Cristo fundó la Iglesia cristiana, siendo Él mismo el fundamento (1 Cor. 3:11). Los apóstoles y otros miembros serían las piedras vivas (Efe. 2: 20) con las cuales se levantaría todo el edificio. Habría una interacción y colaboración dinámica y constante entre el elemento divino y el humano, con el objeto de cumplir conjuntamente los fines y funciones de la iglesia.

La iglesia y sus funciones

¿Cuáles son esos fines y funciones? Enumeremos los principales:

1. La función litúrgica: La iglesia provee bendición mediante los cultos de adoración, principalmente el culto sabático y mediante los ritos y ceremonias (Luc. 4:16).

2. La función sanadora: La iglesia se preocupa por la salud física, mental y espiritual de los miembros (Mat. 4: 23).

3. La función pastoral: La iglesia provee atención y asistencia pastorales mediante la visitación, el asesoramiento y otros medios, especialmente a los enfermos, los que tienen problemas espirituales y de muchos otros tipos (Efe. 4: 11, 12).

4. La función de predicación: La iglesia predica el Evangelio en los diversos cultos que se celebran en el templo, y a veces fuera del templo (2 Tim. 4: 2).

5. La función didáctica: La iglesia imparte enseñanza para la edificación espiritual, moral, misional y cultural, a los niños, jóvenes y adultos (Mat. 28: 20).

6. La función filantrópica: La iglesia socorre a los pobres entre sus miembros y presta auxilio a todos en caso de desastres (2 Cor. 8:1-4).

7. La función misionera: La iglesia proclama el Evangelio mediante la evangelización en todas sus formas (Hech. 1: 8).

8.La función social: La iglesia provee un sentido de hermandad, amistad y amor cristiano que une a sus miembros con lazos especiales (Mat. 23: 8, 9).

Todas estas funciones son importantes y deben ser cumplidas con eficacia y persistencia. Pero ¿cuál es la prioritaria?

Función prioritaria de la iglesia

Es vital establecer prioridades. Es indispensable hacerlo en empresas humanas y mucho más en relación con la obra de la iglesia. Si las prioridades, no. son claras existe el riesgo de perder el sentido de misión y vagar sin rumbo ni meta alguna con peligro de caer en el estancamiento e incluso el retroceso.

Cristo tenía y sabía cuáles eran sus prioridades y nada ni nadie lo apartó de su misión. “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34). “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que se había perdido” (Luc. 19:10).

La iglesia apostólica también sabía cuál era su prioridad, pero ante la multiplicidad de tareas, se distrajeron de lo primario por atender lo secundario. Pero reaccionaron a tiempo, reafirmaron las prioridades y organizaron a la iglesia para atender todas las otras funciones. “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros, a siete varones. . . y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra” (Hech. 6: 2-4).

“A la iglesia primitiva se le había encomendado una obra que crecía constantemente, a saber, fundar centros de luz y bendición dondequiera hubiese almas honestas dispuestas a entregarse al servicio de Cristo” (Los hechos de los apóstoles, pág. 75).

¿Cuál es la tarea prioritaria de la Iglesia Adventista? La respuesta la obtendremos de tres fuentes: dos que reconocemos como inspiradas y la última como autoritativa.

1. Según la Biblia: Cristo en forma clara e inequívoca declaró cuál era la misión prioritaria de la iglesia: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15). “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14). “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6). “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría, y hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8).

2. Según el espíritu de profecía. Establece sin lugar a dudas cuál es la misión prioritaria de la iglesia para este tiempo: “La obra evangélica, la tarea de abrir las Escrituras a otros, el amonestar a hombres y mujeres acerca de lo que sobrevendrá al mundo, ha de ocupar más y más el tiempo de los siervos de Dios” (El evangelismo, pág. 16)7 “El Señor quiere que la proclamación de este mensaje sea la obra más sublime y grandiosa que se lleve a cabo en el mundo en este tiempo” (ibíd., pág. 17). “La luz de la verdad ha de brillar por doquiera… En todo país y ciudad ha de proclamarse el Evangelio. . . Esta obra misionera evangélica ha de continuar expandiéndose, anexando nuevos territorios, y ampliando las porciones cultivadas de la viña. El círculo ha de ensancharse hasta circuir el mundo” (ibíd., pág. 18).

