No hace mucho, encontré a un pastor desanimado. Las cosas en su nuevo distrito no marchaban como él lo esperaba. Estaba enfrentando mucha resistencia de parte de los líderes locales. A medida que pasaban los días se afirmaba en él la idea de que no había sido el plan de Dios que se lo transfiriera a ese lugar. “Pastor -me dijo con pena-, creo que nunca entenderé por qué permitió Dios que viniera aquí”.

No sé si ya lo asaltó la duda acerca de si es o no la voluntad de Dios que usted esté trabajando en el lugar en el que se encuentra. A veces, la aparente falta de éxito en un lugar de trabajo puede suscitar, inclusive, la inseguridad hasta con respecto a su propio llamado. En cierto momento de la conversación, ese pastor me dijo: “A veces creo que mi lugar no es el ministerio, porque si Dios realmente me hubiera llamado yo no estaría enfrentando estas dificultades”.

Muchas veces el temor puede generar dudas. Las dificultades pueden anular la certeza. Las disculpas que adelantamos pueden ser sólo mecanismos de defensa para protegernos del dolor que nos provocan las circunstancias adversas. Por lo menos, eso fue lo que sucedió con muchos hombres llamados por Dios.

Pensemos, por ejemplo, en Jeremías. Cuando Dios lo llamó, sabía de las dificultades terribles que enfrentaría para cumplir su misión. La gente a la cual Dios lo enviaba ni siquiera estaba bien dispuesta. Incluso su vida corría peligro. Para defenderse, puso en tela de juicio su llamado: “¡Ah, Señor Jehová! -dijo-. He aquí, no sé hablar, porque soy niño” (Jer. 1:6). Pero Dios le aseguró: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jer. 1:5).

Note cómo se identificó Dios con el gran “Yo Soy”. “Yo te formé”; “Yo te santifiqué’“; “Yo te constituí”. Usted sabe que Dios usó esa misma identificación cuando Moisés temblaba frente a las dificultades que encontraría en el cumplimiento de su misión. En esa oportunidad, el Señor le dijo: “Yo soy el que soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo soy me envió a vosotros” (Éxo. l 3:14).

¿Sabe usted lo que Dios quiere decir? Que usted no es pastor porque quiso serlo. En el programa eterno para salvar al hombre había un lugar para usted, como predicador del evangelio. Fue Dios quien lo llamó aun antes de que usted naciera. Ese Dios es el eterno “Yo Soy”. “Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte” (Jer. 1:19).

En las palabras de ánimo que le dirigió el Señor a Jeremías, usó tres verbos. El primero es conocer. “Si te sientes como un niño, si crees que no puedes, si estás en el lugar acertado o no, yo lo sé -dice el Señor-. Yo lo sé lodo. Te conozco, sé cuáles son las circunstancias que te rodean, las dificultades que encuentras, tus temores, dudas y complejos. Nada está oculto para mí. No digas: ‘Soy niño’. Yo sé por qué te llamé; y no conozco el fracaso”.

El segundo verbo que usa Dios es santificar. “Yo te santifiqué”. La palabra hebrea correspondiente es qvadash, que significa “separar, apartar” Usted es un ser humano apartado por Dios para llevar a cabo una obra sagrada. Es necesario que la gente vea que usted es diferente. En las horas de tentación y lucha recuerde que desde el vientre de su madre usted fue separado para llevar adelante una obra santa.

El tercer verbo es dar, que en este caso loma el sentido de ubicar, constituir. Dios dice: “Yo te di”. El verbo hebreo es nathan, cuyo significado es encajar, ubicar. Quiere decir que Dios nos pone en el lugar exacto, ni más ni menos. Como un constructor, él sabe dónde colocar cada piedra. Así lo hizo con Jeremías, su mensajero. Lo puso exactamente en el lugar en el que debía estar, a pesar de las circunstancias; por eso, querido pastor, no deje que lo asalte la duda cuando hay dificultades. El Dios que lo llamó no conoce derrota y, con respecto a los problemas que usted enfrenta ahora, le dice: “No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte” (Jer. 1:8).

Sobre el autor: Secretario de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana