Oportunidades para crear centros de influencia

Vivimos en una época cambiante, escenario de tensiones provocadas por la formación de nuevos y diversos grupos sociales, incluso con expectativas y necesidades nihilistas. Marc Augé afirmó que se trata de “un mundo comprometido con la individualidad solitaria, con lo provisional, con lo efímero”.[1] Un espacio con lugares transitorios, en los que uno siempre está de paso, como estaciones de autobús, aeropuertos, estaciones de tren, centros comerciales e hipermercados.

En un mundo con tanta diversidad, la formación de comunidades se fortalece con redes de historias que son vividas por personas en continua migración. En ese ir y venir, la ansiedad por relacionarse no se encuentra solo en lugares concretos, y la idea de vivir entre cuatro paredes produce angustia. Por ello, Internet, con sus “tiendas”, “plazas” y “centros de ocio”, se ha convertido en un lugar de búsqueda del sentido de la vida. La maraña de sentimientos, pensamientos, sistemas de intercambio de experiencias y servicios mediados por aquella se entiende como una sociedad en red.[2]

Esta nueva sociedad se materializa en espacios virtuales que, como los centros urbanos, agregan personas que se desplazan de un sitio a otro en busca de soluciones a los problemas de la vida. En este entorno, pueblos, naciones o incluso tribus viven experiencias únicas, intercambian artefactos culturales y crean nuevas identidades individuales y colectivas.

Expansión de comunidades virtuales

Las comunidades virtuales pueden formarse a partir de grupos de intereses comunes. Son un retrato de las relaciones de familia, religión, amistad y ciudadanía. La interacción está respaldada o mediada por la tecnología y guiada por normas y protocolos simbólicos. Además, son cómodas y acogedoras. Es decir, representan el abrazo de los desprotegidos en relaciones familiares frustrantes o la asamblea de peregrinos fuera de órbita en relaciones offline.[3]

Las personas buscan cumplir con un sentido de pertenencia como respuesta a la angustia de no tener un lugar al que llamar hogar. En los diversos sitios web y redes sociales, revelan un deseo de permanencia, corporativismo, solidaridad y amistad. Así, la flexibilidad de la conexión convierte a un nativo rural en un ciudadano global.

Las comunidades virtuales agregan necesidades y oportunidades psicosociales. La tabla de abajo presenta un recorte que ayuda a mapear sus posibilidades.

Una comunidad virtual se forma en torno a la cultura, los propósitos o las relaciones. La movilidad y lo efímero del tiempo y el espacio en Internet dan a las personas las condiciones para participar simultáneamente en varias asociaciones, aunque no sea por mucho tiempo. A pesar de mantener conexiones, en ocasiones carecen de una dirección virtual fija adaptada a las necesidades o los intereses de cada colectivo humano. Por lo tanto, colocar un sitio en el ciberespacio es como construir un centro comercial donde todos puedan encontrarse, con habitaciones acordes a especificidades afectivas y beneficios comunes.

Centros adventistas de influencia

Los centros de influencia son espacios que conectan a las personas con el fin de promover el desarrollo de pensamientos, sentimientos, creencias y propósitos particulares o colectivos. Combinan intereses y necesidades en redes presenciales o virtuales.

Jesús personificó este concepto. Se mezcló con personas de diferentes culturas, creencias y edades. Vivió con ellos, entendió sus luchas, y finalmente, encontró soluciones. Sobre la base del ejemplo de Cristo, la Iglesia Adventista entiende que un centro de influencia es un espacio abierto para que las relaciones humanas, de acuerdo con sus intereses y necesidades, reciban la influencia de las creencias antropológicas y teológicas de la iglesia.[4]

Por lo tanto, los centros de influencia sirven para expandir la presencia de la iglesia y están conceptualmente limitados al área urbana.[5] Elena de White apeló a los dirigentes de la iglesia, diciendo: “Ampliad y ensanchad, sí, pero no en un solo lugar. Salid y estableced centros de influencia en lugares donde nada, o casi nada, se haya hecho”.[6]

Como movimiento religioso, el adventismo es una comunidad en expansión. Difunde principios bíblicos basados en la influencia de las personas, constituidas como referentes sociales. Es sensible a las necesidades de la vida urbana, las diferencias culturales, los vecinos (en el barrio, en el trabajo, en el autobús o en Internet), integra la fe y el trabajo, y apuesta por la creatividad, dando un nuevo sentido a la rutina colectiva.

Centros de influencia virtuales

Ante la calidad de vida urbana y la virtualización de las relaciones comunitarias, la creación de centros de influencia en el ciberespacio es estratégica. Al fin y al cabo, con la densidad de población que transita por las vías de Internet, pueden servir como puntos de encuentro, descanso, salud mental y aprendizaje.

Un centro de influencia adventista virtual puede o no funcionar como un tipo de comunidad virtual. Pero, en realidad, es un espacio en las redes sociales para conectar a personas que buscan pertenecer a diferentes grupos de interés. Una plataforma digital, coordinada por voluntarios y profesionales, con opciones de servicio adaptadas a las necesidades de las personas, servirá como un edificio donde se solucionen los problemas sociales. Los siguientes ejemplos ayudan a entender la propuesta:

En términos funcionales, un centro de influencia digital puede operar en un sitio web personalizado, con opciones de interacción entre usuarios, según el interés de pertenencia a la comunidad, o también estar disponible en una red social. También existe la posibilidad de crear aplicaciones, en las que los usuarios registrados se conectan en salas de chat o videollamadas coordinadas por voluntarios calificados, con el objetivo de incentivar a los participantes a conquistar los propósitos de inserción en la comunidad. Después de todo, el cristianismo se adapta a cualquier circunstancia, ejerciendo influencia para la expansión del Reino de Dios. De hecho, ya no hay fronteras, y podemos evangelizar tribus, naciones, pueblos y lenguas a través de Internet.

Sobre el autor: director de Ministerios Personales y Escuela Sabática en los Estados de Minas Gerais, Espírito Santo y Rio de Janeiro, Brasil.


Referencias

[1] Marc Augé, Não Lugares: Introdução a uma Antropologia da Super Modernidade (Campinas: Papirus, 1994), p. 74.

[2] Manuel Castells, A Galáxia da Internet (Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 2003).

[3] Zygmunt Bauman, Comunidade: A Busca por Segurança no Mundo Atual (Editora Zahar: Rio de Janeiro, 2003).

[4] Gorden R. Doss, Introduction to Adventist Mission (Silver Spring, MD: General Conference of Seventh-day Adventists, 2018).

[5] Gary Krause, Seeking the Shalom: A Wholistic Approach to Adventist Urban Mission in the United States Drawing on Ellen White’s “Centres of Influence” Concept (Tesis doctoral, The University of Queensland, 2020), p. 95.

[6] Elena de White, Testimonios para la iglesia (Miami, FL: Asociación Publicadora Interamericana; 1998), t. 8, p. 162.