3. Según la Asociación General. En un histórico documento titulado: “La evangelización y la terminación de la obra”, la dirección de la iglesia fijó en términos inequívocos cuál es nuestra misión prioritaria.

“La corriente vital de la iglesia es la evangelización, sin ella la iglesia no puede existir. La iglesia fue organizada para evangelizar, y su misión peculiar es llevar el Evangelio al mundo. Si permitimos que la primacía y centralidad de la evangelización compenetre cada acto de la iglesia, siempre mantendremos las prioridades donde Dios quiere que estén. Cualquier actividad dentro de la iglesia que amenace o sustituya a la evangelización es ciertamente un instrumento de Satanás, y es ilegítimo”.

El pastor Neal C. Wilson, presidente de la Asociación General declaró: “Debemos proclamar el mensaje de los tres ángeles con claridad y convicción. Todos los obreros y todos los miembros de la iglesia deben dar a la trompeta un sonido claro y distinto. Ahora es el tiempo para unirnos en amor, devoción y celo y levantarnos juntos y cumplir la misión que el Señor nos encomendó. Ahora es el tiempo de terminar la obra” (Adventist Review, diciembre de 1982).

Atrasados

“Si el propósito de Dios de dar al mundo el mensaje de misericordia hubiese sido llevado a cabo por su pueblo,’ Cristo habría venido ya a la tierra, y los santos habrían recibido su bienvenida en la ciudad de Dios” (El evangelismo, pág. 503).

“Si el pueblo de Dios se hubiera mantenido en una relación viviente con él, si hubiera obedecido su Palabra, estaría hoy en la Canaán celestial” (ibíd.).

“Si todo centinela de los muros de Sion hubiera dado a la trompeta un sonido certero, el mundo habría oído este mensaje de amonestación. PERO LA OBRA ESTA ATRASADA EN AÑOS. Mientras los hombres dormíamos, Satanás nos ha sacado ventaja” (ibíd., pág. 503, 504, el énfasis es nuestro).

¿Cómo apresurar la venida de Cristo?

“Mediante la proclamación del evangelio al mundo, está a nuestro alcance apresurar la venida de nuestro Señor.

“Es privilegio de todo cristiano, no solamente esperar, sino apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo. Si todos los que profesan su nombre estuvieran llevando frutos para su gloria, cuán rápidamente todo el mundo sería sembrado con la simiente del Evangelio. Pronto la última cosecha sería levantada, y Cristo vendría para reunir el precioso grano.

“[La venida del Señor] no demorará más que el tiempo que tome la tarea de presentar el mensaje a toda nación, lengua y pueblo” (ibíd., pág. 505).

¿Dónde está el error?

No hay duda de que la iglesia predica el Evangelio. Se desarrollan grandes campañas evangelizadoras, se ofrecen programas de radio y televisión, se producen toneladas y toneladas de publicaciones, se realiza obra filantrópica. Pero es evidente que el progreso es lento. Aún peor, en algunos lugares del mundo no sólo no se progresa sino que se retrocede. Pareciera que sabemos que hay que predicar el Evangelio, pero que algo marcha mal con la metodología. Algo debe cambiar radicalmente para que el mensaje sea proclamado con mayor efectividad y mucha mayor rapidez.

Tratemos de descubrir dónde está el error. Roy Alian Anderson dijo: “Fue un golpe maestro de estrategia de Satanás cuando tuvo éxito en dividir la iglesia en dos grupos definidos: los clérigos y los laicos. Esta división no existió en la iglesia apostólica” (The Shepherd Evangelist, pág. 66).

E1 error consistió en que la obra de evangelizar y ganar almas se consideró deber y privilegio únicamente del pastor, sin integrar a los laicos.

Este es un viejo error. Lo cometió Moisés, que hacía solo todo el trabajo de organizar, dirigir y juzgar al pueblo de Dios. Lo cometió en un principio la iglesia primitiva cuando los apóstoles realizaban toda la obra pastoral, evangelizadora y de beneficencia. Lo ha cometido en gran escala la Iglesia Adventista, y esa es la razón principal de que la obra esté atrasada, y los avances sean penosamente pequeños.

