Un joven no puede sobrevivir en los noventa como un individuo solitario. El papel de la iglesia es proveerle una positiva influencia grupal para que se identifique con él en el contexto del cristianismo
Por lo general las reuniones de la iglesia se reducen a sentarse en una banca bastante dura, cantar unos tres coritos y escuchar durante 45 minutos un discurso que no oculta su propósito moralizador. Y nada más.
El énfasis de la juventud en esta década está en las relaciones: escuchar, interesarse en los demás, compartir. Rod Robertson, pastor juvenil de la Iglesia Congregacional Black Rock de Fairfield, Connecticut, que tiene 1100 miembros dice: “La influencia de sus iguales es el mayor factor en la formación de las vidas de nuestros jóvenes en la actualidad. Cada adolescente busca desesperadamente un grupo con el cual identificarse. Un joven no puede sobrevivir en los noventas como un individuo solitario. El papel de la iglesia es proveerle una positiva influencia grupal para que se identifique con él en el contexto del cristianismo”.
Una perspectiva semejante apunta directamente al blanco. Según Robert Stefferson, consejero de “At Risk Children” para el Estado de Nueva York, “todos los jóvenes de hoy quieren ser parte de un grupo, aun cuando éste sea el grupo de los ‘solitarios’“. Stefferson, que dirigió un proyecto de investigación en un verano para determinar la influencia de los grupos en los adolescentes de las escuelas de nivel medio, descubrió ocho grupos distintos que prevalecen entre los adolescentes de hoy.
Lauren Cass, especialista en Desarrollo del Currículo y del Personal, para el Estado de Connecticut, al trabajar sobre “la reducción del prejuicio” en al aula de clases, también ve la necesidad de identificarse con un grupo como primordial en la mente de nuestros jóvenes de hoy. “He visto entrar a clases a muchachas con apariencia de personas indescriptibles un día, y como para un día de fiesta al siguiente. Estas jóvenes andan de pesca, tratando de encontrar un grupo en el cual puedan encajar”.
Siendo que presiones de este tipo se ejercen hoy sobre nuestros adolescentes, un programa de ministerio juvenil efectivo es mucho más que “un buen servicio”, es determinante para la supervivencia espiritual de nuestros jóvenes. Al establecer un grupo en el cual puedan ellos encajar, podemos darles una identidad integral y positiva.
¿Está usted pensando establecer un grupo juvenil en su iglesia o darle un nuevo enfoque al programa existente? ¿Se está preguntando qué funciona y qué no? Aquí le damos algunos consejos e ideas de pastores y dirigentes laicos involucrados en activos programas de ministerio juvenil.
1. Involucre a la juventud en el proceso de planeación. No importa cuán excitante pueda parecerle a usted un proyecto, si los jóvenes no lo ven como suyo, no-lo comprarán. Willie Boyd, dirigente del naciente Grupo Juvenil Adventista del Séptimo Día (Bridgeport, Connecticut), dice que se intentó que varios programas interesaran a la juventud en su congregación de 150 miembros, pero ninguno parecía atraer su atención. No fue sino hasta que Boyd citó a una reunión de planeación para la juventud, los involucró en el proceso de dar a luz ideas geniales, y pidió su ayuda para instrumentar sus propias ideas, cuando algo comenzó a ocurrir.
2. Construya relaciones de apoyo antes de esperar mucho de su grupo juvenil. “Cuando usted ha comenzado sería bueno sentarse y comer juntos antes de enfrascarse en cualquier tipo de discusión espiritual”, dice LaLa Abbot, líder del grupo juvenil de 20 miembros de La Iglesia Episcopal de St. Steven, de Ridgefield, Connecticut. “Lo más importante en un grupo es crear confianza”, sigue diciendo. “Una vez que se ha puesto en marcha la dinámica, tiene buenas bases para el crecimiento”.
3. Planee algunos proyectos que propiciarán que los jóvenes “se salgan de ellos mismos”. LaLa Abbot ve esto como la clave para cimentar la unidad de un grupo y edificar la madurez de sus miembros. Sus jóvenes están, por lo general, involucrados en “Habitat”, esfuerzo juvenil voluntario a nivel internacional que construye y renueva casas para aquellos que no tienen dinero para cubrir esta necesidad. “Mientras nuestros jóvenes pintan, ponen masilla en las ventanas, cables para la luz, aprenden muchas cosas acerca de los demás y de ellos mismos”, dice. “Una experiencia compartida edifica el sentido de comunidad y las experiencias positivas para el grupo”.
4. Esfuércese por descubrir y suplir las necesidades dentro del grupo. Gary Richardson, en un artículo publicado en la revista Group[1] hace una lista de 13 necesidades básicas que todos los jóvenes tienen en común. Son las necesidades de: pertenencia, seguridad, relaciones satisfactorias, ser amados, desarrollar su estabilidad emocional, ser desafiados, ser activos, conocer la Biblia, lograr nuevas relaciones con sus ¡guales, ejercer su papel masculino o femenino, aceptar su apariencia física, prepararse para una vocación, y lograr un comportamiento socialmente responsable. Richardson sugiere que esas necesidades básicas se traduzcan en estrategias para la planeación juvenil, teniendo una sesión introductoria con su grupo juvenil, y haciendo preguntas que puedan ayudar a identificar las prioridades de los miembros. Una pregunta podría ser “anote las tres cosas más importantes para usted”, o “¿qué es lo que más le molesta de la vida?”
