Desafíos contemporáneos.

    Estamos casados y actuando en el ministerio desde hace 32 años. El hecho de que todavía estemos casados y en el ministerio después de todo este tiempo tiene que ver absolutamente con la providencia y la gracia de Dios. En realidad, la gracia divina hace su mejor trabajo cuando aceptamos el don que Dios nos ofrece, y permitimos que ese don brote y crezca en nuestro corazón por el poder del Espíritu Santo, cuyas exhortaciones elegimos seguir.

    Vamos a ser realistas: ¡la vida de casado no es fácil! Sí, el matrimonio es algo fantástico, y la vida de a dos tiene todas aquellas cosas maravillosas de las que siempre hablamos. Sin embargo, a pesar de nuestras mejores intenciones, la realidad de las diferencias, que incuestionablemente asombran a la mayoría de los matrimonios, nos mantiene de rodillas. La verdad es que encontramos ese tipo de realidad sobre la base de una decisión comprometida en la oración y en la intención de dar honra y gloria a Dios en nuestra vida matrimonial.

La casa pastoral

    Los matrimonios pastorales enfrentan los mismos desafíos que tienen los otros matrimonios; y la mayoría vive conflictos similares a los que tienen las familias pastorales. La diferencia surge cuando la pareja tiene la presión adicional de vivir expuestos como en un “acuario”, con altas expectativas por parte de los miembros de sus iglesias y de sus dirigentes, en el sentido de que sean todo para todos. Especialmente, en la manera de disciplinar a sus hijos a fin de que sean verdaderos seguidores de Jesús.

    Además del desafío de no tener suficiente tiempo para cumplir con todas sus responsabilidades, el matrimonio pastoral tiene que luchar contra el hecho de los períodos cortos de permanencia en los diferentes distritos y las mudanzas frecuentes. Esto lo aparta de relaciones próximas con sus familiares y amigos, lo que perturba su equilibrio emocional.

    Además de esto, es necesario enfrentar las restricciones financieras, ya que vivimos en un mundo en que se hace cada vez más difícil vivir solamente con el salario de uno de los cónyuges. Con frecuencia, la esposa del pastor se ve en la situación de tener que buscar un nuevo empleo, lo que puede significar muchos meses sin recibir su sueldo. Todo esto puede aumentar la ansiedad, la tensión y los traumas en una situación que naturalmente ya es estresante. En tiempos como esos, los matrimonios pastorales, así como todos los matrimonios cristianos, necesitan reconocer que el matrimonio es idea de Dios y que fue creado para nuestro bien. “Instituido por Dios, el casamiento es un rito sagrado y no debe participarse en él con espíritu de egoísmo. Los que piensan en dar ese paso deben considerar su importancia solemnemente y con oración, para procurar el consejo divino a fin de saber si su conducta está en armonía con la voluntad de Dios”.[1]

    Aunque el matrimonio haya sido instituido por Dios para bendecir a la familia, el enemigo ha hecho de todo para denigrar, depreciar y difamar esta importante institución. Siendo así, puede ser que tu matrimonio esté yendo naturalmente hacia un estado de alienación. La Biblia dice, en Romanos 3:23 (NVI), que “todos han pecado y están privados de la gloria de Dios”. Eso nos recuerda que no existen matrimonios perfectos, porque no existen personas perfectas. Sin embargo, entendiendo que Dios es más poderoso que el enemigo de las almas, todo matrimonio puede prosperar cuando los cónyuges hacen un esfuerzo intencional para conectarse uno con el otro, todos los días, por medio del poder y la gracia divinos.

    Una cita de un autor desconocido que nos gusta utilizar con mucha frecuencia dice: “Casarse es fácil; permanecer casado es más complicado”. Continuar feliz en el matrimonio a lo largo de la vida podría ser considerado una de las artes más bellas. Esto es verdad en relación con todos los matrimonios, especialmente los pastorales, que soportan tantas expectativas y presiones de adentro y de afuera.

    De hecho, las expectativas surgen de adentro por causa de la necesidad de representar bien a Jesús. El concepto muchas veces puede ser asumido como la necesidad de fingir que se tiene un matrimonio perfecto, cuando no se lo tiene. Claro, cuanto más los matrimonios pastorales se sientan obligados a presentar al público una imagen irreal, menos oportunidades tendrán de alcanzar ese objetivo; debido al estrés generado internamente y dada la realidad de nuestras debilidades humanas. La presión exterior viene de los demás, muchas veces de parte de los miembros de la iglesia; y a veces, de nuestras propias familias, amigos, compañeros de trabajo, y entidades de la organización que nos emplean y tienden a exigir un modelo más alto de los pastores y de sus familias de lo que exigen a los seres humanos “normales”. Para superar este fardo insoportable, los matrimonios pastorales deben pasar mucho tiempo en oración, buscando una relación genuina con Dios y entre los cónyuges.