El espíritu de profecía previene clara y enérgicamente contra tal error:

“No es propósito del Señor que se deje a los ministros hacer la mayor parte de la obra de sembrar las semillas de verdad” (Servicio cristiano, pág. 86).

El predicador no debe tener el sentimiento de que debe encargarse por sí mismo de toda la obra de predicación, trabajo y oración” (ibíd., pág. 88).

“Tampoco recae únicamente sobre el pastor ordenado la responsabilidad de salir a realizar la comisión evangélica” (ibíd., pág. 17).

“La diseminación de la verdad de Dios no está restringida a unos pocos pastores ordenados” (ibíd., pág. 87).

“La idea de que el ministro debe llevar toda la carga y hacer todo el trabajo, es un gran error” (ibíd., pág. 88).

“Es un error fatal suponer que la obra de salvar almas depende solamente del ministerio” (ibíd., pág. 87).

El Señor Jesús jamás trabajó solo. Constantemente estaba acompañado de discípulos, de seguidores y de santas mujeres, que le asistían en su ministerio. A todos ellos el Señor les enseñaba.

El pastor trabajando solo comete el mismo error que cometería un general que debe combatir a un gran ejército enemigo y sale a pelear solo, dejando todo el regimiento en los cuarteles.

¿A quién corresponde la misión de evangelizar?

“La iglesia es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres. Fue organizada para servir, y su misión, es la de anunciar el Evangelio al mundo. Desde el principia fue el plan de Dios que su iglesia reflejase al mundo su plenitud y suficiencia” (ibíd., pág. 20).

“Alguien debe cumplir la comisión de Cristo; alguien debe continuar realizando la obra que él comenzó en la tierra; y a la iglesia se le ha concedido este privilegio. Con este propósito ha sido organizada” (ibíd., pág. 19).

“Para ser fieles a nuestra herencia y estar a la altura de nuestra tarea actual, nuestra estrategia debe insistir en que la evangelización se considere como la responsabilidad de toda la iglesia” (Evangelización, un concepto, pág. 43).

“La evangelización no es una obra para unos pocos especialistas. La evangelización es la obra que Jesús asignó a todos sus seguidores” (John Shuler, Public Evangelism, pág. 15).

“El éxito en la evangelización depende no tanto de la habilidad de un evangelista, sino de la actividad conjunta de la iglesia” (John W. Fowler).

Jamás fue el propósito de Dios ni de Cristo que la obra fuera solo de los ministros, sino de la iglesia en su conjunto.

La vocación misionera de los laicos

La historia bíblica enseña que Dios siempre ha buscado la participación del hombre en las grandes empresas. Dios es todopoderoso y podría hacer todo sin la ayuda de nadie. Sin embargo, involucra al hombre para enseñarle que tiene el deber y el privilegio de colaborar con Dios. “Los hombres son en mano de Dios instrumentos de los que él se vale para realizar sus fines de gracia y misericordia” (Servicio cristiano, pág. 16).

Dios pidió a Noé que dedicara ciento veinte años a construir un arca y amonestar a su generación. Cuando el pueblo de Israel comba- tía contra Amalee, Moisés debía tener sus manos en alto. En la toma de Jericó, todo el pueblo tuvo que dar vueltas alrededor de la ciudad. En el caso de Hai, sólo unos pocos fueron a combatir y resultaron derrotados; el Señor ordenó a Josué: “No temas ni desmayes; toma contigo toda la gente de guerra y levántate y sube a Hai” (Jos. 8:1). Cuando Jesús multiplicó los panes y los peces, fueron los discípulos los encargados de distribuir el alimento.

En la resurrección de Lázaro, Jesús ordenó que se sacara la piedra y desenvolvieran al resucitado. “Cristo podría haber ordenado a la piedra que se apartase, y habría obedecido a su voz. Podría haber ordenado a los ángeles, que estaban a su lado que la sacasen… Pero había de ser sacada por manos humanas. Así Cristo quería mostrar que la humanidad ha de cooperar con la divinidad. No se pide al poder divino que haga lo que el poder humano puede hacer. Dios no hace a un lado la ayuda del hombre. Lo fortalece y coopera con él mientras emplea las facultades y capacidades que se le dan” (El Deseado de todas las gentes, pág. 492).

