Hace años, mientras hacía mi internado en la especialidad de psicoterapia, un terapeuta veterano me dijo: -Es muy probable que tus mejores clientes sean los pastores. Ellos, por lo general, están altamente motivados, tienen muy buena percepción de sí mismos, están conscientes de su conducta, y estarán profundamente agradecidos por cualquier ayuda que les puedas ofrecer.
-Te sentirás encantado de trabajar con ellos. Yo me siento muy bien de haberlo hecho.
Sus palabras fueron proféticas. Como pastor y psicoterapeuta he estado en una posición única, no sólo para ayudar a mis compañeros ministros, sino también para aprender de ellos.
Los pastores tienen las mismas preocupaciones que cualquier otro ser humano necesitado de ayuda; pero, como el estilo de vida de ellos es único, algunas de estas preocupaciones pueden plantear cuestiones significativamente diferentes. A través de los años he detectado varios problemas que se manifiestan frecuentemente en el aconsejamiento que doy a los pastores. He aquí los diez más comunes.
Alguien a quien hablarle
Quizá la necesidad más urgente de los pastores sea hablar con alguien en quien puedan confiar y que les escuche. Si bien los ministros suelen acudir a sus colegas en el ministerio para hablar con ellos, hay quienes se sentirán mejor con un terapeuta. Esto por dos razones: (1) sienten que debe ser alguien fuera de su profesión que escuche objetivamente y los retroalimente, y (2) confidencialidad. Los pastores a veces se sienten más seguros al descubrirse totalmente y revelar sus asuntos muy personales a un terapeuta.
Estrés
Muchos pastores se sienten abrumados por el estrés: estrés ocasionado por las cargas propias del ministerio, combinado con los asuntos de carácter interpersonal, como los problemas maritales, de los hijos, y otros. En la terapia, hablan frecuentemente de las frustraciones que les produce tener tanto que hacer y tan poco tiempo para hacerlo. Algunos pastores todavía siguen creyendo que pueden hacerlo todo, pero tal intento es frustrante y agotador.
Algunos pastores sencillamente tienen exceso de trabajo. Lo que se exige y espera de ellos aumenta el estrés que ya padecen. Sufren de postración nerviosa. Muchos tienden a sentirse deficientes y están convencidos de que no hacen lo suficiente. Una característica peculiar de los pastores es que tienen dificultad para delegar responsabilidades, y se les hace aún más difícil creer que lo menos puede ser más en el ministerio. Ellos recurren a la terapia y piden ayuda para el manejo del estrés, cuando reconocen que están pagando un precio demasiado alto.
Autoridad
Con frecuencia los pastores no están de acuerdo con el liderazgo de la iglesia -presidentes de asociación, ancianos, diáconos -, y algunas veces con la autoridad de la iglesia misma. Muchos sienten que en algún momento han sido tratados injustamente por los dirigentes. Esto puede generar con el tiempo sentimientos de ira y resentimiento. La ira de los pastores se manifiesta muchas veces en forma pasiva agresiva. Por ejemplo, no asistiendo a una reunión donde alguna figura de autoridad estará presente, no contestando las llamadas telefónicas, no abriendo correspondencia oficial y, en general, manteniendo un contacto mínimo con las personas que tienen posiciones de autoridad en el campo. Los pastores que asumen una actitud tal, pueden distanciarse también de sus propios colegas del ministerio, así como de las autoridades de la iglesia. Traen a la terapia asuntos tan paradójicos como la tensión entre el deseo de no ser molestados por las autoridades de la iglesia y el sentimiento de frustración por ser ignorados, dejados fuera, y tener poca o ninguna influencia en asuntos denominacionales debido a su falta de comunicación.
Finanzas
Los pastores hablan mucho de dinero, tanto en la terapia como fuera de ella. Les preocupa el salario inadecuado y el problema de la jubilación. Muchas veces sus preocupaciones financieras los impulsan, a ellos o a sus esposas, a buscar un trabajo adicional. Esto, a su vez, puede llevarlos a una mayor fatiga, estrés familiar adicional y, en general, a una frustración más profunda por no estar pagados adecuadamente por la iglesia.
Aun cuando sus salarios sean adecuados, los pastores, como otras personas, pueden tener dificultades para manejar efectivamente sus recursos. A veces encuentro necesario referir al pastor a un planificador financiero profesional para que reordene su caótica situación financiera.
Sexualidad
Los pastores, como la mayoría de los seres humanos, luchan con problemas relacionados con la sexualidad. Algunos luchan con cierta confusión respecto de su verdadera orientación sexual, enfrentan problemas de culpabilidad ocasionados por sus experiencias sexuales pasadas, experimentan fuertes tentaciones con el sexo opuesto y, si son casados, a veces tienen disfunciones maritales con sus esposas. Algunos han sido objeto de abuso sexual en la niñez. Otros han sido disciplinados por las autoridades de la iglesia y quizá, incluso, por las autoridades civiles.
Como la mayoría de los profesionales modernos, los pastores se están volviendo cada vez más sensibles a los asuntos marginales y a la necesidad de ejercer buen juicio y dominio propio cuando se trata de su sexualidad. Algunos han confundido expresión sexual con deseo de intimidad y han pagado un elevado precio por su error.
