I.¿Es necesario un reavivamiento?

Con frecuencia, en esta significativa época en que vivimos, surge esta pregunta: “¿Necesita un reavivamiento nuestra denominación?” La sierva del Señor da una respuesta sencilla: “Un reavivamiento… es la mayor y más urgente de todas nuestras necesidades” (Servicio Cristiano, pág. 53).

Asumir cualquier otra posición sería estar del lado de Satanás en esta guerra cristiana. La inspiración dice: “Si Satanás pudiera poner en práctica sus ideas, nunca habría otro reavivamiento, grande o pequeño, hasta el fin del tiempo” (Selected Messages, tomo 1, pág. 124). “Satanás hará lo más que pueda para mantener … [al pueblo de Dios] en un estado de indiferencia y estupor” (Christ Our Righteousness).

II. ¿Qué es un reavivamiento?

Debemos considerar en primer término qué es un reavivamiento. Un reavivamiento es una renovación de la vida espiritual, un avivamiento de las facultades de la mente y el corazón, una resurrección de la muerte espiritual. Un reavivamiento es el resultado de la obra del Espíritu Santo sobre los corazones humanos. El corazón natural del hombre es incapaz de conocer o apreciar la justicia. Su corazón es maligno y está alejado de Dios. El pecado no solamente separa el alma de Dios, sino que destruye en el hombre tanto la capacidad como el deseo de conocerlo. A menos que algún poder exterior al hombre se ampare de su corazón, el hombre está condenado a muerte. Se requiere un reavivamiento para hacerlo recapacitar. Cuando el Espíritu Santo ha logrado despertar el corazón humano y hacerle comprender el pecado, cuando le ha infundido un nuevo conocimiento de Dios y le ha hecho conocer la realidad del juicio, él puede responder a la obra de reavivamiento que el Espíritu ha realizado o bien rechazarla.

Reavivamiento en la congregación. Se piensa por lo general que el reavivamiento consiste únicamente en el despertar de las multitudes en alguna gran reunión religiosa, tal como el día de Pentecostés cuando Pedro predicó su eficaz sermón bajo el poder del Espíritu, haciendo que sus oyentes se compungieran de corazón. Quedaron tan conmovidos que “dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech. 2:37, 38). No todos aceptaron la convicción del Espíritu Santo, pero se dice de quienes la aceptaron: “Los que recibieron su palabra fueron bautizados. … Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles” (vers. 41, 42).

En el círculo de la familia. Sin embargo, un reavivamiento no tiene por qué efectuarse únicamente en las grandes multitudes. El Espíritu Santo produjo un reavivamiento en una familia de Filipos. Pablo y Silas habían sido encarcelados en una inmunda prisión. A pesar de las molestias que le ocasionaba la incómoda posición en que los habían colocado no murmuraron, sino que se estimularon el uno al otro con palabras de oración y cantos de alabanza. Los demás prisioneros y el carcelero mismo quedaron profundamente impresionados por la conducta de estos cristianos. Posteriormente una noche cuando el Señor envió un terremoto y abrió todas las puertas de la prisión, los presos obedecieron el consejo de Pablo y Silas y permanecieron en sus lugares en vez de huir en busca de la libertad, lo que habría ocasionado la muerte del carcelero por su descuido. Cuando éste advirtió que todos los prisioneros estaban allí y su vida no corría peligro, corrió junto a estos hombres extraños y les preguntó cómo podría obtener paz, integridad y salvación. La Palabra dice: “El entonces, pidiendo luz, se precipitó dentro y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (Hech. 16:29, 30).

Este hombre respondió al poder reavivador del Espíritu Santo y a la instrucción de Pablo y “en seguida se bautizó él con todos los suyos” (vers. 33).

Pablo predicó un reavivamiento a otra familia: Félix y Drusila, pero con resultados muy diferentes. Cuando Pablo disertó “acerca de la justicia, del dominio propio, y del juicio venidero, Félix se espantó y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré” (Hech. 24:24, 25). Se había convencido, pero rechazó la invitación. Aunque “muchas veces lo hacía venir y hablaba con él” (vers. 26), no lo hacía porque anhelaba esclarecimiento divino. Habiendo rechazado a Dios, siguió los dictados de su corazón natural procurando que Pablo lo sobornara para concederle la libertad.

En el individuo. Una persona puede experimentar un reavivamiento sin la presencia de un predicador o la asistencia a la iglesia, como ocurrió en el caso del hijo pródigo. En la desesperada desolación de sus circunstancias, el hijo pródigo respondió a la influencia esclarecedora del Espíritu Santo. “Y volviendo en sí”. Luego repentinamente comprendió la bondad y los recursos de su padre, y se sometió a la invitación del Espíritu, “y levantándose, vino a su padre” (Luc. 15:17, 20).

III. ¿Por qué necesita un reavivamiento la Iglesia Adventista?

            Pienso en cinco razones por las cuales es necesario un reavivamiento entre nosotros.