Cuando los necesitados venían a Jesús, encontraban salvación y salían convertidos en misioneros. Después de liberar al endemoniado Jesús le encomendó: “Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo” (Luc. 8: 39). (Véase también Mat. 5: 28-34.)

“Los dos endemoniados curados fueron los primeros misioneros a quienes Cristo envió a predicar el Evangelio en la región de Decápolis. . . No podrían instruir a la gente como los discípulos que habían estado diariamente con Jesús. Pero llevaban en su persona la evidencia de que Jesús era el Mesías. Podían contar lo que sabían; lo que ellos mismos habían visto, oído y sentido del poder de Cristo. Esto es lo que puede hacer cada uno cuyo corazón ha sido conmovido por la gracia de Dios” (ibíd., pág. 307).

La samaritana tuvo un encuentro con Jesús que cambió su vida e inmediatamente se convirtió en una ferviente misionera. “La mujer se había llenado de gozo al escuchar las palabras de Cristo… Con corazón rebosante de alegría, se apresuró a impartir a otros la preciosa luz que había recibido… Tan pronto como halló al Salvador, la mujer samaritana trajo otros a él… Ella llevó enseguida la luz a sus compatriotas. Esta mujer representa la obra de una fe práctica en Cristo. Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero… El que recibe llega a ser un dador” (ibíd., págs. 161, 162, 166).

Cuando Andrés encontró a Jesús, “halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías… Y le trajo a Jesús” (Juan 1:41, 42).

Jesús encendía de inmediato en sus seguidores una fuerte vocación misionera. Primero llamó a doce y muy pronto los envió a predicar. Luego escogió a setenta y también los envió a predicar.

En la iglesia primitiva todos predicaban. Era una iglesia en acción. Esteban, un laico, era un predicador excepcional de tal modo que “no podían resistir la sabiduría y al espíritu con que hablaba” (Hech. 6: 10). Felipe, el evangelista e instructor bíblico del etíope, era un laico. Sin lugar a dudas en el aposento alto el Espíritu Santo invistió de poder a los apóstoles y a los laicos. Era una iglesia con vocación evangeliza- dora. La misión concernía a todos, y todos la cumplían con poder.

“Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. El que bebe del agua viva, llega a ser una fuente de vida. El que recibe, llega a ser un dador. La gracia de Cristo en el alma es como un manantial en el desierto” (Servicio cristiano, pág. 14).

“El que llega a ser hijo de Dios ha de considerarse como eslabón de la cadena tendida para salvar al mundo. Debe considerarse uno con Cristo en su plan de misericordia, y salir con él a buscar y salvar a los perdidos” (El ministerio de curación, pág. 72).

“Todo el que ha recibido a Cristo está llamado a trabajar por la salvación de su prójimo” (Los hechos de los apóstoles, pág. 91).

“Los que se unieron al Señor y prometieron servirle están obligados a participar con él de la grande y magnífica obra de salvar almas” (Joyas de los testimonios, t. 3, pág. 82).

“Salvar almas debe ser la obra de la vida de todos los que profesan seguir a Cristo. Somos deudores al mundo de la gracia que Dios nos concedió, de la luz que ha brillado sobre nosotros, y de la hermosura y el poder que hemos descubierto en la verdad” (Testimonies, t. 4, pág. 53).

“Cada alma que Cristo ha rescatado está llamada a trabajar en su nombre para la salvación de los perdidos. Esta obra había sido descuidada en Israel. ¿No es descuidada hoy día por los que profesan ser los seguidores de Cristo?” (Palabras de vida del gran Maestro, pág. 150).

La responsabilidad y el papel del pastor

No cabe la menor duda de que entre sus responsabilidades ineludibles el pastor debe hacer evangelización y dedicar la mayor parte del tiempo a la ganancia de las almas.

