Si el Nuevo Testamento no anuncia la hora de la venida de Cristo, ¿cómo podría haber demora?  

La “demora” del segundo advenimiento de Jesús es un tema que se discute muy a menudo. En tales discusiones suele haber mucho acaloramiento, pero poca luz. En este artículo procuramos abordar el tema sin confrontar a ninguna persona en particular. Por esta razón no aparecerán referencias a autores o a ningún escrito extrabíblico, aun cuando ciertas alusiones a las ideas son inevitables. Haremos uso del material bíblico para ver si hay o no base en la Escritura para declarar que una demora en la venida de Cristo es real. Al hacerlo, consultaremos básicamente tres fuentes: Jesús, y los apóstoles Pablo y Juan. 

Jesús: el día y la hora nadie sabe  

Si bien los evangelios sinópticos hablan mucho del tema de la segunda venida de Cristo, nos limitaremos a Mateo 24 y 25. Según el evangelista Mateo, el jueves de la Semana de la Pasión Jesús y sus discípulos, después de pasar todo el día en el templo, fueron al Monte de los Olivos, donde les habló acerca de su segundo advenimiento. Les anunció la destrucción del templo y les describió las señales de su segunda venida, que ha incitado a algunos a interpretar que él indicaba que ambos eventos acontecerían casi simultáneamente. Pero una cuidadosa consideración del pasaje muestra que Jesús estaba más interesado en explicar el fin del mundo y su segunda venida que la destrucción del templo. El colapso del templo y la destrucción de Jerusalén era, sin embargo, en la mente de los discípulos, sólo una ilustración del fin del mundo.  

Jesús, en relación a su venida, habló acerca del tiempo, la preparación, la misión y el juicio. Describió el juicio en términos de separación: las ovejas son apartadas de los cabritos. Las bases que dio para esta separación es el tema del servicio. Los que sirven son considerados justos. Lo que hacen en favor de sus prójimos necesitados, sin ellos saberlo, se cuenta como si lo hubieran hecho a Jesús mismo, el Rey próximo a venir. Los considerados malditos, a su vez, son tratados como si no hubieran servido al Rey (véase Mat. 25:31- 46). La misión se describe en la parábola de los talentos: invertir nuestros talentos, es participar en los negocios de Dios, y ello requiere la total dedicación de todos los talentos conferidos por él. Aquellos que aumentan sus talentos son descritos por Jesús como buenos y fieles (véanse los vers. 24’39). La preparación para la segunda venida de Jesús requiere la recepción del Espíritu Santo (véanse los vers. 1-13).  

En este contexto el tiempo es muy importante. Es significativo en todos los símbolos y en todas las señales, así como en las declaraciones directas de Jesús relativas a su segunda venida. El tiempo en que ocurren las señales es progresivo. Algunas de las señales cubren sólo el período de la destrucción de Jerusalén, como, por ejemplo, la advertencia contra la “abominación desoladora’’ (véase Mat. 24:15). Otras señales van más allá, y alcanzan hasta las escenas del tiempo escatológico, y otras llegan hasta la segunda venida misma. Un factor de tiempo muy significativo se refiere a la predicación del evangelio en todo el mundo, que es seguida de la promesa de Jesús relacionada con ese tiempo: “Y entonces vendrá el fin’’ (vers. 14). Así como la parábola de la higuera muestra, por su follaje maduro de acuerdo con la estación, que “el verano está cerca”, el cumplimiento de las señales de la venida de Cristo revela que el advenimiento está ya cerca cuando todas las señales se cumplen. Tales eventos anuncian que su venida está ya cerca, “a las puertas” (vers. 33). Entre otras cosas, las señales nos dicen que existe un período intermedio entre la destrucción de Jerusalén y la segunda venida de Cristo. 

Las declaraciones directas de Cristo nos informan claramente de la posibilidad de una “demora” o de una prolongación del tiempo durante el cual la gente espera con expectación la segunda venida de Cristo en la hora previa a su advenimiento. En algún punto Jesús hace esta declaración: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” (vers. 36). Otro versículo repite el mismo concepto: “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor” (vers. 42). Y una tercera declaración dice: “Porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (vers. 44). Por tanto, Jesús no anunció la hora de su retomo. 

¿Cómo podría, entonces, alguien hablar de una demora de su venida?” Sólo podría haber demora si él hubiera anunciado una hora o una fecha exacta para su regreso. Pero siendo que este no es el caso, no puede haber demora. 

