Elena de White y el mensaje de reavivamiento y reforma
Uno de los más intensos llamados al reavivamiento y la reforma entre los adventistas del séptimo día ocurrió en el Congreso de la Asociación General de 2010, con motivo de la elección del pastor Ted Wilson como presidente de la iglesia mundial. Muchos adventistas de todo el mundo se han involucrado en el proyecto Reavivamiento y Reforma,[1] basado en la Biblia y los escritos de Elena de White, pero pocos dimensionan su importancia. A pesar de los esfuerzos hechos por vivir esta gran verdad, aún queda mucho por aprender y por hacer.
Elena de White empezó a tratar el tema del reavivamiento y la reforma en 1875, pero le dio un énfasis especial en 1901. Durante sus años de servicio activo, hubo 29 publicaciones que abordaban esta necesidad urgente. Para un mejor estudio, el alcance de estas publicaciones se presentará en este artículo de la siguiente manera: (1) el fundamento teológico; (2) la experiencia personal y familiar; y (3) el liderazgo.
Fundamento teológico
Reavivamiento y Reforma expone el problema más serio del pueblo de Dios: su reincidencia. Esta realidad es recurrente en todo momento, incluso para aquellos que estuvieron cerca de Jesús: “me buscan no porque han visto las señales, sino porque comieron el pan y se saciaron” (Juan 6:26). El mismo error se observa en el joven rico, que se imaginaba a sí mismo como un ejemplo de piedad, pero terminó rechazando a Cristo. Simón, el fariseo curado de la lepra, tampoco reconoció a Jesús “como al representante de Dios. Mientras que María era una pecadora perdonada, él era un pecador no perdonado”.[2] Por lo tanto, conocer a Jesús no es suficiente, debes someterte a él y a su Palabra.
Elena de White explicó: “Reavivamiento y reforma son dos cosas diferentes. El reavivamiento significa una renovación de la vida espiritual, una vivificación de los poderes de la mente y del corazón, una resurrección de la muerte espiritual. La reforma significa una reorganización, un cambio en las ideas y las teorías, en los hábitos y las prácticas. La reforma no traerá los buenos frutos de la justicia a menos que esté vinculada con el reavivamiento del Espíritu. El reavivamiento y la reforma han de realizar la obra señalada, y al hacer esta obra ambos deben combinarse”.[3]
El pecado lo ha arruinado todo, incluso nuestra relación con Dios, al crear un abismo de separación tan profundo e infranqueable por medios humanos. El pecado “es ‘errar el blanco’ y no cumplir con las expectativas divinas […] es una vida de abierta y deliberada rebelión contra Dios y sus caminos”.[4] Por otro lado, con el sacrificio de Jesús en la cruz del Calvario, el amor, la justicia y la salvación se han manifestado y han sido puestos a disposición de la humanidad (Rom. 8:1-4; 6:9). Cristo murió para vindicar la Ley y exaltarla ante todas las naciones, lenguas y pueblos.[5] En respuesta, la mayor decisión que un ser humano puede tomar es vivir una vida en armonía con la Ley divina, y esto solo se hace posible por la ayuda de Dios. En otras palabras, el Señor nos invita a experimentar “reavivamiento y reforma”.
A través de sus escritos, Elena de White advierte que los adventistas también necesitan reavivamiento y reforma: “Ahora, más decididamente que nunca antes, se observa el orgullo, la ambición mundana, la exaltación propia, el fraude, la hipocresía, el engaño y la carencia de poder espiritual”.[6] De no ocurrir un cambio, “los tibios seguirán haciéndose más y más aborrecibles para el Señor, hasta que él se niegue a reconocerlos como hijos suyos”.[7] Por lo tanto, “debe procurarse un reavivamiento y una reforma bajo la ministración del Espíritu Santo”.[8]
Elena de White añadió que la amonestación a la iglesia de Éfeso, “has dejado tu primer amor” (Apoc. 2:4), es aplicable a “las iglesias en su condición actual. […] El yo, el yo y el yo es acariciado y lucha por obtener la supremacía. ¿Cuánto tiempo continuará este estado de cosas? A menos que haya una reconversión, se verá tal falta de piedad que la iglesia será representada por la higuera estéril. La iglesia ha recibido gran luz. Se le dio abundante oportunidad de llevar mucho fruto […] y Dios le dice: ‘Si no te arrepientes, pronto vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar’ ”.[9]
Cuando los que siguen a Dios se humillan y recuperan su primer amor, él los fortalecerá en un curso de acción reformadora, y levantará con ellos un estandarte contra el enemigo; entonces, una gran multitud de los que no comparten su fe, “viendo que Dios está con su pueblo, se les unirá para servir al Redentor”.[10] Elena de White agregó: “Dios debe crear un corazón puro en el hombre antes de que este pueda andar en sus estatutos y guardar sus mandamientos para ponerlos por obra […]. Debe crearse un nuevo gusto moral en el hombre antes de que quiera obedecer la Ley de Dios […]. El pecador precisa una clara definición sobre lo que es el pecado […]. Cuando esto llega a ser completamente comprendido por mentes racionales, queda sembrada la semilla para una conversión verdadera y completa […]. Los grandes principios de la verdad han de ser establecidos en el corazón y revelados en la vida por el amor, la fe, la humildad y la obediencia, mostrando que la religión de Cristo tiene un poder transformador sobre todos los hombres”.[11]
