Después de predecir una considerable pérdida de la fe y gran aflicción entre sus seguidores, Jesús anunció que se producirían ciertos eventos cósmicos con efectos tan dramáticos que “las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mat. 24:29; Mar. 13:24; Luc. 21:25, 26). Sólo entonces “aparecerá la señal del Hijo del Hombre… viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mat. 24:30). Jesús quería que sus seguidores buscaran esa “señal del Hijo del Hombre”.

Entonces les contó una parábola: “De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca” (Mat. 24:32-34).

Algunos teólogos de fuerte tendencia liberal han llegado a la conclusión de que con estas palabras Cristo anunció su regreso durante el tiempo de la generación de sus días, y que la parousía podría producirse en realidad inmediatamente después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. Pero la Historia habría demostrado —eso es lo que sostienen— que Jesús sencillamente se equivocó. ¿Es verdadera esta afirmación?

Para comprender correctamente la declaración de Cristo debemos considerar dos expresiones importantes: “esta generación” y “todas estas cosas”. Jesús identificó claramente a “esta generación” no como el cumplimiento de algunas o de muchas señales, sino con el cumplimiento de “todas estas cosas”, es decir, todas las señales. Esto no se ha reconocido siempre, de manera que algunos han concluido de forma prematura que aquí se está hablando de “la última generación”.

El significado de “todas estas cosas”

El hecho de que las ramas de la higuera se enternecieran y comenzaran a brotar, no significaba que el verano había llegado, sino que se estaba aproximando. De forma semejante, cuando “todas estas cosas” se produjeran, incluso los eventos cósmicos del Cielo y la Tierra, entonces, y solamente entonces, la parousía estaría próxima o sería inminente. Lucas confirma esta interpretación cuando menciona “señales en el sol, en la luna y en las estrellas”, ciertos fenómenos producidos en el mar, y añade que “las potencias de los cielos serán conmovidas” (Luc. 21:25, 26). Después de referirse a la parábola de la higuera, el Señor repitió la misma idea: “Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios” (Luc. 21:31). Está claro que “estas cosas” no incluyen la parousía. No tendría sentido decir: “Cuando vean al hijo del Hombre que viene en gloria, sabed que su venida está próxima”.

La versión de Mateo también establece que todos los eventos cósmicos deben haberse producido antes de que podamos decir que la parousía está próxima y que ya está presente la última generación. “Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca” (Mat. 24:33, 34).

Mateo menciona la conmoción de las potencias celestiales o convulsiones cósmicas como la última señal antes de la venida de Cristo (Mat. 24:29). Sólo cuando todas esas señales cósmicas hayan ocurrido —y no sólo la lluvia de meteoritos de 1833—, podremos saber que llegó la última generación. Arthur Maxwell concluyó, en 1952, durante el Seminario Bíblico Adventista, que si el fenómeno cósmico de 1833 se entendía como una señal de la cercanía de la consumación final, “sería absurdo sugerir que centenares de años podrían transcurrir todavía antes de la aparición del Señor. Una demora tan larga podría convertirla en algo insignificante”.[1]

William H. Branson, presidente de la Asociación General, declaró lo siguiente en esa misma ocasión: “En ningún lugar encontramos una declaración de Jesús en el sentido de que los que fueron testigos de la caída de las estrellas vivirían hasta su segunda venida. Él dijo que los que formaran parte de la última generación serían los que verían ‘estas cosas’; y yo pregunto: ¿Qué generación verá el cumplimiento de todas estas cosas? Ésta es la gran pregunta”.[2]

Pero esta pregunta recibe respuesta cuando relacionamos la declaración de Jesús acerca de “esta generación” con la última señal de la conmoción de “las potencias de los cielos”, y relacionamos el fin con los eventos cósmicos que ocurrirán en ocasión de las siete últimas plagas. En efecto, existe consenso en el sentido de que las señales en el Sol, la Luna y las estrellas están resumidas en la frase “y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mat. 24:29). Esto es lo que enseñan los especialistas modernos en Nuevo Testamento.[3]

Ki K. Kim, al estudiar las señales cósmicas a la luz del Antiguo Testamento, relacionadas con “el día de Jehová”, dice lo siguiente: “La principal preocupación de Mateo no es explicar en qué consisten las señales o indicar el momento de su cumplimiento, sino pintar con colores brillantes la venida del Hijo del hombre y conmover a la audiencia con la gloria de la parousía. No era su intención establecer un momento determinado”.[4]

Perspectiva tipológica

¿Qué quería decir Jesús con la expresión “esta generación”? (Mat. 24:34). Muchos comentadores creen que se refería a sus contemporáneos, y emplean una declaración similar suya que encontramos en Mateo 23:36: “De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación”. Pero esto no es una prueba de que se esté refiriendo a eso, porque el contexto es diferente. En el capítulo 23 Jesús está hablando acerca de la inminente condenación de Jerusalén. En el capítulo 24 se está refiriendo a su segunda venida en gloria. Los respectivos contextos establecen la diferencia en cuanto a la forma como se debe entender la declaración.

