Oh Dios Todopoderoso y eterno, ¡cuán terrible es este mundo! He aquí abre su boca para tragarme, y yo confío tan poco en ti… Cuán débil es la carne, y Satanás ¡cuán fuerte! Si debo poner mi confianza sólo en la fuerza de este mundo, todo está perdido… Ha llegado mi última hora; se ha pronunciado mi condena…
¡Oh Dios, oh Dios!… oh Dios, ayúdame contra toda la sabiduría del mundo. ¡Hazlo! Tú puedes hacerlo… Tú solo… Porque ésta no es mi obra, sino la tuya. No tengo nada que hacer aquí, nada por lo cual contender con estos grandes del mundo.
Desearía que mis días transcurriesen felices y en paz, pero la causa es tuya… y es una causa justa y eterna. Oh, Señor, ¡ayúdame! Dios fiel e inmutable, no pongo mi confianza en hombre alguno. Sería en vano. Todo lo que es humano es incierto. Todo lo que procede del hombre, cae…
Oh Dios, mi Dios, ¿no me oyes?… Dios mío, ¿has muerto?… No, no puedes morir. Sólo te estás ocultando. Tú me has escogido para esta obra. Lo sé bien… Entonces actúa, oh Dios… ponte a mi lado, por causa de tu bien amado Jesucristo, quien es mi Defensa, mi Escudo y mi Torre Fuerte.
(Luego de un momento de lucha silenciosa, continúa):
Señor, ¿dónde te ocultas?… oh, mi Dios, ¿dónde estás?… Ven, ven, estoy listo… Estoy dispuesto a entregar mi vida por tu Verdad… manso como un cordero, porque es la causa de la justicia, es tu causa… Nunca me separaré de ti, ni ahora ni por la eternidad…
Y aunque el mundo estuviera lleno de demonios —aunque mi cuerpo, que todavía es la obra de tus manos, deba morir, ser estirado sobre el pavimento, cortado en trozos, reducido a cenizas… mi alma es tuya… Tu Palabra es mi garantía. Mi alma te pertenece, y morará siempre contigo…
Amén… Oh Dios, ¡ayúdame!… Amén.
Nota. Esta oración fue ofrecida por Martín Lutero cuando se aproximaba a la ciudad de Worms para comparecer ante la Dieta. Este tipo de plegaria debiera usarse cada vez más en el Reavivamiento y la Reforma de hoy.