Cómo abordar el Apocalipsis en tiempos de ansiedad

El mundo ya enfrentaba una crisis de esperanza, incluso antes de la pandemia (COVID-19). Pero entonces, la humanidad descubrió repentinamente que, efectivamente, muchas cosas están fuera de nuestro control. La incertidumbre, la impresión de que algo anda mal en el mundo, ha provocado un miedo existencial generalizado. Solamente el 6 % de las personas en EE. UU., el 4 % en Gran Bretaña y el 3 % en Francia piensan que el mundo está mejorando.[1]

Reconocer esta crisis existencial, por tanto, debe orientarnos significativamente respecto de la forma en que decidimos predicar el mensaje de Apocalipsis. La perspectiva escatológica que cada persona toma, será un recurso vital para atravesar estos momentos de incertidumbre, porque a través de ella se responde a las preguntas fundamentales que plantea toda crisis.

El pensamiento escatológico contemporáneo

La cultura secular, el cine, la televisión, los juegos, los cómics y la literatura en general tienen un interés marcado en el fin del mundo. La amenaza del final no solo se discute, sino también se predice. Después de Hiroshima, la amenaza nuclear trajo ansiedad a nuestro subconsciente; y otras amenazas existenciales, como el miedo al cambio climático, ejercen una presión permanente en la escatología contemporánea.[2] A pesar de las señales de advertencia, no estamos cambiando radicalmente nuestro estilo de vida. Captando esto, recibimos la advertencia de que la vida humana “está en peligro porque ya no es amada, reconocida ni aceptada”.[3]

La polarización y la fragmentación de la sociedad –características del espíritu de nuestro tiempo– plantean riesgos adicionales para nuestro planeta. Las convulsiones sociales, la injusticia social y el terrorismo internacional son solo algunas de las expresiones más visibles de esta polarización. A pesar del progreso científico y tecnológico, nuestra época se ve aplastada por una pérdida de confianza, fuertemente alimentada por las redes sociales. Las instituciones que alguna vez mantuvieron unida a la sociedad ahora están debilitadas, e incluso ridiculizadas.

Si bien cada época tiene su lado oscuro y sus patologías, la nuestra parece tan débil que tememos por la existencia de la humanidad misma. En una era de noticias falsas y manipulación, la gente tiene hambre de autenticidad, solidaridad y justicia. Movidos por la necesidad de los imperativos morales, nos escandaliza el daño que los propios seres humanos pueden causar. “Irónicamente, vivimos en un Universo en el que estamos a cargo, pero todo lo que vemos en el horizonte es nuestro final. Esto se llama distopía”.[4]

Ahora, si el horizonte social es distópico, la predicación del evangelio ya no puede hacerse como se hacía en el pasado, cuando había optimismo y esperanza de progreso (positivismo). Hoy, el evangelio debe, en primer lugar, hacernos conscientes de que “existe un ‘panorama general’ de la vida, no solo una serie de observaciones inconexas”.[5] Debe recordarnos constantemente el paisaje cósmico en el que la cultura de la vida triunfa sobre el mal.[6] Y sobre todo, debe asegurarnos que hay una conexión entre este mundo y el venidero, en el que tenemos un lugar asegurado por la propia provisión de Dios.

El fundamento de la esperanza cristiana

La esperanza cristiana no es una ilusión ni un optimismo ciego; se funda, en cambio, en la fidelidad del Creador, que actúa en la historia humana y no permite que el mal tenga la última palabra. Un Dios que nunca se dio por vencido con nosotros a pesar de nuestra rebelión. Al contrario, arriesgó un plan de rescate para la humanidad caída. Este es el evangelio, las “buenas nuevas” de salvación.

El eje crítico del gran plan de salvación de Dios es la Cruz. Es por eso que cualquier discusión sobre la esperanza debe centrarse en la muerte y la resurrección de Cristo, la base de todo lo que el cristianismo tiene para ofrecer a un mundo sumido en la desesperanza. La resurrección de Cristo significa que la muerte está vencida y el futuro está asegurado. Ten en cuenta que no es el progreso social o económico lo que es la base de la esperanza del cristiano, sino Dios mismo, quien, a través de Cristo, se ha unido a la humanidad con lazos que nunca más se pueden romper.