Pero jamás debe olvidar cuál es la tarea principal de un dirigente. “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros profetas; a otros evangelistas; a otros pastores y maestros, a FIN DE PERFECCIONAR A LOS SANTOS PARA LA OBRA DEL MINISTERIO” (Efe. 4: 11, 12, el énfasis es nuestro). Quiere decir que el deber principal del pastor es preparar a sus miembros para realizar juntos la obra ministerial de apacentar el rebaño, predicar el Evangelio y ganar almas. “La mejor ayuda que los predicadores pueden dar a los miembros de nuestras iglesias, no consiste en sermonearlos, sino en trazarles planes de trabajo. Los pastores deben enseñar a los miembros a trabajar en la iglesia y en la comunidad” (Servicio cristiano, pág. 89).

“Dad a cada uno un trabajo que ayude al prójimo. Enseñad a todos que, por haber recibido la gracia de Cristo, tienen el deber de trabajar por él. Especialmente a las personas que hace poco aceptaron la fe, debe enseñárseles a colaborar con Dios” (Joyas de los testimonios, t. 3, pág. 323).

“Los pastores no deben hacer la obra que pertenece a la iglesia, cansándose ellos mismos, e impidiendo que otros desempeñen su deber. Deben enseñar a los miembros a trabajar en la iglesia y en la comunidad” (Historical Sketches, pág. 291).

“Cuando se hace un esfuerzo para presentar nuestra fe a los no creyentes, con demasiada frecuencia los miembros de la iglesia quedan indiferentes, como si no fuesen parte interesada en el asunto, y dejan que toda la carga recaiga sobre el predicador” (Obreros evangélicos, pág. 206).

“Pero muchos pastores fracasan al no saber, o no tratar de conseguir que todos los miembros de la iglesia se empeñen activamente en los diversos departamentos de la obra de la iglesia. Si los pastores dedicasen más atención a conseguir que su grey se ocupe activamente en la obra y a mantenerla así ocupada, lograrán mayor suma de bien, tendrían más tiempo para estudiar y hacer visitas religiosas, y evitarán también muchas causas de irritación” (ibíd., pág. 208).

“Enseñen los predicadores a los miembros de la iglesia que, a fin de crecer en espiritualidad, deben llevar la carga que el Señor les ha impuesto la carga de conducir almas a la verdad. Aquellos que no cumplen con su responsabilidad deben ser visitados y hay que orar con ellos y trabajar por ellos. No induzcáis a los miembros a depender de vosotros como predicadores; enseñadles más bien a emplear sus talentos en dar la verdad a los que los rodean” (ibíd., pág. 211).

“El predicador no debe tener el sentimiento de que debe encargarse por sí mismo de toda la obra de predicación, trabajo u oración; debe educar personas que le ayuden en ello en toda iglesia. Túrnense diferentes personas para dirigir las reuniones o los estudios bíblicos; y mientras lo hagan estarán poniendo en uso los talentos que Dios les dio, y al mismo tiempo preparándose como obreros” (ibíd., pág. 207).

“Cuando trabaje donde ya haya algunos creyentes, el predicador debe primero no tanto tratar de convertir a los no creyentes como preparar a los miembros de la iglesia para que presten una cooperación aceptable. Trabaje él por ellos individualmente, esforzándose por inducirlos a buscar una experiencia más profunda para sí mismos, y a trabajar para otros” (ibíd., pág. 206).

El pastor es como un general que recluta y entrena el mayor número de soldados. Es como el director de una orquesta, que enseña a cada uno su parte y luego dirige la ejecución del concierto. El pastor de éxito es aquel capaz de reclutar, capacitar y poner en acción la mayor cantidad de miembros de la iglesia en la evangelización y ganancia de almas.

La fórmula de la victoria: obreros y laicos unidos

“Vayan los ministros y los miembros laicos a los campos maduros” (Servicio cristiano, pág. 86).

“La obra de Dios en esta tierra no podrá nunca terminarse antes que los hombres y mujeres abarcados por el total de miembros de nuestra iglesia se unan a la obra, y aúnen sus esfuerzos con los de los pastores y dirigentes de las iglesias” (Obreros evangélicos, pág. 365).

La verdad ha de ser esparcida por todos los que pretenden ser discípulos de Cristo. “Los dirigentes de la iglesia de Dios han de comprender que la comisión del Salvador se da a todo el que cree en su nombre. Dios enviará a su viña a muchos que no han sido dedicados al ministerio por la imposición de manos” (Los hechos de los apóstoles, pág. 92).

