El pastor que murió y resucitó es el Dr. Paul Yonggi Cho, pastor de la iglesia protestante más grande del mundo. Esto no es algo novedoso, pero sí el recordar algunos aspectos de su vida.

Paul era un joven y ambicioso ministro que soñaba con tener la iglesia más grande de su país, Corea. El primer año oró al Señor para que le concediera 150 almas, y las ganó. Al segundo año pidió 300 almas, y también las ganó. El tercer año oró por 600 almas, y el Señor se las concedió. Al fin pastoreaba una iglesia de 2.400 miembros.

Pero el pastor Yonggi Cho estaba cometiendo un grave error que por poco lo lleva a la tumba: “Yo estaba realizando grandes cosas para el Señor, corriendo desesperadamente desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche, pero mis nervios estaban arruinados. Sufría fatiga constante, pero continuaba forzándome a mí mismo, predicando, aconsejando, visitando y ministrando a los enfermos. Estaba en continuo movimiento”[1]

¿Cuál era el error del pastor Yonggi Cho? El mismo lo explica: “Yo creía que debía hacerlo todo yo mismo. Me consideraba un vaso escogido por Dios y pensaba que Dios sólo podía usarme a mí”.[2] El error terrible y casi fatal del pastor Yonggi era que trabajaba arduamente, pero… solo, lo cual a la postre le produjo un colapso total que quebrantó su salud por diez años. Gracias al Señor no murió físicamente, pero sí murió su ministerio solitario y equivocado.

Durante los meses que permaneció postrado, estudió cuidadosamente la Biblia y en especial la organización de la iglesia apostólica. Como resultado, resucitó a un ministerio totalmente renovado. “El Señor quiso mostrarme que yo necesitaba delegar responsabilidades en la iglesia”.[3] Organizó a sus laicos en células hogareñas, lo que produjo un crecimiento fenomenal y una verdadera revolución en la evangelización. El viejo pastor Yonggi, que trabajaba arduamente pero solo, murió para siempre y nació uno de los líderes evangélicos más conspicuos del presente siglo.

El pastor Yonggi desarrolló el concepto de “células hogareñas” como centros de culto y evangelización; incorporó en gran escala a las mujeres en la obra de la evangelización y descubrió principios de crecimiento que se han aplicado en muchas partes del mundo. Yonggi explica que todo empezó cuando comenzó a ver “que la delegación de responsabilidades y de autoridad es definitivamente parte de la voluntad de Dios”.[4]

En Éxodo 18 tenemos un caso similar: Moisés, el gran hombre de Dios, trabajaba arduamente de la mañana a la noche resolviendo toda clase de problemas. Su suegro Jetro le preguntó: “¿Qué es esto que haces tú con el pueblo? ¿Por qué te sientas tú solo, y todo el pueblo está delante de ti desde la mañana hasta la tarde?”[5] Moisés estaba seguro, y hasta orgulloso, de la importancia de su tarea, por eso contestó con seguridad y con algo de arrogancia: “…Porque el pueblo viene a mí para consultar a Dios… y yo juzgo entre el uno y el otro, y declaro las ordenanzas de Dios y sus leyes”.[6] Moisés estaba convencido de que era el único capaz de realizar tan delicada tarea. Para su sorpresa, su suegro le dijo sin ambages: “NO ESTA BIEN LO QUE HACES. Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo”.[7]Jetro percibió que Moisés estaba en peligro de un colapso a causa de querer hacer todo solo. También captó que el pueblo se rebelaría contra ese sistema; por eso paternalmente continuó: “Yo te aconsejaré, y Dios estará contigo”.[8]¿Cuál fue el consejo de Jetro? Muy sencillo, muy sensato y muy adecuado: 1) Escoger varones virtuosos; 2) enseñarles las leyes y ordenanzas; 3) delegar responsabilidad en ellos; 4) confiar en el buen juicio y criterio de esos ayudantes; y 5) ser dirigente y maestro, trabajando con un equipo escogido y bien capacitado. Una de las razones de la grandeza de Moisés fue que escuchó el acertado consejo, y lo puso en práctica de inmediato. El éxito no se hizo esperar. El trabajador sobrecargado, agobiado y, solitario se transformó en un líder y maestro, con resultados óptimos para todos.

