Durante una campaña evangelística siempre hay períodos cuando parece que las cosas se presentan algo oscuras —Jesús estaba constantemente confrontado con un aparente fracaso, dice la Hna. White. Tengo unos pocos pensamientos a los cuales echo mano con frecuencia antes de las reuniones, especialmente cuando me siento un poco cansado o el público es escaso. Después de repasar esos puntos y de haberme reanimado, me pongo en las manos del Señor para la reunión de esa noche. Comparto esos pensamientos con usted por si le pueden ayudar a sostenerse como me han ayudado a mí.
1) Cuando ore durante el día pídale a Dios que envíe a la noche a quienes se han de beneficiar con el tema que se ha de presentar. (Quizá el Señor vea mejor que algunos a veces estén ausentes, de manera que dejo el asunto de la concurrencia en sus manos).
2) No debo permitir que el tamaño de una concurrencia sea la medida para mi entusiasmo en la presentación del tema de esa noche, sino más bien la necesidad de la concurrencia.
3) La reunión de esta noche es la más importante que alguna vez he dirigido porque estamos más cerca de la eternidad y porque tengo el deber y privilegio inmediatos de servir. Debo presentar este sermón como si fuera mi última predicación, y por lo tanto quiero que sea la mejor. Debo predicar este sermón como si fuera el último que alguien ha de escuchar. Quizá alguno de los asistentes oiga esta noche su última exhortación. Debo hacerla vigorosa, afectuosa y atrayente. ¡Para que por lo menos un alma sea traída a la salvación esta noche!
4) Debo emplear toda mi energía, mi corazón y mi vida en la presentación del sermón de esta noche si espero que el Espíritu de Dios obre. Debo volcar todo mi entusiasmo en esta reunión como si estuviera presente una inmensa multitud —tal vez entonces la concurrencia aumentará, si el Señor ve que es lo mejor.
5) Si hice lo mejor que pude en publicitar las reuniones, si honradamente hice todo lo que pude en las visitaciones y en la programación de las reuniones y si he orado con fervor para que Dios haga que las reuniones llamen la atención de los perdidos, entonces debo dejar en sus manos el tamaño de la concurrencia. Si el Señor ve que hay peligro de exaltación propia en el éxito abundante, debo contentarme con aparentes reveses por causa de mi propia alma y hacer uso de esas experiencias como un nuevo desafío para el examen personal.
6) Cristo hubiese dejado el cielo para morir por nada más que un alma. Entre los pocos presentes de esta noche acaso haya un alma que ha de decidir su destino eterno. Debo emplear todas mis facultades para tratar de alcanzar a esa sola alma —soy un abogado intercediendo por alguien que va a ser sentenciado a muerte—; ¿no debiera entonces hacer lo mejor de mi parte en favor de los pocos, sí, aun de esa única alma?
7) En todo el trajín de actividades y placeres de esta ciudad, la reunión de esta noche es más cara al corazón de Dios que cualquier otra cosa. Cientos o miles han rechazado la invitación para venir hoy, es cierto, pero la mayoría de los sinceros están aquí y esta reunión es la cita más importante con el Cielo.
8) Todavía Satanás es el gobernante de este mundo, pero Dios le ha puesto límites que no puede traspasar. Dios podía hacer que no lloviera (o nevara) a la hora de la reunión si lo hubiera visto bien. No me preocuparé por el estado del tiempo porque los detalles de esta serie de conferencias están en las manos de Uno que cuida más de lo que yo pueda hacerlo de la salvación de almas de esta comunidad.
9) Mi gran inspiración: “Todo el cielo está aguardando para cooperar con los agentes humanos en la tarea de traer los perdidos a Cristo”. ¡Qué maravilloso estímulo me produce esta noche! Yo no puedo ganar una sola alma —soy simplemente el mensajero. Estoy sembrando la semilla. El Espíritu Santo es el Segador celestial —y no puede fracasar.
10) Mi gran comisión: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos… Toda potestad me es dada… He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
(Él está aquí esta noche, ¡asombroso pensamiento!) El terminará la obra y la abreviará en justicia.
“Así pues, ayúdanos, amado Señor. Amén”. —