Muchos jóvenes aspirantes al ministerio poseen magníficos talentos: son buenos oradores, cantan, algunos son organizadores capaces y otros excelentes realizadores. A pesar de la importancia de estas cualidades, todos reconocemos que no bastan.

Cualquiera que por sus cualidades aparezca como un futuro obrero eficaz, debiera tener oportunidad de dar amplias pruebas de su capacidad para el ministerio. Hay que recordar, sin embargo, que la consagración siempre debiera ser el distintivo de las vidas de quienes han sido llamados a ser mensajeros de luz. La consagración cabal no puede considerarse como un ‘‘talento” más, pero es algo de importancia primordial que debe tenerse en cuenta al designar a los que han de actuar como embajadores de Dios ante los hombres.

¿No conocemos todos a jóvenes que aparentemente poseían talentos comunes, y que, sin embargo, sintieron sobre ellos el toque de la mano de Dios, avanzaron confiados y realizaron cosas increíbles para él? Cuando el Espíritu de Dios suple todas nuestras necesidades y compensa nuestras deficiencias, entonces se cumple la promesa que hemos citado tan a menudo: “No tiene límite la utilidad de aquel que, poniendo el yo a un lado, vive una vida completamente consagrada a Dios.”—”El Deseado de Todas las Gentes,” pág. 210.

¿Quién está capacitado para juzgar en estas cosas tan importantes? ¿Quién, sino Dios, puede conocerlas? Si se obra confiando sólo en los talentos humanos, es fácil cometer errores, porque “el hombre mira lo que está delante de sus ojos, más Jehová mira el corazón.” (1 Sam. 16:7.) Aun el profeta Samuel, a no ser por la dirección divina, hubiera elegido rey a uno que parecía más apto. Cuando seleccionemos a los hombres que han de trabajar en el ministerio, nuestras decisiones debieran ir precedidas de mucha oración. Cuando los dirigentes y las juntas tengan que tomar decisiones que se refieran a la vida de servicio de los futuros obreros en la causa, ciertamente necesitarán la dirección de Dios.

Si acudimos a Dios en busca de ayuda, él, mediante su Espíritu, nos ayudará a distinguir talentos verdaderos en muchos casos que no son evidentes por sí mismos, a causa de lo que algunas veces llamamos falta de dotes naturales. —The Ministry, septiembre de 1955.