Experiencia personal y hogareña
La experiencia personal más importante es la conversión. Por eso, cuando una persona elige a Cristo y renuncia a este mundo, es el momento más duro de la batalla. Cuando eso sucede, “el estandarte oscuro de Satanás es arrojado y [los creyentes] son colocados bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emmanuel. Entonces comienza en el alma un gran avivamiento moral, un avivamiento manifestado por una reforma de pensamiento, de palabra y obra. […] Se produce una revolución espiritual; un alma se salva de la muerte; y hay gran gozo en el cielo”.[12]
Elena de White advirtió que no es suficiente tener una fe nominal. Los seguidores de Cristo deben permitir que el Espíritu Santo transforme todos los aspectos de su vida. Con estas palabras desafía a todos los adventistas profesos: “¿Es él tu Redentor personal? ¿Tienes un interés personal en él? ¿Tiene tu alma hambre y sed de salvación? ¿Anhelas un mejor conocimiento de Jesucristo? […] Si no están imbuidos del Espíritu de Dios, los intereses sagrados y eternos tendrán poco peso en sus mentes”.[13]
Según la sierva del Señor, el reavivamiento y la reforma deben comenzar en el hogar. De la obediencia a la Biblia, el gran libro de lecciones de Dios, depende la vida y la felicidad, la salud y el gozo de hombres, mujeres y niños (Deut. 6:3-9). Si la Ley de Dios se hubiera enseñado en el hogar, especialmente en los primeros años de los niños, “¡qué diferente sería el mundo de hoy! Veríamos templanza, laboriosidad y economía. Se evitaría el mal y la virtud sería apreciada”.[14] Elena de White exhorta a los padres a no “robar a Dios los talentos que les han sido confiados”.[15]
Ella declaró además que “Dios está pidiendo pureza total en los hogares y las instituciones […]. No solo un avivamiento, sino también una reforma […]. Los prejuicios que han dado malos frutos serán vencidos y desaparecerán. Entrará un espíritu de apertura, un espíritu a la semejanza de Cristo […]. Los que siguen a Dios abandonarán el obstinado deseo de salirse con la suya e imponer sus propias ideas; pues se darán cuenta de que están en la presencia del Hijo de Dios”.[16] Y luego ruega encarecidamente que en nuestras iglesias se haga “un pacto solemne con Dios mediante el arrepentimiento y la confesión”.[17] De hecho, hoy es ese día para buscar ese reavivamiento y la reforma en nuestros hogares. Necesitamos repetir las mismas palabras de Josué: “Yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos. 24:15).
Liderazgo
La tibieza espiritual es el mayor problema de la iglesia, y esto incluye a los líderes (Apoc. 3:15, 16). Dios los “llama a un avivamiento, una reforma. A menos que eso suceda, aquellos que son débiles y sin vida continuarán odiando al Señor más y más hasta que él los escupa de su boca […]. ¿Cuántos hay que están intentando arrastrar la carga de sus pecados no confesados? […] La carga del pecado no confesado es la más pesada que se puede soportar. Jesús, el gran Portador, pide que le entregues tu carga”.[18]
Elena de White agregó: “Cuando la iglesia se vuelva completamente al Señor, las oraciones sin vida y sin espíritu ya no serán escuchadas”.[19] Asimismo, en las reuniones de oración y testimonio que contribuyan a aligerar cargas y preocupaciones, “se producirá un espíritu de auténtica reforma, avivamiento y despertar”.[20] Así, las súplicas a Dios serán escuchadas (ver Hab. 3:2; Hech. 3:19).
Dios advierte, a través de escritos proféticos, que “los profesos seguidores de Cristo ya no tienen tiempo para pararse en el terreno de la neutralidad. Hay más esperanza para un abierto enemigo que para el imparcial”.[21] Judas, por ejemplo, hubiera sido una bendición para la iglesia, pero fue ganado por su egoísmo, su crítica y su espíritu cuestionador. Judas puede ser descrito como un fraude religioso, porque “aplicaba un estándar alto para los demás, pero él mismo no se conformó al estándar de la Biblia. No trajo la religión de Cristo a su vida”.[22]
Así, Elena de White advirtió que hay muchos líderes que traicionan a su Señor como Judas, al conducirse de manera deshonesta. Están dispuestos a sacrificar a Cristo por una ganancia egoísta. Por eso, la exhortación bíblica es: “Sométanse, pues, a Dios; resistan al diablo, y él huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. Pecadores, limpien las manos; y ustedes, los de doble ánimo, purifiquen su corazón” (Sant. 4:7, 8).
