Quedé profundamente conmovido por esta afirmación de Elena de White: “Lo que necesitamos en este tiempo peligroso es un pastorado convertido. Necesitamos hombres que acepten la pobreza de su alma, y quienes diligentemente busquen ser dotados del Espíritu Santo. Una preparación de corazón es necesaria para que Dios nos dé su bendición, pero esta obra del corazón no ha sido realizada” (El ministerio pastoral, p. 48).

 La expresión “pastorado convertido” me llevó a algunas preguntas: ¿Estaré realmente convertido? ¿Están convertidos mis colegas pastores? Al analizar la cita, noté dos puntos importantes. Primero, la necesidad de buscar profundamente al Espíritu Santo. Segundo, la ausencia de corazones preparados para recibir la bendición divina.

 ¿Por qué debo preparar mi corazón? En Apocalipsis 3:20, en la carta a la iglesia de Laodicea, se describe a Jesús del lado de afuera, llamando a la “puerta del corazón” del creyente. Y ¿cómo es un corazón sin la presencia de Cristo? El profeta Jeremías y Jesús tienen la respuesta. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9). “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mat. 15:19).

 Al basarme en estos textos, llego a la siguiente conclusión: un corazón sin Cristo es un corazón no convertido. Si permanece así, nunca estará preparado para recibir el don del Espíritu. Un pastor cuyo corazón está más lleno de sí mismo que de Dios tendrá un ministerio debilitado, apariencia de piedad, falta de poder y visión misionera limitada.

 Es imposible llenar un vaso que tiene agua sucia con agua limpia; primero es necesario vaciarlo. Un corazón sin Jesús se convierte en el campo de batalla más duro. “La rendición del yo, entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; pero para que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios” (El camino a Cristo, p. 38)

 Un corazón preparado es un buen anfitrión para recibir la mayor dádiva divina: el Espíritu Santo. “El Señor nos ordena que despojemos nuestro corazón del egoísmo, que es la raíz del enajenamiento. Él anhela derramar sobre nosotros su Espíritu Santo en abundante medida, y nos ordena que limpiemos el camino mediante nuestra negación del yo” (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 50).

 Volviendo al texto inicial, podemos parafrasearlo diciendo que un pastor convertido es aquel cuyo corazón reconoce su pobreza de alma y clama por el Espíritu Santo, que encenderá en su vida, su familia y su ministerio la chispa del reavivamiento. “Cuanto más descubramos nuestra necesidad real –nuestra verdadera pobreza–, tanto más desearemos el don del Espíritu Santo […]. Por cuanto no vemos nuestra necesidad ni percibimos nuestra pobreza, no hacemos fervorosos ruegos mirando a Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe, para que nos otorgue la bendición” (Recibiréis poder, p. 293).

 Podemos concluir diciendo que un ministerio reavivado es un ministerio convertido, que tiene un gran impacto sobre el cumplimiento de la misión; porque el reavivamiento es una experiencia indispensable en el pastorado, teniendo en el evangelismo su máxima expresión.

 Oswald Smith, en su libro Paixão Pelas Almas [Pasión por las almas], relaciona elreavivamiento con la misión en la historiade Tito Coan. En 1837, este misionero tuvouna experiencia impactante predicando a unpúblico de quince mil personas en Hawái.Se cuenta que algunos oyentes llegarona gritar: “La espada de dos filos me estácortando en pedazos”. Un escarnecedorclamó: “¡Dios me hirió!” Y, mientras Coanpredicaba, un hombre bramó: “¿Qué debohacer para ser salvo?”

 El impacto fue tan significativo que los problemas fueron resueltos, ebrios se regeneraron, adúlteros se convirtieron y ladrones devolvieron lo que habían robado. Durante el período en el que Tito Coan trabajó en Hawái, se estima que bautizó unas 11.960 personas. ¡Que su experiencia sea una inspiración para que seamos pastores verdaderamente convertidos.

Sobre el autor: cursa una maestría en Misiología y es secretario ministerial asociado de la Iglesia Adventista para América del Sur.