    Hablando de la necesidad de permanecer en oración, Romanos 12:12 (NVI) propone: “Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración”. Es más, Isaías 65:24 (NVI) declara: “Antes que me llamen, yo les responderé; todavía estarán hablando cuando ya los habré escuchado”. Elena de White escribió: “No hay en nuestra experiencia ningún pasaje tan oscuro que él no lo pueda leer, ni perplejidad tan grande que no la pueda desenredar. Ninguna calamidad puede acaecer al más pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar el alma, ningún gozo alegrar, ninguna oración sincera escaparse de los labios, sin que el Padre celestial lo note, sin que tome en ello un interés inmediato. Él “sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas”. “Las relaciones entre Dios y cada una de las almas son tan claras y plenas como si no hubiese otra alma por la cual hubiera dado a su Hijo amado”.[2]

Asedio digital

    En la cuestión del tiempo, como un bien que debe ser administrado, la notoria tiranía del reloj nunca fue más real que la que estamos viviendo hoy. El correo electrónico, Facebook y los incesantes mensajes de texto, junto con las innumerables aplicaciones que surgen todos los días, otorgan un acceso omnipresente a nuestro tiempo a cualquiera, en cualquier lugar y en cualquier horario; y crean una expectativa de recibir respuestas instantáneas.

    Cada día tiene –apenas– 24 horas, en las que los pastores deben pasar tiempo a solas con Dios, visitar a los miembros de la iglesia, estudiar, escribir sermones, participar de reuniones administrativas, escribir, dar estudios bíblicos, responder correos electrónicos, involucrarse con las redes sociales, dormir, comer, hacer ejercicio físico, realizar el culto familiar; y entre un sinfín de actividades más, relacionarse con parientes y amigos. Después de cuidar de todas estas cosas –porque además ya no sobrará mucha energía para cualquier otra actividad–, nos quedamos (casi) sin tiempo significativo para compartir con nuestra esposa. Y, siendo genuinamente sinceros, la realidad nos marca que tenemos poco tiempo para pasar a solas con Dios en oración. De esa manera, acabamos teniendo poco combustible para obtener los recursos necesarios a fin de tener un ministerio eficaz y una satisfacción real en la vida.

Límites

    Entonces, ¿cómo es que un matrimonio pastoral logra dedicar tiempo, en el contexto de la vida en este tercer milenio, para tener la calidad de relaciones que hace que la vida valga la pena ser vivida? Para que esto ocurra, y para que podamos sobrevivir y prosperar, necesitamos establecer límites plausibles. Tales límites pueden ser encontrados en el contexto de personas emocionalmente inteligentes, que tienen un alto nivel de autoconciencia y que saben lo que quieren alcanzar durante este proceso. Daniel Goleman sugiere: “La autoconciencia es el primer componente de la inteligencia emocional […]. Autoconciencia significa tener una profunda comprensión de nuestras propias emociones, de nuestros puntos fuertes, de nuestras debilidades, necesidades e impulsos. […] La autoconciencia se extiende al entendimiento de los valores y los objetivos de una persona. Alguien está yendo y por qué. […] Las decisiones de las personas autoconscientes corresponden a sus valores”.[3]

    La autoconciencia y la inteligencia emocional no acaecen simplemente porque tenemos más instrucción o porque somos más expertos que los demás. Viene como resultado de una relación íntima con Dios y de nuestro deseo de honrarlo en nuestra relación más íntima con nuestro cónyuge. Ese viene a ser el tipo de inteligencia emocional que trae paz.

    En lo que se refiere a la priorización y el aprovechamiento máximo del tiempo, Stephen Covey sugiere que “uno de los peores sentimientos del mundo es cuando te das cuenta de que ‘las primeras cosas’ en tu vida, incluso tu familia, están siendo empujadas al segundo o el tercer lugar, o todavía más abajo en la lista. Y queda peor cuando te das cuenta de lo que está sucediendo como resultado de eso”.[4]

    Permanece la verdad de que no podemos agregar horas a nuestro día, pero podemos agregar orden y prioridades a esas horas, de modo que podamos maximizar el tiempo que pasamos con nuestro cónyuge cada día, cada semana, cada mes y cada año para tener el tipo de relación que resistirá la prueba del tiempo, y dará honra y gloria a Dios. Para que las cosas cambien, si esa no ha sido la prioridad de nuestra vida, necesitaremos desarrollar una estructura relacional nueva y mejorada por la que podamos vivir.

    Con plena seguridad, necesitaremos cambiar el paradigma de nuestra vida. Eso significa ver y hacer las cosas de manera diferente, para conseguir un resultado diferente. En contraste con otras relaciones, que están constantemente cambiando, el matrimonio debe ser permanente. Y el entender que las responsabilidades en el matrimonio no son postergables nos ayuda a asumir la actitud de carpe diem (aprovechar el día de hoy), para que podamos hacer de nuestro matrimonio la prioridad máxima de cada día. Eso significa programar un tiempo significativo para pasar con nuestro cónyuge todos los días.

