¿Cuánto tiempo es necesario para promover un reavivamiento espiritual? Hace algunos años, el tema del reavivamiento ha estado presente en diversas iniciativas de la Iglesia Adventista. Seminarios, vigilias, sermones, libros y música, entre otras cosas, abordan la cuestión y enfatizan la necesidad de la preparación para recibir al Espíritu Santo y así estar aptos para finalmente completar la misión.
A pesar de todos los esfuerzos, aún no presenciamos el cumplimiento de la promesa. En algunos momentos, desdichadamente, hasta parece que estamos más distantes de ese evento que en el pasado. Sin embargo, si el escenario parece desalentador, una mirada atenta a los días anteriores al Pentecostés, retratado en Hechos 2, arroja una luz brillante sobre la posibilidad de que ocurran grandes transformaciones en poco tiempo.
Aunque habían vivido con Jesús durante más de tres años, los discípulos todavía mostraban muchos signos de inmadurez espiritual. No perdonaban con facilidad (Mat. 18:21, 22); tenían una fe limitada (Luc. 17:3); no valoraban a los niños (Mar. 10:13-16); no entendían la necesidad del sacrificio de Cristo (Mat. 20:17-19) ni la dinámica de los acontecimientos finales (Mat. 24-25); discutían entre ellos para saber quién era el mayor (Luc. 22:24); tenían una visión restringida de la persona de Jesús (Juan 14:8-11); eran vacilantes en la oración (Mat. 26:36-45) y cobardes ante la prueba que ponía a prueba su fidelidad al Maestro (Mar. 14:50).
Humanamente, sería imposible que un grupo de personas con estas características fuera protagonista de la mayor ola de avivamiento registrada en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, poco después de la crucifixión de Jesús, iniciaron un movimiento que fue reconocido como perturbador del mundo en el que se desenvolvían (Hech. 17:6). ¿Qué ocurrió en este período?
Los días posteriores a la resurrección fueron fundamentales para que aquellos discípulos espiritualmente frágiles se transformaran en apóstoles maduros para proclamar con osadía el evangelio. Después de relacionarse con el Cristo resucitado (Hech. 1:3) y de recibir la comisión para cumplir la misión (Mat. 28:18-20), se esforzaron por recibir al Espíritu Santo (Hech. 1:4, 8), al estar en el Templo (Luc. 24:53) y al dedicar tiempo a la oración (Hech. 1:14).
En el libro Los hechos de los apóstoles, Elena de White presentó detalles sobre lo que ocurrió durante los diez días posteriores a la ascensión de Cristo. Los discípulos “se reunieron para presentar sus pedidos al Padre en el nombre de Jesús” (p. 29). Además, “humillaron sus corazones con verdadero arrepentimiento, y confesaron su incredulidad” (ibíd.) Como resultado de esta disposición a la entrega, el arrepentimiento y la confesión, los apóstoles “oraron con intenso fervor pidiendo capacidad para encontrarse con los hombres, y en su trato diario hablar palabras que pudieran guiar a los pecadores a Cristo” (p. 30). En respuesta a su búsqueda, se derramó el Espíritu Santo, y millares fueron salvos en aquella ocasión (Hech. 2:41).
La oración, el arrepentimiento, la confesión, la unidad y la disposición para la misión fueron los ingredientes necesarios a fin de que los discípulos estuvieran preparados para recibir la plenitud del Espíritu. Esos elementos no son secretos, restringidos o complejos. ¿Por qué, entonces, no logramos experimentar el refrigerio espiritual prometido antes de la venida del Señor?
Tal vez sea porque algunos, en lugar de dedicar tiempo a orar, usan el tiempo para criticar; tal vez porque, en vez de confesar sus pecados, eligen recriminar el pecado del otro; tal vez porque, en lugar de promover la unidad, asimilan el espíritu de polarización; quizá porque, en vez de poner el corazón en la misión, colocan sus energías en debates sin fin.
A pesar de la gravedad del panorama, no podemos perder la esperanza. En casi dos meses, los discípulos experimentaron un cambio que revolucionó el mundo. ¿Cuánto tiempo será necesario para que experimentemos semejante reavivamiento en nuestra vida?
Sobre el autor: editor de la revista Ministerio, edición de la CPB.