La Asociación Ministerial fue creada con el propósito de apoyar al ministerio adventista en el pastorado y el cuidado de las iglesias y en el cumplimiento de la misión. El campo misionero australiano fue el primero en adoptar un plan para promover el desarrollo espiritual y profesional del pastor. Esta iniciativa fue valorada y adoptada por la Asociación General de la Iglesia Adventista en 1922, con la creación de la Asociación Ministerial. Arthur Daniells fue el primer secretario ministerial, elegido después de servir como presidente de la sede mundial de la iglesia durante 21 años. Él creía que os pastores debían manejar bien sus responsabilidades, profundizar la consagración personal y expandir la predicación del evangelio.

A principios del siglo XX, el liderazgo de la iglesia estaba preocupado por brindar una mayor capacitación teológica a los pastores. Esto fomentó un avance importante en la producción de materiales y en el desarrollo de un plan de educación continua, para ayudar a los ministros durante su tiempo de servicio.

Además de la indispensable preparación académica y un programa de educación continua, a partir de sus estudios de los escritos inspirados de Elena de White, Arthur Daniells consideró que la mayor necesidad del ministerio era el reavivamiento espiritual. Sin menoscabar la importancia de la formación profesional, se centró en la importancia de profundizar en la espiritualidad del ministerio.

Actualmente, la Asociación Ministerial es responsable del cuidado y el desarrollo de los ministerios del pastorado, el ancianato y el diaconado. En América del Sur atiende a unos cinco mil pastores, alrededor de setenta mil ancianos y más de doscientos mil diáconos y diaconisas. En conjunto con el Área Femenina de la Asociación Ministerial, apoya y promueve el crecimiento de las familias pastorales. Entre sus acciones, se encuentra la implementación de las competencias ministeriales, un proceso educativo de seguimiento y formación que promueve y consolida algunos puntos:

Crecimiento. Es el desafío de desarrollar la vida y el ministerio de manera equilibrada y constante. Son necesarios el cuidado y el fortalecimiento de la comunión con Dios, la formación y la actualización teológica, los vínculos familiares, la economía y la salud.

“Siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efe. 4:15). “Nuestro primer deber con Dios y nuestros semejantes es el desarrollo de nosotros mismos. Cada facultad con la cual nos ha dotado Dios debería cultivarse hasta el grado más alto de perfección, con el fin de ser capaces de hacer la mayor cantidad de bien posible” (Elena de White, Conducción del niño, p. 152).

Relación. Mantener buenas relaciones con todas las personas. Es fundamental integrar, conciliar, pastorear, comunicar e influir. “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos” (Rom 12:18). “El tacto y el buen criterio centuplican la utilidad del obrero” (Elena de White, Obreros evangélicos, p. 123).

Administración. Es la noción de organizar y ejecutar planes de manera intencional y participativa. “Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman” (Prov. 15:22). “Los que son escogidos por Dios para la obra del ministerio darán pruebas de su alta vocación, y por todos los medios de que dispongan se esforzarán para desarrollarse como obreros capaces. Tratarán de adquirir una experiencia que los haga aptos para planear, organizar y ejecutar” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, 225).

Liderazgo. Inspirar e influir, contribuyendo al crecimiento de las personas a través de la comunión, las relaciones y la misión. “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efe. 4:11, 12). “Dedique el ministro más de su tiempo a educar que a predicar. Enseñe a la gente a dar a otros el conocimiento que recibieron” (Elena de White, Consejos para la iglesia, p. 102).

Misión. Llevar a las personas a Cristo y capacitar a los miembros de la iglesia para que testifiquen. “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:19, 20). “La conversión de los pecadores y su santificación por la verdad es la prueba más poderosa que un ministro puede tener de que Dios lo ha llamado al ministerio. […] Un ministro es fortalecido grandemente por estas pruebas de su ministerio” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 270).

Aquellos que han sido llamados a servir en diferentes ministerios de la Iglesia Adventista necesitan, en primer lugar, experimentar un reavivamiento espiritual que traiga vitalidad y poder a su liderazgo. Al vivir esta experiencia, podrán exhortar e influir en la iglesia para que también lo experimente.

Por eso, al celebrar el centenario del establecimiento de la Asociación Ministerial, en agradecimiento a Dios, renovemos nuestro compromiso con el crecimiento integral de nuestro liderazgo. Procuremos profundizar nuestra espiritualidad a través de la oración ferviente, el estudio bíblico comprometido y el servicio cristiano fiel. Desarrollemos al máximo nuestras capacidades a fin de ofrecer lo mejor de nosotros para la gloria de Dios.

“¿Qué puede hacer un pastor sin Jesús? Nada, por cierto. Cristo dice: ‘Separados de mí nada podéis hacer’ (Juan 15:5)” (Elena de White, Testimonios para los ministros, p. 158). “¡Cuán poco pueden hacer los hombres en la obra de salvar almas, y sin embargo, cuánto pueden hacer gracias a Cristo si están imbuidos de su Espíritu! […] ‘Somos colaboradores de Dios’ (1 Cor. 3:9)” (ibíd., pp. 159, 160). “Si luchamos con la fuerza del Todopoderoso, estaremos del lado que finalmente vencerá. Al final seremos triunfadores. La obra más grandiosa y las escenas más peligrosas están delante de nosotros. Tendremos que enfrentar un conflicto mortal. ¿Estamos preparados para ello?Dios todavía habla a los hijos de los hombres. Está hablando de muchas formas distintas. ¿Oiremos su voz? ¿Colocaremos nuestras manos confiadamente en las suyas y diremos: ‘Condúceme, guíame’?” (ibíd., p. 353).

Francisco Estrello, un poeta mexicano, escribió:

“Hay tempestad arriba… ni una estrella…

Los senderos están resbaladizos;

No se distingue nada, ni una huella,

Y un viajero perdido va cayendo…

¡Mantén tu fuego ardiendo! …

No te asuste la noche,

La mañana vestirá luminosa en su alegría;

Pero en tanto la luz va esclareciendo,

¡Mantén tu fuego ardiendo! …

¡Mantén, siempre mantén, tu fuego ardiendo!”

Que mantengamos encendida la llama de nuestro ministerio hasta que Cristo regrese.

Sobre el autor: líder de la Iglesia Adventista en Sudamérica