En este tiempo no tenemos por qué asustar primero a la gente con el objeto de prepararla a fin de que reciba la doctrina de la segunda venida de Cristo, porque ya está preparada por lo que a diario sucede en el mundo.
No ocurría lo mismo cuando yo era niño. Bien recuerdo a nuestros fervientes obreros evangélicos de aquel entonces. Me imagino que esos hombres habrán tenido que buscar incansablemente los datos que necesitaban, en las noticias del día y en otras fuentes, para conseguir material capaz de conmover al auditorio de manera que la enseñanza de la inminente segunda venida de Cristo fuera recibida en forma favorable.
Cuando era niño, y no hace tanto tiempo de eso, al fin, tenía la impresión de que la mayoría de los evangelistas dedicaban los primeros quince minutos o más de sus discursos a “amedrentar a la gente.” Recuerdo que de vez en cuando algún brillante predicador adventista llegaba a asustarme aun a mí.
En aquellos tiempos se hacía la guerra de trincheras. Pero las guerras efectivas no se hacen de esa manera ahora. Existen bombarderos y superbombarderos, cazas a retropropulsión, radar, unidades mecanizadas, etc., etc. Mi argumento es que la guerra y los métodos de combate han cambiado. Y los ejércitos que quieren obtener la victoria han cambiado también.
Nosotros, los predicadores del mensaje adventista, tenemos que ganar la batalla contra el pecado. Lo mismo sucedió con nuestros nobles predecesores, y los métodos que usaban en su tiempo estaban preparados para que obtuvieran éxito. Muchos de ellos triunfaron gloriosamente. ¿Pero, no eran ellos tal vez más avisados en su tiempo que nosotros en el nuestro?
Esos hombres predicaban a gente que vivía en un mundo cómodo y amable. ¡Claro, si casi no había guerras en ese entonces! Había que sacudir la mente del auditorio, sí, y si Vds. quieren, atemorizarla, aterrarla, y recién entonces aparecía en escena la gloriosa esperanza de la segunda venida de Cristo y su eterno reino de paz, proyectada por el evangelista.
Actualmente los habitantes de todo el mundo están amedrentados. La gran mayoría de los auditorios de la actualidad están formados por gente que tiene miedo. Los tiempos en que estamos tratando de vivir preparan por sí solos a la gente para que reciba nuestro mensaje de esperanza.
Pregunto: ¿Hacemos, por lo tanto, el mejor uso de nuestras preciosas oportunidades de predicar cuando dedicamos veinte o más minutos a presentar muchas cifras astronómicas acerca de armamentos, innumerables citas de una cantidad de estadistas acerca de las condiciones peligrosas en que se debate el mundo y una montaña de información en cuanto a las bombas atómicas y de hidrógeno?
“¿Cuáles son los temas que más interesan a la gente ahora?” fue la pregunta que se le formuló recientemente a Walter Murdoch, uno de los pensadores más notables de Australia y observador penetrante de la escena contemporánea. Durante varios años el Dr. Murdoch ha dirigido una sección de preguntas y respuestas en varios grandes periódicos.
“Realmente, Ud. me ha obligado a realizar un examen de todo mi trabajo, con resultados que me han interesado mucho y que le han de interesar a Ud.” replicó el profesor a la persona que lo interrogaba, y añadió que las preguntas que había recibido eran “sumamente variadas-” Y acto seguido hizo la interesante observación de que “gradualmente, a medida que uno ordena el caos que constituyen en conjunto, surgen ciertos puntos esenciales.”
Y, naturalmente, esos “ciertos puntos” n° eran los que el profesor esperaba, puesto que admite francamente: “Lo que más me sorprende en este examen que he practicado, es el hecho de que las preguntas relativas a la teología son más numerosas que todas las demás.” Y añade que la gente está “hambrienta de solucionar los problemas fundamentales de la existencia.”
Este descubrimiento preocupó un poco al profesor Murdoch, según parece. Admitió francamente que no era ni “teólogo ni filósofo moralista,” y acto seguido, con la misma franqueza, añadió lo siguiente: “Daría cualquier cosa por ser capaz de proporcionar a estas almas hambrientas las certidumbres que anhelan intensamente.”
¿Y cuáles son estas “certidumbres” que las mentes humanas están buscando por todas partes? De acuerdo con las preguntas recibidas por este profesor universitario, los temas que más interesan a la gente son temas tales como el propósito de la existencia humana, cuán digna de fe es la Biblia, la naturaleza del cristianismo, el origen de la conciencia, el significado del pecado, qué es el alma, si es inmortal o no, qué anda mal en las iglesias cristianas, cuál es la iglesia que está más cerca de la verdad, qué es la verdad, etc.
La gente de la actualidad está “hambrienta de solucionar los problemas fundamentales de la existencia,” según el decir del profesor Murdoch.
La gente hambrienta es gente temerosa. Entonces, ¿por qué añadir más temor a sus temores en nuestras reuniones de evangelización? No estamos viviendo en una época en que sea necesario hacer esto. Por el contrario, deberíamos proporcionar a nuestros auditorios “un lugar de refugio.” Y éste no debiera ser un lugar que puedan descubrir sólo aquellos que asisten hasta la terminación de nuestras series de conferencias, o hasta cerca del final; no, porsupuesto. Por la gracia de Dios, estudiemos de tal manera y prediquemos en tal forma que el“lugar de refugio,” el único en el cual podemos escudarnos, se revele sin duda alguna desde la primera reunión, y tan pronto como sea posible en esa misma reunión. En lo más profundo desu alma la gente de la actualidad anhela encontrarlo. Es gente atemorizada. Necesitan a Aquel que dijo: “Mi paz os doy.” Ese es el Evangelio de la actualidad. Básicamente es el mensaje de Apocalipsis 14:6-12.