Jesús nunca trabajó solo. Los discípulos lo acompañaban siempre y aprendían diariamente del Maestro. Jesús dedicó sus mejores esfuerzos a enseñar a estos hombres cómo hacer la obra. “El estaba personalmente con ellos para señalarles sus errores, aconsejarlos y corregirlos”.[9] El resultado no se hizo esperar: “Habían escuchado sus discursos, habían andado y hablado con el Hijo de Dios, y de su instrucción diaria habían aprendido a trabajar para la elevación de la humanidad”.[10]

Pablo tampoco trabajó solo. Siempre estaba acompañado de fieles ayudantes que luego asumían más y más responsabilidades. Parte importante de su trabajo era la formación de dirigentes. Era un maestro que forjaba líderes para la iglesia y de esa manera multiplicaba la utilidad de su ministerio: “Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”.[11]

¿Cuál es su experiencia, estimado pastor? ¿Trabaja usted como el antiguo pastor Yonggi o como el renovado? Sus métodos para dirigir la iglesia, ¿son como los de Moisés antes de Jetro o después de Jetro? Conozco a muchos pastores que se ufanan de trabajar intensamente, pero solos; luego no logran entender por qué sus iglesias no los aprecian, sus esposas e hijos se quejan, y en pocos años su salud se quebranta.

Consideremos algunas sorprendentes declaraciones del espíritu de profecía: “El predicador no debe tener el sentimiento de que debe encargarse por sí mismo de toda la obra de predicación, trabajo u oración”.[12] “La idea de que el ministro debe llevar toda la carga y hacer todo el trabajo, es un gran error”.[13] “Es un error fatal suponer que la obra de salvar almas depende solamente del ministerio”.[14]¿Será posible que un ministro esté trabajando arduamente y, sin embargo, “cometa un gran error” o, peor aún, “un error fatal”? El gran error no estriba en trabajar arduamente, sino en el método de trabajo, es decir, en trabajar solo.

¿Cuál es, entonces, el plan de Dios? “La iglesia es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres. Fue organizada para servir, y su misión es la de anunciar el Evangelio al mundo. Desde el principio fue el plan de Dios que su iglesia reflejase al mundo su plenitud y suficiencia”.[15] “Cada alma que Cristo ha rescatado está llamada a trabajar en su nombre para la salvación de los perdidos… Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero”.[16] Si el pastor trabaja solo, está estorbando el plan de Dios, perjudicando el desarrollo de sus miembros y atrasando la terminación de la obra. “Los pastores no deben hacer la obra que pertenece a la iglesia cansándose ellos mismos, e impidiendo que otros desempeñen su deber. Deben enseñar a los miembros a trabajar en la iglesia y en la comunidad’’.[17]

¿Cuál es, entonces, la genuina misión del pastor? Ni más ni menos que poner a trabajar a la iglesia y a cada miembro de la misma conforme a sus dones.

El pastor es un pedagogo que enseña, es un general que adiestra al mayor número posible de soldados, un director de orquesta que dirige a un gran número de músicos, un técnico que instruye a la mayor cantidad de obreros. El pastor conoce el trabajo, pero no lo hace solo, así como un general jamás pelearía una batalla solo o un director de orquesta nunca pretendería dar un concierto solo. Su éxito consiste en reclutar, capacitar y poner a trabajar la mayor cantidad posible de miembros de iglesia.