    Mudarse de un lugar a otro a lo largo del ministerio se hace una realidad que no puede ser fácilmente alterada, y que es vista como la naturaleza del proverbial “monstruo” del ministerio. Yo (Willie), como hijo de pastor, me mudé varias veces a lo largo de mi infancia, y como hijo de misionero viví en, por lo menos, tres países antes de llegar a la adolescencia. Como matrimonio pastoral, hemos vivido en cuatro Estados diferentes de los Estados Unidos, en ocho casas distintas, y tuvimos de ocho a diez funciones ministeriales en tres décadas.

    Cada mudanza fue un desafío, y algunas fueron más traumáticas que otras. Pero en cada mudanza sentimos la mano de Dios y recibimos bendiciones que no cambiaríamos por nada. Como el apóstol Pablo declaró en Filipenses 4:11 (BLPH): “Y no es la necesidad lo que me hace hablar así, pues he aprendido a bastarme en cualquier circunstancia”.

El factor dinero

    Sin duda alguna, cuando se trata de dinero, más recursos siempre serían útiles. Y, mientras que pastores en ciertas partes del mundo disfrutan de un estilo de vida de clase media o incluso media-alta, especialmente si el cónyuge tiene un buen empleo, en otros lugares los pastores sufren por causa de recursos y salarios escasos, y la esposa no consigue trabajo remunerado. Sin embargo, necesitamos aprender a confiar en el mismo Dios que adoramos, si queremos que nuestra vida en el ministerio sea una bendición para el mundo. Necesitamos seguir el ejemplo de abnegación de nuestro Maestro.

    Sin lugar a dudas, la estabilidad financiera depende tanto de nuestra filosofía de fidelidad cristiana como de nuestros hábitos de consumo. Como seres mortales, a quienes fue dado el privilegio de llevar pecadores a aquel que es vida eterna, nosotros también debemos creer que el Señor cumple sus promesas. Como matrimonios pastorales, tenemos que reivindicar las promesas que Dios hizo en el pasado a su pueblo, y que todavía son válidas para sus discípulos hoy. El mensaje de Malaquías 3:10 (BLPH) todavía está en vigor, y declara: “Traigan los diezmos íntegros a los almacenes del Templo para que no falten víveres en él; pónganme a prueba procediendo así –dice el Señor del universo– y verán cómo abro las ventanas del cielo para derramar sobre ustedes bendiciones a raudales”. Dios promete que no faltarán bendiciones si somos fieles a él. Jesús prometió: “Les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20, NVI). “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden” (Juan 14:27, NVI). Además, el apóstol Pablo afirmó: “Mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús” (Fil. 4:19, NVI).

Conclusión

    Al examinar la realidad de los matrimonios pastorales, necesitamos prestar atención al hecho de que, a veces, es más difícil de lo que pensamos, porque abordamos este trabajo altamente espiritual sin los valores espirituales correspondientes que deben estar presentes para que funcione. “Muchas personas hoy entran en el matrimonio con una noción individualista de realización personal, en lugar de concentrarse en la satisfacción de la relación. Mientras que en los matrimonios saludables los cónyuges necesitan encontrar un equilibrio entre las dos nociones, debe existir una conciencia intencional y continua de la diversidad como parte de nuestra realidad diaria. No hay otra manera de sobrevivir y prosperar en una relación tan próxima e íntima como la del matrimonio sin adoptar una perspectiva que incluya los sentimientos y las opiniones de los otros; por lo menos, los sentimientos y las opiniones de la persona que elegimos como cónyuge”.[5]

    Nos animamos al recordar la exhortación del apóstol Pablo: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31). Que en tu relación con Cristo desarrolles la paciencia y la bondad necesarias para honrar y glorificar al Señor por medio de tu relación conyugal. Nosotros no solamente esperamos sino también oramos para que eso ocurra.

Sobre el autor: Willie Oliver: director del Ministerio de la Familia de la Asociación General. Elaine Oliver: directora asociada del Ministerio de la Familia de la Asociación General.


Referencias

[1] Elena de White, Consejos para la iglesia, p. 208.

[2] ____________, El camino a Cristo, p. 100.

[3] Daniel Goleman, What Makes a Leader: Why Emotional Intelligence Matters (Florence, MA: More Than Sound, 2013), pp. 10, 11.

[4] Stephen R. Covey, The 7 Habits of Highly Effective Families (New York, NY: Golden Books, 1997), p. 113.

[5] Willie y Elaine Oliver, “The Beauty of Marriage”, in Marriage: Biblical and Theological Aspects (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2015), p. 6.