“El cristiano debe unirse con el cristiano, la iglesia con la iglesia, el instrumento humano debe cooperar con el divino, y todo debe combinarse para dar al mundo las buenas nuevas de la gracia de Dios’’ (General Conference Bulletin, 28 de febrero de 1893, pág. 421).

¿Cómo movilizar a los laicos?

  1. Planificación

Presentar a los laicos planes bien trazados, razonables y comprensivos. Mejor aún si los mismos laicos participan en la elaboración de los planes. Recordar que los planes grandes y audaces provocan una gran respuesta, en tanto que los planes tímidos y pequeños no entusiasman a nadie.

  • Comunicar los planes

Los mejores planes, pero que nadie conoce, jamás producirán resultados. Conviene presentar los planes en forma entusiasta, comprensible para todos y permitir las sugerencias de los laicos aceptando de buen gusto las que sean oportunas.

No debe tratar de imponer planes, pues la respuesta será mínima. Los planes deben ser de todos, así todos se sienten involucrados en el programa.

  • Reclutamiento

Lo ideal es que cada miembro de iglesia colabore según su don natural. Cierto pastor predicaba la siguiente fórmula:

• 33% de la hermandad ayuda en evangelización y ganancia de almas.

• 33% de la hermandad ayuda en consolidación.

• 33% de la hermandad ayuda en administración.

Hay tres tipos de reclutamiento, y se puede hacer en forma pública o personal:

1. Reclutamiento permanente para actividades misioneras.

2. Reclutamiento para campañas especiales.

3. Reclutamiento para los cargos administrativos previo nombramiento.

4. Capacitación

Los laicos deben recibir instrucción acerca de cómo realizar el trabajo misionero. En cada iglesia debiera funcionar una clase permanente de capacitación misionera de los laicos. Cuando se emprende una campaña evangelizadora grande es necesario proveer capacitación especial.

Los instructores pueden ser:

a) El director de actividades laicas del campo local.

b) El pastor de la iglesia.

c) Los laicos con amplia experiencia misionera.

En distritos o iglesias grandes, difícilmente el pastor podrá proveer capacitación para todos los laicos. Deberá limitarse a capacitar instructores laicos, los que a su vez capacitarán a otros laicos. La capacitación debe contener un poco de teoría y bastante de práctica.

5. Materiales para el trabajo misionero

Lo que las armas y municiones son para un ejército, son los materiales para los laicos. Un ejército por más numeroso y valiente que sea, está derrotado si no tiene armas y municiones. Igualmente, los laicos, por más voluntarios y capaces que sean, si no tienen materiales son ineficaces. Así como el ejército debe proveer las armas y las municiones, la iglesia debe proveer a los laicos las municiones espirituales que son material bueno, adecuado y abundante. Es un contrasentido esperar que los laicos pongan su escaso tiempo, su buena voluntad, y también tengan que comprar los materiales. La práctica enseña que esto anula cualquier plan. Definitivamente, la iglesia debe proveer los materiales.

6. Proveer fondos para la evangelización de los laicos

En la División Interamericana alrededor del 70% de todos los bautismos son atribuidos a la actividad misionera de los laicos. Quiere decir que la mejor inversión que se puede hacer es proveer fondos adecuados para la evangelización de los laicos y para que ellos tengan material bueno y abundante.

Dichos fondos deben ser provistos desde la División, pasando por las uniones y campos locales. Asimismo, las iglesias deben poner en sus presupuestos combinados una buena partida para evangelización.

7. Supervisión y ayuda

Conviene que el pastor y los laicos más capaces supervisen el trabajo realizado por los laicos, y presten ayuda cuando sea necesario.

8. Reconocimiento y crédito

Cuando llega el momento del triunfo, nunca debe olvidarse la parte que desempeñaron los laicos. Conviene asimismo dar incentivos y reconocimientos.