Jesús no dijo nada en cuanto a la duración del período en el que viviría esa generación. Declaró que la presencia de los ejércitos romanos en las proximidades de Jerusalén sería la señal culminante para sus contemporáneos, una señal que los apóstoles pudieron ver ellos mismos. Entonces podían huir para encontrar refugio en los montes. A esa generación incrédula Jesús le hizo un anuncio sorprendente: “Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor” (Mat. 23:39). Los judíos, vivos y muertos, recibieron la advertencia acerca del futuro advenimiento de Jesús como Juez (Mat. 25:31-46).

Esta misma verdad se le anunció a Caifás, el sumo sacerdote: “Además os digo que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (Mat. 26:64). Esta predicción requiere la resurrección de Caifás en ocasión de la segunda venida de Cristo. El Apocalipsis habla de esto al firmar que “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron, y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén” (Apoc. 1:7).

La afirmación de que “no pasará esta generación” la aplicó Cristo a sus principales oponentes en todos los tiempos. Resucitarán en ocasión de su segunda venida, y tendrán que enfrentarlo como Juez. El punto focal de la declaración de Jesús no es la extensión cronológica de la vida, sino la certidumbre de su regreso como Juez para sus contemporáneos y para todos los que lo “traspasaron” al rechazarlo.

Jesús no dijo que volvería cuando su generación todavía estuviera con vida. Respecto de la parousía declaró: “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre. Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo” (Mar. 13:32, 33). Con esto contestó la segunda pregunta de los discípulos acerca de su segunda venida (Mat. 24:3).

Respecto de la destrucción de Jerusalén y el templo, Jesús respondió que eso ocurriría en los días de esa generación (Mat. 24:36). Esa generación estaba lista para pasar por los días “de retribución (venganza), para que se cumplan todas las cosas que están escritas” (Luc. 21:22). Este juicio sirve al mismo tiempo como un tipo profético del juicio final, cuando se “lamentarán todas las tribus de la tierra” por causa de Cristo (Mat. 24:30). La generación contemporánea de Cristo es, por así decirlo, un tipo de la última generación que rechazará su condición de Mesías.

Una difícil experiencia

Cristo extendió su mirada más allá, hacia la generación que viviría en el tiempo del fin. La palabra “fin” aparece varias veces en el libro de Daniel, y se la usa para referirse al final de la Era Cristiana (Mat. 10:22; 13:39; 24:3, 13, 14; 28:20). La última generación, en los días de la iglesia, experimentará la ira final de Dios con el derramamiento de las siete plagas, que culminará con la conmoción del cielo y la Tierra (Apoc. 16:10,17-21).

Los efectos que tendrán sobre el mundo esos terribles eventos se describen en el sexto sello: “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la Tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquél que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” (Apoc. 6:12-17).

Evidentemente, el sexto sello se refiere a la última generación y su experiencia frente a la conmoción del cielo y la Tierra. Esa generación, sola, verá “todas” las “cosas” que Cristo predijo. Será la generación que vivirá en la época de las siete plagas en el mundo babilónico, en el momento cuando se decrete la destrucción de los seguidores de Cristo (Apoc. 17:14; 19:11-21).

Una connotación teológica

Algunos proponen que la frase “esta generación” se refiere a todos los que en algún momento se convirtieron en la “generación adúltera y perversa” o la “generación incrédula” por rechazar el mensaje evangélico. C. Mervyn Maxwell prefiere esa interpretación, porque el concepto de generación referido al tiempo, es decir, la última, a partir de 1833, no concuerda con la tradición adventista: “Más difícil aún es ubicar a alguien que esté todavía vivo de entre aquellos que vieron las señales astronómicas de la segunda venida que ocurrieron durante los siglos XVIII y XIX”.[5]

Ciertamente Cristo aplicó la frase “esta generación” a un pueblo incrédulo (Mar. 9:19; Mat. 12:39; 17:17). Relacionó la fidelidad de su propia generación directamente con la escena del juicio final cuando afirmó: “Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación…” (Mat. 12:41). “Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Mar. 8:38).