La misión del pastor está claramente definida en el libro de Efesios: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.[18] La obra del ministerio no es exclusividad del pastor, sino que es la obra de todos los santos, siendo el papel principal del pastor enseñar y perfeccionar a los santos para el ministerio, y luego desempeñarlo juntos. “Pero muchos pastores fracasan al no saber, o no tratar de conseguir que todos los miembros de la iglesia se empeñen activamente en los diversos departamentos de la obra de la iglesia. Si los pastores dedicasen más atención a conseguir que su grey se ocupe activamente en la obra y a mantenerla así ocupada, lograrían mayor suma de bien, tendrían más tiempo para estudiar y hacer visitas religiosas, y evitarían también muchas causas de irritación.[19]

 El autor trabajó arduamente por muchos años convencido de que predicar, dar estudios bíblicos, preparar candidatos para el bautismo, ministrar a los enfermos y necesitados era “su misión” hasta que llegó a estar tan enfermo que su ministerio casi terminó. Gracias al Señor que comprendí el plan divino, y ahora mi principal tarea es adiestrar a los pastores y enseñarles cómo reclutar, capacitar y utilizar a los laicos. He dirigido gigantescas campañas evangelizadoras con la sola ayuda de laicos bien adiestrados, obteniendo los resultados más grandes de mi ministerio.

En México, el joven pastor Robinson Méndez hace años que gana más de mil almas por año en su distrito y organiza docenas de nuevas iglesias y congregaciones. Todo su método consiste en preparar evangelistas, instructores bíblicos, carteros misioneros y laicos  que trabajan junto con él. Dedica una parte sustancial de su tiempo a instruir a los laicos para hacer obra misionera y atender y administrar la iglesia.

Estimado pastor: ¿No convendría que usted también “muriera” y “resucitara”? Podría ser la experiencia más extraordinaria de su vida. El espíritu de profecía nos dice: “Los dirigentes de la iglesia de Dios han de comprender que la comisión del Salvador corresponde a TODO el que cree en su nombre”.[20] “La obra de Dios en esta tierra no podrá nunca terminarse antes que los hombres y mujeres abarcados por el TOTAL de miembros de nuestra iglesia se unan a la obra, y AUN EN sus esfuerzos con los de los pastores y dirigentes de las iglesias”.[21]

Imaginemos que Jetro nos visitara y observara nuestro desesperado e infructuoso ritmo de trabajo solitario. Nos tomaría aparte y nos diría: “Querido pastor, NO HACES BIEN, el trabajo es demasiado pesado para ti: no podrás hacerlo tú solo, desfallecerás tú y tu iglesia. Escucha mi consejo: escoge laicos de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, y enséñalos y capacítalos y ponlos a dirigir campañas evangelizadoras, estudios bíblicos, clases bautismales. Además, que te ayuden a administrar la iglesia y a realizar el trabajo pastoral… alivia así la carga de sobre ti y la llevarán ellos contigo”.

¿Cómo reaccionaríamos? Les recomiendo que reaccionemos como Moisés: “Y oyó Moisés la voz de su suegro, e hizo todo lo que dijo. Escogió Moisés varones de virtud de entre todo Israel, y los puso por jefes sobre el pueblo, sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta, y sobre diez. Y juzgaban al pueblo en todo tiempo”. [22]

Sí, estimado pastor, hay que trabajar arduamente, pero nunca solos, sino conforme al plan de Dios: “Vayan los ministros y los miembros laicos a los campos maduros”. [23]

Sobre el autor: Carlos E. Aeschlimann es director asociado de la Asociación Ministerial de la Asociación General, y coordinador del programa Cosecha 90.


Referencias

[1] Dr. Paul Yonggi Cho, Successful Home Cell Groups

[2] Ibíd., pág. 5.

[3] Ibíd., pág. 15.

[4] .Ibíd., pág. 19

[5].Exodo18:14.

[6] Exodo 18:15, 16.

[7] Exodo 18:17, 18.

[8] Exodo 18:19

[9] Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, pág. 315.

[10] Ibíd., pág. 315

[11] Hechos 14:23.

[12] Servicio cristiano, pág. 88.

[13]  Ibíd.

[14] . Ibíd., pág. 67.

[15] Ibíd. pag 20

[16] Ibid pag. 15 y 14

[17] White, historical sketches

[18] Efesios 4:11 y 12

[19] White. Servicio cristiano, pág. 90.

[20] White, Los hechos de los apóstoles, pág. 92. 21.

[21] White, Obreros evangélicos, págs. 365.

[22] Exodo 18:24-26.23.

[23] White, Servicio cristiano, pág. 86.