Este año estoy completando quince años de ministerio pastoral, siempre actuando en la Educación Adventista. Al considerar la urgencia del trabajo por las nuevas generaciones, no veo un mejor lugar para estar y contribuir a esta misión. Creo que cada uno tiene un llamado y un estilo en el ejercicio del pastorado, pero es el plan de Dios que “debe emplearse el mejor talento ministerial para conducir y dirigir la enseñanza de la Biblia en nuestras escuelas” (Consejos para los maestros, p. 397). Creo que el salón de clases es mi iglesia; y mi campo misionero, la comunidad escolar.

    Mi historia como pastor escolar me ha proporcionado una serie de experiencias impactantes. La forma de presentar el evangelio a los niños y los adolescentes es muy diferente, y es necesario innovar en los métodos y actuar con creatividad. Sin embargo, lo que hace que este trabajo sea eficaz es una vida de oración y el amor incondicional por mis alumnos, haciéndolos protagonistas de mi ministerio. Puedo decir que siento mucha más alegría cuando veo a un alumno de 8º año de la escuela básica (equivalente a un primer o un segundo año de la escuela secundaria, según el lugar) presentar la Palabra en la capilla para una clase que cuando tengo que predicar. El discipulado de mis alumnos siempre fue mi orientación principal y, de hecho, como escribió Elena de White, veo a la escuela como un centro de formación de misioneros. Por eso, Dios me guio desde el principio de mi ministerio a concentrarme en los alumnos adventistas para que ellos, a su vez, influyan en sus compañeros de clases para comprometerse con Cristo.

    Por ejemplo, en mi primer año en el Colegio Adventista de Partenón, en Porto Alegre, Río Grande del Sur, Brasil, teníamos la SSAA: Sociedad Secreta de Alumnos Adventistas. De una forma lúdica, capacitábamos a los alumnos adventistas de la Escuela Primaria para que fueran una influencia positiva para sus compañeros, a fin de que estos entregaran su vida a Jesús.

    En 2011, en el Colegio Adventista de Porto Alegre, nos atrevimos como escuela a ir un poco más allá, y los sábados por la mañana llevábamos a los alumnos a un culto enteramente preparado por ellos. Nos reuníamos una vez por mes y a esa reunión la llamábamos “Club de lucha”, nombre alusivo al propósito de luchar contra nuestro mayor enemigo: el propio yo. Se reunían aproximadamente doscientas personas por culto y solo diez participantes eran adventistas.

    La experiencia más destacada de mi travesía ministerial ocurrió en 2014, en la UNASP, predio San Pablo. Con el pastor Daniel Lüdtke como colega, iniciamos la comunidad IES (Integración, Evangelismo y Servicio). Esta fue la primera iglesia adventista formada totalmente por adolescentes en el Brasil. Con el apoyo de la Administración del predio y de la iglesia de la UNASP, reuníamos unos 150 alumnos de escuela secundaria todos los sábados, de los cuales 50 no eran adventistas. Como los adventistas eran mayoría en este grupo, lográbamos ser la mayor influencia y, así, guiar a nuestros hijos de iglesia a invitar a sus compañeros a que participen de los ministerios de la comunidad IES. Noté que un alumno, al involucrarse en un ministerio como parte de su discipulado, fortalecía su decisión a bautizarse. Y de este modo, todos los que se bautizaban ya estaban insertos en un ministerio de la iglesia.

    Otro proyecto que ejerció una poderosa influencia en el discipulado de los alumnos fue la clase de los “Escogidos”. Cada alumno adventista escogía a un compañero para estudiar la Biblia y formábamos grupos de estudio divididos por cursos en una clase especial, en los que el pastor solo coordinaba y ayudaba, y los mismos adolescentes daban, efectivamente, el estudio bíblico.

    Hoy continúo mi ministerio pastoral escolar en Goiânia, Goiás. Además de pastorear un colegio, también tengo la función de coordinar y discipular pastores escolares que están iniciando sus ministerios, buscando incentivarlos a seguir su carrera en la Educación Adventista.

    No sé cuál es el futuro que el Señor tiene reservado para mí, pero pretendo ejercer este ministerio hasta el día en el que pueda presentar personalmente a mis alumnos ante Cristo, sabiendo que cumplí mi misión y ejercí propiamente mi vocación como pastor escolar de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Sobre el autor: Pastor en Goiânia, Goiás, Brasil.