La relación entre la iglesia y la Trinidad en 1 Corintios 12.
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La posmodernidad y su cosmovisión rechazan las metanarraciones y la existencia de verdades absolutas y, al mismo tiempo, abrazan el subjetivismo y el relativismo.[1] Esto ha generado interrogantes y desafíos para el mensaje cristiano en su conjunto. Millard Erickson afirma que la tendencia de este punto de vista es escapar de las definiciones y las declaraciones objetivas sobre la esencia de los objetos de estudio, enfatizando lo que hace un objeto dado. Así, la idea ya no es comprender la esencia de las cosas, sino sus funciones prácticas. Erickson escribió: “La generación posmoderna tiende a estar menos enfocada en argumentos y definiciones racionales, y más enfocada en la experiencia y las emociones”.[2]
Dentro del contexto teológico, este punto de vista propone que “el énfasis está en lo que Dios está haciendo, no en quién es él. En consecuencia, se presta más atención a la misión de la iglesia que a su identidad y sus límites”.[3] Desde esta perspectiva, hay más de un factor que contribuye a la gran variedad de manifestaciones cristianas, con comprensiones diferentes y subjetivas. ¿Qué camino debemos tomar? ¿Qué sugiere la Biblia? El propósito de este artículo es delinear los principios bíblicos generales para una iglesia “modelo” basada en las Escrituras, en los primeros versículos de 1 Corintios 12.
Es importante recalcar que la Biblia no tiene un índice temático sistemático sobre cada tema, perosu uso de metáforas e imágenes es bastante rico y ayuda a comprender su teología. En este sentido, al observar cómo la Biblia aborda el tema de la iglesia, Avery Dulles afirma: “La Biblia, cuando busca iluminar la naturaleza de la iglesia, habla casi en su totalidad a través de imágenes, la mayoría de ellas […] evidentemente metafóricas”.[4] Entre las metáforas existentes para la iglesia en la Biblia –especialmente las usadas por el apóstol Pablo, el gran fundador de iglesias en el Nuevo Testamento–, la más destacada es la del “cuerpo de Cristo”.
1 Corintios 12
Si bien 1 Corintios es una epístola en la que Pablo busca responder una serie de preguntas específicas, su contenido no carece de amplios principios teológicos. De hecho, es precisamente en un contexto específico que se puede percibir, según las críticas y las orientaciones del apóstol, cuál es su comprensión de la iglesia.
En el capítulo 12, Pablo describió la metáfora del “cuerpo de Cristo” con más detalle. Esta sección es parte de un contexto más amplio que trata sobre el uso de los dones espirituales, que va hasta el capítulo 14. En los versículos iniciales presenta el tema en cuestión y menciona la vida anterior de los hermanos de Corinto. Luego Pablo procura corregir la opinión que los corintios tenían sobre los dones espirituales y la iglesia. En estos versículos hay una exposición de los “fundamentos teológicos como base para la discusión en cuestión”,[5] y no solo una admonición restringida a una circunstancia específica. Se prestará especial atención a este fundamento teológico.
La primera observación que se puede hacer, a partir de 1 Corintios 12:3, es que el Espíritu Santo es el gran guía del creyente y de la iglesia. Si alguien está imbuido del Espíritu, no blasfemará el nombre de Jesús, sino que lo proclamará como su Señor. Por lo tanto, la iglesia de Dios debe ser movida por el Espíritu Santo, y sus acciones y sus afirmaciones deben provenir de corazones convertidos por esa Persona divina.
