Las hermenéuticas alternativas y sus implicaciones para la iglesia.

Recientemente, la iglesia cristiana ha sido objeto de persistentes intentos de aceptar nuevas lecturas de la Biblia. Estas iniciativas incluyen ideas como las siguientes: la homosexualidad sería aceptable; el aborto, tolerable; el feminismo, necesario; el activismo político, parte integral del rol de la iglesia en la comunidad; y la doctrina y el estilo de vida del creyente contemporáneo deberían adaptarse a las nuevas formas de religiosidad, considerando el ideal del amor y de las relaciones sin juzgar, siendo esta la expresión auténtica del cristianismo.

Pastores y líderes se han visto en la necesidad de tomar posiciones al respecto; y se ha vuelto, entonces, necesario reconocer qué nociones teológicas hay detrás de estas ideas, y evaluar si estas propuestas son compatibles con las Sagradas Escrituras. Con el objetivo de auxiliar en esta reflexión, este artículo se propone presentar el paradigma hermenéutico más amplio que da fundamento a esas nuevas lecturas y cuáles son las implicaciones de esas teologías para la iglesia.

Hermenéuticas alternativas

En primer lugar, necesitamos reconocer que, para los Adventistas del Séptimo Día, la hermenéutica bíblica parte del presupuesto de que la Biblia es la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo y expresada en lenguaje humano (2 Tim. 3:14-17; 2 Ped. 1:20, 21). Comprometidos con la naturaleza revelada y el estatus canónico de las Escrituras, entendemos que los criterios para su interpretación vienen establecidos por su propio contenido (Sola Scriptura). Desde esta perspectiva, cualquier propuesta de aproximación, comprensión y aplicación de la Biblia diferente de la que existe en su texto es reprobable por estar en desacuerdo con lo que definió el propio Revelador. A estas iniciativas interpretativas se las ha llamado “hermenéuticas alternativas”, “nuevas lecturas” o “nuevos modelos”.

La esencia de este tipo de perspectiva puede percibirse desde el Edén cuando, como alternativa a la Palabra de Dios, se presentó una noción contraria a ella; aquella se desarrolló en una comprensión y prácticas también contrarias a la orientación divina (Gén. 3:5-7). Desde entonces, se han propuesto incontables interpretaciones alternativas con relación a las verdades reveladas por Dios en su Palabra.

El resurgimiento más reciente de estos intentos puede observarse a partir de la Ilustración, en el siglo XVIII, con oleadas a lo largo de los siguientes siglos. En el siglo XIX, mediante repetidos intentos, el ímpetu de razón autónoma e ilustrada poco a poco tuvo su impacto también sobre la teología cristiana.[1] Aunque hubo alguna resistencia, en el transcurso del siglo XX dos movimientos concomitantes presionaron aún más a favor de una nueva forma de interpretar las Escrituras. Al movimiento de adentro hacia afuera (hecho por filósofos de la interpretación),[2] se le sumó el movimiento de afuera hacia adentro (hecho por grupos sociales).[3]

En la década de 1960, por ejemplo, en el contexto de los movimientos contraculturales, nuevas lecturas existencialistas de la vida y de las relaciones humanas comenzaron a diseminarse ampliamente en el medio social. En las décadas siguientes, estos movimientos generaron una fuerte expectativa acerca de su aceptación en los medios político y religioso. Este último ya venía, desde la década de 1960, sufriendo una fuerte presión interna por la influencia de los filósofos alemanes de la Escuela de Frankfurt, que proponían diferentes énfasis en los métodos de interpretación del texto.[4] El método histórico-crítico adoptado, con sus prácticas de la crítica literaria, canónica e histórica, dio origen a lo que se conoció como “nueva hermenéutica”.[5] Por su medio, se propuso ir más allá de la interpretación centrada en el texto, hacia una interpretación centrada en las experiencias del autor y/o del lector, con énfasis en la contextualización y en la relevancia del acto de lectura.