Los pastores enseñan que la sexualidad humana es uno de los mayores dones de Dios que debe usarse con amor, responsabilidad y moralidad. Si bien creen esta enseñanza, es posible que estén haciendo exactamente lo opuesto de lo que saben que es correcto y verdadero. Esto da origen al trauma moral y psicológico relacionado con la sexualidad humana que a veces los hace venir a la terapia.
Manejo de la ira
Muchas veces los pastores carecen de la capacidad necesaria para hacerle frente a la ira y disiparla con éxito. Algunos creen que airarse siempre es pecado que debe confesarse y suprimirse. No logran comprender que la ira puede ser una valiosa herramienta para el cambio tanto en el ministerio como en la vida personal, tanto para la autoprotección como para la autopreservación.
Los pastores tienen dificultad, por lo general, para manejar y expresar su ira en una forma saludable, incluso positiva. Siendo que se les considera como pacificadores, sanadores y reconciliadores, expresar su ira puede ser, no sólo difícil, sino también motivo de culpabilidad, aun cuando se la considere justa.
Asuntos de relaciones
Cuando los pastores traen problemas de relaciones a la terapia esperan que se les muestren mejores formas, más positivas y más saludables, de relacionarse. Tienen el deseo de enfocar relaciones que son codependientes, inmaduras, e incluso dañinas: algunas veces con la intención de cortar los lazos y abandonar la relación.
Si el pastor es casado, su estado incluye a veces la posibilidad del divorcio. A la mayoría de los pastores la perspectiva del divorcio puede parecerles como un campo lleno de minas emocionales, espirituales, y profesionales de gran poder destructivo. En la terapia trato de evaluar la viabilidad del matrimonio y ayudar a la pareja a restaurar su relación marital dañada.
Desórdenes emocionales y abuso de sustancias
Los pastores no son inmunes a las enfermedades mentales, al alcoholismo, y otras formas de abuso de sustancias. Ni siquiera son inmunes a los pensamientos suicidas e incluso a los intentos de suicidio.
La fe religiosa fuerte siempre un valioso aliado cuando se trata de sanidad, pero en ciertas ocasiones, hasta la fe más poderosa puede ser flaca y necesitar ayuda. Para los ministros esto puede incluir, no sólo psicoterapia, sino también medicamentos especiales y a veces hospitalización.
Mientras más comprensivos sean los administradores de la iglesia con las luchas de sus pastores, sus enfermedades mentales y abuso de sustancias, mejor es el pronóstico de una completa recuperación y del reinicio de un ministerio activo.
Problemas relacionados con el poder
Uno de los grandes objetivos de la terapia es ayudar a los pacientes a descubrir o redescubrir su sentido de poder personal, de modo que puedan comenzar a hacerse cargo de sus propias vidas, manejar sus problemas críticos, y hacer lo necesario para lograr una mayor integración y funcionalidad.
Mi trabajo con los pastores también tiene este enfoque. Con frecuencia vienen a terapia con la sensación de que están desamparados. Están convencidos de que nada de lo que hagan hará una diferencia significativa ni en su ministerio ni en sus vidas personales. Se han resignado a creer que no tienen valor.
Parte de la terapia consiste en ayudarles a desaprender su sentido de desamparo y mostrarles cómo hacer una diferencia en sus vidas. Para algunos esto puede significar la solicitud de una nueva asignación pastoral. Para otros puede significar el restablecimiento de la autoridad y el liderazgo en un marco ministerial o personal, donde se ha perdido la sensación de poder.
A veces los pastores se sienten usados y manipulados por quienes están en posiciones de autoridad o por aquellos a quienes sirven.
La ayuda para recuperar el valor perdido mediante la terapia les hace darse cuenta que tienen derechos como cualquier otro y pueden defender su identidad y sentido de dignidad personal, mientras todavía permanecen en el ministerio y en la predicación del evangelio.
Asuntos relacionados con la auto ministración
Los pastores, en general, son generosos. Dan libremente de su tiempo, de sus recursos, y por, sobre todo, se dan a sí mismos. En la terapia con frecuencia trato de ayudarles a sentir la necesidad de auto ministrarse, para que puedan ayudarse a sí mismos.
Los pastores son excepcionalmente hábiles para dar atención y cuidado a otros, pero no a ellos mismos. A ellos hay que recordarles que deben cuidar de sí mismos, junto con la gente a quien sirven.
En términos prácticos, esto tiene que ver con algo tan elemental como tomar un día libre por semana y las vacaciones anuales, pasar tiempo con la familia y los amigos, ejercitarse y relajarse, comer nutritivamente, hacerse exámenes médicos cada año y tener un estilo de vida equilibrado.
La auto ministración, por supuesto, incluye suplir las necesidades espirituales y emocionales como tomar tiempo para la oración, el estudio de la Biblia y otras actividades espirituales diariamente; colocar su ministerio en las manos de Dios para despojarse de las preocupaciones obsesivas, y desarrollar la habilidad para manejar tanto el fracaso como el éxito.
Cada vez son más los pastores que buscan la terapia en estos días. Esto no significa que los ministros estén enfermándose cada vez más. Al contrario, es una señal positiva de que ellos quieren conservarse cada vez más sanos trabajando por ellos mismos. Una buena terapia no es en lo absoluto incompatible con la buena espiritualidad, y al volverse más saludables, pueden ser ministros más efectivos del evangelio.
Sobre el autor: ACSW, practica su profesión en forma privada en Saginaw, Michigan.