpén López y Soledad Sagrado García decidieron profundizar este conocimiento y en esta entrevista compartir algo de su experiencia.

Carlos Chimpén López es Doctor en Psicología y Magíster en Intervenciones en Psicoterapia por la Universidad de Salamanca, España. Además, obtuvo un máster en Terapia Narrativa por la Universidad de Melbourne y la Fundación Dulwich (Australia). Actualmente trabaja como profesor en la Universidad de Extremadura y director del único máster universitario de Terapia Narrativa que existe en español. Es el socio fundador y actual presidente de la Asociación Española de Terapia Narrativa (AETEN).

Soledad Sagrado García es Trabajadora Social y tiene un máster en Mediación Social e Intercultural por la Universidad de Sevilla, España. Actualmente es profesora titular de Formación Profesional en los ciclos de Integración Social, Atención a Personas en Situación de Dependencia y Educación Infantil. Es secretaria y socia fundadora de la AETEN.

Están casados desde hace casi 25 años y tienen dos hijos, Daniel y Loida, de 23 y 18 años respectivamente, que son el motor y el impulso de todo lo que hacen, y el mayor éxito que han tenido en los ámbitos personal y profesional.

¿Cuáles son los tipos más comunes de conflicto?

En una sociedad tan plural como la actual y sometida a tantos y tan diversos cambios, tanto en los modelos familiares como en las estructuras sociales, no creemos que se puedan reducir los conflictos a un solo tipo. Sin embargo, sí podemos afirmar que los conflictos familiares, en cualesquiera de los nuevos modelos de familia existentes (familias monoparentales, familias reconstituidas, familias extensas, familias de padres/madres del mismo sexo, etc.) son los que afectan más negativamente a las personas que los padecen, por el alto grado de implicación emocional que suponen.

Entre estos tipos, ¿cuál es el más difícil de resolver? ¿Por qué?

En nuestra opinión, no existe un conflicto más difícil de resolver que otros; existen personas que pasan situaciones que les impiden desarrollar estrategias exitosas de resolución de conflictos y que, por lo tanto, presentan mayor dificultad en su resolución. Lo que sí es importante resaltar es que cuanto más enraizado y fortalecido esté un conflicto, sea del tipo que fuere, más difícil va a ser su resolución. Los conflictos relacionados con las personas con las que tenemos vínculos afectivos profundos son más complejos de tratar, ya que los sentimientos forman parte del conflicto y lo condicionan. También es importante tener en cuenta que la resolución de conflictos es algo que se aprende, y que la sociedad tiene una responsabilidad en este aprendizaje. Debemos enseñar a los niños y las niñas las maneras óptimas de resolución de conflictos desde los primeros momentos de la infancia.

¿Todo conflicto es perjudicial? Si no, ¿de qué modo un conflicto puede ser positivo?

Es muy importante entender que los conflictos no tienen que ser negativos; es más, no son negativos en sí mismos. Entender los conflictos como algo positivo que nos proporciona posibilidades de mejora, formas de crecimiento personal y social, maneras de reconstruir situaciones negativas, etc., es la base para su resolución. Los conflictos no son malos en sí mismos; lo que hacemos con ellos, es decir, la forma en que los gestionamos, es lo que les da el carácter negativo. Es más, los conflictos son y han sido necesarios para que se produjeran los mayores cambios en la historia de la humanidad. No queremos decir con esto que tengamos que pasarnos la vida “buscando” conflictos, sino que debemos aprender a gestionarlos y a solucionarlos de forma positiva desde temprana edad, para así conseguir sacar de ellos lo mejor. Por ejemplo, no es negativo estar enfadado o sentirnos mal con otra persona; lo negativo es gestionarlo de forma violenta o con agresividad. Que el sentimiento de enfado nos ayude a conocernos a nosotros mismos y a entender y empatizar con el otro sería una forma alternativa de resolución de conflictos en la que este habría perdido su carácter negativo.

¿Cuáles son los principales desafíos al gestionar un conflicto?

El principal desafío en la resolución de cualquier conflicto tiene que ver con lo que hemos visto anteriormente, con creer que todo conflicto es negativo. Cuando vemos los conflictos como posibilidades es cuando se producen los cambios más significativos. Otro elemento importante sería la empatía, pero no entendida como “ponernos en el lugar del otro” sino entendida como una forma de valorar y empoderar al otro como persona; como una filosofía de vida de respeto hacia los demás, hacia los que nos parecen más distintos de nosotros. De este modo, podríamos entender la empatía como el abandono del etnocentrismo, que nos hace ver a los demás como diferentes y peores que nosotros y nosotras. Ver al otro/a como un igual y no como un rival cambia la gestión de cualquier conflicto.

