El sexo es asombroso -un obsequio del Dios Omnipotente, y uno de sus regalos más espectaculares.

Era la primera noche del campamento de juveniles. Como pastor del campamento, conduje el estudio vespertino de la Biblia. El director del campamento me dio instrucciones para que permitiera que los acampantes escogieran el tema. Así que reuní a mis ansiosos estudiantes a mi alrededor, y lancé la pregunta: “¿Qué les gustaría considerar?” Como relámpagos, intercambiaron algunas miradas significativas. Entonces, en menos de diez segundos una joven me desafió, con su voz aguda: “Creo que deberíamos hablar de abstinencia. Tú entiendes… como… ¿por qué no podemos tener relaciones sexuales?” Los demás asintieron rápidamente. Estaba claro, la chica había escuchado el mensaje de la iglesia acerca del sexo; pero ¿es el mensaje apropiado?

Desde mis primeros días como pastor, he tenido la creciente sensación de que la iglesia cristiana no maneja el tema acertadamente (Y tampoco nadie lo hace mejor). Hay llamativas excepciones, pero, en conjunto, hemos errado el blanco. Rememoro mi propia educación sexual. Tal vez estoy prejuiciado, pero pienso que mis padres lo hicieron mejor que la mayoría; pero, aun así, no capté el mensaje. Como jovencito, recuerdo las charlas sobre sexo dirigidas a los adolescentes en los campamentos; se referían a cómo funciona el sexo. Al mirar hacia atrás, considero que, entre los directores de Jóvenes, existía la impresión de que ignorar el tema no ayudaría, pero tampoco sabían qué decir al respecto.

Aprecio la intención del movimiento de pureza sexual, pero las estadísticas muestran que no ha funcionado tan bien como hubiésemos deseado. Un estudio revela que “los adolescentes que se comprometen a permanecer vírgenes hasta el matrimonio tienen tantas probabilidades de caer en el sexo prematrimonial como los que no prometen mantenerse en la abstinencia”.[1] El énfasis en la abstinencia y en pedir a los adolescentes que prometan no tener relaciones sexuales antes del matrimonio suena bien. Pero no es suficiente. Un adolescente pragmático, eventualmente, usará la misma excusa que todos los demás han utilizado en algún momento: simplemente, hazlo y pide perdón después. Cuando el mensaje es: “Sí, el sexo antes del matrimonio es divertido, pero está mal hacerlo”, no podemos esperar de los adolescentes mucho más que lo que podríamos esperar de un niñito que gatea, dejado solito cerca de un plato de masitas con la orden: “No comas ninguna”. ¿Cuál es el problema? El mensaje es negativo. Adosar la palabra “malo” a algo tan excitante como el sexo hace que la experiencia invalide el mensaje. Los adolescentes pueden decir las palabras correctas, pero en sus cuerpos en proceso de maduración todo grita: “Esto es grandioso… no malo”. Tienen razón: el sexo es asombroso -un obsequio del Dios Omnipotente, y uno de sus regalos más espectaculares. De acuerdo con Richard M. Davidson, “un buen número de eruditos ha sugerido que la mejor traducción” de una descripción clave de sexo en el Cantares 8:6 es “fuerte llama de Yah(weh) mismo”.[2] Es verdad, cometemos un grave error al colgar sobre él una nube de desdén.

No pretendo tener todas las respuestas para este complejo tema, pero mi trabajo con adolescentes, y con sus confundidos padres, me ha dado la certeza de una cosa: nuestro mensaje acerca del sexo debe volverse positivo. Teológicamente, un mensaje positivo sobre el sexo es más correcto que uno negativo. Con la excepción de las inhibiciones de Pablo sobre la materia -que le sería bueno al hombre no tocar mujer (1 Cor. 7:1, 2)- y algunos pasajes que se refieren a distorsiones, el punto de vista bíblico del sexo es reluciente. El libro de Cantares, por ejemplo, celebra los goces y los placeres del regalo sexual.[3]

Esto aparece en contraste con varios siglos pasados de historia cristiana, desde los períodos de mojigatería hasta las cruzadas en contra de la homosexualidad. La homosexualidad es una distorsión (Rom. 1:24-27). Pero esto nos da otro ejemplo de cómo la iglesia está lista para marchar contra el mal uso del sexo, mientras carece de una visión convincente y positiva en favor de lo que el sexo debería ser. Si lo juzgamos por su labor en atacar el sexo bien entendido, Satanás conoce su importancia. Pero, la iglesia de Dios todavía no ha emitido una visión clara, con la excepción de una minoría de lúcidos pensadores.

Gran parte de la solución incluye recomponer nuestra teología del sexo -el enfoque principal de este ensayo. Sugiero que comencemos a cambiar las cosas, enseñando tres conceptos y sus deducciones. Estos conceptos emergen del registro de la Creación, en Génesis.