De este modo, el eclecticismo interpretativo que ocurría de forma emblemática en el medio académico, principalmente por influencia de elementos de la Alta Crítica, facilitó el proceso de recepción y acomodación gradual de algunas de las ideas de los movimientos de contracultura. Esos movimientos, tanto los de contracultura como los de apertura interpretativa, comenzaron a retroalimentarse y sus desarrollos alcanzaron al cristianismo de forma significativa a partir de la década de 1980. A medida que sus ideas se aceptaron progresivamente, las distintas confesiones religiosas y sus nuevas generaciones de adeptos se redireccionaron en su forma de creer, muchas sin darse cuenta de que estaban siendo moldeadas por ideologías contrarias a la Biblia, ahora envasadas en una diversidad de nuevas lecturas teológicas.

Así, a lo largo de la década de 1980, ya fue posible notar esas ideas en diferentes ámbitos eclesiásticos. En esas manifestaciones públicas, los movimientos que al principio se presentaron como iniciativas de apoyo pronto asumieron el papel de movimientos de colisión/resistencia a lo que percibían como estructuras tradicionales tendenciosas y opresivas respecto de la interpretación teológica y la praxis eclesiástica. El objetivo era liberar a los individuos y a las iglesias y, por su intermedio, a la sociedad, de las amarras interpretativas que no estarían correspondiendo con las nuevas lecturas propuestas.

Con el tiempo, quedó claro que cada nueva lectura teológica era el resultado de una peculiar hermenéutica alternativa. Aunque no es posible trazar un mapa de todos ellos en este artículo, se pueden observar, en la tabla de la página siguiente, los esquemas de los que son citados por muchos estudiosos como los principales.

Las ideas mencionadas en el cuadro se han propuesto y practicado de forma intercambiable, y a menudo una o varias teorías sirven de base a más de una entre las teologías propuestas. Sin embargo, tienen como denominador común lo que se llama “hermenéutica de la sospecha”. Se basan en la duda crítica y deconstructiva acerca de las narraciones bíblicas, negando su literalidad y –en consecuencia– la existencia de un sentido único definido por el texto. Esta crítica también alcanza a las estructuras, las autoridades, los discursos y las prácticas establecidos en estas narraciones. Al criticar lo que llaman “tradición opresora”, se trata de proponer teologías “postradicionales” capaces de subvertir los sistemas que reproducen esos valores, y forzar así la emergencia de una nueva mentalidad y sociedad a través de la ruptura.

Resultados de las hermenéuticas alternativas

Las consecuencias de aceptar cualquier hermenéutica alternativa a la establecida por la Biblia han sido desastrosas desde el principio de la humanidad. Primero provoca el alejamiento de Dios y de sus verdades (Gén. 3:8, 9), luego conduce a la falta de unidad (Gén. 3:12) y, finalmente, termina en la apostasía (Gén. 4:5, 8). En la historia del cristianismo, no ha sido diferente. Detrás de muchos de los cuestionamientos doctrinales y de las posturas críticas hacia la doctrina, la iglesia y su liderazgo, hay un impasse hermenéutico que resulta de la aceptación de presupuestos derivados de fuentes distintas de las Sagradas Escrituras.[6]

Una vez que se niega o debilita la autoridad de las Escrituras, la autoridad delegada por la Revelación a la iglesia y su liderazgo también queda socavada. No es casualidad que las confesiones cristianas que en cierta medida han acogido la hermenéutica alternativa en las últimas décadas hayan pagado el precio de la falta de unidad teológica, pasado por el cisma confesional y llegado a la esterilidad misionera.

Ante el potencial destructivo que la mala interpretación de la Biblia mostraba en su época, Elena de White nos recordó que, cuando se trata de verdades reveladas, “no es la inspiración de Dios la que conduce a la gente a albergar diversas opiniones”.[7] Las opiniones divergentes en relación con los temas doctrinales sobre los que hay un claro e inequívoco “así dice Jehová” son una clara señal de alerta sobre una interpretación inadecuada de la Palabra de Dios. La autora alertó que el “escepticismo y la incredulidad que hay en muchas iglesias en cuanto a la interpretación de las Escrituras”[8] llevarían a muchos a dudar de los puntos claros en la Biblia.

