Este es el centésimo aniversario de la muerte de Elena de White, ocurrida el día 16 de julio de 1915, después de setenta años de ministerio profético. El don de profecía, con el que ella fue agraciada por Dios, es la marca distintiva de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. La muerte de alguien jamás es motivo de celebración. Sin embargo, en este caso especial recordamos, con mucha gratitud a Dios, el ministerio que ella desarrolló y los beneficios que resultaron de él para la Iglesia Adventista en su trayectoria. No fue un ministerio libre de ataques, tanto en el pasado como en el presente; pero el testimonio bíblico y el carácter de sus mensajes comprueban que son genuinos. De acuerdo con el testimonio del pionero Urías Smith, “su fruto es tal que muestra que la fuente de la cual proceden [sus mensajes] es lo opuesto a lo malo”. En realidad, la descripción realizada por él con respecto a los mensajes hablados y escritos por Elena de White es completa:

 “Tienden a la más pura moralidad. Enseñan a terminar con todo vicio, exhortan a la práctica de toda virtud. Señalan los peligros que hemos de pasar en nuestro camino al Reino. Revelan los ardides de Satanás. Nos amonestan contra sus trampas. Cortan en flor todo esquema de fanatismo que el enemigo ha tratado de poner en nuestro medio. Han expuesto iniquidades ocultas, han traído a luz males escondidos y han presentado abiertamente los motivos perversos de los que no tienen corazón sincero. Han protegido de peligros la causa de la verdad por todos lados. Nos han despertado una y otra vez a la necesidad de una mayor consagración a Dios, a realizar esfuerzos más celosos para obtener la santidad del corazón, y a una mayor diligencia en la causa y el servicio de nuestro Maestro.

 “Conducen a Cristo. A semejanza de la Biblia, lo señalan como la única esperanza y el único Salvador del género humano; nos presentan en caracteres vivos su vida santa y su ejemplo piadoso, y con irresistible urgencia nos instan a seguir sus pasos.

 “Nos conducen a la Biblia. Señalan ese Libro como la inspirada e inalterable Palabra de Dios. Nos exhortan a tomar esa Palabra como nuestra consejera, y regla de nuestra fe y práctica. Y, con un gran poder compulsivo, nos ruegan que estudiemos prolongada y diligentemente sus páginas, y nos familiaricemos con su enseñanza, pues ella ha de juzgarnos en el día final.

 “Han traído consuelo a muchos corazones. Han fortalecido al débil, animado al medroso, levantado al desanimado. Han traído orden en la confusión, han enderezado errores, y arrojado luz sobre lo que era oscuro y tenebroso. Ninguna persona que esté libre de preconceptos podrá leer sus conmovedoras apelaciones a una moralidad pura y elevada, su exaltación de Dios y del Salvador, su denuncia de todo mal, y sus exhortaciones a todo lo que es santo y de buena fama, sin ser compelida a decir: Estas palabras no son de un endemoniado” (Notas biográficas, pp. 515, 516).

 En 1863, Dios le dio instrucciones llamando a los adventistas a la adopción de un estilo de vida coherente con el significado del mensaje que fueron llamados a proclamar. Así, la salud pasó a tener un lugar destacado en sus escritos y sus mensajes. Pasados casi 152 años, la pertinencia de ese tema y el deber de promoverlo en nuestra vida y nuestra predicación permanecen.

 “Nuestros predicadores deben llegar a ser entendidos acerca de la reforma pro-salud. […] Deben comprender las leyes que rigen la vida física, y su relación con la salud de la mente y del alma. Miles de millares saben muy poco acerca del maravilloso cuerpo que Dios les ha dado o del cuidado que debe recibir. […] Los predicadores tienen una obra que hacer en ello. Cuando asuman una actitud correcta acerca de este asunto, se ganará mucho. En sus propias vidas y hogares deben obedecer las leyes de la vida, practicar principios correctos y vivir de una manera sana. Entonces podrán hablar correctamente acerca de este tema. […] Por vivir en la luz ellos mismos, podrán dar un mensaje de gran valor a aquellos que necesitan precisamente semejante testimonio” (Obreros evangélicos, p. 243).

 Durante este año, tenemos la oportunidad especial de enfatizar este tema en nuestro trabajo.

Sobre el autor: Director de Ministerio Adventista, edición de la CPB.