Para lograr que esta sesión sea menos incómoda, divídanse en pequeños grupos para que los jóvenes discutan sus ideas y las traigan al grupo mayoritario.
5. Ponga límites a su grupo en forma positiva. El Dr. Larry Keefauver, pastor de la Central Christian Church de Waco, Texas, considera que respetar a los jóvenes como individuos es dec!s¡vo para establecer pautas viables para un grupo juvenil. “Las reglas nunca debieran ser el punto rector de un grupo o evento juvenil”, dice. “Las buenas reglas sirven para proveer estructura y límites razonables a fin de que los miembros del grupo vivan positivamente juntos en una atmósfera cristiana”.[2] Keefauver dice también que las normas deberían establecerse con una “actitud positiva” que “espera lo mejor de los jóvenes y los adultos”.
6. Haga algo “insólito”. No estoy proponiendo que vaya contra los principios y las normas de su iglesia. Pero deles una experiencia desafiante en un contexto cristiano que satisfaga la necesidad juvenil de aventura. Hace poco sugerí una idea radical que ellos aceptaron de todo el corazón. Un sábado por la noche alquilamos un traje de gorila, y nos fuimos en un camión de mudanzas lleno de muchachos a las casas de algunos amigos que no asistían a nuestras reuniones juveniles, y los “capturamos”. (Todo esto, por supuesto, se hizo con el consentimiento previo y la cooperación de los padres de nuestras presuntas víctimas.) Terminamos la aventura con una tremenda fiesta de juegos y comida en la iglesia.
7. Cuando el cristianismo y sus implicaciones esté en discusión, ofrezca experiencias de primera mano. Donna Santos, dirigente laico con 20 años de experiencia con la juventud, sugiere que nada enseña mejor un determinado punto a un joven, que hallar a un individuo de carne y hueso que haya tenido que ver con el asunto. Póngase usted mismo como ejemplo, dice ella, con toda su vulnerabilidad, y será más respetado.
Santos sugiere también que se invite a otros a compartir sus experiencias con el grupo en forma personal. Por ejemplo, si está discutiendo el tema del aborto, pídale a alguien que haya tenido un aborto que tome parte en una sesión del grupo.
“Usted puede leerles a sus jóvenes todas las advertencias bíblicas del mundo”, dice Santos, “pero estarán mucho más dispuestos a escuchar cuando una persona, que es como ellos, les hable de lo que tiene en su corazón”.
8. Cuando planee una sesión de estudio bíblico, asegúrese de que los jóvenes desarrollen algún tipo de actividad con relación al tema. Hojas de trabajo, pequeños grupos, discusión franca, interesan a los jóvenes y hacen que el tema sea relevante para sus vidas. Los jóvenes de nuestro tiempo no están preparados para sentarse atrás pasivamente, asimilando todos los maravillosos hechos impartidos por un líder juvenil. Ellos necesitan saber que sus opiniones cuentan, que su perspectiva es valorada. La forma de “instruirlos” es abriendo caminos para que ellos se apropien del tema.
“Sermonearlos sencillamente no da resultado”, dice Santos. “Los jóvenes se cierran ante los sabios y avejentados líderes llenos de clisés y axiomas. Ellos requieren que se los involucre en el proceso de aprendizaje, y descubrir las verdades por ellos mismos bajo una dirección muy gentil”.
9. Reconozca que los jóvenes llegan a diferentes niveles de interés, y luche para llevarlos al más alto de ellos. Rod Robertson ve cuatro categorías distintas de jóvenes que asisten a las reuniones de jóvenes: (1) Los no interesados, que son forzados a asistir ya sea por sus padres o por otros; (2) los socialmente interesados, que vienen a pasar el tiempo con sus amigos y desarrollar sus relaciones; (3) los espiritualmente interesados, que sinceramente quieren crecer en su camino cristiano: y (4) el que tiene vocación de servicio, que quiere alcanzar a otros con el testimonio de su propia fe.
Robertson pide que se desarrollen actividades que enciendan la chispa del interés en cada uno de los que están en estos niveles. Por lo general, su grupo juvenil de unos 80 miembros, tiene un ciclo de tres semanas: la primera semana se dedica a un estudio bíblico; la segunda, a la interacción y aplicación de pequeños grupos: y la tercera semana se aparta para una actividad social, con refresco y tiempo para “hablar” sencillamente.
Además de estas reuniones semanales, Robertson planea actividades sociales en los hogares de los miembros, conciertos cristianos, retiros espirituales… “Los años de la adolescencia son bastante difíciles —dice— Su objetivo debe ser sacarlos de una edad potencialmente turbulenta. Cualquier cosa que usted pueda hacer desde una perspectiva positiva es ganancia”.
10. Y lo más Importante: ame a los jóvenes. Después de estar en el ministerio juvenil durante 14 años, Rod Robertson no puede concebir una clave más importante para el éxito en el trabajo con los jóvenes que simplemente amarlos de corazón. “Puede ser que suene simplista —dice—, pero yo creo realmente que el comunicar amor es lo mejor que usted puede hacer por su grupo. No importa tanto qué programas tenga usted, o cuán grande sea su presupuesto, si los jóvenes pueden sentir el amor de sus dirigentes, y pueden desarrollar un interés y un respeto genuino los unos por los otros, su grupo será un éxito”.
Referencias:
[1] Gary Richardson, “Uncovering and Meeting Needs”, Group, octubre de 1982, pág. 24 (22).
[2] Larry Keefauver, “Those Youth Groups Rules”, Group, marzo/abril, 1982, pág. 30 (1).