Las aproximaciones críticas, que niegan los valores, los principios y las reglas presentados en las Escrituras, usualmente pretenden resignificarlos y redefinir su práctica para la vida personal y de la iglesia. Acerca de cómo eso ocurría en su tiempo, Elena de White escribió que “desprenden de su contexto unas pocas palabras de la Escritura, por más que en muchos casos dicho contexto revela un significado exactamente contrario al que se le adjudica a esas pocas palabras; y esos pasajes así aislados se tuercen y se usan para probar doctrinas que no tienen ningún fundamento en la Palabra de Dios”.[9]

Acerca de por qué algunas personas actúan así en relación con la Biblia, ella dijo que “las impresiones de las mentes son diferentes. No todos entienden de la misma manera las expresiones y los asertos. […] Las predisposiciones, los prejuicios y las pasiones ejercen una poderosa influencia para oscurecer el entendimiento y confundir la mente, aun al leer las palabras de las Santas Escrituras”.[10] Respecto de los resultados de este tipo de interpretación, ella alertó que “las Escrituras resultan pervertidas y son mal aplicadas, y las gemas de verdad aparecen en el marco del error”.[11]

Ante la seriedad de la tarea interpretativa, decía ella, hacemos bien en recordar que “no podemos aceptar con seguridad las opiniones de ningún hombre, por muy erudito que sea, a menos que estén en armonía con las palabras del gran Maestro. Se nos presentarán las opiniones de hombres que yerran para que las aceptemos, pero la Palabra de Dios es nuestra autoridad, y nunca debemos aceptar las enseñanzas humanas sin tener la evidencia más concluyente de que concuerdan con la enseñanza de la Palabra de Dios. Debemos tener la certeza de que estamos sobre la plataforma de la verdad eterna: la Palabra del Dios vivo”.[12]

Conclusión

En este artículo recordamos que el paradigma hermenéutico más amplio que fundamenta las lecturas alternativas de la Biblia es la crítica narrativa, perspectiva que pone en duda la literalidad y el sentido definido/definitivo del texto. Además, demostramos que esa postura interpretativa viola el principio bíblico de Sola Scriptura en la medida en que se vale de fuentes y métodos extraños, y por eso incompatibles, con la Biblia misma. Finalmente, concluimos que los resultados ya conocidos de este tipo de hermenéutica, y sus muchas lecturas, han sido destructivos para la iglesia.

En este horizonte, es posible percibir que estamos ante un problema cuya causa es nítidamente hermenéutica. Por eso, la única salvaguardia es dedicarnos con humildad, compromiso y diligencia al estudio y la proclamación de la Palabra de Dios y, por su gracia, permanecer fieles al “así dice el Señor”. En este escenario desafiante, los pastores obreros y los líderes de iglesia necesitan asumir su papel ante las presiones y los conflictos que esas lecturas han causado. El ministro o el líder de iglesia actúa contra la autoridad de las Escrituras cuando deja de instruir a la congregación en relación con las nociones, las creencias y las actitudes bíblicamente establecidas; cuando no se posiciona a favor de la Palabra de Dios ante los intentos de relecturas o incluso cuando manifiesta apoyo a esas ideas y sus prácticas, en cualquier nivel de publicidad. Que Dios nos ayude a pensar, actuar y proclamar según la hermenéutica de Sola Scriptura.

Sobre el autor: director del Seminario Teológico de la Facultad Adventista de la Amazonia.


Referencias

[1] Hermisten da Costa, Raízes da Teologia Contemporânea (San Pablo: Cultura Cristã, 2004), p. 293-315.

[2] Stanley Grenz y Roger l. Olson, 20th Century Theology: God and the World in a Transitional Age (Downers Grove, IL: IVP Academic, 1993).

[3] Cauê Krüger, “Impressões de 1968: Contracultura e identidades”, Acta Scientiarum, v. 32, Nº 2, pp. 139-145.

[4] Urbano Zilles, Panorama das Filosofias do Século XX (San Pablo: Paulus, 2016).

[5] Gerald Bray, Biblical Interpretation: Past & Present (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1996), pp. 221- 228, 465ss.

[6] Roger Olson, História das Controvérsias da Teologia Cristã (San Pablo: Vida, 2004).

[7] Elena de White, Cada día con Dios (Nampa, ID: Pacific Press Publishing Association, 1979), p. 162.

[8] Elena de White, Mensajes selectos (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), t. 1, p. 17.

[9] Elena de White, El conflicto de los siglos (Florida, Bs. As.: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), p. 594.

[10] Elena de White, Mensajes selectos, t. 1, pp. 23, 24.

[11] Elena de White, Cada día con Dios, p. 162.

[12] Elena de White, A fin de conocerle (Nampa, ID: Pacific Press Publishing Association, 2008), p. 210.