Dos aspectos destacables en las cartas paulinas son: la importancia de la iglesia en el desarrollo del Plan de Redención y su descripción en términos trinitarios. En cuanto al primer aspecto, Herman Ridderbos afirmó que la iglesia es parte del “contenido central de la predicación de Pablo. Estaba continuamente incluida en todo lo que se decía sobre la obra redentora de Dios en Jesucristo”.[6] Para este autor, el cumplimiento del Plan de Redención depende constantemente de la participación activa de la iglesia. Sobre el segundo aspecto, Paul Minear afirmó: “La iglesia no tiene una naturaleza que pueda ser fácilmente definida simplemente por la observación, por directa que sea, de la iglesia misma. Su vida brota, se nutre y se orienta hacia la plenitud de la gloria del Dios trino”.[7] Deriva de la razón y la misión por la cual Dios planeó su existencia. En última instancia, una iglesia bíblica debe seguir los parámetros de las Escrituras para su fundación.
Helen Doohan señaló la relación íntima entre la Trinidad y la iglesia en los escritos paulinos: “La comprensión de Pablo de Dios como Padre e Hijo, manifestada en la comunidad y en el cristiano por el Espíritu, es fundamental para su comprensión de la iglesia [énfasis añadido]”.[8] Por lo tanto, para entender mejor a la iglesia, debemos comenzar con la comprensión de la Deidad y sus propósitos.
Volviendo al texto de 1 Corintios 12, la Biblia dice: “Ahora bien, hay diversos dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo; y hay diversas actividades, pero Dios, que efectúa todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Cor. 12:4-6). Aquí podemos percibir una estructura del modus operandi de la iglesia basada en las acciones de la Trinidad. Hay tres palabras clave relacionadas con las Personas divinas: “dones” (carisma), relacionada con el Espíritu; “ministerios” (diakonia), relacionada con Cristo; y “actividades” (energema), relacionada con el Padre. Cada una de ellas tiene conexiones teológicas profundas e informa una forma de actuar de la iglesia en relación con las diferentes manifestaciones de la Trinidad.
Carisma (don)
La primera palabra de esta tríada tiene su origen en el término griego charis (gracia), que, según el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, “es un concepto fundamental que expresa con mayor claridad su comprensión del acontecimiento de la salvación […] aparece solamente en el corpus paulino con eco en 1 Pedro” y generalmente “en un contexto soteriológico”.[9] Este mismo término también se asocia, en la Septuaginta, en equivalencia a las palabras hebreas hen (gracia) y hesed (misericordia), con fuertes connotaciones relacionadas con la Alianza y, por lo tanto, con el plan divino de salvación. Puede traducirse como “un don de gracia, un don gratuito, un favor, un don espiritual”.[10] Por lo tanto, el carisma se origina en la gracia divina. Es un término usado por Pablo en el contexto del Plan de Salvación y significa algo que se otorga a la iglesia sin mérito, un favor que es imposible de ganar sin la ayuda de Dios.
Para el apóstol Pablo, la distribución de los dones para el cumplimiento del Plan de Salvación está ligada a la obra del Espíritu Santo en la iglesia. El TDNT confirma esta relación: “Carisma está ligado a charis [gracia] por un lado y a pneuma [espíritu] por el otro”.[11]
Diakonia (servicio/ministerio)
La segunda palabra está asociada con el verbo diakoneo y el sustantivo diakonos, que tienen los siguientes significados: “sirviente, asistente, doméstico, servir, asistir; ministrar a alguien; servir mesas y ofrecer comida y bebida a los invitados”.[12] Estos términos pueden referirse a diferentes tipos de servicio tales como: servir mesas, servicio de amor, proclamación de la palabra, misión cristiana y “para todos los servicios en la comunidad cristiana”.[13]
En los escritos paulinos, la palabra diakonos trae consigo el concepto de “ministro” en sus diversas aplicaciones cristianas, tales como: ministro de la Nueva Alianza; de justicia; de Cristo; de Dios; del evangelio; y en la iglesia Cristo mismo es llamado el “diakonos (ministro) de la circuncisión” (Rom. 15:8).