¿Cómo definirían la mediación, como método de resolución de conflictos?

La mediación es un método que ha demostrado su eficacia y eficiencia en la solución de conflictos en ámbitos tan dispares como los conflictos laborales, de pareja, familiares, ambientales, comunitarios, entre otros. Es importante no confundir la mediación con otros instrumentos, como la negociación, el arbitraje y, sobre todo, con la conciliación, que es la que más suele ser utilizada por los pastores en las iglesias.

Podemos definir la mediación como un método alternativo de resolución de conflictos en el que un tercero imparcial, neutral y con herramientas profesionales ayuda a las partes a llegar a un acuerdo por el que ambas ganen. En una mediación, son las partes las que saben más de su conflicto, las que mejor conocen cómo y cuándo se originó, y cómo se fue alimentando y fortaleciendo; y es por eso que son estas mismas partes las implicadas en la resolución del conflicto y en conseguir un acuerdo satisfactorio. Para ello, ambas partes tienen que ceder. Es importante entender que el mediador ni opina, ni sermonea, ni decide ni aconseja; solo escucha de forma activa y pone en juego sus conocimientos para conseguir que las partes lleguen a un acuerdo por el cual ambas ganen.

La mediación es una herramienta muy eficaz, pero al mismo tiempo es un instrumento profesional que exige formación y preparación por parte de las personas que van a ser mediadores. Por lo tanto, para contestar la pregunta, podríamos decir que el pastor tiene que tener una formación específica y profesional como mediador para poder poner en práctica esta herramienta tan poderosa dentro de las iglesias. No queremos decir con esto que el pastor no pueda ayudar a las personas si no es mediador profesional, si no que de no estar formado y preparado en mediación empleará otro tipo de herramientas, pero no la mediación como tal.

Algunos pastores ignoran los problemas, pensando así evitar los conflictos. Esta estrategia ¿es válida? ¿Cuáles son las principales consecuencias de este tipo de comportamiento?

Eludir o ignorar un conflicto o problema es una forma de gestionarlo de forma negativa y poco eficaz, pero es algo bastante común, ya que a lo largo de nuestra vida hemos visto a muchas personas actuar de la misma forma frente a los problemas y hemos aprendido esos modelos por imitación. Lo importante es entender que los problemas no desaparecen; solo crecen, se multiplican y alcanzan a más gente y de manera más profunda cada vez. Esta manera de gestionar los conflictos provoca en las personas frustración, sentimientos de impotencia, y puede derivar en conductas agresivas. Las consecuencias que suelen tener es que las personas pierden la confianza en sí mismas, presentan problemas de autoestima, y también tienen más dificultades para confiar en otras personas y en figuras representativas para ellas, como los pastores.

¿Cuál es la mejor forma de resolver conflictos?

No hay una sola forma de resolver los conflictos; lo importante es quitarles su carga de negatividad y dotar a las personas de experiencias positivas a la hora de enfrentar una situación conflictiva. Sin embargo, creemos que es muy importante valorar la diversidad de opiniones, culturas, valores, pensamientos, comportamientos… ver a los que son diferentes de nosotros como personas que suman, que aportan y ayudan, no percibirlos como enemigos.

Hay que resolver los conflictos con interés por mejorar las relaciones y con una disposición positiva a dejar de ver el mundo con “nuestras gafas”, para poder verlo en toda su dimensión. La mejor forma de resolver un conflicto es hacerlo no con la intención de “ganar” o dañar al otro, sino con la intención de ayudar al otro y a mí mismo a crecer como persona, y a mejorar la relación en el momento actual y de cara al futuro. La mejor forma es ver el conflicto desde un punto de vista relacional, dejando el individualismo a un lado.

¿Cómo desarrollar una cultura de iglesia que minimice los conflictos y maximice la armonía?

Esta pregunta es de difícil solución, ya que no hay dos iglesias iguales y tampoco hay una fórmula mágica que se pueda aplicar en todos los conflictos. A riesgo de parecer repetitivos, creemos que la única forma de minimizar los conflictos es respetar a los demás como personas diferentes, abandonar los prejuicios y las ideas preconcebidas en relación con los demás, y tener como meta    el respeto al prójimo y a uno mismo. De nuevo, lo relacional cobra mucho sentido. Las iglesias son estructuras formadas por personas, y como tales vamos a encontrar muy variadas formas de pensar, los conflictos van a ser inevitables, y por eso es importante que enseñemos a los niños desde temprana edad a gestionarlos de forma positiva, a entenderlos como algo que ayuda en nuestro crecimiento como personas y como iglesia. Como en tantas otras cosas, la prevención mediante la formación es la mejor estrategia para garantizar la armonía en nuestras iglesias.