Existe una información mucho más importante. Jesús contó, al finalizar su comentario del tiempo de su venida, la parábola del siervo fiel y prudente y del malo y negligente. El siervo fiel y sabio cuida celosamente las propiedades de su amo. El siervo malo y negligente dice: “Mi Señor tarda en venir” (vers. 48), y en vez de cuidar las propiedades de su amo y las de sus consiervos, los golpea. Mientras piensa en la tardanza de su amo, pierde de vista las señales; no observa a la higuera, no predica el evangelio y, por lo tanto, no “está consciente” del tiempo de la venida de su amo (véase el vers. 50). Él es precisamente eso: malo y negligente; alguien que come y bebe con los borrachos, en vez de beber las palabras de su amo (véase el vers. 49). 

Pablo: la apostasía viene primero 

Una de las presuposiciones que están detrás de la idea de una demora es el concepto de una escatología “realizada”. Algunos exponentes de esta idea enseñan que los apóstoles y la iglesia apostólica creían que el segundo advenimiento ocurriría en su tiempo (véase 2 Tes. 2:3). La verdad es que los apóstoles nunca enseñaron ni difundieron este concepto. Esto es particularmente claro en las enseñanzas de Pablo, de quien tenemos las dos epístolas a los tesalonicenses como testigos. En la primera carta, escrita alrededor del año 51 d.C., Pablo alienta a los tesalonicenses a soportar la persecución con esperanza y gozo. Él les recuerda que fue fiel al enseñarles acerca del día del Señor. Como resultado ellos sabían “perfectamente” que el Señor vendría “como ladrón en la noche” (1 Tes. 5:2). Este conocimiento tiene repercusiones éticas de largo alcance, que afectarían el estilo de vida de todos los que esperan seguros de la salvación final, que él traerá consigo cuando vuelva (vers. 4′ 11). Pocos meses más tarde Pablo les escribió otra carta por causa de las falsas enseñanzas que se habían infiltrado en el seno de la iglesia con respecto al tiempo del retorno del Señor. Algunos falsos maestros estaban difundiendo un tipo elaborado de escatología que enseñaba que el Señor ya había venido. 

Esta idea no armonizaba con lo que Pablo había enseñado en ocasión de su primera visita a Tesalónica (véase Hech. 17:1-9). Y tampoco concordaba con las enseñanzas que había escrito en su primera carta (véase 1 Tes. 5:2). Pablo enseñó una escatología histórica. Este es el contenido básico de la segunda epístola. El día del Señor no ha venido todavía (véase 2 Tes. 2:1, 2), y no vendrá prontamente porque hay algunos eventos que tendrán lugar en la historia antes de la venida del Señor. Cualquier enseñanza contraria a la doctrina de Pablo se considera un engaño. “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición” (vers. 3). Y luego les pregunta: “¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?” (vers. 5). 

Toda la historia de la gran apostasía en la iglesia cristiana y la obra del “hombre de pecado”, el “hijo de perdición”, o “el inicuo”, todavía estaban en el futuro. Pocos años más tarde, al despedirse de los ancianos de Éfeso, Pablo dijo que esta apostasía vendría porque dentro de la iglesia misma se levantarían quienes “hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hech. 20:30). Y cuando Pablo le advirtió a Timoteo acerca de ese peligro, le dijo que sus enseñanzas no estarían de acuerdo con la verdad y que todo ello ocurriría en los “postreros tiempos” (1 Tim. 4:3, 4). 

De modo que para Pablo había dos puntos sumamente claros con respecto al tiempo de la segunda venida. Primero, estaría en el futuro, después de que muchos eventos históricos hubieran tenido lugar. Segundo, vendría como “ladrón en la noche” (1 Tes. 5:2). No había ninguna fecha fija establecida. Ambos conceptos descartan la posibilidad de una demora. No hay tardanza en la segunda venida de Cristo porque desde el principio Pablo predijo los eventos históricos que tendrían que ocurrir antes de la venida del Señor. Una vez más, no hay demora con relación a ninguna fecha, hora en particular o tiempo, porque un programa tal jamás fue establecido. 

Juan: He aquí que vengo presto 

El tema del libro de Apocalipsis es la segunda venida de Jesús. La Revelación presenta en su introducción la forma como vendrá y en la conclusión, acerca del tiempo. Hay notables diferencias y Juan usa diversos símbolos referentes al tiempo. Pero en este artículos sólo nos interesa la cuestión del tiempo tal como se relaciona con la segunda venida, buscando un objetivo único: descubrir si es posible detectar una demora del retorno de Cristo al mundo. 

