EL EVANGELISMO es la tarea fundamental de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Debemos proclamar siempre y por doquiera el Evangelio eterno, dando énfasis especial a la soberanía de Dios, al juicio y al llamado a adorar al Creador.
La tarea exige una movilización total. Cada congregación, asociación, departamento, institución y miembro están incluidos. Íntimamente convencida y preocupada, sabiendo que los hombres que mueren en sus pecados sin haber conocido a Cristo están perdidos, la iglesia movilizada debe apresurarse en proclamar la gracia redentora de Dios antes que aquéllos perezcan.
Usad todo método que sea efectivo
Todo método, viejo o nuevo, que en forma efectiva comunica el Evangelio, debe ser usado. Cuando un método no funciona, úsese otro. En especial, deben mancomunarse los esfuerzos de los ministerios de publicaciones, radio, TV, médico, educación sanitaria, asistencia social, escuela sabática, educación cristiana, actividades laicas y de jóvenes, para secundar en forma eficiente al ministerio evangélico en la tarea evangelística. Todos en la iglesia, personas instruidas e iletradas, ricos y pobres, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, ministros y laicos, son llamados a cumplir con el mandato divino de Apocalipsis 14: 6-12.
La comisión abarca a todo el mundo. Ninguna nación, tribu, lengua o pueblo puede ser pasado por alto. El costo y los peligros implicados están fuera de nuestra comprensión, pero la comisión divina sigue en pie. Inexorablemente el tiempo se va acabando. Los campos están blancos para la cosecha. Hay multitudes en el valle de la decisión que viven y mueren sin el conocimiento salvador de Cristo. Con la sentencia apocalíptica pesando sobre nosotros, y ante la inminencia del fin del tiempo de gracia, no es éste el momento para que los ministros adventistas se pongan a mirar el cielo, a considerar sus diferencias de opinión, a formular teorías o a nutrir preferencias personales. Si somos llamados a hacer algo, es a estrechar filas en un poderoso y continuado empuje evangelístico hasta que nuestro bendito Señor vuelva en gloria. Con toda seguridad, la tarea es nuestra, y nuestra es la victoria.
No hay tiempo para la crítica
Para que no se entiendan mal las palabras del hombre falible, veamos qué dice la sierva de Dios al respecto:
“El Señor vive y reina. Pronto se levantará en majestad para sacudir a la tierra en forma terrible. Ahora hay que llevar un mensaje especial, un mensaje que atravesará las tinieblas espirituales, convencerá y convertirá a las almas. Escapa, huye por tu vida, es la advertencia que hay que dar a los que viven en el pecado. Debiéramos estar sumamente preocupados. No tenemos un momento que perder en críticas y acusaciones. Los que así hayan procedido en lo pasado caigan sobre sus rodillas en oración y miren cómo pusieron sus palabras y sus planes en lugar de las palabras y los planes de Dios” (Testimonies, tomo 8, pág. 36).
“No tenemos tiempo para espaciarnos en asuntos que no tienen importancia. Debemos dedicar nuestro tiempo a proclamar el último mensaje de misericordia a un mundo culpable. Se necesitan hombres que obren bajo la inspiración del Espíritu de Dios. Los sermones de algunos de nuestros ministros tendrán que ser mucho más poderosos que los que predican ahora, o muchos apóstatas oirán un mensaje tibio e indirecto que arrulla a la gente y la hace dormir. Todo discurso debe darse bajo el sentido de los terribles juicios que pronto han de caer sobre el mundo. El mensaje de verdad ha de ser proclamado por labios tocados por un carbón vivo del altar divino. . .
“Los ministros están dormidos; los miembros laicos también; y el mundo perece en el pecado. Dios ayude a su pueblo a despertarse, a andar y obrar como hombres y mujeres que están en el umbral del mundo eterno. Pronto una terrible sorpresa sobrecogerá a los habitantes del mundo. Cristo vendrá repentinamente, con poder y grande gloria. Entonces no habrá tiempo para prepararse para recibirlo. Ahora es el tiempo en que hemos de dar el mensaje de advertencia” (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 220).