Recordando a Cipriano de Valera, considerado “hereje español” pero un verdadero héroe de la fe

Cuando nos aproximamos al estudio de un acontecimiento tan importante como lo es la Reforma Protestante, personajes como Martín Lutero, Juan Calvino, Zwinglio, entre otros, pueden venir a nuestra mente de manera inmediata. Incluso podemos imaginar de manera vívida cómo Lutero, en las puertas de la Iglesia del Palacio de Wittenberg, en Alemania, clavaba sus 95 tesis aquel 31 de octubre de 1517.[1]A quinientos años de ese evento, los ecos de la Reforma se siguen escuchando. Pero hay historias que se escondieron en los libros; historias de personajes que tenemos tan lejos y, a la vez, tan cerca; historias de vida que hemos dejado en el olvido, pero que sería bueno recordar.

En el Reino de Sevilla, España, en el año 1531, nace un varón que llevaría por nombre Cipriano. De su niñez no se conoce nada, pero la historia registra sus inicios como joven en la Universidad de Sevilla, donde fue educado como discípulo de Arias Montano,[2] de quien adquiriría sus ideas humanistas. Al terminar seis años del bachillerato en Filosofía, ingresó al monasterio de San Isidro del Campo,[3] donde se desarrollaría uno de los primeros focos de la Reforma en España, ya que en su interior se estudiarían y traducirían escritos prohibidos por la Inquisición. En este mismo monasterio conocerá a Casiodoro de Reina, quien será su compañero de hábitos, doctrina y aventuras.[4]

Firma… Cipriano de Valera

“Conquistadores europeos, a ustedes les hablo: Conquistan en nombre de Dios, pero se preocupan más, en América, por sus propios intereses […] que por la fe […] se dedican a robar, y así se enriquecen, matan sin piedad a nativos […]. Acaso olvidan que son personas por las cuales Jesús murió”.[5] Esta cita es suficiente para vislumbrar cuánta nobleza, convicción y fe tenía Cipriano de Valera; características claves que forjaron el carácter del reformador español. Mientras que era considerado por algunos como un santo, otros lo veían como un hereje. La literatura teológica protestante considera a Cipriano como el más diligente y prolífero de todos los escritores que lucharon en pro de la causa de la Reforma en España. No obstante, la Iglesia Católica Romana lo consideraba como el hereje español, ya que gran parte de sus obras incluía un gran contenido controvertido, que iba en contra del poder eclesiástico dominante de aquel tiempo.

Según Paul J. Hauben, “nuestro conocimiento de Cipriano de Valera está casi en proporción inversa a su importancia”. Solo su gran actividad literaria, con trabajos originales o traducciones de textos tan importantes como la Biblia y la Institución de la Religión Cristiana, de Juan Calvino, lo han salvado de caer en el olvido total. A su vez, Fernández afirma que “sin él la historia de la Reforma española estaría incompleta”.[6]

Comienza la persecución

Temprano en su vida, Valera se abocó a la vida monástica. Desde muy joven fue influenciado por dos personajes que fundamentaron sus inicios: Garci-Arias, y Egidio Vargas y Ponce; gracias a ellos obtuvo el conocimiento de las doctrinas del evangelio.[7] Solo tenía 25 años cuando la persecución golpeó a la puerta de la vida del joven Valera, quien había abrazado el protestantismo y logró ser uno de los miembros más fervorosos de la congregación. Su apacible vida como fraile se terminó cuando se vio obligado a huir de manera precipitada.

La persecución comenzó en el año 1557, cuando huyó juntamente con Casiodoro de Reina y otros 16 monjes. Sus perseguidores eran conocidos como “los inquisidores de la fe”, como los denominó el mismo Cipriano. Estos verdugos habían dejado escapar al joven monje. No pudieron detenerlo, ya que había escapado de Sevilla a Ginebra, para no ser condenado por el tribunal de la Inquisición. De Ginebra se dirigió a Londres, donde logró ser acogido por la reina Isabel I. Se dice que allí permaneció el resto de sus días; excepto el tiempo que residió en Ámsterdam, cuando imprimió la segunda edición de la traducción de la Biblia revisada por él. Era la segunda edición, porque era sobre la base de la Biblia que había publicado su compatriota y hermano de monasterio Casiodoro de Reina.[8]