El verbo “diakoneo se utiliza específicamente para la persona de Jesús y su evangelio [de] la acción amorosa en favor del hermano o del prójimo”.[14] En Marcos 10:45, es claro esta vocación de Cristo para el servicio: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. Las palabras relacionadas con el servicio (diakonia, diakoneo, diakonos) en el NT están conectadas con la persona de Cristo, su abnegación, su servicio y su muerte sacrificial. Para Pablo, Cristo Señor es el que sirve más plenamente, el diakonos por excelencia.
Energema (actividades u operaciones)
La tercera palabra se basa en el verbo ergazomai y el sustantivo ergon, que tienen los significados básicos de “trabajar, estar ocupado con algo; para crear, producir, fabricar y procesar”.[15] En la Septuaginta, ergon se usa en Génesis para describir la obra de creación de Dios (Gén. 2:2, 3), pero también representa los actos de Yahvé en la historia, demostrando a Israel su fidelidad al Pacto, y también podría significar “milagro”.
En los evangelios sinópticos, esta palabra “está conectada con la obra de Cristo […], donde abarca su acción eficaz en obra y palabra”.[16] En general, en el NT, además de la referencia a las obras de Dios mismo, es posible percibir su actividad salvífica en todas las obras individuales de los seres humanos relacionadas con la voluntad de Dios.[17] El uso de ergon en los escritos paulinos puede resumirse así: “La ergon tou Theou [obra de Dios] en Rom. 14:20 es la oikodome [edificación] de la comunidad. […] Esta actividad de Dios se realiza a través del Espíritu. Se nota en la obra misionera del apóstol, 1 Cor. 9:1: to ergon mou hemeis este en kyrio [‘¿No sois vosotros el fruto de mi trabajo en el Señor?’]. La fundación de la iglesia cristiana corresponde a la creación del mundo. En ambos casos tenemos una obra de Dios a través de la Palabra o del Espíritu. El apóstol no está solo en la realización de la obra de Dios. Sus ayudantes también hacen este trabajo (1 Cor. 16:10; Fil. 2:30). Incluso la acción más secular en interés de la obra misionera cristiana puede considerarse como ergon kyriou [obra del Señor]”.[18]
Su significado, por lo tanto, está asociado a todo tipo de obra que resulta en una acción ligada a la voluntad divina. En el NT la palabra energema aparece solo dos veces, ambas en 1 Corintios 12. Su significado básico es: “Lo que fue hecho; resultado de una operación”.[19] El TDNT lo menciona junto con un grupo de palabras semánticamente próximas y dice: “En el NT es predominante este uso teológico o demonológico”;[20] es decir, se asocia mayormente a acciones espirituales, ya sean divinas o no.
Por lo tanto, toda actividad salvífica es realizada en última instancia por Dios. El resultado de las acciones en el contexto de la salvación, sea humana o no, es ordenado por él. En este contexto, Romanos 8:28 aclara aún más este concepto: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien (synergeo), esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Dios obra a través de las acciones libres de las personas para llevar a cabo su plan de salvación; y a través de todos los aciertos y los errores del mundo creado y sus criaturas él lleva a cabo sus propósitos de manera efectiva. El hombre es solo colaborador de Dios: “Porque nosotros somos colaboradores de Dios [synergoi]” (1 Cor. 3:9). Los planes y la victoria son suyos.
Esta realidad de Dios como fuente de los resultados de las acciones espirituales de la iglesia ya se puede percibir antes en la epístola: “Yo planté, Apolo regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así, ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento” (1 Cor. 3:6, 7).