Primero, el sexo está diseñado para reproducir la imagen de Dios. Esto implica que hace surgir nuestro más pleno potencial para influir en el mundo. Segundo, el sexo está diseñado para completar la imagen de Dios. Esto implica que hace surgir nuestro más pleno potencial para ser humanos completos. Tercero, el sexo está diseñado para crear un vínculo emocional. Esto implica que hace surgir nuestro más pleno potencial social.

Dios quiere que todo el gozo y el placer del sexo fortalezca estos aspectos de nuestra humanidad.

Reproducir la imagen de Dios

Primero, el sexo reproduce la imagen de Dios. Dios introduce el regalo del sexo con estas palabras: “Fructificad y multiplicaos […]” (Gen. 1:28). En otras palabras, el sexo, en primer lugar, está ligado a la idea de crear nuevos seres humanos. Aquí vemos precisamente cuán cierto es que Dios creó a la humanidad a su imagen (Gén. 1: 26, 27). Pero esto no significa apenas la semejanza física. Más bien, siendo que Dios crea a otros a su imagen, nosotros creamos a otros a nuestra imagen -por medio del sexo.

La Escritura lo hace explícito, declarando que Adán “engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen” (5:3; la cursiva es añadida); y usa el mismo lenguaje de la creación original (1:26). El significado es increíble; el sexo es el medio de emular el aspecto creador de Dios; y realiza la imagen de Dios en nosotros, mediante la cualidad que mejor define nuestro vínculo con él: la creación.

Esta capacidad reproductiva fue dada explícitamente para influir en el mundo. “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla […]” (1:28). Por medio del sexo, ellos ampliaron su influencia. Si enseñamos a nuestros jóvenes que Dios nos dio el sexo como un regalo para reproducir su imagen y extender nuestra influencia en el mundo; si transmitimos la visión de cómo un hogar y una familia cuidadosamente planificados pueden cambiar nuestras vidas para Dios, ellos podrían pensarlo dos veces antes de cambiarlo por un momento de mero placer. Esto no significa, sin embargo, que el sexo para obtener placer esté mal; por el contrario, el placer del sexo intensifica nuestra comprensión del amor de Dios, lo que nos lleva al segundo concepto de la Creación.

Completar la imagen de Dios

Segundo, el sexo completa la imagen de Dios en nosotros. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (1:27). Para que los seres humanos reflejaran la imagen de Dios, requirió crear a ambos, varón y mujer (véase también 5:1, 2). Solo en el momento en que los dos llegaron a ser “una sola carne” (2:24), el extático momento de placer por el cual los seres humanos completan plenamente la imagen de Dios, podemos entender al Señor hasta el máximo de nuestra capacidad humana. La expresión “una carne” no se limita a la unión sexual, pero puede argumentarse que, puesto que dice “una carne” y no “un corazón” (o algo similar), el sexo llega a ser el mejor símbolo de unión por alcanzar la plenitud. El apóstol Pablo, por lo menos, entendió la expresión en relación con el sexo (1 Cor. 6:16). El placer y el gozo del sexo, unidos a la intensa intimidad con otra persona, permiten una comprensión experimental del amor de Dios, que no es asequible por ningún otro medio.

El romance implica transformación. De esto, se deduce que el primer criterio para el romance consiste en hallar una persona que complete la imagen de Dios en ti y para quien tú signifiques esa plenitud. Implica, además, que las perversiones del sexo no son simples infracciones, sino que violentan la imagen de Dios en nosotros. Discernir, en vista de esto, el peso de nuestras elecciones sexuales puede edificar, en nuestros jóvenes, el deseo de reservar el regalo del sexo para el matrimonio. Si podemos inspirarlos con el sentido del potencial para nuestra plenitud personal y para experimentar el amor de Dios con otra persona, cuando el sexo es protegido, ellos podrían verdaderamente querer esperar hasta el matrimonio. Esto nos remite al tercer concepto de la Creación: el vínculo.

Vínculo emocional

Tercero, el sexo crea un vínculo emocional. El término, en la Escritura, que primero describe explícitamente el acto sexual profundiza aún más el significado del sexo. La idea de completar la imagen de Dios mediante la unión sexual permanece como el concepto dominante. Pero el verbo “conocer” describe el acto en sí mismo. El texto reza: “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz 3 Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón” (Gén. 4:1). El Meritor inspirado pudo haber descrito de muchas maneras el acto físico del sexo, pero eligió este término que nos habla de relación. Es un acto destinado a unir al esposo y a la esposa, a fin de conocerse más plenamente que cualquier otro par de personas podrían hacerlo; y así mancomunarse como la imagen completa de Dios.

Este concepto, si es entendido correctamente, nos llevará a hacer una pausa y considerar que existe una ley de la creación que no puede ser quebrantada. Somos hechos para vincularnos con una persona tan profundamente que esta condición solo puede describirse como “una sola carne” (2:24).

