En todos los aspectos del liderazgo, los ancianos deben practicar la más absoluta veracidad y honestidad, mostrando altas normas de comportamiento ético. Deben ser fieles y leales a las enseñanzas de la Escritura y a las normas de la iglesia, y rehusarse a comprometer cualquier aspecto de la verdad o de la ética.
Cuando Moisés eligió ancianos se le aconsejó que buscara “varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia” (Exo. 18:21). Tenían que ser individuos llenos del Espíritu (véase Núm. 11:16, 17). En los tiempos del Nuevo Testamento, Pablo advirtió a Timoteo y a Tito que el anciano de la iglesia debía ser “irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro” (1 Tim. 3:2, 3). Un anciano debe ser “irreprensible, como administrador de Dios: no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo” (Tito 1:7, 8). Los ancianos, y los demás oficiales de la iglesia, deberían revelar el fruto del Espíritu de Dios en sus vidas: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gál. 5:22, 23).
Pedro dio un consejo similar en su epístola: “A los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también como ellos… Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente… Revestíos de humildad… Humillaos pues… Sed sobrios y velad… Resistid firmes en la fe” (1 Pedro 5:1-9).
A la luz de lo anterior, Elena G. de White comentó: “Aquellos que están señalados para salvaguardar los intereses espirituales de la iglesia deberían ser cuidadosos de dar un ejemplo correcto, no dando ocasión a la envidia, los celos, la sospecha, y manifestando siempre el mismo espíritu de amor, respeto, cortesía que desean alentar en sus hermanos”[1]
En todos los aspectos del liderazgo, los ancianos deben practicar la más absoluta veracidad y honestidad, mostrando altas normas de comportamiento ético. Deben ser fieles y leales a las enseñanzas de la Escritura y a las normas de la iglesia, y rehusarse a comprometer cualquier aspecto de la verdad o de la ética. Y siempre necesitan mirar a Jesús para mantener su integridad.
Fuertes relaciones familiares
Siendo que nuestra propia familia se encuentra entre los tesoros más grandes de la vida, los ancianos necesitan orar constantemente pidiendo la sabiduría y el amor que necesitan de modo que sus familias reflejen todo lo que es puro, honesto, fiel y verdadero. “La mayor evidencia del poder del cristianismo que se pueda presentar al mundo es una familia bien ordenada y disciplinada. Esta recomendará la verdad como ninguna otra cosa puede hacerlo, porque es un testimonio viviente del poder práctico que ejerce el cristianismo sobre el corazón”[2]
La Biblia sugiere que una forma de decidir si los candidatos están totalmente calificados para ser ancianos es evaluando sus relaciones familiares: “Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)” (1 Tim. 3:4, 5). “El que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía” (Tito 1:6).
Puesto que los ancianos son los dirigentes laicos de la iglesia local, pueden estar absolutamente seguros de que los ojos de todos los miembros estarán sobre ellos. Pueden estar seguros de que sus relaciones familiares serán analizadas también.
Aquellos que han recibido demostraciones de amor y respeto de parte de los miembros de su propia familia, por su liderazgo capaz y lleno de amor, pueden esperar una respuesta similar de los miembros de la familia más grande que es la iglesia.
En el hogar, tanto como en la iglesia, las buenas relaciones tienen su base en el amor, la fidelidad, la lealtad y el respeto. Todos son atributos del carácter de Cristo, y se desarrollan en nuestras vidas mediante una estrecha asociación con él. “Los corazones que están henchidos del amor de Cristo no pueden separarse mucho. La religión es amor, y el hogar cristiano es un lugar donde el amor reina y halla expresión en palabras y actos de bondad servicial y gentil cortesía… Únicamente donde reina Cristo puede haber amor profundo, verdadero y abnegado”[3] (81) “Y a medida que crezca vuestro amor por él, vuestro amor mutuo aumentará en fuerza y profundidad”.[4]
Dedicación a Cristo
La consagración, la profundidad espiritual, y un fuerte carácter moral son los atributos del liderazgo cristiano que no se producen naturalmente. Son los frutos de nuestra comunión con Jesús. Por tanto, los ancianos necesitan dedicar tiempo cada día al estudio de la Biblia, la meditación y la oración. Ningún líder cristiano puede creer que tendrá poder para dirigir al pueblo en la forma que Dios quiere, a menos que haga la decisión de poner a Dios en primer lugar en cada aspecto de su vida.
Cristo mismo sintió esta necesidad de la presencia del Padre para renovar sus fuerzas. Las Escrituras registran que “levantándose de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Mar. 1:35). Y ésta no fue una ocasión aislada ni circunstancial para Jesús. Era su costumbre dedicar las horas más tempranas del día a la comunión con su Padre (véase Mal. 14:23; Luc. 5:16; 6:12). El tipo de devoción mostrada por Jesús en su liderazgo es un modelo para todos los líderes cristianos modernos.
Referencias
[1] Elena G. de White, Testimonies tor the Church (Mountain View, Calil.: Pacific Press Publishing Association, 1948), tomo 5, pág. 241.
[2] El hogar cristiano (Bogotá: Asociación Publicadora Interamericana, 1959), pág. 26.
[3] Id, pág. 81.
[4] Id., pág. 91.