Obstáculos por ser superados para evangelizar las grandes ciudades

El mundo está experimentando un proceso de urbanización cada vez más intenso. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para el año 2030, más de 5 mil millones de personas vivirán en ciudades.[1] En los últimos años, esta tendencia ha despertado a la Iglesia Adventista del Séptimo Día a la importancia de la misión urbana. Todavía en la década de 1980, Neal Wilson, presidente de la sede mundial adventista, declaró que el “desafío de las ciudades” era una prioridad importante para la iglesia.

En la Conferencia General de 2005, la iglesia nuevamente destacó el tema. Monte Sahlin, un experto en misiología adventista, declaró que “el desafío de las ciudades estaba nuevamente en la agenda por primera vez en cien años”.[2] Seis años después, en 2011, el liderazgo adventista “aprobó un plan para evangelizar las ciudades del mundo, comenzando en 2013 con la ciudad de Nueva York”.[3] Esta iniciativa se desarrolló más, dando forma al proyecto Reach the World, un plan de misión estratégica que desde 2015 ha guiado las acciones de misión urbana en todo el mundo.[4]

A pesar de estos esfuerzos, es posible observar entre algunos miembros adventistas –e incluso pastores– una cierta dificultad en relación con las grandes ciudades y el desarrollo de estrategias pertinentes para llegar a ellas. Una visión equivocada sobre los centros urbanos sumada a la comprensión distorsionada de lo que Elena de White escribió sobre el tema afecta directamente la teología adventista, la participación y el compromiso de la iglesia con su comunidad, así como “toda la visión misionera y metodológica”[5] de nuestra confesión religiosa.

Territorio descuidado

Según G. T. Ng., Elena de White enumeró al menos siete “razones por las que el pueblo de Dios no prestó suficiente atención a la misión urbana”.[6]

Primero, la fe de los dirigentes era muy pequeña. G. T. Ng. destaca un sueño que tuvo Elena de White en el que Jaime White y un grupo de líderes adventistas deliberaban sobre planes futuros. Habló de la necesidad de hacer planes integrales, y antes de que estos dirigentes trataran de evitar las grandes ciudades, concluyó diciendo que “las ideas de nuestros hermanos son completamente estrechas. Esperan solamente poco. Su fe es demasiado limitada”.[7]

En otra ocasión, cuando Elena de White habló de la importancia de llegar a las grandes ciudades de Inglaterra, dijo: “Si el pueblo de Dios ejerciera la fe, trabajaría maravillosamente para llevar a cabo esta obra”.[8] Por el contrario, al hablar de Nueva York, señaló que se perdieron oportunidades porque algunos líderes no aceptaron planes más amplios.[9] Ciertamente, la falta de fe de los líderes de la iglesia llevó a un retraso en el cumplimiento de la misión en las ciudades.

En segundo lugar, había mucho énfasis en la predicación. Elena de White siempre presentó un enfoque equilibrado de la misión urbana y enfatizó la necesidad de enviar trabajadores calificados a las grandes ciudades. Además, indicó la necesidad de una obra más amplia, que no se centrara únicamente en la predicación.

En 1892, escribió: “Se me ha mostrado que, en nuestro esfuerzo por instruir a la gente de las ciudades grandes, la obra no ha sido tan bien organizada ni los métodos de trabajo tan eficientes como los de otras iglesias que no tienen la gran luz que nosotros consideramos tan esencial. ¿Por qué es esto? Porque muchos de nuestros obreros han sido de los que les gusta predicar (y muchos que no estaban debidamente calificados para predicar emprendieron esta labor), y una gran parte del esfuerzo se ha centrado únicamente en la predicación”.[10] La misión urbana involucra varios métodos, muchas ramas del esfuerzo cristiano, y no puede concentrarse simplemente en la predicación.