  1. Nuestros pobres corazones y vidas dan testimonio de esta necesidad. Cuando hacemos un inventario, cuando dedicamos tiempo a reflexionar a medida que el Espíritu Santo se une con nosotros para exponer las raíces de nuestra afección, debemos confesar nuestro egoísmo. Vemos nuestra dureza, nuestra inclinación a la crítica, nuestra indiferencia; y debemos reconocer: “Necesito un reavivamiento”.
  2. Debido a las condiciones imperantes en algunos de nuestros hogares, ¡cuánto necesitamos un reavivamiento del amor en nuestra familia! En el congreso de una asociación una niña vino a ver a uno de nuestros ministros y le dijo: “¿De qué vale que trate de ser cristiana? Mi hogar es imposible. Lo único que escucho son discusiones y peleas. Papá y mamá vinieron a la reunión esta mañana. Trajeron sus Biblias y anotaron algunos pensamientos, pero apenas volvieron a su habitación tuvieron una discusión. Ahora mismo están discutiendo. ¿De qué vale que trate de ser cristiana?”
  3. Porque Dios lo dice. En Apocalipsis 2:4 se declara: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”. Dios hizo resaltar este pasaje en forma quemante ante Elena G. de White. Ella escribió: “‘He sido instruida para decir que estas palabras se aplican a las iglesias adventistas en su condición actual. Se ha perdido el amor de Dios, y esto significa la ausencia de amor los unos por los otros. El yo, el yo, el yo es acariciado, y lucha por obtener la supremacía” (Christ of Righteousness, pág. 129).

Únicamente el poder revivificador de Dios puede cambiar esta situación, porque trágico que no sintamos la gravedad de nuestra condición. Llegamos a creer que las cosas están en mucho mejor condición de lo que en realidad están y nos ofendemos cuando alguien sugiere que no todo está bien en Sion. “Tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, Je ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Apoc. 3:17).

“‘Necesitamos el Espíritu Santo a fin de comprender las verdades para este tiempo; pero hay una sequía espiritual en nuestras iglesias, y nos hemos acostumbrado a satisfacernos fácilmente con nuestra condición delante de Dios’” (Id., pág. 119). “‘La iglesia somnolienta debe ser levantada, despertada de su letargo espiritual, para que comprenda los importantes deberes que han sido descuidados’” (Id., pág. 118).

  • Las condiciones imperantes en la iglesia lo demuestran. La falta de celo hacia el evangelismo, la indiferencia hacia las multitudes que no conocen a Cristo, la inconsecuencia, la búsqueda fanática de diversión, todo esto testifica de nuestra necesidad. La expresión “amadores de los placeres más que de Dios” se aplica a la Iglesia Adventista. La iglesia se llena cuando se anuncia cualquier clase de entretenimiento o de otra actividad que no sea espiritual, pero difícilmente aparece una docena de miembros en el culto de oración. “La iglesia ha vuelto la espalda a Cristo como su dirigente y se está retirando rápidamente hacia Egipto. Sin embargo, pocos están alarmados o asombrados ante su falta de poder espiritual. La duda, y aun la incredulidad en los testimonios del Espíritu de Dios se están infiltrando en nuestras iglesias en todas partes” (Testimonies, tomo 5, pág. 217).

Finalmente, necesitamos un reavivamiento porque es imperativo. Sin él la iglesia se hará tan apóstata que Dios no podrá reclamarla como suya. “‘Dios pide un reavivamiento espiritual y una reforma espiritual. A menos que esto ocurra, los que están tibios cada vez aborrecerán más al Señor, hasta que él rehúse reconocerlos como hijos suyos’” (Christ Our Righteousness, pág. 121).

IV. ¿Es peligroso hacer tanto énfasis?

¿Corre el riesgo esta enseñanza de conducir al fanatismo y al extremismo? Por cierto, que es peligrosa. ¿Pero hay algo que tenga un gran poder potencial que no sea peligroso? La electricidad es algo peligroso, pero no estoy dispuesto a abandonar los beneficios de la electricidad porque de vez en cuando alguno muere electrocutado por descuido.

Desde los tiempos del apóstol Pablo, cada verdadero reavivamiento ha tenido que hacer frente al fanatismo. Pero a pesar de los extremos, estoy agradecido a esos reavivamientos y reformas. El príncipe del mal combate cada centímetro de progreso realizado por el pueblo de Dios en su viaje hacia el cielo. La historia de la reforma testifica que ningún reavivamiento se lleva a cabo sin hacer frente a serios obstáculos.

Desde los días de Lutero, los Wesley, Guillermo Miller, los White, y otros, cada verdadero reformador que ha bendecido al mundo con su fe y su influencia ha sido perseguido no sólo desde afuera sino muy particularmente desde dentro de la iglesia, en la que se han desarrollado dos grupos. A la derecha encontraron a cada paso a las huestes satánicas empujando a los excesivamente celosos, a los desequilibrados y a los no santificados hacia toda clase de fanatismo. A la izquierda estaban los fríos formalistas quienes, aunque no participaban de la reforma, señalaban acusadoramente a los reformadores que trabajaban infatigablemente contra los extremos y culpaban a estos baluartes de Dios de toda clase de fanatismo.

Sobre el autor: Pastor de la Iglesia del Colegio Unión del Atlántico.