Los métodos más efectivos para ganar almas con la ayuda de los laicos

En la actualidad, los métodos más efectivos para ganar almas en la División Interamericana son, en orden de efectividad:

1. Las campañas evangelizadoras. Pueden ser campañas en el templo, en lugares nuevos, al aire libre. Los laicos han probado ser excelentes predicadores y muy buenos organizadores.

2. Los estudios bíblicos. En los hogares, a una familia o a un grupo de familias. Los laicos son extraordinarios como instructores bíblicos. Hay que proveerlos de manuales de estudios bíblicos y, si es posible, diapositivas y otros materiales audiovisuales.

3. Las clases bautismales. En cada iglesia o congregación deben funcionar las clases bautismales para: a) menores, b) jóvenes y c) adultos. Los instructores de dichas clases serán laicos muy capaces y respetables.

4. El hogar: centro de evangelización y ganancia de almas. Existe un enorme movimiento misionero dirigido a transformar los hogares en centros de evangelización. El primer deber del hogar es ganar a sus propios miembros no convertidos. Ofrézcase el hogar para diversas actividades ganadoras de almas como:

• Reuniones evangelizadoras

• Estudios bíblicos

• Seminarios

• Filiales de la Escuela Sabática

En varios lugares se dedica un día a la semana para las reuniones hogareñas, con resultados asombrosos.

5. Los carteros misioneros. En varios países, los carteros misioneros que llevan las lecciones de La Voz de la Esperanza u otros cursos, se han convertido en una herramienta poderosa en la ganancia de miles de almas.

6. Las unidades evangelizadoras.

7. Los seminarios. Sobre todo, en los Estados Unidos, los seminarios sobre profecías son uno de los métodos más efectivos de ganar almas.

8. El Plan Pionero. Es un plan de tremendo éxito en Sudamérica. Consiste en que un grupo de hermanos deje su iglesia madre para formar una nueva congregación o iglesia en un lugar nuevo.

9. El testimonio cristiano. Enseñar a los hermanos a estar listos para dar un corto testimonio de su experiencia cristiana y de la Biblia en toda oportunidad que se presente.

10. Las publicaciones. El uso de nuestras revistas misioneras, como “El Centinela”, “Vida Feliz” y la distribución de folletos, siempre rinde una rica cosecha de almas.

El triunfo es seguro

“La verdad está a punto de triunfar gloriosamente, y todos los que se decidan ahora a ser colaboradores con Dios triunfarán con ella” (El evangelismo, pág. 502).

“Los hijos de Dios avanzarán juntos y presentarán al enemigo un frente unido. Entonces el mensaje del tercer ángel se acrecentará hasta llegar a ser un fuerte pregón, y toda la tierra será iluminada con la gloria del Señor” (ibíd., pág. 503).

Aunque es indispensable el trabajo denodado y unido de obreros y laicos, jamás debemos olvidar que la VICTORIA FINAL será el resultado de la obra del Espíritu Santo obrando a través de canales limpios y consagrados.

Jesús dijo a sus desunidos discípulos: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta lo último de la tierra” (Hech. 1: 8).

“El gran derramamiento del Espíritu de Dios que ilumina toda la tierra con su gloria, no acontecerá hasta que tengamos un pueblo iluminado, que conozca por experiencia lo que significa ser colaboradores de Dios. Cuando nos hayamos consagrado plenamente y de todo corazón al servicio de Cristo, Dios lo reconocerá por un derramamiento sin medida de su Espíritu; pero esto no ocurrirá mientras que la mayor parte de la iglesia no colabore con Dios” (Servicio cristiano, pág. 314).

“Cuando coloquemos nuestros corazones en unidad con Cristo, y pongamos nuestra vida en armonía con su obra, el Espíritu que descendió sobre los discípulos en el día de Pentecostés descenderá sobre nosotros” (Review and Herald, 30 de junio de 1903).

Oswald J. Smith tiene las siguientes desafiantes palabras: “Una generación ha de completar la evangelización del mundo. ¿Por qué no la nuestra? ¿Por qué dejar eso a otra? Lo podemos hacer si queremos” (Pasión por las almas, pág. 49).

Oremos y trabajemos para que este movimiento de OBREROS Y LAICOS EN ACCION sea tan poderoso que la tierra sea “llena del conocimiento de la gloria de Jehová” (Hab. 2: 14).