En tercer lugar, el número de obreros era insuficiente. Elena de White pidió que se aumentara el número de trabajadores activos. Su deseo era que no solo los ministros sino también los miembros consagrados pudieran participar activamente en la misión urbana. “Los ministros ordenados, solos, no dan abasto. Dios llama no solamente a los ministros, sino también a médicos, enfermeros, colportores, obreros bíblicos y otros laicos consagrados, que tienen diversos talentos y un conocimiento de la verdad presente, a fin de atender las necesidades de las ciudades que aún no han sido advertidas. Debe haber cien creyentes comprometidos activamente en la obra misionera personal donde ahora hay solo uno”.[11]

Cuarto, los obreros no estaban suficientemente capacitados. El entrenamiento adecuado, consistente con el trabajo de evangelización en las grandes ciudades, jugó un papel importante para Elena de White. “Como pueblo, no estamos haciendo ni un quinto de lo que podríamos hacer como misioneros activos. Si tan solo fuésemos vitalizados por el Espíritu Santo, habría cien misioneros donde ahora hay uno. En cada ciudad tendría que haber un cuerpo de obreros organizado y bien disciplinado; no meramente uno o dos, sino veintenas deberían ponerse a trabajar […]. Se tendría que prestar más atención a capacitar y educar a misioneros, enfatizando especialmente la obra en las ciudades”.[12]

La visión de Elena de White, sin embargo, no se limitaba a los trabajadores pagos de la iglesia. En cuanto a todos los cristianos adventistas, escribió: “No tendrían que demorarse los planes para preparar a los miembros de iglesia. Elijan, a fin de que trabajen en las grandes ciudades, a personas que sean totalmente consagradas y que comprendan el carácter sagrado de la obra y su importancia. No envíen a quienes no están calificados en este sentido”.[13]

Quinto, no había suficientes recursos. Es innegable que la misión urbana requiere grandes cantidades de dinero, pero a pesar de esta realidad, Elena de White insistió en la necesidad de trabajar en las ciudades utilizando sabiamente los medios. “Casi pareciera como que apenas se atreve alguien a pedir a un obrero que vaya a las ciudades, debido a los medios económicos que se necesitan para realizar una obra poderosa y sólida. Es cierto que se requerirán muchos medios para realizar nuestro deber hacia las personas no amonestadas de esos lugares. Pero Dios quiere que elevemos nuestras voces y nuestra influencia en favor del empleo de medios en forma sabia en este ramo especial de esfuerzo”.[14]

En 1874, advirtió a los dirigentes de la iglesia sobre los temores de que gastar en la predicación del evangelio no traería retorno. “Hay un temor a atreverse a salir y a correr riesgos en la gran obra, desconfiando de que la inversión de los recursos no será recompensada. ¿Qué pasará si se usan recursos y aún no podemos ver que por ese medio se hayan salvado almas? ¿Qué pasará si hay una pérdida indudable de una porción de nuestros recursos? Mejor trabajar y mantenerse trabajando que no hacer nada. No sabéis qué cosa prosperará, si esto o aquello. Los hombres invierten dinero en acciones y soportan graves pérdidas, y eso se toma como cosa natural. Pero en la obra y en la causa de Dios, los hombres tienen miedo de aventurarse. Les parece que pierden dinero cuando se invierte en el trabajo de salvar almas y no trae resultados inmediatos”.[15]

Sin embargo, Elena de White fue más allá y agregó que a menos que la verdad llegara a las ciudades los medios no serían suficientes para llevar a cabo la Obra. “¿Quién está llevando la carga por nuestras grandes ciudades? Algunos dirán: Necesitamos todo el dinero que podamos obtener para llevar adelante la obra en otros lugares. ¿No sabéis que a menos que llevéis la verdad a las ciudades se producirá una carencia de medios? Cuando llevéis este mensaje a los que están en las ciudades y tienen hambre de la verdad, y ellos acepten la luz, irán fervorosamente a trabajar a fin de llevar la luz a otros. Almas que tienen medios traerán a otros a la verdad, y darán de sus medios para hacer progresar la causa de Dios”.[16]

Sexto, hubo obstáculos burocráticos. Elena de White notó que algunos líderes solían centrar todo en ellos. “Algunos en posiciones de responsabilidad han sentido que nada debió hacerse sin su conocimiento y aprobación personal […]. De esta forma, en ciertas ocasiones se ha retrasado y obstaculizado a obreros eficientes, como también se han hecho pesadas y lentas las ruedas del carruaje del progreso para que no entrara a nuevos campos”.[17]