El género apocalíptico bíblico reúne varias visiones reveladoras (Dan. 8:19; Apoc. 1:11), recibidas por los profetas a través de mensajeros celestiales. Sin embargo, nuestras interpretaciones de estas visiones nunca deben eclipsar la Fuente. Dios mismo es el tema principal de estos libros proféticos. El hecho de que él, como Creador, actúe en la historia humana –según el plan definido para nuestra restauración– es prueba de su fidelidad. No hay mejor prueba que esta: él “nos amó y nos dio consuelo eterno, y buena esperanza por gracia” (2 Tes. 2:16).

Por lo tanto, el enfoque de las profecías apocalípticas debe estar centrado en Cristo, no en la bestia o las plagas, porque el énfasis principal de estos escritos es el triunfo de los propósitos de Dios, no la agenda engañosa de las fuerzas de las tinieblas. Cuando las fuerzas del mal son desenmascaradas, muestran la marcada diferencia entre el carácter de Aquel que es el Autor de la vida –“el Testigo Fiel”; el “Cordero como inmolado” (Apoc. 1:5; 5:6)–, en contraste con aquel que está detrás de todo mal: la “serpiente antigua, […] el que engaña a todo el mundo” (Apoc. 12:9).

El problema de una cosmovisión distorsionada

Todos los seres humanos vivimos en un “imaginario social”, compuesto por opiniones y prácticas adquiridas de la familia, la comunidad y la sociedad en general. Estas ideas y prácticas están profundamente arraigadas en nuestro ser y forman nuestra cosmovisión. La distopía actual en la sociedad occidental revela cuán vulnerable es la cosmovisión antropocéntrica y secular arraigada en el individualismo y el instrumentalismo (una mentalidad que mide el éxito por la máxima eficiencia).[7] Evidentemente, si ignoramos la existencia de Dios y de un orden moral trascendente, estaremos obligados a creer que la humanidad existe por sí misma y vive solo para sí misma.

La enseñanza de la profecía es un recurso valioso para una generación que busca una alternativa significativa a este escenario sin esperanza. Describe la realidad a través de una teología de dos ciudades, Babilonia y Jerusalén, que encarnan dos sistemas de pensamiento radicalmente diferentes y dos perspectivas diferentes sobre la vida humana (Dan. 1:1; Apoc. 17; 21; 22). Estos dos sistemas se basan en diferentes conjuntos de valores: sacrificio y servicio versus violencia y despotismo.

La teología apocalíptica implica que la humanidad está atrapada en el conflicto entre estas dos visiones del mundo, detrás de las cuales hay dos fuerzas: la de “Aquel que está sentado en el trono” (Apoc. 4:2; cf. Dan. 7:9) y la de quien resiste el plan de Dios por medio de la violencia y el engaño (Apoc. 12:9; cf. Dan 10:13). El tema del conflicto cósmico, centrado en la cuestión del poder y la lealtad humanos, proporciona un marco fundamental para comprender la realidad.[8] En nuestra era de valores distorsionados, noticias falsas y manipulación, una auténtica revelación sobre el verdadero carácter de Dios, en contraste con el carácter engañoso de la humanidad, es de suma importancia.

Dimensiones prácticas de la esperanza: nuestro lugar en el mundo

Daniel y Apocalipsis no solo revelan quién es Dios y cuáles son sus intenciones en la historia humana (comunicadas a través de la profecía), sino también revelan quiénes somos y cómo debemos vivir. Dios se revela en la literatura apocalíptica como Aquel que ama la vida y no permitirá que se extinga; por eso la teología apocalíptica trata intensamente el problema del mal y del sufrimiento.[9]

La humanidad no se percibe como la creación de un gobernante cósmico indiferente o parcialmente involucrado, sino como digna del propio amor y sacrificio del Creador, una creación cuya restauración ya está en marcha. El género apocalíptico bíblico está interesado en la respuesta de la humanidad a la obra de restauración de Dios. Por eso, en el corazón del Apocalipsis encontramos el llamado a “temer a Dios y darle gloria” (Apoc. 14:7).