A pesar de que no estaba en sus tierras y era prófugo de la Inquisición, Cipriano de Valera, expatriado en Inglaterra, formó una familia. Se casó, y se estableció en Londres en 1563. Ahí contaba con un refugio seguro, donde logró enseñar y ser profesor de la Universidad de Oxford y de Cambridge. Enseñó en Cambridge durante doce años. Habiendo llegado al Magdalene College, realizó estudios suplementarios bajo el dictado de Théodore de Bèze, en Lausanne, y le fue concedida la titulación necesaria en Teología. El 21 de febrero de 1563 se incorporó a la Universidad de Oxford como maestro en Artes.[9]

A pesar de que no peleaba con espada, sabía que su pluma era la mejor arma. Mientras el “hereje español” comenzaba por Ginebra, en Holanda, en Inglaterra, en todo logar donde hubiera imprentas, no dejaban de imprimir las obras de Valera salidas de su pluma. Lasalle, autor del libro Reforme en Espagne, plantea la idea de que los inquisidores no lo querían ejecutar sin razón; sabían que la espada de Cipriano era su afilada pluma.

“A una gran sabiduría y a una erudición profundísima, unía este un estilo agudo e ingenioso, unión de la cual resultaba su extraordinaria amplitud para tratar cuestiones dogmáticas y asuntos polémicos”.[10]

No todos los autores logran tener la misma perspicacia y claridad, especialmente en el modo de tratar los dogmas más abstractos. En sus manos, la pluma se convirtió en el arma más temible, ya que funcionó como instrumento que abrió la conciencia de aquellos que leían sus líneas.

La historia recuerda a Valera mayormente por sus aportes en el ámbito académico, como escritor. Sus obras más importantes son:

1. Dos tratados, su primera obra:[11]

a. Del Papa y su autoridad

b. De la misa

2. Otro de sus escritos es Enjambre de falsos milagros e ilusiones del demonio con que María de la Visitación… engañó a muy muchos.[12]

a. Orientada al falso poder sacerdotal, esta obra termina con un llamado a acudir a Cristo, el único que obra verdaderos milagros, para recibir el mayor de todos los milagros: la paz del alma.

3. Traduce al castellano Institution chretienne.[13]

a. Motivado por su gran admiración hacia Calvino, el gran reformador de Ginebra.

Estos y muchos otros escritos llevaron a que el nombre de Cipriano de Valera, en 1562, se ganara un espacio en la estantería de “los libros prohibidos”, como autor de primera clase.[14]

Pero nada detendría a Valera. Su gran trabajo hasta el día de hoy invade desde el más humilde estante hasta la más erudita biblioteca. Sin duda, su máxima obra fue la que comenzó un día con la revisión de la famosa Biblia del oso, de su paisano Casiodoro de Reina, a partir de 1582. En sus primeras páginas queda plasmado su espíritu incansable y su noble motivación de fe: “Para la gloria de Dios y el bien de la iglesia española”. Consagró veinte años de su vida a la revisión de la denominada La Biblia del oso, traducida y publicada por Casiodoro en 1569. Esta edición fue llamada La Biblia del cántaro, y continúa siendo una de las ediciones con más aceptación en las iglesias protestantes de habla hispana hasta la actualidad.[15]

Todos esos años dan fruto en 1602, cuando su obra se imprime en Ámsterdam, que se volvió muy conocida en España por las reimpresiones que realizaron los protestantes. Una de ellas lleva el siguiente título: “La Santa Biblia que contiene los Sagrados Libros del Antiguo y Nuevo Testamento. Antigua versión de Casiodoro de Reina, cotejada con diversas traducciones, y revisada con arreglo a los originales hebreos y griegos” (Madrid, España 1873).[16]

Siempre que nos referimos a algún escritor por el gran valor de su literatura, se recuerda principalmente por las obras que constituyeron un aporte en el nivel académico, que construyeron conocimiento o iluminaron de una u otra forma.

Tristemente, las obras que provocan controversia son olvidadas, o no son, necesariamente, valoradas por el mundo académico. Es injusto que el olvido sea el único que guarde los escritos polémicos de este tipo de autores. En el caso de Cipriano de Valera, las obras que procedían de su pluma fueron los ladrillos que fundamentaron los conceptos y las ideas de aquel tiempo en todo el territorio español.

