Plática sobre salud
I. Propósitos
1. Estimular la observancia de las leyes sanitarias naturales.
2. Propender a la regularidad en las comidas.
3. Contribuir a comprender la importancia de no sobrecargar el estómago.
II. Introducción
En un mundo plagado de enfermos se reconoce la salud como la mayor bendición temporal. Muchos ricos darían su fortuna por reconquistarla y tener un cuerpo sano. La enfermedad no hace acepción de personas; se cuela en el palacio tanto como en la choza.
Uno de los factores que contribuyen al incremento de la enfermedad y degeneración física es que la mayoría ha perdido de vista las leyes fundamentales del sano vivir, dadas por Dios. Se olvida el plan que el Señor trazó para el hombre en el principio. En esta época cuando la vida agitada y tensa sobrecarga nuestros cuerpos debiéramos readoptar las normas sanitarias que nos legó el Creador. El hombre es imagen de Dios; es propósito divino que desarrolle sus facultades físicas y mentales.
El plan que Dios tenía para el hombre se frustró cuando el hombre pecó y comenzó a vivir sólo para satisfacer los anhelos de los ojos y la carne.
Nadie que ame y obedezca a Dios hará nada que pueda manchar su cuerpo, templo donde mora el Espíritu. (1 Cor. 3:16, 17).
Palabras del apóstol Pablo: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene.” (1 Cor. 9:25).
Se vigila la vida del atleta en lo que respecta a la moderación en el ejercicio, el descanso, la alimentación y otras cosas. ¿Habéis pensado en lo importante que es la moderación en vuestra alimentación? La carrera para llegar a Dios y al cielo es infinitamente más importante que una carrera de pista. Si tanto cuidan los atletas su método de vida, ¡cuánto más debieran hacerlo los cristianos!
III. El régimen primitivo del hombre
Dios es el mejor dietista. Ya en el principio indicó al hombre, en una breve declaración, el régimen que mejor se avenía a sus necesidades físicas: “He aquí que os he dado toda hierba que da simiente, que está sobre la faz de toda la tierra; y todo árbol en que hay fruto de árbol que da simiente, seros ha para comer” (Gén. 1:29). El primitivo régimen indicado al hombre se componía de verduras, cereales, frutas y nueces, que constituyen los alimentos más adecuados para el sostén de la vida.
El templo del cuerpo ha de conservarse sin mancha. Debe guardárselo de todo aquello que perjudica o profana lo que Dios ha creado y redimido. Al señalarnos nuestro régimen. Dios mostró su interés en nuestro cuerpo. Por medio de su siervo Pablo nos instruye de este modo: “Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios” (1 Cor. 10: 31).
IV. Daños inherentes al exceso de alimentación
Hay personas conscientes que adoptan las leyes de la salud comiendo sólo lo que ha sido indicado, pero incurren en la grave falta de comer con exceso. Es éste un serio error, cuyos resultados podemos valorar a través de estos hechos:
- Recarga el estómago, falta común, pero grave.
- Abruma el organismo. Cuando se come demasiado, todo el cuerpo se recarga. La vitalidad decrece en vez de aumentar.
- Embota la sensibilidad. El comer inmoderadamente, aun alimentos sanos, perjudica el organismo y anubla las facultades mentales y morales.
- Acarrea preocupaciones innecesarias. En el deseo de agasajar con exceso a las visitas se crean preocupaciones y los invitados, a su vez, comen de más. Agrava este mal la costumbre de colocar los alimentos en la mesa, por etapas.
- Debilita el dominio propio. La glotonería es un pecado grave. Son muchos los que dejan de dominar sus apetitos y halagan el paladar a expensas de la salud.
- Produce efectos intoxicantes. La gula ejerce en el cuerpo los mismos efectos generales que la ebriedad. Se las tiene por gemelas y son igualmente graves. Nadie que comprenda su responsabilidad hacia Dios, permitirá que las tendencias animales gobiernen su razón.
- Debilita el estómago y demás órganos digestivos. A veces el exceso de alimentación se experimenta de inmediato. En otros casos, sin sensación de dolor, los órganos digestivos pierden vitalidad y se minan así los cimientos de la fuerza física.
- Dificulta la circulación de la sangre. El exceso de alimento recarga los órganos y produce estados patológicos y febriles. Al provocar una mayor afluencia de sangre al estómago, origina el enfriamiento de las extremidades. Recarga los órganos digestivos; una vez que éstos han cumplido su misión sobreviene una sensación de desmayo y languidez. Quienes acostumbran comer con exceso llaman hambre a esta sensación de “vacío;” pero la verdadera causa es la congestión de los órganos digestivos.
- Provoca debilitamiento. El comer con exceso constituye la mayor causa de debilitamiento físico y mental y en ella tienen origen las debilidades de todo tipo.
- Causa dispepsia. La digestión se hace difícil debido a que en el estómago recargado el jugo gástrico no puede actuar libremente sobre los alimentos.
- Origina dificultades en la vida de relación. Los que padecen de dispepsia sufren trastornos mentales y físicos; y no sólo sufren ellos mismos sino también sus allegados. Los malos hábitos en el comer y el beber siempre afectan a los demás.
- Produce somnolencia durante el día. El que come demasiado no sólo padece interiormente, sino que sufre de modorra durante las conferencias y reuniones y padece de falta de memoria.
- Estimula la falta de ejercicio y lleva a la muerte. Muchos que se quejan de sentirse enfermos no hacen suficiente ejercicio y comen demasiado. Por así decirlo, se están cavando la tumba con los dientes.
V. Consejos para remediar el mal
1. Para los empleados de vida sedentaria o trabajo mental.
Comer en cada ocasión sólo dos o tres clases de alimentos, los suficientes para satisfacer la necesidad fisiológica. Hacer ejercicio todos los días y comprobar si se recibe beneficio.
2. Para personas de trabajo físico activo. Los que se ocupan en trabajo manual y corporal no necesitan cuidar tanto la cantidad y calidad de los alimentos como las personas de hábitos sedentarios. Sin embargo, disfrutarán de mejor salud si practican la moderación en el comer y el beber.
3. No todos pueden seguir el mismo régimen alimenticio.
Nadie puede sentar una regla fija en este asunto. Cada persona debiera ejercitar el raciocinio y la moderación y obrar en consecuencia. Porque toda transgresión de las leyes de la salud la paga en su cuerpo el pecador.
VI. Resumen
Préstese cuidadosa consideración y atención al estómago. No ha de estar de continuo en acción. Después que ha cumplido su función con una comida, no se lo haga trabajar nuevamente hasta que la naturaleza haya provisto el jugo gástrico necesario para nuevo alimento. Entre comidas debieran transcurrir cinco horas por lo menos.