Resoluciones que afectarán profundamente nuestro ministerio.
El hecho de que muchas resoluciones sean irreales guarda directa proporción con nuestra inherente incapacidad para llevarlas a cabo. Por ejemplo: “Este año voy a reducir mi cintura a los ochenta centímetros que tenía cuando era joven”.
Como los israelitas, cuando levantaron la mano para decir: “Todo lo que el Señor ha dicho, eso haremos” Nuestras promesas se concentran más en nuestra propia capacidad de hacer las cosas, que en la expectativa de que Dios nos conceda la fortaleza para realizarlas.
Por otro lado, algunas resoluciones no solo son posibles sino también esenciales para la creciente eficacia de nuestro ministerio. Al confiar en el poder del Espíritu Santo, creo que podemos esperar y experimentar más en nuestro ministerio. Decididamente…
Más confianza. Dios sigue en su Trono, y podemos confiar en él. Podemos confiar en él inclusive en nuestra propia experiencia de santificación. “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6).
Más discernimiento. Demasiado a menudo los vientos de doctrinas espurias y evidentes falsedades fascinan a nuestros miembros de iglesia y hasta pueden invadir nuestra predicación. Pero, mediante el poder del Espíritu Santo podemos “medir dos veces y cortar una sola”, en lugar de avanzar al impulso de cada rumor que aparece por allí.
Más llamados. Hacer llamados en las reuniones de evangelización es realmente imprescindible. Si terminamos cada mensaje con una invitación a aceptar a Jesús, los resultados se multiplicarán. Rechace la idea de que los llamados solo se hacen cuando se supone que hay alguien en la sala que necesita hacer una decisión, sino hágalos, más bien, en vista de la realidad de que algunos necesitan decidirse en cuanto a lo que usted ha predicado con un propósito definido. Si así no fuera, ¿para qué predicar, entonces?
Más crecimiento. Los campos están maduros, listos para la cosecha. No ore para que haya mayores resultados; ore para que haya más recolectores.
Más preocupación. Miles asisten a los servicios religiosos con la esperanza de escuchar buenas noticias. Tienen hambre y sed de ver a Jesús y su justicia, y merecen nuestra profunda preocupación por su bienestar espiritual tanto individual como corporativo. Hagamos la obra pastoral con compasión.
Más calidad. Los clérigos suelen dirigir muchos servicios religiosos superficiales, que han sido improvisados en el vestuario en lugar de haber sido planificados con oración para que sean excelentes. Ni siquiera los ángeles pueden mantenerse atentos durante esos servicios deficientes.
Más oportunidades. Muchísimos pastores llevan a cabo gran cantidad de trabajo ellos mismos, en lugar de convocar, entrenar y poner a trabajar a dirigentes laicos. Y demasiados pastores pasan por alto el liderazgo ministerial eficaz que está a su disposición en la persona de las mujeres y los jóvenes, que constituyen el setenta por ciento de la feligresía de la iglesia.
Más visión. Pida al Cielo que le brinde la posibilidad de ver más allá del servicio del próximo fin de semana… y de su próximo cheque. Ore, y prepárese para encontrarse donde Dios quiere que usted y su congregación estén dentro de cinco años.
Más misión. Y pida al Cielo que le dé un nuevo sentido de la necesidad global; una perspectiva que vaya más allá de los límites de su propio domicilio. La vitalidad de su congregación aumentará en proporción directa a la distancia que puedan ver, y de su participación en un ministerio que se extienda más allá de sus fronteras.
Más tolerancia. Recuerde que su camino no es el único; La familiaridad no garantiza el éxito. Pruebe nuevos métodos y respete a los que no piensan como usted. Si bien es cierto que necesitamos unificar nuestras doctrinas, también necesitamos imprescindiblemente ser más tolerantes con respecto a las metodologías de los demás. Todo el que crea que su mamá es la mejor cocinera del mundo, solamente pone en evidencia que no se ha ido muy lejos de su casa.
Más ofrendas. Nunca pida disculpas por pedir a la gente que dé más. Enseñe y predique la mayordomía, tanto la sistemática como la que se aplica a proyectos especiales. Los corazones de los miembros de su iglesia estarán exactamente en el mismo lugar en el que se encuentre su tesoro.
Más concentración. Usted nunca hará todo lo que quiere. El éxito requiere que haya prioridades. Sepa cuáles son sus limitaciones, entiéndalas, y decida dónde invertir sus energías. “Una cosa hago” da más resultados que “Quise hacer todo esto”.
Más reconocimiento. El aprecio motiva a aquellos de quien depende el éxito. Comience por su esposa y sus hijos, y de allí a los ancianos de la iglesia, a los dirigentes laicos y a los maestros de la escuela. Si usted realmente quiere que las cosas se muevan envíe cuando corresponda una tarjeta de felicitación a los dirigen los laicos de su iglesia.
Más colaboración. Su animadora llamada telefónica y su nota de aprecio pueden ser justamente lo que necesita un colega para soportar las cargas que le parecen aplastantes. Si cree que debe hablar con alguien, ¡hágalo!
Más reconciliación. A veces, la llamada telefónica o la nota necesita ser un pedido de disculpas. El mismo intento de restaurar una relación quebrantada alivia su propia alma e inicia un proceso por medio del que más tarde se puede producir una curación.
Más esperanza. Remítase una y otra vez a la seguridad del prometido regreso de Jesús. La predicación de la bienaventurada esperanza a la vez motiva a los miembros y los prepara para ella Si alguna vez está en dudas acerca de lo que tiene que decir, predique en cuanto a la Segunda Venida.
Más de Jesús. Haga del Señor el tema de cada sermón, el centro de cada doctrina, el motivo predominante de cada oración y la razón de cada llamado.
Y, ¿qué será lo que va a producir esto?
¡Más!
Sobre el autor: Secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación General.