Por último, la obra en las ciudades es desafiante. Elena de White reconoció que la evangelización en un contexto urbano era muy difícil, ya que Satanás trabaja duramente para tomar el control de la mente humana y, como resultado, la maldad va en aumento. Esta condición requiere nuevos y variados talentos para llegar a los habitantes de las ciudades.[18]

Conclusión

Considerando esta demora y este descuido, “la obra que la iglesia no ha hecho en tiempos de paz y prosperidad tendrá que hacerla durante una terrible crisis, en las circunstancias más desalentadoras y prohibitivas”.[19] A pesar de las dificultades, Elena de White afirmó que la obra en las ciudades, para llegar a todas las clases, se debe hacer, y la iglesia tiene el deber de animar a los obreros y sostenerlos con oraciones y palabras de aliento.[20]

Finalmente, nunca ha sido tan pertinente el llamado de Elena de White a la misión urbana, como bien señala G. T. Ng cuando dice que, en su época, “probablemente solo el dos o tres por ciento de la población mundial vivía en ciudades. Con más del cincuenta por ciento de la población mundial viviendo en ciudades al comienzo del nuevo milenio, su llamado a una misión urbana parece más urgente que nunca”.[21]

Por lo tanto, el plan de evangelización de las grandes ciudades aprobado por la Asociación General indica que la Iglesia Adventista se compromete a llevar el evangelio a los centros populosos. La iglesia tomó el camino correcto, porque “la obra en las ciudades es la obra esencial para este tiempo. Cuando se trabajen las ciudades como Dios desea, el resultado será la puesta en operación de un poderoso movimiento cual nunca se ha visto”.[22]

Sobre el autor: líder de la Iglesia Adventista para la región sudoeste del Estado de San Pablo, Brasil


Referencias

[1] United Nations Department of Economic and Social Affairs, World Urbanization Prospects: The 2018 Revision. Disponible en <link.cpb.com.br/9f73f0>, consultado en 10/5/2022.

[2] Monte Sahlin, Mission in Metropolis: The Adventist Movement in an Urban World (Lincoln, NE: Center

for Creative Ministry, 2007), p. 24.

[3] Elizabeth Lechleitner, “Adventist world church approves urban focus; New York City is first launch site”. Disponible en <link.cpb.com.br/300880>, consultado en 10/5/2022.

[4] Asociación General de la IASD, Reach the World. Disponible en <link.cpb.com.br/20e196>, consultado en 10/5/2022.

[5] Gotfried Oosterwal, “How shall we work the cities: From within?”, Ministry (junio de 1980).

[6] G. T. Ng., “Urban Mission: The Forgotten Frontier”, Asia Adventist Seminar Studies, t. 3, 2000, p. 94.

[7] Elena de White, Notas biográficas, p. 218.

[8]  _________, Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh-day Adventists (Basileia: Imprimerie Polyglotte, 1886), p. 152.

[9] _________, Life Sketches of Ellen White (Mountain View, CA: Pacific Press, 1915), p. 385.

[10] _________, El ministerio médico, p. 339.

[11] Ibíd., p. 111.

[12]  _________, Ministerio para las grandes ciudades, p. 83.

[13] _________, Testimonios para la iglesia, t. 9, pp. 96, 97.

[14] _________, Manuscrito 45, 1910 (El evangelismo, p. 35).

[15] _________, El ministerio de la bondad, p. 280.

[16] _________, “A risen Saviour”, The General Conference Bulletin, 22/5/1909. (Notas biográficas, p. 458).

[17] _________, Manuscrito 21, 1910 (El ministerio médico, pp. 401, 402).

[18] _________, El ministerio médico, pp. 401-404.

[19] _________, Joyas de los testimonios, t. 2, p. 164 (1885).

[20] _________, Testemunhos Para a Igreja, t. 9, p. 94.

[21] _________, G. T. Ng, Asia Adventist Seminar Studies, t. 3, p. 101.

[22] White, El ministerio médico, p. 403.