Otro versículo importante para comprender la intención de Dios con los dones es: “A cada uno le es dada manifestación del Espíritu para el bien común” (cf. 1 Cor. 12:7). El propósito es “ser útil” o “útil” a la comunidad, no beneficiarse egoístamente de uno mismo. La palabra griega symphero (“bien común”) denota la idea de “llevar o juntar; tomar junto con o al mismo tiempo; cargar con otros; recaudar o contribuir con el fin de ayudar, ser productivo, ser útil”.[21]
Conclusión
En resumen, se puede entender que la iglesia de Dios debe organizarse para ser el instrumento del Dios trino para la salvación del género humano. Además de buscar las prescripciones divinas en las Escrituras, la iglesia debe buscar y contar con la presencia, la guía y la acción constante del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. De este estudio se pueden derivar algunos principios generales:
La Trinidad guía a la iglesia como su instrumento en la obra de la salvación. Las acciones de la Deidad en el contexto del Plan de Salvación son complementarias y coordinadas. Los miembros integrados a la iglesia son guiados por el Espíritu Santo y reciben dones (carisma) de él para contribuir a la misión de la iglesia, que es llevar el evangelio al mundo. Los dones, aunque dados a los miembros, pertenecen a la iglesia como un todo y deben ser usados como el Señor indique. Estos miembros deben ser incluidos en ministerios/servicios (diakonia) para usar los dones en servicio desinteresado. Dios Hijo/Señor inspira y coordina a los miembros a través de estos ministerios/servicios. Dios el Padre actúa en la realización del Plan de Salvación como una especie de arquitecto general del plan, garantizando la eficacia (energema) de las acciones realizadas según su voluntad. Los ministerios deben contribuir al crecimiento general de la iglesia y no deben actuar separada o independientemente de ella. Ningún miembro tiene ministerios para sí mismo, sino que contribuye como parte de los ministerios que deben estar dirigidos al bien común. Los ministerios en acción coordinada contribuirán a la edificación de la iglesia y a añadir más miembros a ella.
Sobre el autor: profesor de Teología en la UnASP, Engenheiro Coelho, Brasil.
Referencias
[1] Jean-François Lyotard, A Condição Pós-moderna (Rio de Janeiro: José Olympio, 2011).
[2] Millard J. Erickson, Teologia Sistemática (São Paulo: Sociedade Religiosa Edições Vida Nova, 2015), p. 994.
[3] Ibíd.
[4] Avery Robert Dulles, Models of the Church (Nueva York: Double Day, 2002), p. 11.
[5] David E. Garland, “1 Corinthians”, en Baker Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2021), p. 917.
[6] Herman N. Ridderbos, Paul: An Outline of His Theology (London: SPCK, 1975), p. 327.
[7] Paul S. Minear, Images of the Church in the New Testament (Louisville: Westminster John Knox Press, 2004), p. 12.
[8] Helen Doohan, Paul’s Vision of Church (Wilmington, DE: Michael Glazier, 1989), p. 106.
[9] Hans Conzelmann, “charis, charisma”, en Theological Dictionary of the New Testament, ed. Gerhard Kittel, trad. Geoffrey W. Bromiley (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1964), t. 9, p. 393.
[10] Robert L. Thomas, “charisma”, en New American Standard Hebrew-Aramaic and Greek Dictionaries (Anaheim, CA: Foundation Publications, 1998).
[11] Conzelmann, “charis”, Theological Dictionary of the New Testament, t. 9, p. 403.
[12] James Strong, “diakoneo”, en Léxico Hebraico, Aramaico e Grego de Strong (Sociedade Bíblica do Brasil, 2002).
[13] Lothar Coenen, Colin Brown, Dicionário Internacional de Teologia do Novo Testamento (São Paulo, SP: Vida Nova, 2007), p. 2.343.
[14] Ibíd., p. 2.344.
[15] Ibíd., p. 2.536.
[16] Ibíd., p. 2.539.
[17] Georg Bertram, “ergon, ergazomai”, en Theological Dictionary of the New Testament, ed. Gerhard Kittel, trad. Geoffrey W. Bromiley (Grand Rapids: Eerdmans, 1964), t. 2, p. 642.
[18] Bertram, Theological Dictionary of the New Testament, t. 2, p. 643.
[19] Strong, “energema”.
[20] Bertram, Theological Dictionary of the New Testament, t. 2, p. 653.
[21] Strong, “symphero”.