Cuando el estado de California reconoció oficialmente a la Primera Iglesia Nacional de Satanás como denominación autorizada para realizar casamientos y bautismos en el nombre de Satanás, la rebelde raza humana dio un paso más hacia el cumplimiento de las palabras de Apocalipsis 13: “Y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia”.[1] Desde que se formó la Primera Iglesia Nacional de Satanás, en el año 1966, se afirma que casi no hay ciudad importante de los Estados Unidos en la cual no exista una rama de esta religión apóstata.
Pero eso no es todo. La página impresa, la televisión, el cine están inundados de material al que se puede describir con una sola palabra: oculto. Los evangelistas adventistas usaron ocasionalmente esta palabra hace algunos años, y la mayoría de la gente se había preguntado qué querían decir. Oculto significa escondido, secreto, fuera de la comprensión humana, misterioso, encubierto, oscuro, esotérico. La palabra ocultismo se emplea vagamente para definir todo aquello así llamado sobrenatural. Kurt Koch en su libro Occult Bondage and Deliverance (Esclavitud y liberación de lo oculto), indica que este término se aplica a la astrología, la quiromancia, la cartomancia, la clarividencia psicométrica y otras formas de adivinación de la suerte, además de todas las clases de magia, tales como curación y producción de enfermedades, magia del amor y del odio, maldiciones, encantamientos para la fertilidad, magia de persecución y defensa, hechicería, espiritismo, satanismo, telepatía, y ESP [Percepción extrasensoria].
Hace algunos años Elena G. de White declaró: “Algunas personas alientan la creencia de que las supersticiones paganas han desaparecido ante la civilización del siglo veinte. Pero la Palabra de Dios y el duro testimonio de los hechos declaran que se practica la hechicería en nuestro tiempo tan seguramente como en los días de los magos de la antigüedad…
“Los magos de los tiempos paganos tienen su contraparte en los médiums espiritistas, los clarividentes y los adivinos de hoy día… Si se descorriera el velo ante nuestros ojos, podríamos ver a los ángeles malignos empleando todas sus artes para engañar y destruir”.[2]
LA MUSICA DE LAS CAJAS REGISTRADORAS
Indudablemente, gran parte del ocultismo es impostura, pero no lo es todo. Al mundo de los negocios no le importa si se trata de una falsificación o de una demostración cierta de poder sobrenatural. En el mundo millones de personas están profundamente interesadas, si no implicadas, en diversos aspectos del ocultismo con el único fin de enriquecerse. Editores, productores de cine y de televisión están promoviendo este tema por todo medio posible, debido a que sus cajas registradoras les dan las buenas nuevas de los grandes beneficios que obtienen. Lo trágico es que en este escenario de intriga sobrenatural está en juego el destino eterno del hombre.
AFAN DE PODER
En todo lo que tiene que ver con el ocultismo se manifiesta un ingrediente básico: el deseo de poder. Este afán se observa tanto cuando se pretende dominar la mente de otra persona, como cuando se procura la exaltación propia mediante alguna exhibición milagrosa. Por sí misma, ésta es una señal que revela quién se halla detrás de toda la maquinaria del ocultismo. ¿No fue el archiengañador quien se jactaba diciendo: “Subiré… ensalzaré… me sentaré… seré semejante al Altísimo”?[3] Se nos asegura que el anhelo que Satanás tiene de Poder se revela claramente al haber reemplazado la Palabra de Dios por manifestaciones sobrenaturales. “Estas están enteramente bajo su dirección y mediante ellas puede hacer creer al mundo lo que quiere”.[4] El paso siguiente es natural: contagiar a sus seguidores terrenales de su mismo anhelo de poder y dominio. Y debido a que la mayoría de la gente no puede obtener el efecto estimulante del poder que se logra en el mundo de los negocios, de la política, de la ciencia o de los espectáculos, se vuelca esperanzada hacia los dominios del ocultismo. Aparentemente, todos los que procuran llegar a ser practicantes de cualquier tipo de artes ocultas hallan la satisfacción que tanto buscan.
LEY Y AMOR
Ya hemos señalado que si se alzara el velo ante nuestros ojos veríamos que las fuerzas del mal están “empleando todas sus artes para engañar y destruir”. La realización de milagros es quizá la forma de engaño más poderosa empleada por Satanás. Sin embargo, permítasenos comentar otra, que se ha generalizado en nuestros días, pero que muy pocos reconocen como manifestación espiritual. Elena G. de White destaca el hecho de que el espiritismo de los tiempos modernos encubre sus rasgos más objetables con un manto de cristianismo. En lugar de pronunciarse contra Cristo y su Palabra, profesa aceptarlos a ambos. Pero notemos la trampa: “Su interpretación de la Biblia está calculada para agradar al corazón irregenerado, al paso que anula el efecto de sus verdades solemnes y vitales. Los espiritistas hacen hincapié en el amor como si fuese atributo principal de Dios, pero lo rebajan hasta hacer de él un sentimentalismo enfermizo y hacen poca distinción entre el bien y el mal. La justicia de Dios, su reprobación del pecado, las exigencias de su santa ley, todo eso lo pierden de vista”.[5] Cualquiera que lee esta declaración se enfrenta con el pensamiento estremecedor de que estas palabras describen con exactitud la escena religiosa de nuestros días.