Si regresamos al tiempo en que Cipriano vivía, y miramos con detención al pueblo para el cual trabajaba y al gran adversario del Reino de Dios, con quien luchaba, habremos de confesar que este héroe no llevó en vano su espada en el servicio de su único Señor. Como señala E. Christ: “Con Valera hemos llegado al principio de un nuevo siglo”.[17]

Finalmente, Cipriano de Valera depuso sus “armas” en 1602, en un lugar desconocido. Los estudiosos suponen que fue en Inglaterra, donde por última vez fue expatriado por haber abrazado la fe española de la Reforma. Allí, la pluma de Valera se enfundó para siempre.[18]

Hoy, a quinientos años de la Reforma, no podemos percibir ni un ápice del esfuerzo heroico que muchos mártires de la fe tuvieron que experimentar. Hombres y mujeres entregaron su propia vida por una causa, por una convicción fundamentada en su fe, la cual luchaba en contra de un poder aparentemente indestructible. Lo hicieron sin esperar más reconocimiento que el de Dios. Personajes históricos que no quedan encerrados entre los barrotes de las líneas de un libro, ni tampoco sus frases enmarcadas para el bronce. De estos héroes de la fe, todavía podemos escuchar los ecos de sus acciones. Por eso, gracias al “Hereje español”, todo el mundo hispanohablante puede abrir con tanta facilidad lo que hoy conocemos como La Biblia versión Reina-Valera.

El ejemplo de Cipriano de Valera nos ayuda a recordar que Dios está en el control de todas las cosas. Si avanzamos por la vida sobre la base de convicciones arraigadas en su Palabra, él nos dará las fuerzas necesarias para avanzar. Entonces nuestra vida, por más anónima que parezca, será semilla que, sembrada por Dios, dará frutos de salvación por la eternidad.

Sobre el autor: Universidad Adventista de Chile


Referencias

[1] Daniel Rops, Historia de la iglesia de Cristo (Madrid: Círculo de amigos de la Historia, 1970), t. VI, p. 216.

[2] Para más detalles de la vida de Benito Arias Montano, revisar Capitulo II, pp. 15-22, en Sylvaine Hänsel, Benito Arias Montano, 1527-1598, Humanismoy  arte en España (España: Universidad de Huelva).

[3] Para mayor información: “Monasterio de San Isidro del Campo (Sevilla), Señor. El Monasterio de San Isidro del Campo, Orden de San Gerónimo, extramuros de la Ciudad de Sevilla, postrado a los Reales Pies de V. Magestad […] por su Real Cédula, fu fecha en Aranjuez, en 30 de abril de 1691 años, fue servido de conceder a dicho monasterio […] una Feria franca […] 1715”, accedido el 30 de mayo de 2017,http://archive.org/details/A10908001.

[4] Verdadera Doctrina, “Cipriano de Valera”. http://verdaderadoctrina.blogspot.com/p/biografia-de-cipriano-de-valera.html (accedido en noviembre de 2014).

[5] Adaptación personal de la siguiente cita: “Escribió que los conquistadores europeos se preocupaban más, en América, por sus intereses personales, que por la fe, y que para enriquecerse robaban y mataban a los nativos, personas por las que Jesucristo murió”. Tessa Barlo, ¿Es fiable la Biblia? (España: Bubok, 2012), p. 16.

[6] Fernandez Gabino, “Nuestros autores Cipriano de Valera” https://www.clie.es/autor/valera-cipriano-de (accedido mayo 2017).

[7]  E. Christ, Héroes españoles de la fe (Madrid: Librería nacional y extrangera, 1959), p. 298.

[8] Autor de La Biblia del oso, que es publicada en Basilea en el año 1569.

[9] Méndez.

[10] Christ, p. 299.

[11] El propósito de ambos tratados era derribar, a través de la Palabra de Dios, el papismo y la misa, según él las dos columnas que sostenían el error romano llamado Iglesia Católica. Quería demostrar que el Papa es falso, y que la misa goza de la misma calidad. Gracias a esto, logra explicar la cristología de la Epístola a los Hebreos y la doctrina del único sacrificio en la comunión, basándose en las convicciones calvinistas. Ibíd., p. 300.

[12] Esta obra era realmente ingeniosa, porque hablaba de lo ridículo y despreciable de la superioridad romana. Se distingue Cipriano, como autor, por escribir con menos atrevimiento pero más malicia; es el reflejo de un pueblo dañado y dolido por los sacerdotes. No escribe para burlarse, sino que es el sentimiento de su corazón en torno a la ceguera y pobreza espiritual de la gente en aquel tiempo. Ibíd., p. 301.

[13] Ibíd., p. 301.

[14] Verdadera doctrina.

[15] Justo Gonzáles, Historia del cristianismo (Miami: Unilit, 1994), t. 2, p. 129.

[16] Enciclopedia universal ilustrada europeaamericana (España: Espesa Cape S.A, 1929), p. 698.

[17] Christ, p. 303.

[18] Federico Carlos Sainz de Robles, Ensayo de un diccionario de la literatura (Madrid: Aguilar, S.A. de ediciones, 1949), p. 1.714.