En 1964, con solo 35 años, Martin Luther King fue ganador del Premio Nobel de la Paz, por causa de su constante lucha contra la violencia y su defensa de los derechos civiles. Fue el principal motivador de la histórica marcha hacia Washington, el 28 de agosto de 1963, de la que participaron 200 mil personas. Ante aquella multitud, junto a las rejas del Memorial Lincoln, Luther King dijo con emoción:

“Sueño con el día en que ‘todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá’ (Isa. 40:4, 5).

“No podemos caminar solos. Y a medida que caminemos, debemos hacernos la promesa de que marcharemos hacia el frente. No podemos volver atrás. […] No, no estamos satisfechos, y no estaremos satisfechos hasta que la justicia nos caiga como una catarata y el bien como un torrente.

“No olvido que muchos de ustedes están aquí tras pasar por grandes pruebas y tribulaciones […] golpeados por las tormentas de la persecución y sacudidos por los vientos de la brutalidad. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen su trabajo con la fe de que el sufrimiento sin recompensa asegura la redención. […] Vuelvan […] con la sabiduría de que de alguna forma esta situación puede ser y será cambiada. No nos deleitemos en el valle de la desesperación. Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño Es un sueño arraigado profundamente […].

“Yo tengo un sueño de que un día […] los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad.

“Entonces dejen resonar la libertad desde las prodigiosas cumbres […] desde las grandes montañas […] desde los picos nevados […] desde los curvados picos […] desde cada colina y cada topera […] desde cada ladera, dejen resonar la libertad.

“Y cuando esto ocurra, cuando dejemos resonar la libertad, cuan do la dejemos resonar desde cada pueblo y cada caserío, desde cada Estado y cada ciudad, seremos capaces de apresurar la llegada de ese día cuando todos los hijos de Dios, hombres negros y hombres blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos, serán capaces de unir sus manos y cantar las palabras de un viejo negro spiritual: Por fin somos libres, Por fin somos libres, Gracias a Dios todopoderoso, por fin somos libres”.[1]

Es conmovedor pensar en los ideales que impulsaron a Luther King a soñar y a luchar en defensa de los derechos de los desprotegidos y, finalmente, a ser recompensado con el Premio Nobel de la Paz.

Por otro lado, es más conmovedor pensar en nuestro sueño, querido pastor, que debe coincidir con el sueño de Jesús, de ver a la iglesia preparada para la eternidad, cuando los muros de separación serán destruidos, cuando todos seremos uno, cuando la esclavitud del pecado llegue a su fin, y comience la verdadera libertad. Entonces, recibiremos el Premio Nobel de la Esperanza, la corona de la vida eterna.

A semejanza de Moisés, recibimos de Dios el desafío de liberar a su pueblo de la esclavitud espiritual y llevarlo a la tierra que mana leche y miel. Soñemos despiertos, en comunión y misión, mientras trabajamos con sentido de urgencia.

Sobre el autor: Secretario ministerial de la División Sudamericana.


Referencias

[1] Luther King Jr., “Yo tengo un sueño” [en línea) Disponible en: http://news.bbc.com.uk/hi/spanish/international/newsid_3188000/3188123.htm