¿Puedes imaginar a alguien que realizó 417 cruzadas evangelizadoras y predicó el evangelio a 215 millones de personas en vivo, en más de 185 países y seis continentes; un predicador que se encontró con jefes de Estado y celebridades, así como con cada presidente de los Estados Unidos, ¿desde Dwight Eisenhower a Donald Trump?
William Franklin Graham, Jr. (1918-2018), popularmente conocido como Billy Graham, nació el 7 de noviembre de 1918, cerca de la ciudad de Charlotte, Carolina del Norte. El 13 de septiembre de 1947, cuando tenía solo 28 años, Graham realizó su primera campaña, abarcando toda la ciudad de Grand Rapids, Michigan. Casi seis mil personas asistieron a las reuniones, que tenían como lema “Juventud para Cristo”. El “Manifiesto de Modesto” (1948) garantizaba la integridad moral de su ministerio. Este era un acuerdo informal asumido por su equipo evangelizador en la ciudad de Modesto, California. Constaba de cuatro ítems. En su autobiografía, Graham presenta el tenor de cada uno de ellos.
“El primer elemento de la lista a debatir era el dinero. Casi todos los evangelistas de aquella época, incluso nosotros, eran sustentados por las ofrendas recogidas durante las reuniones”.[1] Dado que algunos pastores tenían la tentación de apelar emocionalmente a los participantes para que ofrendaran más y que no había auditoría de los valores recaudados, “determinamos en Modesto que haríamos todo lo posible para evitar abusos financieros al ignorar las ofrendas y depender tanto como sea posible de los fondos recaudados por adelantado por los comités locales”.[2]
“El segundo ítem de la lista era el peligro de la inmoralidad sexual. Conocíamos evangelistas que habían cometido actos inmorales por estar lejos de la familia”.[3] Considerando ese contexto, los miembros de su equipo se comprometieron a “evitar cualquier situación pasible de levantar la mínima sospecha”. [4] Billy Graham puntualiza: “Desde ese día en adelante no viajé, no comí ni estuve a solas con ninguna mujer, a no ser con mi esposa”.[5]
“El tercer ítem se refería a la tendencia de la mayoría de los evangelistas de desvincular sus trabajos de la iglesia local, llegando a criticar a los pastores y a las iglesias de ciudad de forma explícita y mordaz”.[6] Dado que esa práctica generaba un clima hostil y testificaba contra la esencia del evangelio, ellos se comprometieron a “cooperar con todos aquellos que cooperaran con nosotros en la proclamación del evangelio, y evitar actitudes anti eclesiásticas y anticlericales”.[7]
“El cuarto y último ítem se relacionaba con la autopromoción. Algunos evangelistas tenían el hábito de exagerar sus éxitos o el número de personas presentes en las reuniones”.[8] Como resultado de este comportamiento, la percepción de la opinión pública respecto del evangelismo se volvió negativa, perjudicando la divulgación de las series y, consecuentemente, disminuyendo el número de participantes. Así, “nos comprometemos en Modesto a mantener la integridad tanto en nuestra promoción como en los comentarios acerca de las reuniones”.[9]
Estas cuatro reglas ayudaron a preservar la integridad moral y ética del famoso predicador Billy Graham y su equipo dedicado a la predicación del evangelio. Estas pueden preservar aún hoy la idoneidad moral de cada ministro del evangelio, incluyendo la tuya y la mía. Recuerda que tu reputación personal es un precioso legado que vale la pena preservar (ver Prov. 22:1). No alcanza con que seas íntegro y honesto, también necesitas ser reconocido como tal.
Sobre el autor: es director asociado del Patrimonio Literario de Elena de White
Referencias
[1] Billy Graham, Billy Graham: O evangelista do século (San Pablo: Hagnos, 2008), p. 138.
[2] Graham, Billy Graham, p. 139.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] Ibíd.
[9] Ibíd