La misión de predicar el evangelio (Mat. 28:18-20) no se cumplió plenamente porque “el egoísmo impide recibir estas palabras en su sentido solemne. […] En muchos corazones parece haber solo un tenue soplo de vida espiritual. [Así] la guerra agresiva contra el mundo, la carne y el diablo se abandona”.[23] Nos lanza, entonces, la siguiente pregunta: “¿Debemos, con un cristianismo casi muerto, alentar el espíritu egoísta y amante de las ganancias del mundo, compartiendo su impiedad y sonriendo ante su falsedad? ¡No! Por la gracia de Dios, seamos firmes en los principios de la verdad”.[24]
Ha llegado el momento de que el pueblo de Dios haga cambios, comenzando con su liderazgo. El llamado de Esdras al pueblo en medio de una gran apostasía es un buen ejemplo para los líderes de hoy. Esdras se humilló ante Dios y expuso los pecados abiertos (Esd. 9:6-15). Entonces los israelitas reaccionaron con amargo llanto (10:1), y se llevó a cabo la reforma. Despidieron a todas las mujeres y a los nacidos de ellas que no eran israelitas, y dijeron: “¡Hágase conforme a la Ley!” (10:3). “Sobre todo lo demás, Esdras enseñó la Ley; y mientras dedicaba su atención personal a examinar cada caso, procuraba hacer comprender al pueblo la santidad de la Ley, así como las bendiciones que podían obtenerse por la obediencia. Dondequiera que actuase Esdras, revivía el estudio de las Santas Escrituras. Se designaban maestros para que instruyesen al pueblo; se exaltaba y se honraba la Ley del Señor”.[25]
El ejemplo de Esdras debería “ser una lección objetiva para todos los que procuran realizar reformas. Los siervos de Dios deben ser tan firmes como una roca en lo que se refiere a los principios correctos; y con todo han de manifestar simpatía y tolerancia. Como Esdras, deben enseñar a los transgresores el camino de la vida al inculcarles los principios en que se funda toda buena acción”.[26] En este contexto, Elena de White advirtió que, “mediante múltiples instrumentos, Satanás procura cegar los ojos de hombres y mujeres para que no vean lo que exige la Ley de Dios […]. Se necesitan verdaderos reformadores, que conducirán a los transgresores hacia el gran Legislador, y les enseñarán que ‘la ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma’ (Sal. 19:7). Se necesitan hombres poderosos en las Escrituras: hombres que con cada palabra y acción exalten los estatutos de Jehová”.[27]
En este contexto, “Dios pide un reavivamiento y una reforma. Las palabras de la Biblia, y de la Biblia sola, deben oírse desde el púlpito. Pero la Biblia ha sido despojada de su poder, y el resultado se ve en la reducción del tono de la vida espiritual. En muchos sermones que se pronuncian hoy no hay manifestación divina que despierte la conciencia y comunique vida al alma […]. Permítase a la palabra de Dios que hable al corazón, y que aquellos a quienes solo se habló de tradiciones, teorías y máximas humanas oigan la voz de aquel que puede renovar el alma para vida eterna”.[28]
Conclusión
El llamado de Elena de White al avivamiento y la reforma no es un concepto nuevo para los profetas de Dios. A lo largo de la historia humana, los profetas instaron a las personas a obedecer la Ley del Señor (1 Juan 2:3-6), la cual expresa su voluntad (Éxo. 20:3-17). Por lo tanto, el llamado al avivamiento y la reforma involucra un regreso a Dios y su Palabra, lo que incluye la obediencia a su santa Ley. En respuesta, la plenitud del Espíritu Santo vendrá para ayudar a la iglesia a cumplir su misión.
Sobre el autor: director del Centro de Investigación Adventista de la Universidad Peruana Unión
Referencias
[1] El título original del documento es An Urgent Appeal For Revival, Reformation, Discipleship, And Evangelism, disponible en www.revivalandreformation.org/, consultado el 20/12/2022.
[2] Elena de White, El Deseado de todas las gentes (Mountain View, CA: Pacific Press, 1955), p. 520.
[3] White, “The Need of a Revival and a Reformation”, Review and Herald, 25 de febrero de 1902, p. 1.
[4] John M. Fowler, “Pecado”, en Tratado de teologia adventista do sétimo dia, Raoul Dederen, ed. (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2011), p. 268.
[5] White, “Self-Exaltation”, Review and Herald, 25 de septiembre de 1900, pp. 1, 2.
[6] Carta 112, 1895.
[7] White, “The Need of a Revival and a Reformation”.
[8] Ibíd.
[9] Carta 80, 1901.
[10] White, “The Need of a Revival and a Reformation”.
[11] Carta 19a, 1875.
[12] Manuscrito 186, 1901.
[13] Manuscrito 71, 1901.
[14] Manuscrito 195, 1901.
[15] Manuscrito 79, 1901.
[16] White, “The Need of a Revival and a Reformation”.
[17] Manuscrito 79, 1901
[18] Carta 40, 1901.
[19] Ibíd.
[20] Carta 30, 1880.
[21] Carta 112, 1895.
[22] Carta 40, 1901.
[23] White, “The Need of a Revival and a Reformation”.
[24] Ibíd.
[25] Profetas y reyes (Mountain View, CA: Pacific Press, 1957), p. 458.
[26] Ibíd., p. 459.
[27] Ibíd., p. 459.
[28] Ibíd., p. 461.