El libro de Apocalipsis fue escrito por Juan en algún momento entre el 95 y el 100 d.C. En su introducción encontramos dos referencias a un tiempo específico que se relaciona con las cosas que el libro está a punto de revelar. Juan dice que su libro se refiere a las cosas que “deben suceder pronto [en tachei]” (Apoc. 1:1), y debemos comprenderlas, porque “el tiempo está cerca [eggus]” (vers. 3). Juan se refiere aquí a la época cuando lo eventos predichos en el libro de Apocalipsis comenzarían a cumplirse. En tachei significa rápidamente, apresuradamente, inmediatamente, sin demora, poniendo énfasis en el tiempo de tal modo que exprese urgencia. Eggus enfatiza la proximidad del tiempo, no la urgencia. Significa cerca, inmediatez. Es la razón por la cual un tiempo específico señalado [kairos] podría estar cerca. Los eventos predichos en Apocalipsis tendrán lugar, inmediatamente, cuando el tiempo señalado esté cerca. 

Hay un claro sentido de urgencia en la introducción de Apocalipsis, pero está relacionado únicamente con las “cosas” predichas en el libro. Lo que debe ocurrir presto (para fines del primer siglo, de hecho) es el principio de los eventos históricos que están predichos y que deben ocurrir antes del segundo advenimiento. Es obvio, sin embargo, que el cumplimiento de la segunda venida misma, no se contempla tan pronto como el de estos eventos previos que en sí son señales. El libro profético no se refiere en su introducción a la segunda venida de Cristo en términos de tiempo. En este punto Juan habla sólo de la forma en que Cristo vendrá: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación sobre él. Sí, amén” (vers. 7). Por tanto, Juan no dice que el Señor vendría durante el tiempo en que él estaba escribiendo el libro del Apocalipsis, poco antes del año 100 d.C. Él dijo que los eventos que señalaban la segunda venida que él profetizó comenzarían a ocurrir más o menos en ese tiempo. La urgencia de la segunda venida de Cristo aparece en la conclusión de su libro. 

Después de que todos los eventos predichos en el Apocalipsis se han cumplido, la urgencia se transfiere a las cosas “que deben suceder pronto” (Apoc. 22:6), a la segunda venida de Cristo mismo. La expresión “He aquí yo vengo presto [tachu]” se repite tres veces (vers. 7, 12 y 20). Sólo después que los eventos predichos en el Apocalipsis se hayan cumplido, la segunda venida de Cristo ocurrirá “pronto”. Antes de ello, no podemos hablar de una demora o creer que algo es indigno de confianza en cuanto a la promesa de su venida, puesto que no ha ocurrido todavía. Es claro que vivimos en un momento de la historia cuando muchos de estos eventos todavía no se han manifestado. 

Implicaciones para la iglesia y sus miembros 

Nuestro conocimiento o nuestra actitud hacia el tiempo de la segunda venida del Señor tiene implicaciones para nuestro estilo de vida, nuestra teología y nuestra misión. El concepto de que hay una demora en la venida de Cristo introduce un conocimiento bastante pobre del Apocalipsis. No es consistente con lo que la Escritura dice realmente. Es de hecho, sólo una exposición de lo que algunos intérpretes contemporáneos piensan de este estado de cosas. El Apocalipsis, y especialmente las enseñanzas y los escritos de Pablo a los hermanos de Tesalónica, dicen que la segunda venida todavía está en el futuro. Pero pensando en términos de demora o de falla en la predicción apostólica, algunos maestros contemporáneos situaron la segunda venida en un tiempo anterior al que Pablo estaba indicando. ¿Sobre qué bases se dan estos enfoques del mensaje bíblico? Son propuestos sobre la base de un engaño introducido por actitudes, palabras expresadas, o escritos similares a los escritos por Pablo en pasajes como 2 Tesalonicenses 2:1-3. El comportamiento de estos “maestros” afecta la vida espiritual y práctica, convirtiendo así a los cristianos en metiches y chismosos, en vez de comunicadores del evangelio (véase 2 Tes. 3:11-14). 

El siervo malo de la parábola de Jesús, el que creía en la demora de la venida de su señor, había confundido su misión y el gran propósito de sus acciones. Mientras esperaba el retomo de su amo en vez de mantenerse como un siervo fiel y sabio en el servicio comenzó a comportarse como el amo, imponiendo su propia voluntad y actuando de acuerdo con su propio placer sensual (véase Mat. 24:48-51). 

Por contraste, aquellos que comprenden la naturaleza del tiempo de la venida de Cristo, saben que su venida ocurrirá rápidamente cuando termine el período predicho de espera y prueba (véase Apoc. 22:11, 12). Porque “el Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y el qué oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apoc. 22:17)