De manera que Jesús empleó la frase “esta generación” para referirse a la generación que se enfrentó con su verdad y que mayoritariamente rechazó su señorío. Las palabras que siguen señalan la certidumbre de su regreso como Juez: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mar. 13:31; Mat. 24:35; Luc. 21:33).

El fin del tiempo

¿Hay por ventura alguna indicación de que Jesús se estaba refiriendo definidamente a la generación final cuando dijo “No pasará esta generación”? Algunas referencias del sermón del Monte de los Olivos apuntan hacia la generación final:

En primer lugar, la declaración de que en ese tiempo “habrá… gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mat. 24:21) se refiere definidamente al fin del tiempo. Esa frase es similar a la que encontramos en Daniel 12:1, que describe a la última generación de los santos. Una significación similar tiene la predicción de Cristo: “Einmediatamente después de la tribulación de aquellos días (de Daniel 12:1), el sol se oscurecerá, y la lima no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mat. 24:29).

Esta definición cronológica que se refiere a “todas estas cosas” en los cielos, “e inmediatamente después de la tribulación”, puede encontrar su completo cumplimiento en la generación que pasará por la tribulación final o angustia de Jacob (Jer. 30:5-7; Gén. 32:23-26), de Daniel 12:1. Eso sucederá durante las siete últimas plagas que causarán convulsiones cósmicas y que se producirán inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo (Apoc. 16:10,17-21).

En segundo lugar, el evangelio de Lucas presenta las señales cósmicas como una secuencia sin interrupciones que precede al regreso de Cristo en la última generación. “Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Luc. 21:25- 28).

La generación que presenciará todas estas cosas será la que esté viviendo durante las siete últimas plagas (Apoc. 16:10,17-21) y ciertamente no pasará antes de presenciar también la venida de Cristo como Juez y Libertador de su pueblo.

Finalmente, al considerar la amplia unidad de los capítulos 23 al 25 de Mateo, se puede descubrir una extensa estructura literaria (23:1-24 es paralelo a 24:15-25:46), y la frase “esta generación” aparece dos veces (23:36 y 24:34). Al referirse a este estilo literario, S. Kidder declara lo siguiente: “La primera generación fue testigo de las señales en la Tierra; la segunda será testigo de las señales en los cielos”. Eso significa que tal como la generación incrédula del tiempo de Jesús vio la señal de la destrucción de Jerusalén (23:26), lo mismo sucederá con la generación incrédula del tiempo del fin en relación con las señales de la venida de Cristo en las nubes de los cielos (Mat. 24:34).

Cristo le asignó a todos sus seguidores el deber de observar el cumplimiento de las señales de los tiempos, especialmente la señal suprema del regreso del Hijo del hombre en una nube de gloria. Jamás deberían pensar que su regreso estaría distante, porque nadie sabe el momento exacto cuando sucederá. Vendrá inesperada y repentinamente (Mar. 13:32; Mat. 24:36).

En todas las generaciones los discípulos de Cristo debían cultivar una actitud expectante con respecto al futuro. “Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad” (Mar. 13:37). Los cristianos del primer siglo vieron con sus ojos algunas de las señales de la consumación de todas las cosas. Por eso anticiparon el fin con intensa esperanza. Muchos creyentes durante la Edad Media fueron testigos del cumplimiento de las señales predichas acerca de la apostasía, que produjo angustia y una terrible persecución. Durante el despertar adventista del siglo XIX muchos vieron las convulsiones naturales en la Tierra y en los cielos como anuncios de la segunda venida. En vista de esto, necesitamos estar despiertos hoy, y procurar tener una mejor comprensión de las profecías acerca del regreso de Jesús. ¡Quiera Dios que seamos la generación que verá todas estas cosas!

Sobre el autor: Es doctor en Teología y profesor emérito del Seminario Teológico de la Universidad Andrews, Estados Unidos.


Referencias:

  • [1] Arthur S. Maxwell, Our Firm Foundation [Nuestro firme fundamento] (Hagerstown, MD; Review and Herald Publishing Association, 1953), t. 2, p. 226.
  • [2] Ibíd., t. 2, p. 701.
  • [3] Harold E. Fagal, The Advent Hope in Scripture and History [La esperanza adventista en las Escrituras y la Historia] (V.N. Olsen editor, Hagerstown, MD, Review and Herald Publishing Association, 1987), p. 52.
  • [4] Ki K. Kim, The Signs of the Parousía [Las señales de la parousia] (Seúl, Corea, Universidad Coreana de Samyook, 1994), t. 3, p. 390.

[5] C. Mervyn Maxwell, Apocalipsis: sus revelaciones (Buenos Aires, Asociación Casa Editora Sudamericana, 1991), t. 2, p. 44.