El sexo es un agente vinculante. Cierta vez, una profesora del colegio me dijo que ella siempre puede saber cuándo una chica de su clase ha estado sexualmente activa, porque el muchacho se comporta como su dueño. La relación sexual abre todos los aspectos de tu vida a otra persona Si nuestros jóvenes comprendieran que forman un vínculo perdurable con cada persona con la que se acuesten y que, a su vez, su aptitud para vincularse se debilitará con cada nueva persona, podrían ver por qué únicamente el sexo después del matrimonio hace que valga la pena el tiempo de espera.

Implicaciones de los conceptos

¿Qué significa todo esto? El momento de unirse en una sola carne, el momento de conocerse íntimamente, fue diseñado por Dios de modo que sea el momento más devoto de las personas. Dios quiere que el momento de éxtasis sexual abra una ventana en su corazón. Al placer físico más intenso que puedan tener los seres humanos, Dios adosó la manera de crear a otros seres a su imagen, completar su imagen en nosotros y construir el vínculo emocional más fuerte que conoce la humanidad. Esto merece reflexión.

Miroslav Kis observa que “no es posible separar la sexualidad del resto de lo que es innato de nuestra humanidad”[4] negarlo no funcionará. En contraste, si inspiramos a nuestros jóvenes con lo que el sexo puede ser, quizá llegarán a considerarlo como algo de supremo valor algo que hay que resguardar. Debemos enseñarles que su potencial influencia en el mundo es enorme, si eligen bien la persona con la cual se fusionarán. Debemos enseñarles que su potencial para conocer a Dios es profundo, si eligen bien a la persona con la que se unirán en una sola carne. Debemos enseñarles que su potencial vínculo con otra persona va más allá de su imaginación, si deciden dormir únicamente con la persona que Dios les da. Enseñar a los jóvenes una teología del sexo que los inspire con la profundidad y el valor que Dios pretendió que tuviera, podría establecer la diferencia. Entonces, ellos podrán percibir que el sexo no es una galleta que puedo robar, para luego pedir perdón, sino que es un regalo

espectacular, de Dios, que vale la pena proteger.

Cómo comenzar la discusión

Una pregunta natural que formulan los padres y los ministros profesionales es esta: “¿Cómo puedo iniciar la discusión con mis jóvenes?” Mi propia experiencia me brindó la respuesta. Pero decidí consultarlo con un grupo de profesores de nivel secundario, y con algunos directores de Jóvenes, solo para estar seguro. Su respuesta fue enfática: los jóvenes no necesitan mucho estímulo para hablar de sexo. El ejemplo que compartí al comienzo de este artículo es un caso típico; somos nosotros quienes vacilamos en iniciar la conversación. Ellos necesitan saber una cosa de nosotros, y entonces están listos para hablar y escuchar. Necesitan sentirse seguros de poder hablar sin temor de ser juzgados. Recuerda: mantón el tema en un tono positivo. Tu tarea es inspirarlos con una visión resplandeciente del plan de Dios.

Conclusión

Claramente, un enfoque negativo de la pureza sexual, centrado en la abstinencia, no siempre funciona. También es claro que una visión positiva del sexo es teológicamente más sólida. Sugiero que el primer paso hacia un movimiento exitoso en favor de la pureza incluya enseñar a nuestros jóvenes una teología positiva del sexo. Esta teología incluye tres conceptos centrales: (1) reproducir la imagen de Dios, (2) completar la imagen de Dios, y (3) crear un vínculo que ayude a los seres humanos a comprender el amor de Dios.

Finalmente, los ministros profesionales necesitan guardar en la mente que los jóvenes están dispuestos a hablar, y esperando hacerlo. Solamente necesitan saber que pueden hablar sin riesgo de ser juzgados.

Sobre el autor: Es doctor en Ministerio; sirve como pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Cloverdale, Boise, Idaho, Estados Unidos.


Referencias

[1] Bob Stein, “Premarital Abstinence Pledges Ineffectiva, Study Finds [Investigación descubre que los compromisos de abstinencia prematrimonial son ineficaces], Washington Post, 29 de diciembre de 2008, A02.

[2] Richard M. Davidson, “Theology of Sexuality in the Song of Songs: Return to Eden” [Teología de la sexualidad en el Cantar de los Cantares: Regreso al Edén], Andrews University Seminary Studies 27, n° 1 (1989), p. 18.

[3] Richard M. Davidson, The Flame of Yahweh: Sexuality in the Old Testament [La llama de Yahweh: La sexualidad en el Antiguo Testamento] (Peabody, MA: Hendrickson), pp. 545-632.

[4] Miroslav Kis, “Unforbidden Fruir [Fruto no prohibido], Ministry (marzo de 2004), p. 10.