Querido Dios, no me estoy quejando, pero estoy desanimada. Hoy fuimos a ver la casa donde vamos a vivir dentro de un mes. Construida cerca de un camino de tierra, parece una caja a la cual le han añadido otras cajas al azar. Los dormitorios están lejos de la cocina, lo mismo que el baño; y la ventana de la pieza de estudio da al garaje.
En la sala y el comedor los pisos están en malas condiciones y los artefactos del baño parecieran pertenecer a un museo de antigüedades. No me atreví a descender al subsuelo de piso de tierra y de ásperas paredes.
¿Pero, qué importa todo esto? Tú dijiste: “Yo, el Mesías, no tengo casa, ni donde reclinar la cabeza”’. Ayúdame a no pensar en casas modernas y atractivas. Yo sé que tú puedes bendecir mis esfuerzos para hacer un hogar de esta vieja casa.