Ahora, piense un momento. Si usted o yo fuéramos el diablo, ¿qué método más sutil podríamos emplear para engañar al profeso mundo cristiano, que el de hacer que todos unidos hablen, canten, oren y testifiquen del maravilloso amor de Jesús y, al mismo tiempo, menosprecien la obediencia de la ley de Dios? ¿Y qué otro complemento mejor podríamos hallar que el de inspirar a otro grupo para que comience a machacar sobre las normas y la obediencia a la ley de manera áspera, crítica, que excluya el amor? Por el camino ancho que conduce al infierno avanzan dos grupos cuyas posiciones son extremas: uno vocifera acerca del amor, el otro, acerca de la ley, en tanto que ambos piensan tener a Dios de su parte. La fe puede vacilar ante las promesas de Dios si predicamos la ley excluyendo al amor. Pero igualmente se niega a Cristo cuando se pone el énfasis sobre el amor y se excluye la ley. Y no olvide nunca que este último error está clasificado como el engaño espiritual más sutil y peligroso.
CUALQUIERA VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR
Existe la necesidad de examinar en forma más crítica este conflicto entre Cristo y Satanás, entre la simiente de la mujer y la de la serpiente. El caudillo de las tinieblas no sólo ha atacado a la raza humana en forma abierta, como lo demostró mediante la Iglesia de Satanás y otras siniestras manifestaciones ocultas; también ha tenido éxito al plantar su estandarte de muerte dentro de los límites de la iglesia cristiana.
Cristo abarcó este hecho cuando declaró que “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mi, hacedores de maldad”.[6] Note las tres categorías de obras sobrenaturales —hechas todas en el nombre del Señor—: profecía, expulsión de demonios, realización de otros milagros. Las tres cubren ampliamente toda la gama de fenómenos espirituales. Note cuidadosamente una vez más el único rasgo que diferencia a los que están en la verdad de los que están en el error. Los primeros son los que “hacen la voluntad” de Dios.
En el análisis final estarán aquellos que habrán realizado poderosos milagros en el nombre de Cristo, hasta el punto de expulsar demonios, que es, presumiblemente, el más difícil de todos los milagros. Aun los discípulos fracasaron en realizarlo por lo menos en una ocasión.[7] La cuestión es que algunos, y quizá la mayoría de los que hacen estas cosas, son cristianos profesos pero que habrán obrado guiados por un poder engañoso. ¿Dónde se encuentra ese grupo? ¿Quiénes son? ¿Cómo podemos distinguir a los seguidores de Satanás que realizan milagros en el nombre de Cristo, de los verdaderos seguidores de Cristo, que pueden hacer milagros en su nombre o no? Seguramente debe haber quienes llevan rótulo de cristianos, pero que trabajan para el diablo mismo. Con toda probabilidad no tienen idea de que están dominados por el poder de Satanás, pues de otro modo jamás harían declaraciones tales como las que Cristo dijo que presentarán en el día del juicio.
EL VESTIDO DE OVEJA PARECE TAN REAL
Elena G. de White declara específicamente que “la gente aquí descripta, que hace esas afirmaciones presuntuosas, aparentemente ha entretejido a Jesús en todas sus obras, y representa adecuadamente a los que sostienen la moderna santificación, pero que están en conflicto con la ley de Dios… Satanás ha descendido en estos días finales para obrar con todo engaño de iniquidad en los que perecen. Su majestad satánica realiza milagros a la vista de falsos profetas, a la vista de los hombres, afirmando que él es verdaderamente Cristo mismo. Satanás otorga su poder a aquellos que lo están ayudando en sus engaños; por lo tanto, los que pretenden tener el gran poder de Dios, sólo pueden ser descubiertos por el gran detector, la ley de Jehová. El Señor nos dice que, si fuera posible, engañarían aun a los mismos escogidos. El vestido de oveja parece tan real, tan genuino, que no se puede descubrir al lobo hasta que no se va a la gran norma moral de Dios y allí se halla que son transgresores de la ley de Jehová”.[8]
Nuestro papel, como ministros de Dios, es tener corazones saturados de amor divino y, sin embargo, tan firmes como el acero cuando se trate de defender la ley de Dios. Esta no es tarea fácil de realizar, y seguramente no llegará a ser más fácil en el futuro. No está muy lejano el día en que, los que aboguen por la verdad serán clasificados con el demonio mismo. Con tacto y ternura supremos, equilibrados con firmeza, podemos salir bajo la bendición de Dios para arrancar almas de las garras del enemigo.
Referencias
[1] Apoc. 13:3, 4
[2] Los Hechos de los Apóstoles, pág. 234.
[3] Isa. 14: 13, 14.
[4] El Conflicto de los Siglos, pág. 614
[5] Ibid.
[6] Mat. 7:21-23.
[7] Mar. 9:14-29.
[8] SDA Bible Commentary, tomo 5, págs. 1087, 1088 (la cursiva es nuestra).