Si se predica de forma razonada y adecuada, el mensaje apocalíptico tiene una gran posibilidad de moldear la cosmovisión de los cristianos y estimular su compromiso, porque llama la atención sobre varias dimensiones de nuestra realidad y sobre la obra incansable de Dios entre bastidores. Pero debe ser predicado de una manera que valide la vida, en oposición al terror y la amenaza. Debe predicarse para que la noción de esperanza reemplace a la desesperación, y Dios triunfe sobre el caos causado por las fuerzas de la muerte. En esta era de distopía, mientras las calamidades rugen a nuestro alrededor, el evangelio debe ser escuchado como el “evangelio del reino” (Mat. 24:14), que generará la esperanza viva que tanto necesita este mundo inestable.[10]

El final prometido

El mundo está lleno de problemas aparentemente insolubles que alimentan el sentimiento universal de desesperanza. En contraste, el mensaje apocalíptico bíblico ofrece una solución integral y definitiva. Aunque la solución tiene sus raíces en la muerte y la resurrección de Cristo, alcanza su cumplimiento final en la venida del Reino de Dios en su plenitud.

La muerte y la resurrección de Jesús son los acontecimientos fundamentales a partir de los cuales se inició la obra de una nueva creación divina. Dios “se hizo carne y habitó entre nosotros” transitoriamente (Juan 1:14). Sin embargo, al final de la historia humana, él morará con nosotros permanentemente, y la humanidad redimida será su pueblo (Apoc. 21:3). En un mundo donde la salvación a través de las obras humanas es imposible, el evangelio se trata de la restauración a través de la obra de Dios mismo. El miedo existencial es reemplazado por la esperanza existencial, y la cultura del terror y la muerte es reemplazada por la cultura de la vida.

La literatura apocalíptica bíblica a menudo se predica como una bola de cristal cristiana para leer el futuro. El valor de las visiones proféticas no suele cuestionarse, pero en esta era angustiosa, el mensaje apocalíptico debe enseñarse y predicarse como literatura inspiradora de esperanza. Esto requiere un enfoque cristocéntrico y una atención especial a los motivos prácticos de la promesa de redención del Cielo. Las profecías apocalípticas se escucharán más claramente si se presentan de manera que resuenen con las necesidades existenciales de nuestro tiempo. Mantén a Jesús, su amor y su segunda venida ante la gente en todo momento. Y recuerda: “En el amor no hay temor; antes bien, el amor perfecto elimina el temor” (1 Juan 4:18).

Sobre el autor: profesor de Nuevo Testamento en Newbold College, Inglaterra.


Referencias

[1] Ver Max Roser, “Most of Us Are Wrong About How the World Has Changed (Especially Those Who Are Pessimistic About the Future)”, Our World in Data, 27 de Julio, 2018, disponible en https://ourworldindata. org/wrong-about-the-world.

[2] Philip Jenkins, Climate, Catastrophe, and Faith: How Changes in Climate Drive Religious Upheaval (Oxford, UK: Oxford University Press, 2021).

[3] Jürgen Moltmann, The Spirit of Hope: Theology fora World in Peril (Louisville, KY: Westminster John Knox, 2019), p. 4.

[4] Robert Joustra y Alissa Wilkinson, How to Survive the Apocalypse: Zombies, Cylons, Faith, and Politics at the End of the World (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2016), p. 5.

[5] Alister McGrath, The Christian Life and Hope, Christian Belief for Everyone (London, UK: SPCK, 2015), viii.

[6] Respecto de la “cultura de la vida” como alternative a la “cultura de la muerte”, ver Moltmann, Spirit of Hope, pp. 3-14.

[7] Para una discusión más completa sobre este problema, ver Charles Taylor, A Secular Age (Cambridge, MA: Belknap Press of Harvard University Press, 2007).

[8] Sobre la temática del conflicto cósmico, ver Sigve K. Tonstad, Saving God’s Reputation: The Theological Function of ‘Pistis Iesou’ in the Cosmic Narratives of Revelation, Library of New Testament Studies 337 (London, UK: T&T Clark International, 2006); Laszlo Gallusz, The Throne Motif in the Book of Revelation, Library of New Testament Studies 497 (London, UK: Bloomsbury T&T Clark, 2014); Steven Grabiner, Revelation’s Hymns: Commentary on the Cosmic Conflict, Library of New Testament Studies 511 (London, UK: Bloomsbury T&T Clark, 2015).

[9] Reconoce el mal y el sufrimiento causado por las elecciones y lealtades de las personas en el mundo en detrimento de experiencias consideradas “males naturales” (desastres naturales, enfermedades o catástrofes). Para un tratamiento detallado de Apocalipsis como teodicea, ver Gregory Stevenson, A Slaughtered Lamb: Revelation and the Apocalyptic Response to Evil and Suffering (Mumbai, India: St. Pauls, 2013).

[10] Timothy Keller, Hope in Times of Fear (New York, NY: Viking, 2021), p. x.